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Iker, el canalla
Hasta ahora, en la corrala escéptica habíamos comprobado que Iker
Jiménez se caracteriza por su incapacidad para interpretar
correctamente un texto escrito, por su incapacidad para redactar un
texto sencillo sin agredir a la gramática y a la ortografía así como
por su incapacidad para el razonamiento lógico y para la
contrastación entre sus creencias y los hechos. Según quedó probado
en un mensaje anterior, estas incapacidades se deben a que Iker
Jiménez es un analfabeto funcional y un necio.
En ese mismo mensaje probé que a Iker Jiménez no le era de aplicación
el calificativo de "cretino" en ninguna de sus acepciones
convencionales.
Por otra parte, varios de los convecinos de esta corrala digital han
demostrado que los mensajes y las publicaciones del Sr. Jiménez se
caracterizan por el falseamiento o la deformación sistemáticos de los
hechos. Igualmente, han puesto de manifiesto la incapacidad del Sr.
Jiménez para asumir sus propias responsabilidades, así como su
tendencia a responsabilizar a sus amigos y superiores inmediatos de
sus propios actos; muchos de los lectores de este mensaje recordarán
como el Sr. Jiménez acusó al editor de su libro de manipular el
título del mismo y al director de la revista en la cual trabaja de
manipular los titulares, ladillos y pies de foto de los artículos
firmados por Iker.
Ha quedado pues probado a la sazón que Iker Jiménez es un mentiroso.
En el tiempo en que lleva conviviendo con nosotros, el Sr. Jiménez ha
demostrado poseer un enorme talento para el insulto, la injuria, el
recurso ad hominem y la amenaza. Todas ellas características
convencionales de vileza.
El pasado lunes, tras unos días de ausencia, el Sr. Jiménez regresó
entre nosotros con un mensaje de enorme violencia en el cual entre
insultos y amenazas se me imputaban incomprensibles responsabilidades
en el accidente habido entre un conocido mercader de fantasías y un
conductor al que se le imputaba un avanzado estado de intoxicación
etílica.
Asimismo me imputaba una no menos incomprensible responsabilidad, o
al menos una cierta complicidad, con la triste situación de los
hospicianos rumanos.
Todo ello salpicado de consideraciones vejatorias hacia mi persona
como, por ejemplo, la afirmación reiterada de que mis actos le
producen asco.
El acusador mensaje del Sr. Jiménez aludía a un mensaje mío de fecha
15 de febrero que, por medios que el Sr. Jiménez no manifestaba, le
había sido revelado un mes después de su distribución a la corrala
escéptica.
Puesto que la Constitución garantiza tanto mi derecho a la presunción
de inocencia como mi derecho a la integridad moral, requerí del Sr.
Jiménez la presentación de las pruebas de sus tremendas acusaciones,
así como que cesase en sus insultos que, evidentemente, atentan
contra mi integridad moral.
La legitimidad de mi pedido es evidente: al acusador compete la
presentación de las pruebas, sin embargo la respuesta del Sr. Jiménez
fue un nuevo insulto: afirmó que no le apetecía enviar el mensaje y
que yo era un *chulo* por exigir que presentase sus pruebas.
En este mensaje incluyó la siguiente frase: *Yo no tengo que
presentar pruebas de nada*.
Ahora bien, poca vileza puede ser mayor que la de aquel que acusa sin
prueba.
Esta mañana requerí por tercera vez al Sr. Jiménez para que
presentase sus pruebas, advirtiéndole que de no hacerlo, aquellos que
defendemos el estado de derecho nos veríamos en la necesidad de
postular que el Sr. Jiménez es un canalla.
El Sr. Jiménez no respondió a mi mensaje por lo que me veo en la
necesidad de cumplir mi compromiso.
Como ha quedado probado, algunos de los actos del Sr. Jiménez son
acreedores al calificativo *viles*.
Las personas que cometen actos viles son acreedores del calificativo
*canallas*.
Por lo tanto, Iker Jiménez es un canalla.