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Re: [escepticos] La Republica Magufa comunica:
> From: "Angel Briongos Martínez" <abmz en arrakis.es>
> To: <escepticos en CCDIS.dis.ulpgc.es>
> Subject: [escepticos] La Republica Magufa comunica:
> Date: Tue, 30 Dec 1997 14:55:50 +0100
> Reply-to: escepticos en dis.ulpgc.es
> Leer necios, leer:
Correcciones ortográficas aparte, creo que estáis siendo injustos con
Ángel Briongos.
De su mensaje resulta evidente (a la tercera o cuarta lectura,
claro), que considera a los científicos responsables de todos los
males, y a los escépticos como el epítome de la maldad. Lucifer -o
Sauron el Morgoth, claro ;-) - a nuestro lado, el director de un
jardín de infancia.
Lo cual es muy discutible y a algunos pudiera parecerles paranóico,
infantiloide o narcisista en fase anal. Pero lo que es, sin ninguna
duda, es coherente.
En efecto: la República Magufa, en este su manifiesto fundacional,
cita a sus enemigos y de este modo justifica sus acciones. El fomento
de la credulidad, la sistemática deseducación y la campaña contra la
racionalidad a la que tan entusiásticamente se dedican los magufos
desde tiempo ha, tiene como lógica consecuencia que odien a los
científicos y en particular a los escépticos.
Ángel Briongos acusa a los científicos de trabajar por el bien de la
civilización. Y, en puridad de principios (por más que éstos nos
parezcan impuros), él y sus conciudadanos magufos está empeñado en
cuerpo -físico y astral- y alma -reencarnada o no- en una denodada
lucha en contra de la cultura, el conocimiento y, en fin, todas esas
cositas que hacen de la nuestra "la menos mala" de las
civilizaciones. Sin duda, en la República Magufa estarán prohibidos
los conocimientos técnicos, y en lugar de esas horripilantes y
deshumanizadoras máquinas creadas gracias a los científicos el
trabajo será encomendado a una multitud de ilotas. Es menos práctico
pero, sin duda, más "humano".
A partir de ahí, la pirámide de esta República neoplatónica descansa
sobre los artesanos, un nutrido grupo de personas que, privadas de
utilizar cualquier conocimiento científico (¡vade retro!),
constituirán una importante masa de personas que, liberadas al fin
del trabajo, podrán dedicar sus afanes a tareas más ennoblecedoras,
como soñar con huevos fritos flotantes, confundir la luna con un
ovni, elucubrar sobre la cara de Marte y los caras de la Tierra, y,
por supuesto, a morirse alegremente de hambre.
Sobre ellos estarán los guerreros. Las huestes de la magufería,
dispuestas a propagar lo paranormal a los cuatro vientos y a atacar
sin piedad allí donde vean un atisbo de racionalidad. Incluyendo, por
supuesto, el ataque a quienes utilizan tan peligrosa arma. Esta casta
de guerreros será sometida desde su infancia al más férreo
adoctrinamiento, tan imprescindible para su tarea; así, desde muy
pequeños se les enseñará que si una persona ve una luz en el cielo y
no sabe lo que es, se trata de una nave espacial procedente de Venus.
Igual que los espartanos exponían a sus niños al frío del invierno,
para que solo sobrevivieran los más fuertes, los niños magufos serán
expuestos a la ciencia y al conocimiento, y sólo serán seleccionados
los que se hagan pis encima de los libros científicos (los demás se
entregarán a los "grises" para que hagan experimentos genéticos, o
serán arrojados a los chupacabras). En Esparta se alentaba a los
niños a que emplearan la astucia para robar a sus compañeros; en la
República Magufa se les insta a engañarlos, y aquel que consiga
inventar la teoría más imaginativa sobre las Pirámides (en lengua
magufa, "pirámides" se escribe siempre con mayúscula) o logre que más
de sus compañeros se crean la ubicación que proponen para la
Atlántida, es espléndidamente recompensado.
Más mayorcitos, estos guerreros son introducidos en las difíciles
artes del ataque al escéptico, una asombrosa combinación de
tradiciones orientales (aquello de la repetición de la mentira de
Lenin) y esoterismo occidental (con un manual de las Obras Completas
de Goebbels).
Por último, se les enseña a utilizar las armas del enemigo. Venciendo
su natural repugnancia, los valerosos guerreros magufos aprenden a
utilizar el ordenador, el procesador de texto, el automóvil (para
hacer muchíiiisimos kilómetros) e incluso herramientas tan complejas
como la calculadora o la cinta métrica, imprescindibles para crear
triángulos rectángulos con cuatro catetos (tres de ellos son del
triángulo).
Por encima de esta casta de guerreros están los oligarcas, la
aristocracia que gobierna la República. Grandes sabios, dotados por
lo general de barbas que les confieren una apariencia de
respetabilidad, son elegidos de entre aquellos guerreros que
demuestran más éxito a la hora de contar majaderías. También suponen
un mérito adicional el hecho de conversar con un extraterrestre o
aguardar con ilusión el contacto con los ummitas. En caso de que no
se posean estas cualidades, siempre ayuda mucho colocarse un título
de "profesor" o "doctor".
Y por último, coronando la pirámide...
... por supuesto, el Gran Pitufo. ¿Alguien lo dudaba?
Saludos.
Fernando L. Frías Sánchez
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