Hola Richi:
La hipnosis es una técnica de uso clínico que tiene
utilidad justamente clínica (siempre que el profesional sea serio .Uno de
los mejores es Antonio Capafons de la Universidad de Valencia http://www.uv.es/~capafons/)
Su uso en ambientes jurídicos es peligrosísimo como
nos lo prueba Elizabeth Loftus experta en demoler la terapia de memoria
recuperada. Hay una traducción en español en la Página racional de Hernán Toro
http://www.geocities.com/torosaurio/ búscalo
en la sección de escepticismo. Esa "terapia" ha sido muy usada en EEUU con
resultados terroríficos justamente induciendo a pacientes a que "recuerden" los
abusos sexuales cometidos por sus padres.= :-o
Saludos
----- Original Message -----
Sent: Thursday, May 22, 2003 9:43
AM
Subject: [escepticos] hipnosis en el
juzgado
Esto salió en La Voz de Galicia:
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«ASI ME HIPNOTIZARON» La
hipnosis llega al juzgado -Por
primera vez en España, un tribunal ha admitido en juicio el testimonio bajo
regresión hipnótica, una técnica que juristas, médicos y psicólogos consideran
de gran utilidad pese a las creencias populares que aún ponen en duda su base
científica.
Cuando abro los ojos
e intento abrir la mano izquierda, los dedos se resisten como si fueran de
plomo. Es curioso, porque apenas llevo diez ó doce minutos en trance y en
ningún momento he perdido la conciencia.
Si hace un cuarto de hora
hubiera tenido que dedicar todo este esfuerzo a algo tan sencillo como abrir
el puño, me habría sentido ridículo. Pero ahora la situación me resulta
sorprendente y hasta divertida. «La hipnosis no es magia, pero a veces lo
parece», dice Roberto Casas.
Él es psicólogo clínico y experto en esa
técnica, y yo he acudido a su gabinete a hacer un reportaje sobre las bases
científicas de la hipnosis y sus posibilidades en la investigación criminal.
Por primera vez en España, la Audiencia Provincial de Madrid ha admitido en un
juicio el testimonio bajo regresión hipnótica de una joven que sufrió abusos
deshonestos cuando era una niña, y no sería extraño que el precedente
levantara alguna polémica. «La mayoría de la gente sólo tiene noticias de la
hipnosis por su vertiente circense, pero no por su aspecto clínico», reconoce
Roberto, que lleva años utilizando esa técnica para tratar pequeñas
psicopatologías: insomnios, fobias, neurosis, traumas, ansiedad, adicciones...
Yo le he pedido que me hipnotice por pura curiosidad periodística,
aunque sin llegar a un estado tan profundo como el de una regresión. Si fuera
así, probablemente no podría recordarlo. De hecho, lo más seguro es que la
joven cuyo testimonio ha aceptado valorar la Audiencia de Madrid no recuerde
conscientemente y en su plenitud el trauma que le provocaron los hechos que
denunció.
Sillón y auriculares
El psicólogo trata
primero de hipnotizarme de pie, pero, pese a que pongo todo mi empeño en ello,
no lo consigue. Así que me tumbo en un sillón reclinable con unos auriculares,
por los que recibo a la vez una música suave, un zumbido agudo e intermitente
y la voz grave del hipnotizador. Poco a poco consigo destensar los músculos,
respirar más lentamente y aceptar que la voz que viene de los auriculares
empieza a pensar por mí. La sensación no es desagradable, pero calculo que de
aquí a hablar de los traumas de mi infancia con voz de niño todavía hay una
gran distancia. Si llegase a eso, ¿se lo tomaría en serio un jurado?
Con su decisión de aceptar el testimonio de la joven supuestamente
violada, la Audiencia de Madrid ha abierto a la hipnosis una puerta que la
mayoría de juristas, sin embargo, nunca ha visto cerrada. «Se trata de
aprovechar todos los medios a nuestra disposición para averiguar la verdad,
aunque cualquier instrumento de prueba está sujeto a la valoración del juez»,
asegura Ramón García Malvar, fiscal jefe del Tribunal Superior de Xustiza de
Galicia, quien recuerda que, precisamente en los casos de abusos deshonestos
en la infancia, esos hechos se quedan grabados a fuego en el subconsciente de
las víctimas.
Antes de intentar dormirme, Roberto me ha explicado que,
cuando sufrimos un trauma sumamente doloroso, nuestra mente puede reprimir ese
recuerdo y almacenarlo en el inconsciente, para protegernos y permitir que
sigamos viviendo sin atormentarnos. Por lo general, de esa parte de nuestro
cerebro sólo tenemos noticia cuando se nos aparece en sueños, en pequeñas
disfunciones verbales o, incluso, en graves desórdenes psíquicos. También en
la hipnosis: «Con ella, el inconsciente toma el mando de nuestra conducta»,
explica.
Mientras estoy tumbado en el sillón, ya completamente
relajado, recuerdo que me ha contado su opinión sobre la decisión del tribunal
madrileño: «Un testimonio bajo hipnosis no es una huella dactilar ni una
muestra de ADN, pero, si apunta en el mismo sentido que el resto de las
pruebas, sí puede resultar de mucha utilidad».
Indicio
En términos jurídicos, esa tesis es muy similar a la que mantiene
Alejandro Morán, juez de Primera Instancia e Instrucción en Ferrol, para quien
una regresión no puede valorarse como prueba de cargo, «pero sí como indicio
probatorio, siempre y cuando existan informes de expertos que avalen la
cientificidad del sistema».
Aunque me sorprendió la decisión de la
Audiencia de Madrid, yo nunca había puesto en duda que, más allá de los
showman de televisión, la hipnosis tuviera fundamentos científicos. Antes de
venir a la consulta de Casas, había ojeado alguna literatura médica muy
convincente, conocía de oídas algunos casos de tratamientos exitosos y me
había deleitado con la crónica de una sesión de hipnosis de una compañera que
La Voz publicó hace un par de años. Pero experimentarlo en carne propia ayuda
a eliminar cualquier atisbo de escepticismo: la voz de Roberto me dice que voy
a empezar a levantar el antebrazo izquierdo, y, muy pausadamente, la orden se
ejecuta. Sé que es mi brazo, claro, y que si alguien hace que levite ese tengo
que ser yo. Pero no lo hago utilizando el mecanismo habitual con el que estoy
acostumbrado a entenderme con mi cuerpo, y, aunque sé que, si quisiera, podría
pararlo, en esos momentos ni siquiera intento comprobar esa posibilidad.
Una playa
Mantengo el brazo erguido unos minutos,
mientras la voz me anima a que imagine que estoy en una playa en un día de
verano. Es una sensación extraña, porque, aunque soy consciente de que estoy
en la consulta de un psicólogo haciendo un reportaje sobre el juicio de
Madrid, y noto a Xurxo Lobato sacando fotos a mi alrededor, apenas tardo unos
segundos en elegir una de mis playas favoritas y en empezar a sentir y oir el
calor, la arena y las olas. Es mucho más real que cualquiera de los miles de
pensamientos similares que he tenido en estos últimos seis meses, y estoy tan
a gusto que ni siquiera me preocupo al recordar que soy muy poco fotogénico,
apenas he dormido esa noche y, como hace meses que no tomo el sol de verdad,
voy a salir fatal en las fotos.
Intuyo que mi sentido del ridículo, a
diferencia de los recuerdos más dolorosos, no se ha refugiado en mi
inconsciente. La voz me avisa de que mi mano izquierda va a cerrarse, y pienso
en los espectáculos en los que un voluntario acaba cacareando como una gallina
sin que le importe lo más mínimo que le esté viendo media España. ¿Podría
pasarme eso a mí?
Cuando abro los ojos e intento abrir la mano, los
dedos se resisten como si fueran de plomo. Mientras los despego y veo a Xurxo
hacer una mueca de incredulidad, Roberto me dice que, en una escala del uno al
diez, mi breve sueño hipnótico apenas ha llegado al tres.
JUAN OLIVER (A CORUÑA)
Según los expertos, la inmensa mayoría de los
mitos populares que rodean a la hipnosis, que se viene utilizando como técnica
de la medicina psiquiátrica desde el siglo XVIII, son rotundamente falsos. «Se
la asocia con el circo, los espectáculos de televisión y las salas de fiestas,
pero apenas se conoce su utilidad para tratar muchos problemas», asegura el
psicólogo Roberto Casas, quien, pese a todo, reconoce que la ciencia aún no lo
ha descubierto todo sobre ese estado alterado de la conciencia, que se sitúa a
medio camino entre la vigilia y el sueño más profundo en un punto muy cercano
al sonambulismo.
Patologías
«Sabemos
que la sugestión hipnótica funciona, aunque no sabemos con certeza por qué lo
hace», explica. Según su versión, desde el miedo a volar hasta el insomnio,
pasando por algunas disfunciones sexuales, la adición al tabaco y las drogas,
así como multitud de otras pequeñas psicopatologías cotidianas, un tratamiento
hipnótico dirigido por un profesional puede tener más éxito que uno
tradicional: «Curar algunas fobias por los métodos farmacológicos clásicos
puede llevar más de seis meses, cuando, mediante hipnosis, el proceso no suele
durar más de dos», promete.
Candidatos
Lo cierto es
que, según la versión de los expertos, cualquier persona puede ser
hipnotizada. «No es cuestión de fe, y no depende de que el paciente crea que
se trata de una payasada. Es una certeza científica que la hipnosis funciona
en cualquier ser humano, aunque, evidentemente, existen personas con mayor
facilidad que otras», dice Casas.
Los psicólogos creen que alrededor
de un 20% de la población está en disposición de caer en un trance hipnótico
básico en apenas unos minutos. «Por lo general, son aquellos sujetos cuyo
hemisferio cerebral derecho es un poco más activo de lo normal: tienen un
notable desarrollo de las funciones sensibles y de las capacidades artísticas
y de abstracción espacial», comenta Casas, quien, sin embargo, asegura que se
puede pasar al estado hipnótico desde el sueño tradicional, lo que permite a
los expertos tratar a los pacientes más reacios. Una vez dormidos, basta
esperar a que alcancen las fases más profundas del sueño para, mediante
estímulos sonoros, conseguir que aflore su inconsciente.
Dudas y
riesgos
En cuanto a las dudas sobre la peligrosidad de la técnica,
Casas admite que sólo un profesional está capacitado para garantizar que el
enfermo no corre ningún riesgo. «La hipnosis puede no ser adecuada para tratar
una esquizofrenia o una psicosis», apunta, para subrayar que, en cualquier
caso, la mayoría de los miedos que provoca la hipnosis no tienen fundamento
alguno: «La gente siempre pregunta qué pasaría si no les despertáramos.
Sencillamente nada: se quedarían plácidamente dormidos y se despertarían
después, probablemente mucho más relajados, descansados y tranquilos de lo que
estaban».
Secretos
Otro de los miedos clásicos responde
al temor a desvelar secretos inconfesables o a obedecer ciegamente al
hipnotizador, algo que Casas también desmiente, aunque con matices: «Existe el
mito de que las personas hipnotizadas no mienten, o de que es imposible que
cometan un acto inmoral o ilegal que no cometerían conscientemente. Y es
altamente improbable que eso suceda, aunque no me atrevo a decir que
imposible», afirma el psicólogo, quien, para tranquilidad de hipotéticos
candidatos, añade que algo así sería tan extraño como conseguir que un
sonámbulo realizara sin despertarse acciones que en ningún caso consideraría
adecuadas en el estado de vigilia.
Espectáculo
A pesar
de todo, la imagen más recurrente del sujeto hipnotizado suele ser la del
espectador de un show a quien, voluntariamente, someten a una suerte de breve
escarnio público. Lo normal es que el hipnotizador lo haya preparado
previamente en una sesión hipnótica para asegurar sus posibilidades de éxito,
y que posteriormente recupera para delirio del auditorio. «Claro que puede
hacerse, pero un profesional jamás perdería su tiempo ni el de su paciente con
una cosa semejante», concluye Casas.
JUAN OLIVER (A CORUÑA)
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En fin, yo no entiendo nada de
hipnosis, pero a mi esto de aceptarla como prueba me parece
bastante peligroso.
¿No hay ningún colectivo de psicólogos
que haya protestado?
Ya de paso: ¿Me puede explicar alguien
en pocas palabras qué es y para qué sirve la hipnosis?
Salu2
Richi
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