mas (aun) sobre teledebates

[planetario@...>]

Perdon por insistir sobre el asunto...que luego parece que todo es
autojustificacion cuando realmente era investigacion de esa tan seria
que abunda por aqui (jejeje) Os mando mi columna de mannana en el Diario
de Noticias de Pamplona. El titulo generico es "Milenio". 
Ah, por cierto, perdon porque lleva tildes y ennes.

ja.

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TELE-DEBATES
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Tras un profundo estudio de campo realizado la semana pasada, creo haber
recopilado un buen montón de material para una tesis sobre lo
audiovisual, en lo que se refiere a los debates en televisión. De
partida, llamarlos debates es una exageración de los términos, porque el
medio no permite elaborar parlamentos amplios, desarrollar correctamente
las ideas o las posiciones, y, desde luego, no se ofrece la menor
concesión a la erudición académica: hay que ir al grano, soltar un par
de frases relativamente brillantes, y con ello relativamente erróneas
cuando no puras boutades, y de repente, el tiempo se ha terminado.
Es lo que no ve la cámara, las pausas para la nutricia publicidad, donde
realmente se desarrolla el debate. Que ni siquiera se expresa siempre
verbalmente. Los invitados de cada bando intercambian datos, corroboran
las opiniones o incluso se dan palmadas por lo bien que lo están
haciendo. A la vez, se mira al bando oponente, quizá intentando intuir
por dónde van a salir. Algunos, incluso intentan preparar una frase de
éxito para acabar de enterrar a los contrarios. Todo ello es, en
cualquier caso, un vano empeño. Porque lo que funciona es el testimonio
de ese señor que dijo venir de Saturno y que vive en una tierra hueca,
el de un santón que además de mantener contactos sexuales con decenas de
alienígenas es capaz de regentar una pingüe consulta de enfermos
crédulos, o el de alguien que haya convivido en una reencarnación
medieval con Michael Jackson. Los demás participamos para que estos
sujetos se sigan luciendo. Es lo que vende, lo que genera shares y lo
que son, hoy por hoy, los debates. Yo no tengo excusa, pues aunque me
resulta imposible contemplarlos como televidente, reconozco que me
divierto como un niño participando en ellos: en el pecado está mi
penitencia. Al fin y al cabo, ¿cómo desdeñar una oportunidad de
cohabitar con el ya mítico padre Apeles, esa especie de Steve Urkle de
los teledebates españoles?

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