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Re: [escepticos] Ladran Sancho luego cabalgamos




Eloy Anguiano pregunta: 
> Tenemos una "bronca" en la facultad sobre el origen de esa frase.
> ¿Alguien sabe de donde viene?
> Parece ser que no est'a en ninguno de los quijotes.

Algo acerca de esto viene en http://www.lagaceta.com/net28092000/l8.htm

La lozanía del Quijote 



Por: Alba Omil
Para LA GACETA - YERBA BUENA (Tucumán) 


"Ladran, Sancho", o "cosas veredes", tan citadas, no aparecen en parte
alguna del famoso libro, siempre lozano y lleno de actualidad. 

Todo aquel que ha leído una vez el Quijote, ya sea por placer o por
curiosidad (nunca por obligación), siente el impulso no sólo de releerlo
sino de enriquecerlo, tanto con bibliografía complementaria como con
interlocutores válidos con quienes conversar sobre el tema. ¿Y por qué
esto de "enriquecerlo", nada menos que al Quijote? "Porque el texto acota
un tipo de lector como elemento constitutivo de sí mismo" (Eco, U.,
1981). El solo hecho de pensar en los enormes potenciales de sentido del
Quijote justifica tanto esta afirmación como la búsqueda aludida. 
Hay personas que lo han leído muchas veces (más de veinte quien escribe
estas líneas, aunque ello se explica por los rigores de una cátedra
dictada con mucha pasión); el Dr. Carlos Páez de la Torre (padre) lo leyó
ocho veces, y uno de los placeres de su lúcida vejez es hablar sobre el
libro y sobre lo que se ha escrito acerca del libro. El Dr. Juan Heller
era un ávido lector de Cervantes. Y tantos otros más. Pero también están
los otros, los que no lo leyeron nunca, lo cual no les impide citarlo, a
veces, con arrogancia. Claro, la lectura del Quijote da cierto lustre que
no pueden desaprovechar los culturosos. ¡Cuántas personas, de esas que
aparecen con frecuencia en los medios, citan el libro! De oídas, casi
siempre. Y así entramos en uno de los territorios delimitados en el
subtítulo de esta nota. 

De versiones y perversiones 
"Ladran, Sancho, señal que cabalgamos". ¿Qué pasa con la frasecita de
marras, mal construida gramaticalmente y convertida en lugar común para
citas irresponsables, donde el usuario puede modificarla, inventarla,
recrearla a su antojo? Lo curioso es que D. Quijote nunca dijo esto ni
nada parecido. Ni Cervantes lo escribió en ninguna parte. 
¿Estará pasando lo mismo que pasó con los Cantares de Gesta, o con los
romances, cuando el pueblo aportaba, recortaba, modificaba a gusto y
paladar? 
Y es de observar la proclividad de cierta gente hacia Cervantes: les
encanta citar al Quijote. Pero la aludida no es la única frase: "Cosas
veredes, Sancho...", dicen algunos, y dejan la reticencia en el
aire. Otros agregan: "que non creeredes". Más casera, y bien lejos del
siglo XVII, es esta otra: "Cosas veredes, Sancho, que harán temblar las
paredes". 
En ningún episodio del Quijote figura esta expresión. Si tiene alguna
duda, consulte la edición del Instituto Cervantes. Crítica. (Barcelona,
1998) que viene con su correspondiente CD, en el cual, a partir de una
palabra, la computadora se encargará de buscarle todas las expresiones que
la incluyen. Pero no va a aparecer la precitada. 
¿Cómo se producen las incorporaciones, nuevas versiones y
perversiones? Posiblemente alguien oyó la cita, le gustó; en alguna
ocasión le vino de perlas para justificar lo que, bien o mal, estaba
haciendo y ¡páfate!, la incorporó a su discurso. Pero ¿quién y cuándo la
acuñó? Vaya usted a saberlo. Esto ya es materia de psicólogos, de
lingüistas et al. 
En materia de citas hay mucho que citar. La que sigue es interesante
porque permite ver cómo opera, en este caso, el imaginario popular: un
conocido, y muy respetable, conductor de TV suele citar con frecuencia al
Quijote y, a propósito de la música, repite: "Una vez, Don Quijote y
Sancho se acercan a una aldea y oyen música. Entonces el caballero
dice: ¿Tú también oyes la música, Sancho? Señal de que aquí vive buena
gente porque la música ennoblece el alma". 
Pensamos que se trata de una versión personal de la siguiente expresión,
que se lee en el episodio de los duques, durante una aventura nocturna en
un campo de caza aledaño al palacio, donde se lleva a cabo una de las
tantas burlas que caracterizan este episodio: "Y cesó el enfadoso ruido de
sus ruedas, y luego se oyó otro, no ruido sino un son de una suave y
concertada música [...] que Sancho lo tuvo a buena señal; y así dijo a la
duquesa... 
-Señora, donde hay música no puede haber cosa mala " (XXXIV,
II). Paradojalmente, y para desvirtuar el dicho, no era cosa buena lo que
les esperaba. 
Habría otras versiones, variadas e intencionadas; lo que no hay es espacio
para desgranarlas. 

Lecciones 
Aunque es casi redundante hablar de la frescura, o de la actualidad del
Quijote, siempre resulta bueno traer a colación algunos de sus fragmentos. 
A propósito de las inoportunas vacaciones de los gobernantes, un diario
serio concretaba en su editorial "Una visión nada positiva de la actividad
de quienes gobiernan". El editorial de marras, en sus implícitos, se
estaba refiriendo a la austeridad y al sentido de servicio que el cargo y
las circunstancias imponen a los gobernantes, sobre todo en materia de
diversiones. 
Y aquí viene el recuerdo -y la lección- del Quijote: Son memorables y
siempre jóvenes los consejos del caballero a Sancho, cuando éste iba a
hacerse cargo del gobierno de la ínsula. No es menos memorable ni menos
ejemplificante el honesto criterio de Sancho, puesto de manifiesto en más
de una oportunidad: en una de las veladas en honor de los visitantes, el
duque, fatuo y ocioso él, aconseja a Sancho que durante su ejercicio del
gobierno practique un deporte "conveniente y necesario para reyes y
príncipes". 
Contra lo que más de un argentino de estos tiempos -y a la luz de sus
recuerdos todavía frescos- podría pensar, no se trata del golf sino de la
caza de monte -no olvidemos que estamos en la España de los siglos
XVI-XVII-. Ante tal sugerencia, Sancho, aldeano rústico, analfabeto, da
una respuesta que podría interpretarse como la expresión de lo que el
pueblo espera de sus gobernantes (Vox populi): "-Eso no, el buen
gobernador, la pierna quebrada y en casa. Bueno sería que vinieran los
negociantes a buscarle, fatigados, y él estuviera en el monte
¡holgándose! ¡Así, enhoramala andaría el gobierno! Mía fe, señor, la caza
y los pasatiempos más han de ser para los holgazanes que para los
gobernadores" (XXXIV,II). 
En el episodio del gobierno de la ínsula Sancho siempre contesta con
tino. Sin duda Cervantes quiso dejar en el Quijote, y con la voz, el
pensamiento y el sentimiento de su escudero, un modelo de buen gobernante. 
Cuando el caballero le aconseja que cuide su lenguaje, habida cuenta no
sólo de las constantes prevaricaciones lingüísticas del escudero, sino de
los alcances y posibles repercusiones de algunos de sus conceptos, su
respuesta queda acuñada a partir de ese momento, como una sentencia que
debería llevar grabada toda persona que gobierna: "Yo tendré en cuenta de
aquí en adelante de decir lo que convenga a la gravedad de mi
cargo" (XLIII). 
En la actualidad, las expresiones de algunos funcionarios reflejan, por el
contraste, la lozanía y universalidad del mensaje cervantino. 
Para dibujar el modelo de buen gobernante, Cervantes echa mano a dos
recursos: 1) el decir directo de Sancho; 2) la vía del absurdo: después
que D. Quijote aconseja al futuro gobernador el ejercicio de la justicia,
la templanza, la equidad, la modestia, la prudencia, la austeridad, Sancho
expresa sus propósitos, con la honestidad de su alma de cántaro: "Y
teniendo yo el mango y el palo, haré lo que quisiere" (LIII,II) 
Sin duda la ironía de Cervantes -la misma que usara Erasmo, vigente en su
pensamiento, al elogiar la sandez- ha querido demostrar cómo del dicho al
hecho... (y quédese aquí) y cómo la realidad puede desdecir los discursos
y aun los propósitos si es que los hubo. 
Asoma el mismo procedimiento en la carta que escribe Sancho Panza a
Teresa, su mujer, donde podemos leer siglos de pequeñas -miserables-
historias personales que, para nosotros, argentinos de hoy, hasta podrían
recibir nombre y apellido: "De aquí a poco días me partiré al gobierno,
adonde voy con grandísimo deseo de hacer dinero, porque me han dicho que
todos los gobernadores nuevos van con ese mesmo deseo". (XXXVI,II). 
Y también, ya en aquellos tiempos, se hablaba, si no de reelecciones, del
afán de perpetuarse en el cargo: -Si una vez lo probáis, Sancho -dijo el
Duque-, comeros heis las manos tras el gobierno por ser dulcísima cosa el
mandar y ser obedecido (XLII). 
Cervantes, curiosamente, pone la expresión en boca del Duque, quien ya se
ha desdibujado en la mente del lector, tanto por sus palabras como por su
conducta frívola e improcedente. 
Y, para cerrar esta nota con un testimonio más de la lozanía del Quijote,
recordemos una sentencia referida a la justicia: "Cuando te sucediere
juzgar algún delito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria,
y ponlas en la verdad del caso". 

(c) LA GACETA 

NOTA 
Eco, Umberto, (1981) Lector in fabula, Barcelona, ed. Lumen.