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RE: [escepticos] Corridas de toros y sufrimiento animal.



[J.L.Medina]

> Los argumentos mas oidos de los defensores de las corridas de
> toros (los que
> yo conozco):
> a) Que es un arte
> b) Que el toro nace para eso (digo yo que en todo caso, ellos lo
> crian para
> eso)
> c) Que el torero se juega la vida de igual a igual (vaya cara mas dura)
> ...alguno mas???

Hay uno que a mí me fastidia bastante. Lo suelen utilizar los taurinos
pensando que con ello están en posesión de una coartada intelectual -¡que no
veas lo que eso viste!. Se trata de cuando algunos apelan a las creaciones
artísticas que la lidia ha inspirado, tras lo cual siempre citan a Goya o a
Picasso. Pero, claro, siempre hay que recordarles que Goya también plasmó
escenas de fusilamientos y las pinturas negras, y Picasso plasmó el
bombardeo de Gernika, y que a nadie se le ocurre justificar semejantes
atrocidades  aunque inspiraran no a dos sino a un legión de artistas. En
fin, sospecho que en el argumento de marras hay una apelación más o menos
clara al argumento de autoridad, como si las "figuras de la cultura" nunca
pudieran equivocarse en cuestiones éticas, lo cual, es lógica e
históricamente falso.

Pero, en fin, el argumento más alambicado que he leído nunca sobre la fiesta
se lo debo a un autor que me es "molto caro", a saber, Rafael Sánchez
Ferlosio, quien publicó ya en 1980 un artículo en "Diario 16" titulado "Los
toros como Antiespaña". Aunque esta vez no puedo estar completamente de
acuerdo con el autor (debo reconocer que normalmente me convence su discurso
"casi geométrico") lo cierto es que es de lo más original y, como todo lo
suyo, lleno de flecos hacia otras ideas y persuasiones. En cualquier caso,
como de costumbre, provocador.

Bien, resumiendo, Ferlosio habla de las dos Españas, según la
caracterización que de ellas hizo Machado: una, la de "charanga u pandereta,
/ cerrado y sacristía,/ devota de *Frascuelo* y de María" [mi énfasis]. La
otra, aquella "...del cincel y de la maza,/.../implacable y redentora...".
Contradiciendo al poeta, Relosio ve en esta última, y no en la primera, una
amenaza: "representación fascista, si las hay, en el preciso sentido de
reducir a los hombres y a los pueblos a meros materiales e instrumentosde
grandeza hiostórica y de hacer de la vida cuerpo de la historia, que siempre
acaba siendo hacerla carne de cañón". Después repara en el acierto del poeta
al situar a los toros ("Frascuelo") como enfrentados a la "España del
martillo y de la maza", lo que bien valdría, para el artículista, una
reivindicación de los mismos. Veamos cómo (prefiero reproducir las palabras
de Ferlosio, pues me resulta más sencillo que resumir el argumento, en su
estilo siemopre denso y difícil, y a la vez hacerle justicia):

«¿Será, en efecto, como dice Machado, la misión de Frascuelo exorcizar los
demonios de la España del cincel y de la maza? ¿Tendrá, en efecto, la
corrida alguna viertud de antídoto contra la moderna concepción de la
cultura como instrumento de promoción histórica? Siempre me ha parecido ver
los toros diametralmente opuestos al deporte, porque el deporte se
inscribiría en el tiempo adquisitivo, o sea, el tiempo de los valores, de la
historia, mientras que los toros se inscribirían en el tiempo consuntivo, o
sea, el tiempo de los bienes, de la vida. Es notable cómo la ética moderna
ha excluido por completo a los toros del prestigio moral que goza el
deporte; el deporte está encarecido a priori, por sí mismo, como una
actividad virtuosa (grotesco, por cierto), carácter que pierde del todo ni
aun en sus más corrompidas manifestaciones profesionales ni siquiera para
los más acerbos críticos del profesionalismo. A nadie se le ocurriría poner
el deporte en el platillo de la España de charanga y pandereta; es algo que
se desliza por sí solo hacia la España del cincel y de la maza. Los torosd
aparecen entonces enfrente, como el antideporte; anticultura, una vez más,
para para un ministerio que ha asumido el deporte pr cultura. Y nuevo
motivo, pues, para confiar en la corrida, pues el deporte, como culto
mecánico, instrumental mutilador, antiespiritual del cuerpo,  es, por
decirlo en lenguaje universitario, congénitamente fascista y, por tanto,
intrínsecamente malo. Si los toros, en fin, son efectivamente antídoto
contra la España del cincel y de la maza y si esta especie de delirio
histórico continíúa reclamando para sí la exclusiva del nombre de España,
reivindicándose como único  producto legítimo de la marca registrada, habrá
que aceptar que los toros, mire usted por donde, no son sino Antiespaña.»

En fin, mucho me temo que, a la vista con lo que hoy está ocurriendo con el
toreo (a saber, su 'profesionalización', análoga a la que sufre el fútbol,
el baloncesto y hasta el ajedrez, Ferlosio debería hoy revisar la tesis de
su artículo. Sobre esto, por cierto, no puedo evitar la tentación de narrar
una anécdota que me contaron hace poco. Cierto día, un amigo entabló
conversación con el dueño de una taberna cercana al la plaza de toros de
Ronda. El hombre comenzó a narrarle lo que par él fueron los años glosriosos
de la fiesta, más o menos, con estas palabras: "antes sí que daba gusto.
Cuando un maestro tenía una buena tarde se pasaba por aquí para celebrarlao.
Entonces invitaba a la cuadrill, a los amigoa y a todo quisque. Corría el
vino, el jamón, el marisco y el whisky, tomado siempre, con poco hielo,
mucho humo y mujeres guapas. Ahora, en cambio, ya ve usted: la cosa se
profesionaliza y cuando se pasan los toreros lo hacen en compañía de sus
allegados más íntimos. Te piden  agua mineral y una pescadilla, o un filete
con poca grasa. Después, se marchan porque hay que acostarse temprano para
levantarse en forma. Ya ve usted: ¡ahora no hay más que materialismo!". ¡Ni
que el buen hombre aquél hubiese leído el artículo de Ferlosio!



Un saludo -- Pascual L. González

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