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[escepticos] a vueltas con los móviles...



     Hola:
     Os remito este artículo que ha aparecido en EL CORREO del 30.05.00 en 
     la sección "Opinión". No coment, ¿o sí coment?
     Saludos,
     
     JavierB
     
     
     ==================================
     
     
     Teléfonos móviles 
     
     julen rekondo experto en temas medioambientales 
     
     
     jesús ferrero 
     
     No se ven, no huelen, no se tocan, pero existen. Son las radiaciones 
     electromagnéticas generadas por los cables de alta tensión y las 
     emisiones de las ondas utilizadas en la telefonía móvil. 
     
     Hay al menos tres circunstancias que hacen de las ondas 
     electromagnéticas un magnífico representante del paradigma 
     socioeconómico en que vivimos. En primer lugar se pueden asociar a las 
     líneas de alta tensión, que las producen. Estas líneas son las venas y 
     arterias que transportan la energía sin la cual el sistema se 
     colapsaría. En segundo lugar representan la última fase de expansión 
     de consumo del sistema. Las tecnologías de la información y la 
     comunicación han reanimado extraordinariamente las economías 
     desarrolladas, y son la base de la sociedad de la información. 
     
     En tercer y último lugar son un ejemplo claro de cómo nos enfrentamos 
     a la incertidumbre. Mientras esperamos estudios definitivos 
     concluyentes que nos demuestren, sin ningún género de dudas, que los 
     campos electromagnéticos a partir de tal intensidad y distancia son 
     perjudiciales, atiborramos el territorio ignorando el más elemental 
     principio de precaución. 
     
     Sin duda, en los últimos tiempos, la presunta peligrosidad de las 
     microondas generadas por los teléfonos móviles y las antenas 
     repetidoras, es un tema de debate en el mundo científico y también en 
     la población de muchos de nuestros municipios. A pesar de los 
     interrogantes que todavía rodean a este tipo de ondas no ionizantes 
     sobre el ser humano, la alarma social ha llegado a numerosos países, y 
     algunos de éstos empiezan a adoptar medidas de precaución. 
     
     Así, la Comisión Europea ha publicado recientemente unas 
     recomendaciones sobre los campos electromagnéticos, donde se admite 
     por primera vez que una exposición intensa en que el cuerpo absorba 
     más de cuatro vatios por kilogramo, puede tener influencia sobre los 
     tejidos cerebrales. 
     
     Por otra parte, está ya prohibido utilizar móviles en los aviones. La 
     causa: sus microondas son capaces de alterar el sistema informático 
     del aparato y provocar un accidente. En algunos hospitales hay 
     limitaciones, especialmente en las salas de tratamiento intensivo, 
     porque también hay que alterar los sistemas electrónicos que mantienen 
     vivo a un paciente. 
     
     Algunas personas, entre las que se encuentra el autor de este 
     artículo, nos declaramos abiertamente alérgicas al móvil. Simplemente, 
     y a la espera de tener más estudios y datos al respecto, por el 
     malestar que causa un uso abusivo de estos aparatos. ¿Hablar por 
     teléfono en un autobús, por ejemplo, no debería ser considerado tan 
     perjudicial como encender un cigarrillo? 
     
     No se trata de negar los impensables avances que tanto las 
     telecomunicaciones como el transporte de energía (cables de alta 
     tensión) aportan a nuestra sociedad. Pero estos avances no deberían 
     ser óbice para que las instituciones adoptasen ya medidas preventivas 
     para que la incidencia de este tipo de ondas no sea un cambio 
     irreversible, mientras se evalúan de manera objetiva y científica los 
     riesgos asociados que conllevan. 
     
     Por otra parte, cabría hacer hincapié en que las radiaciones no son 
     los únicos efectos negativos que este desarrollo conlleva: los 
     incendios provocados por las líneas de alta tensión, el impacto visual 
     y sobre la fauna, son otras de las consecuencias. Tenerlas en cuenta 
     es una obligación a la hora de planificar su implantación en el 
     territorio. 
     
     Entre el «no pasa nada» que mantienen los operadores de telefonía 
     móvil y los catastrofismos, parece que se impone alguna precaución. 
     Mientras concluyen los estudios, habría que hacer caso a los consejos 
     de algunos especialistas en la materia, y, entre otras cuestiones, 
     evitar que los menores de doce años se peguen un aparato excesivo 
     tiempo al cerebro.