“¡Culpar al Islam de lo que pasó en Nueva York es como culpar al Cristianismo de los problemas de Irlanda del Norte!”. Sí. Justamente. Ya es hora de dejar de ser tan cautos. Es hora de enfadarse. Y no sólo con el Islam.
Los que hemos renunciado a alguna de las tres 'grandes' religiones monoteístas hemos, hasta ahora, moderado nuestro lenguaje por razones de cortesía. Los cristianos, judíos y musulmanes son sinceros con sus creencias y con lo que encuentran sagrado. Hemos respetado eso, incluso cuando no hemos estado de acuerdo con ello. El difunto Douglas Adams lo expresó así con su acostumbrado buen humor, en una charla improvisada en 1998 (algo abreviado):
Hoy, la invención del método científico es, seguro que estamos todos de acuerdo, la idea intelectual más poderosa, el sistema más poderoso para pensar, investigar, comprender y desafiar al mundo que nos rodea, y descansa sobre la premisa de que cualquier idea está para que la ataquen. Si resiste el ataque, entonces vive lo suficiente para luchar durante otro día, y si no resiste el ataque, entonces pasa a la historia. La religión no parece funcionar de esa manera. Tiene ideas verdaderas en su núcleo que llamamos sagradas o santas o lo que sea. Lo que significa es esto: "Ésta es una idea o noción sobre la que no se os permite decir nada malo; simplemente no podéis. ¿Por qué no? - ¡Porque no!". Si alguien vota a un partido con el que usted no comulga, es libre de discutir sobre ello todo lo que quiera; todo el mundo tendrá un argumento pero nadie se sentirá agraviado por ello. Si alguien piensa que los impuestos deben subir o bajar, es usted libre de tener una opinión sobre ello. Sin embargo, por el contrario, si alguien dice: "No debo tocar ningún interruptor de la luz los sábados", usted dice: "Respeto eso". Lo raro es que, al mismo tiempo que estoy diciendo esto, estoy pensando: "¿Habrá algún judío ortodoxo aquí que se haya ofendido por el hecho de que haya dicho esto?". Pero no he pensado: "Quizá haya alguien de izquierdas o alguien de derechas o alguien que suscriba esta opinión o la otra en economía", cuando estaba diciendo lo anterior. Simplemente pienso: "Bien, tenemos distintas opiniones". Pero en el momento que digo algo que tiene que ver con las creencias (voy a jugarme el cuello y decir irracionales) de alguien, entonces todos nos volvemos terriblemente protectores y defensivos y decimos: "No, no atacamos eso; es una creencia irracional, pero no, la respetamos". ¿Por qué debe ser perfectamente legítimo apoyar al partido Laborista o al partido Conservador, a los Republicanos o a los Demócratas, este modelo de economía o aquél, Macintosh o Windows, pero tener una opinión sobre cómo comenzó el Universo, sobre quién creó el Universo... no, eso es sagrado? ¿Qué significa eso? ¿Por qué lo evitamos por ninguna razón más que porque es a lo que estamos acostumbrados? No existe ninguna otra razón, es una de esas cosas que hemos arrastrado hasta la costumbre, y una vez que se inicia ese ciclo se va haciendo muy, muy poderosa. Estamos acostumbrados a no desafiar las ideas religiosas, ¡pero es muy interesante ver cuánto furor despierta Richard cuando lo hace él! Todo el mundo se vuelve asolutamente desquiciado porque no está permitido decir esas cosas. Pero cuando lo juzgas racionalmente, no hay razón por la que esas ideas no deban ser tan abiertas a debate como cualquier otra, excepto que hemos acordado de alguna manera que no deben serlo. | ||
--Douglas Adams |
Douglas está muerto, pero sus palabras son una inspiración para que nos levantemos y violemos este absurdo tabú. El último vestigio de mi respeto de “no tocar la religión” desapareció mientras veía el "Día de la Oración" en la Catedral de Washington. Luego fue la aún más nauseabunda reunión de oraciones en el estadio de Nueva York, donde prelados y pastores hicieron una tímida imitación de Martin Luther King, incitando a la gente con creencias mutuamente incompatibles a cogerse de las manos en homenaje precisamente a la fuerza que causó el problema en primera instancia. Es hora de que la gente intelectual, en oposición a la gente de fe, se levante y diga: "¡Basta!". Que nuestro tributo a los muertos de septiembre sea una nueva resolución: respetar a la gente por lo que piensa individualmente, en lugar de respetar a los grupos por lo que les enseñaron a creer colectivamente.
A pesar del odio sectario que ha durado siglos (y que obviamente sigue creciendo), el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo tienen mucho en común. A pesar de la suavización del Nuevo Testamento y otras tendencias reformistas, los tres rinden lealtad histórica al mismo Dios de las Batallas, violento y vengativo, resumido memorablemente por Gore Vidal en 1998:
El gran mal inmencionable que hay en el núcleo de nuestra cultura es el monoteísmo. A partir de un texto bárbaro de la Edad de Bronce, conocido como el Viejo Testamento, han evolucionado tres religiones antihumanas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Son religiones con un dios celestial. Son, literalmente, patriarcales --Dios es el Padre Omnipotente--, de ahí la animadversión por la mujer durante 2.000 años en los países afligidos por el dios celestial y sus delegados terrenales masculinos. El dios celestial es un dios celoso, por supuesto. Requiere total obediencia de todo el mundo en la Tierra, porque no existe sólo para una tribu, sino para toda la creación. Los que le rechacen deben convertirse o ser asesinados, por su propio bien. En el The Guardian del 15 de septiembre, asumí la creencia en la vida después de la muerte como el arma clave que hizo posible la atrocidad de Nueva York. La gran responsabilidad que tiene la religión en los odios subyacientes que motivaron a la gente a usar ese arma en primer lugar tienen una significación previa. Hacer tal sugerencia, aunque sea con la más caballerosa moderación, es realizar un ataque de abusiva condescendencia, como apuntó Douglas Adams. Pero la malsana crueldad de los ataques suicidas, y los igualmente viciosos, aunque numéricamente menos catastróficos, ataques de 'venganza' hacia los desafortunados musulmanes que viven en Estados Unidos y Gran Bretaña, me han empujado más allá de la prudencia ordinaria. | ||
--Gore Vidal |
¿Cómo puedo decir que hay que culpar a la religión? ¿Realmente pienso que, cuando un terrorista mata, está motivado por un desacuerdo teológico con su víctima? ¿Realmente creo que los irlandeses del norte que ponen bombas se dicen a sí mismos: "¡Tomad eso, bastardos de la Trinidad Transustancianista!"? Por supusto que no creo nada de eso. La teología es la última cosa en la que piensa alguien así. No matan por la propia religión, sino por agravios políticos, a menudo justificados. Matan porque los del otro lado mataron a sus padres. O porque los del otro lado expulsaron a sus bisabuelos de sus tierras. O porque los del otro lado oprimieron económicamente a los de nuestro lado durante siglos.
Mi punto aquí no es que la religión misma sea la motivación para las guerras, los asesinatos y los ataques terroristas, sino que la religión es la principal etiqueta, y la más peligrosa, por la que puede identificarse un 'ellos', en oposición a un 'nosotros'. Ni siquiera estoy afirmando que la religión sea la única etiqueta por la que identificamos a las víctimas de nuestro prejuicio. También están el color de la piel, el lenguaje, y la clase social. Pero, a menudo, como en Irlanda del Norte, éstas no se aplican, y la religión es la única etiqueta divisoria que hay. Aun cuando no está sola, la religión es casi siempre un ingrediente incendiario en la mezcla. Y, por favor, no mencione a Hitler como contraejemplo. Los delirios subwagnerianos de Hitler constituían una religión de fundación propia, y su antisemitismo le debía mucho a su nunca renunciado Catolicismo Romano (vea Hitler no era ateo).
No es exagerado decir que la religión es el mecanismo de identificación de enemigos más incendiario de la historia. ¿Quién mató a tu padre? No los individios que vas a matar en 'venganza'. Los propios culpables han desaparecido tras la frontera. La gente que robó las tierras de tus bisabuelos han muerto de viejos. Apuntas tu vendetta a los que pertenecen a la misma religión que los perpetradores originales. No fue Seamus quien mató a tu hermano, pero era católico, por lo que Seamus merece morir 'en recompensa'. Más tarde, fueron protestantes los que mataron a Seamus, así que vayamos a matar algunos protestantes 'en venganza'. Eran musulmanes los que destruyeron el World Trade Center, así que tomémosla con el conductor de turbante de un taxi de Londres, y dejémosle paralítico de cuello para abajo.
El odio encarnizado que envenena actualmente la política de Oriente Medio tiene sus raíces en la equivocación, real o percibida, de establecer un Estado Judío en una región islámica. Sabiendo todo lo que los judíos han pasado, debe de haber parecido una solución justa y humana. Probablemente, una profunda familiaridad con el Viejo Testamento ha dado a las autoridades estadounidenses y europeas la idea de que ésta era realmente la "tierra histórica" de los judíos (aunque las horrorosas historias de cómo Josué y otros conquistaron su Lebensraum quizá les habría hecho pensar). Aunque no fuera justificable en su tiempo, no hay duda de que hay razón para decir que, ya que Israel existe ahora, intentar cambiar el status quo sería una equivocación peor.
No tengo intención de entrar en ese argumento. Pero si no hubiera sido por la religión, el propio concepto de Estado Judío no habría tenido sentido desde el principio. Tampoco lo habría tenido el propio concepto de tierras islámicas, como algo que hay que invadir y profanar. En un mundo sin religión, no habría habido Cruzadas; ni Inquisición; ni pogroms antisemitas (haría mucho tiempo que la gente de la diáspora se habría mezclado y hecho indistinguible de su población huésped); ni problemas en Irlanda del Norte (no habría una etiqueta con la que distinguir a las dos 'comunidades', ni escuelas sectarias que enseñaran a los niños odios históricos -- simplemente serían una comunidad).
Si es pan y vino lo que tenemos aquí, llamémosles pan y vino. El Emperador va desnudo. Es hora de abandonar los eufemismos mojigatos: 'Nacionalistas', 'Legitimistas', 'Comunidades', 'Grupos Étnicos'... Religiones es la palabra que busca. Religión es la palabra que tan hipócritamente se esfuerza en evitar.
Por añadidura, la religión es una etiqueta diferenciadora inusual, al ser espectacularmente innecesaria. Si las creencias religiosas estuvieran apoyadas por alguna evidencia, quizá tendríamos que respetarlas, a pesar del desagrado que las acompaña. Pero no existe tal evidencia. Etiquetar a las personas como enemigos que merecen la muerte a causa de desacuerdos en la política del mundo real es bastante malo. Hacer lo mismo a causa de desacuerdos sobre un mundo ilusorio habitado por arcángeles, demonios y amigos imaginarios es ridículamente trágico.
La resistencia de esta forma de engaño hereditario es tan sorprendente como su carencia de realidad. Parece que el control del avión que se estrelló cerca de Pittsburgh les fue arrebatado a los terroristas por un grupo de valientes pasajeros. La esposa de uno de estos hombres heroicos, tras coger las llamada de teléfono en la que él le anunció sus intenciones, dijo que Dios había colocado a su marido en el avión como Su instrumento, para evitar que el avión se estrellara en la Casa Blanca. Tengo la mayor simpatía por esta pobre mujer en su trágica pérdida, ¡pero piense un momento en ello! Como dijo la corresponsal estadounidense (también comprensiblemente agotada) que me mandó esta noticia:
¿No podría Dios haberle dado a los secuestradores un ataque al corazón o alguna otra cosa en lugar de matar a toda esa gente inocente en el avión? Supongo que no le importaba un carajo el Trade Center, no se molestó en trazar un plan para ellos." (Disculpen el lenguaje intemperante de mi amiga, pero, en esas circunstancias, ¿quién puede culparla?)
¿No existe una catástrofe lo bastante terrible para hacer tambalear la fe de la gente, a ambos lados, en la bondad y poder de Dios? ¿Ni el revelador descubrimiento de que puede que ni siquiera exista: que puede que estemos solos, y tengamos que enfrentarnos al mundo real como las personas adultas?
Billy Graham, el consejero espiritual del señor Bush, dijo en la Catedral de Washington:
¿Pero cómo podemos comprender una cosa como ésta? ¿Por qué Dios permite que haya una maldad como ésta? Quizá es lo que os estéis preguntando. Quizá incluso estáis enfadados con Dios. Quiero aseguraros que Dios comprende los sentimientos que podéis tener.
Bien, Dios tiene mérito. Estoy seguro de que eso hace sentirse mucho mejor a los afligidos (¡lo patético es que probablemente lo haga!). Graham continuó:
Me han preguntado cientos de veces en mi vida por qué Dios permite la tragedia y el sufrimiento. Tengo que confesar que realmente no conozco completamente la respuesta, ni para mi propia satisfacción. Tengo que aceptar, por fe, que Dios es soberano, y Él es un Dios de amor y misericordia y compasión en medio del sufrimiento. La Biblia dice que Dios no es el autor del mal. Habla del mal como un "misterio".
Dos de los más conocidos televangelistas estadounidenses, Pat Robertson y Jerry Falwell, están menos impedidos por este profundo misterio teológico. En una conversación en el lucrativo show televisivo de Robertson (la religión está libre de impuestos), sabían exactamente a quién echarle la culpa. Todo el asunto estaba causado obviamente por el pecado estadounidense. Falwell dijo que Dios había protegido a Estados Unidos maravillosamente durante 225 años, pero ahora, con el aborto y los gays y las lesbianas y el ACLU, "que habéis intentado secularizar a América... Apunto mi dedo a vuestras caras y digo que habéis ayudado a que esto pasara." "Bueno, estoy completamente de acuerdo", respondió Robertson. Bush, para crédito suyo, repudió rápidamente este ejemplo de cómo funciona la mente religiosa.
Estados Unidos es el país más religioso del mundo occidental, y su líder cristiano nacido de nuevo está codo con codo con la gente más religiosa de la Tierra. Ambos lados creen que el Dios de las Batallas de la Edad de Bronce está de su parte. Ambos ponen en riesgo el futuro del mundo basándose en la fe inquebrantable y fundamentalista de que Él les dará la victoria. Por cierto, la gente habla de fundamentalistas islámicos, pero la acostumbrada distinción gentil entre el Islam fundamentalista y el moderado ha sido demolida convincentemente por Ibn Warraq, en su informado libro Por qué no soy musulmán.
La psique humana tiene dos grandes debilidades: el deseo de venganza a través de varias generaciones y la tendencia a colocar etiquetas de grupo a la gente en lugar de verlos como individuos. La religión abrahámica sanciona fuertemente ambas --y crea una mezcla explosiva con ambas. Sólo los ciegos voluntarios serían incapaces de ver la implicación que tiene la fuerza divisiba de la religión en la mayoría, si no en todas, las enemistades violentas del mundo actual. Sin duda alguna, es el principal elemento agravador de Oriente Medio. Aquéllos de nosotros que durante años hemos ocultado educadamente nuestro desprecio al peligroso engaño colectivo de la religión necesitamos levantarnos y hablar. Ahora las cosas son diferentes. "Todo ha cambiado, cambiado del todo."[1]