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Ciencia vs. democracia



Comparto el sentido de la afirmación "La ciencia no es científica" pero no
me agrada su formulación por varios motivos de los que el principal es su
escasa claridad; no me sorprende que sea un blanco favorito de los magufos
y diversos cretinos, necios o ambas cosas.

La cuestión es muy simple: La manzana cayó en la cabeza de Newton sin
considerar si a este le apetecía o no interrumpir sobresaltado su sopor
estival. Júpiter permanece en la misma órbita que conocieron los astrónomos
tardomedievales. Mi pelota salta y bota, de una mano va a la otra sin tener
en cuenta los proyectos legales del gobierno de Aznar sobre el fútbol.

La ciencia aspira a describir "el mundo físico" mediante un lenguaje
simbólico. Dado que "el mundo físico" no está condicionado por el resultado
de ningún referéndum, "las leyes de la física" son convenciones cuya
autoridad proviene principalmente de su adecuación a su objetivo y de su
"elegancia" expositiva y mostrativa. 

Este carácter convencional es el que permite la característica
acumulatividad y mutabilidad de los paradigmas científicos que tanto parece
molestar a los ignaros, cretinos y necios de diverso pelaje y es el
principal origen de su desconfianza hacia la ciencia que consideran "menos
segura" que los sistemas de creencias basados en "la autoridad natural".

Sin embargo hasta épocas relativamente recientes esto no fue así y que para
la desarrollada sociedad norte-italiana de finales del s. XVI no había una
diferencia evaluable entre las propuestas de un Galileo -quien aspiraba a
describir la Naturaleza- y las de Giordano Bruno -quien aspiraba a seducir
a la Naturaleza-. Recordemos que los escritos sobre magia de Bruno y la
determinación de la ley de la caída de los cuerpos por Galileo son del
trienio 1589-91. Si el destino de ambos fue diverso se debió exclusivamente
a una cuestión de amor propio: a Bruno lo torrefactaron en la bella plaza
de las flores de Roma en el 1600 por haberse negado a retractarse de sus
teorías y Galileo abjuró en 1633 de los contenidos del "Dialogo sopra i due
massimi sistemi del mondo" (1632), se libró de la condena y pudo escribir
su genial "Discorsi delle nuove scienze" que no pudo enviar a la imprenta
pero sí difundir por toda Europa por mediación de sus alumnos. 
Hace unos pocos años, la Iglesia Católica promovió la rehabilitación de
Galileo intentando, de este modo, mostrar un deseo de reconciliación con la
ciencia. Todo parece indicar que no consiguió este objetivo pero sí
consiguió quedar en evidencia ante los historiadores que se preguntaban
como se puede rehabilitar a quien no fue condenado.

El mismo año (1642) que Galileo falleció tranquilamente en su cama, se
publicaba en París "De cive" de Thomas Hobbes, primera parte de una
trilogía completada con "De corpore" (1655) y "De homine" (1658) en la que
podemos encontrar expuestos los principios básicos de la moderna
epistemología: 
Para Hobbes la razón no es ya la manifestación de una substancia sino una
"función previsora" que permite a los hombres investigar las causas que
puedan producir un efecto previamente imaginado. 
Por otra parte, esta función sólo se puede ejercer mediante el lenguaje
entendido como uso convencional de los signos que sumados o restados
generan enunciados y proposiciones.
Esta inteligencia de la razón como facultad de calcular lleva a la
conclusión de que los conceptos fundamentales de la ciencia y la filosofía
son necesariamente los mismos. Más revolucionaria aún es la pretensión de
exclusión de la teología del ámbito de la razón toda vez que el criterio de
causalidad no puede ser aplicado a Dios ni al mundo angélico.

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El texto que está entre las barras es un excursus que puede interesar a
quienes gustan de enseñar al que no sabe: cretinos, ignaros, magufos y
necios de diversa índole.

En el capítulo 8 del primer libro de "De corpore", Hobbes excluye del
conocimiento científico a los tipos de conocimiento que no dependen de la
razón: la historia (pues depende de la erudición), la política (pues
depende de la experiencia y la autoridad), la liturgia y el derecho
canónico (pues depende de la fe y los intereses de las diversas iglesias)
y, desde luego, todas las doctrinas falsas o no bien fundamentadas
especialmente la astrología y la adivinación.

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Si la trilogía de Hobbes abrió las puertas a la ciencia moderna, el más
conocido libro de Hobbes: "Leviatán, o sea la materia, la forma y el poder
de un estado eclesiástico y civil" (1651). 
"Leviatán" es un panfleto contra la guerra civil en el que se dinamita la
base teórica del derecho natural y del origen divino del poder y se otorga
a la sociedad la responsabilidad exclusiva sobre su futuro.
"Leviatán" sirvió, entre otras muchas cosas, para demostrar que el recurso
a la torrefacción además de inelegante no tiene carácter probatorio y en
consecuencia no es legítimo su uso para resolver las discrepancias de
opinión.

Es precisamente a partir de esta última consideración que se puede hablar
de investigación científica. De hecho sirvió para establecer la salvaguarda
jurídica que permitió a Newton hacer su trabajo sin otro hostigamiento que
el verbal de los cretinos, ignaros, magos y necios (aún no había ufólogos).

Pregunta a quienes (¿queda alguien?) me hayan seguido en mi batallita de
abuelete.

¿Estáis seguros de que la ciencia no es democrática?.

Xoan M. Carreira
<xoanmc en lix.intercom.es>