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PSICOANALIZAR LA CIENCIA



        


PSICOANALIZAR LA CIENCIA

En muchos artículos los partidarios de etiquetar  al psicoanálisis como 
una teoría no válida científicamente (e ineficaz en la práctica) se han situado
en el lugar de la ciencia.

Mi artículo trata de hacer algo    inverso. ¿Qué ocurre si miramos a la
ciencia desde
el lugar epistemológico del psicoanálisis?

La ciencia como tal no existe; existe una acción a la cual , de acuerdo con
unos parametros socioculturales, llamamos científica. De hecho científico
viene del latín tardío *scientificus*. Este vocablo no existía en el mundo
romano sino que lo acuñó Boecio aglutinando *sciencia* y *facere*. Si nos
atenemos a este brillante origen(Boecio hizo aportaciones en lógica muy
importante), la ciencia es hacer ciencia. Este concepto también lo recoge el
título
de René Latour, LA CIENCIA EN ACCIÓN.

No existe la ciencia, sino una acción a la cual se llama, por consenso
científica. Luego, y no quiero exponer el núcleo de las tesis de Khun, la
ciencia no es un *en sí* por naturaleza.

Qué tiene que ver esta acción, o esta efectuación(perfomance), de los que se
llaman
hacedores de la ciencia, con las interpretaciones que nos ofrece el
psicoanálisis? Apunto una hipótesis que esbozo tan solo.

La actividad científica es isomófica con una de las dos grandes psiconeurosis
que definió Freud.  Cuál, se preguntará alguno, temiendo una aberración
terminológica? ¡Cómo, comparar al científico con un enfermo! exclamará
alguno escandalizado. Pero el escándalo no es incompatible con la verdad
como toda la tradición nos enseña. Sigamos.

No, el ciéntífico no es un histérico. Este se caracteriza por somatizar sus
procesos psíquicos con gran facilidad. La televisión nos ofrece estrellas
que aprevechan sus potencialidades histerioformes para exhibirse
con éxito cuantitativo.   

El científico, ya lo habrán adivinado los que estén familiarizados con la
nosografía freudiana,
es un neurótico obsesivo. Y esto no es
algo denigratorio ni mucho menos. La ciencia ha avanzado gracias a estos
individuos infinitamente tenaces, meticulosos y obsesionados por aplicar a
su práxis el rigor científico. El científico se siente seguro haciendo algo que
su comunidad de colegas admite como ciencia. 

Se hace ciencia según unas ritualizaciones perfectamente codificadas. De
hecho, en la historia de la ciencia, podemos obsevar que antes de que se
descubriera oficialmente algo hubo otra persona que había dicho lo mismo
mucho antes. Sin embargo quien no sigue el ritual no existe desde el punto
de vista de la ciencia y no se le puede reconocer nada.

Observando a los científicos trabajar en su laboratorio, al margen de  de
sus procesos cognitivos (como los vería alguien ajeno a nuestra cultura) se
podría visualizar el ritualismo de sus procedimientos.

El defensor de la ciencia estricta, y  bien delimitada, también tiene algo de
agorafóbico (temor a los espacios abiertos). Para el agorafóbico su
habitación le 
ofrece seguridad y la calle es un peligro; para el científico rígido
es mucho mejor-seguro la seguridad de la lógica 
geométrica de la ciencia más o menos empirizada, aunque no se avance un
solo  paso, que introducirse en campo inseguro-abierto. Acaban por rechazarse
territorios donde el uso frío de la razón es uno más de los procesos
determinantes de las conductas humanas( no el privilegiado) y tiene que
entrar  en dialéctica con factores tan poco científicos como los sentimientos,
los instintos o  lo emocional.

Afirmar, con seriedad profesional ,que todos los procesos psíquicos tienen
causas que pueden describibles en lenguaje asepticamente científico no es
decir mucho en verdad.

Por último recordar la anécdota de aquel matemático que después de ver la
representación de *Fedra* exclamó desde el pedestal de su pedantería:
 *Bien, y después de todo, que prueba eso!*


Saludos,

                Manuel Nogales
                Sevilla
                cazalla en arrakis.es