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[escepticos] Artículo de Juan José Millás en el País



    Creo que este artículo de Millás, aparecido en el periódico El
País de hoy, os hará pasar un buen rato.

Saludos escépticos desde Bilbao, Capital del mundo mundial y
alrededores.-((;.¬D))))
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Marco Tulio Cicerón-"Dubitando ad veritatem pervenimus"-


Pulpos, hongos, humanoides
JUAN JOSÉ MILLÁS

Llaman del periódico diciendo que no me tome al pie de la letra lo de
hablar de la realidad. Me salen unas últimas páginas tan tristes que
parecen la primera.


-Cuando queramos que la última página sea la primera, ya nos
encargaremos nosotros de darle la vuelta al periódico. Tú, a lo tuyo.


Tomo nota de la llamada de atención y voy con los ojos muy abiertos
para detectar cualquier movimiento irreal. Pero está todo lleno de
realidad, de cascotes. Nunca los telediarios ni los pulpos fueron tan
reales. Da miedo. Por la noche, en lugar de cruzarme por el pasillo
con los espíritus habituales, me cruzo con gente verdadera en camiseta
de tirantes. No recuerdo un verano tan real desde aquel otro de mi
juventud en el que los americanos, huyendo también de su realidad,
pisaron la Luna. Vi el alunizaje en un bar, tomándome un bocadillo de
calamares, y no me pareció tan increíble que llegaran a la Luna,
porque yo entonces intentaba llegar a fin de mes y me hacía cargo de
las dificultades.


Así que, buscando desesperadamente algo irreal, veo en la prensa un
anuncio de la revista Enigmas, que dirige el doctor Jiménez del Oso,
con la siguiente interrogación: "¿Visitó un humanoide las tierras
extremeñas?". Dios mío, estuve casualmente hace poco en Extremadura y
a mí me pasa lo que a un paciente de Freud: que padecía de reproches
obsesivos, así que, cuando leía en el periódico que se había
descubierto una falsificación, pensaba que estaba complicado en ella.
Compro un ejemplar de Enigmas y lo primero que me llama la atención es
que no es un ejemplar, sino dos. Uno de ellos, en forma de periódico,
te lo regalan, lo mismo que ese frasco de champú adosado a la botella
de gel. La relación entre el gel y el champú se entiende, pues cada
producto lava una parte del cuerpo. Pero la relación de la revista
enigmática con el periódico esotérico es redundante, pues las dos
lavan la misma zona del cerebro.


En cuanto al humanoide extremeño, me apresuro a decir en mi descargo
que no era yo, pues "el extraño visitante emitía un sonido que se
asemejaba al de un compresor o al de una rueda al desinflarse". No
hago esos ruidos. El reportero no explica qué le hicieron los
extremeños al humanoide, pero, según Enigmas, el alcalde de Escurial,
lugar de la aparición, "ha salido en defensa de sus vecinos
respaldando hasta la saciedad la honestidad y nobleza de éstos". Hasta
la saciedad. Podía haber defendido el honor de sus vecinos hasta el
agotamiento, hasta la muerte, hasta Cáceres, pero lo hizo hasta la
saciedad. Pienso yo, sin ánimo de hablar de la realidad, que un
alcalde jamás debería hartarse de defender el honor de sus vecinos,
sobre todo si ha sido puesto en cuestión por un humanoide, extremeño o
no.


Apenas me había repuesto del sobresalto paranoico del humanoide que
visitó las tierras extremeñas, cuando tropiezo en otra revista con la
foto robot del hombre que secuestró en su furgoneta a dos turistas
alemanas y que, como es habitual, se me parece. Huyo, pues, hacia mi
propio periódico en busca de un poco de paz y, buceando detrás de los
sepelios, leo en un reportaje sobre extraterrestres que un tal Roger
Leir afirma haber realizado ocho operaciones quirúrgicas a individuos
con objetos de naturaleza extraterrestre implantados en la nuca. Me
toco la nuca con la yema de los dedos y, como es natural, noto un
pequeño bulto pánico en la zona.


Todo ello sin dejar de leer que el 34% de los estadounidenses
sospechan que ya hemos sido visitados por extraterrestres. Más aún:
acaban de descubrir en Oregón (¿dónde, si no?) un hongo del tamaño de
900 campos de fútbol. El titular dice que se trata de un hongo gigante
por si no nos diéramos cuenta por nuestros propios medios. Si Carl
Sagan levantara la cabeza y viera el retrato robot del hombre de la
furgoneta, diría que se trata de un extraterrestre, y que soy yo. O
que es un hongo, y que soy yo. O un humanoide extremeño, y que soy yo.
Me pongo, pues, pese al calor, una bufanda para tapar el bulto de la
nuca y salgo a comprar un pulpo que llevo a todas partes de la mano, o
del tentáculo, para desviar la atención de la gente hacia el animal y
que no me miren a la cara. Ni a la nuca. Y que les distraiga en lo
posible de la carga de realidad o de amonal de la primera página.
Acompaño en el sentimiento a todo el mundo y quede claro que no soy el
del retrato robot. Ni el humanoide. Ni, por supuesto, el pulpo.