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[escepticos] Los dragones de la probabilidad



He decidio hacer un copy-paste para que lo pueda leer todo el mundo. Ahí
va.

EXPEDICION TERCERA O LOS DRAGONES DE LA PROBABILIDAD
	Trurl y Clapaucio eran alumnos del gran Cerebrón Emtadrata,quien
durante 47 años había enseñado en la Escuela Superior de Neántica la
Teoría General de Dragones. Como sabemos los dragones no existen. Esta
constatación simplista es, tal vez, suficiente para una mentalidad
primaria , pero no lo es para la ciencia. La Escuela Superior de
Neántica no se ocupa de lo que existe; la banalidad de la existencia ha
sido probada durante demasiados años para que valiera la pena dedicarle
una palabra más. Así pues, el genial Cerebrón atacó el problema con
métodos exactos descubriendo tres clases de dragones:los iguales a cero,
los imaginarios y los negativos. Todos ellos, como antes dijimos no
existen, pero cada clase lo hace de manera completamente distinta. Los
dragones imaginarios y los iguales a cero, a los que los profesionales
llaman imaginontes y ceracos, no existen, pero de modo mucho menos
interesantes que los negativos. Desde hace mucho tiempo se conoce en la
dragonología una paradoja, consistente en el hecho de que, si se
herboriza a dos negativos (operación correspondiente en el álgebra de
dragones a la multiplicación en aritmética corriente), se obtiene como
resultado un infradragón en la cantidad 0,6 aproximadamente. A raíz de
este fenómeno, el mundillo de los especialistas se dividía en dos
campos, de los cuales uno sostenía que se trataba de la parte de dragón
contando desde la cabeza, y el segundo afirmaba que había que contar
desde la cola. Trurl y Clapaucio tuvieron el gran mérito de esclarecer
lo erróneo de ambas teorías. Fueron ellos quienes aplicaron por primera
vez el cálculo de probabilidades en esta rama de la ciencia, creando,
gracias a ello, la dragonología probabilística. Esta última demostró que
el dragón era termodinámicamente imposible sílo en el sentido
estadístico, al igual que los elfos, duendes, hadas, gnomos, etc. Los
dos científicos calcularon en base a la fórmula general de la
improbabilidad los coeficientes del duendismo, de la elfiación,etc. La
misma fórmula demuestra que para presenciar la manifestación espontánea
de un dragón, habría que esperar dieciséis quintocuatrillones de
heptillones de años más o menos. No cabe duda de que el problema hubiera
quedado como un simple curiosum matemático, si no fuera por la conocida
pasión constructora de Trurl, quien decidió investigar la cuestión
empíricamente. Y puesto que se trataba de fenómenos improbables, inventó
un ampplificador de la probabilidad y lo comprobó, primero en el sótano
de su casa, luego en un Polígono Dragonífero especial, Dragoligón,
costeado por la Academia.
	Las personas no iniciadas en la teoría general de la improbabilidad
preguntan hasta hoy día por qué, de hecho, Trurl probabilizó al dragón y
no al elfo o al gnomo. Lo hacen por ignorancia, ya que no saben que el
dragón es, sencillamente, más probable que el gnomo. Es posible que
Trurl haya querido avanzar más en sus experimentos con el amplificador,
pero ya en el primero sufrió graves contusiones, puesto que el dragón,
en vías de virtualización, quiso merendárselo. Por fortuna Clapaucio,
presente en la experimentación, redujo la probabilidad y el dragOn
desapareció. Varios científicos volvieron a hacer luego los experimentos
con un dragotrón, pero, como les faltaba rutina y sangra fría, una buena
parte de la prole dragonera logró la libertad (no sin hacer antes a sus
creadores muchos chichones y cardenales). Se descubrió, a raíz de esos
acontecimientos, que los abyectos monstruos existían de manera muy
diferente de como lo hacían, por ejemplo, armarios, cómodas o mesas, ya
que lo que más caracteriza a un dragón una vez realizado, es su notable
naturaleza probabilística. Si se da caza a un dragón de esta clase, y
sobre todo con batida, el cerco de cazadores con el arma pronta para
disparar encuentra solamente un sitio quemado y maloliente en el suelo,
dado que el dragón, al verse en dificultades, escapa del espacio real
refugiándose en el configurativo. Siendo una bestia obtusa y de cortos
alcances, lo hace, evidentemente, por puro instinto. Las personas de
pocas luces no pueden entender cómo ocurre la cosa y a veces piden a
gritos que se les muestre esa clase de espacio. Si se portan así, es
porque no saben que también los electrones (cuya existencia no niega
nadie que esté en su juicio) se mueven únicamente en el espacio
configurativo, dependiendo su suerte de las ondas de probabilidad. Por
otra parte, hay quien prefiere creer en lo dragones antes que en los
electrones, ya que estos últimos no suelen (por lo menos cuando están
solos) querer comerse a nadie. 
	Un colega de Trurl, Harboriceo Cibr, fue el primero en establecer los
cuantos del dragón y encontrar la unidad llamada el dracónido, e incluso
calculó la curvatura de su cola, lo que por poco le cuesta la vida. Sin
embargo, estos progresos en la dragonología dejaban indiferentes a las
masas atribuladas por los dragones. Las bestias hacían muchñisimo daño
pateando y quemando las cosechas y desvelando con sus rugidos a la gente
atemorizada. Por si esto fuera poco, su insolencia era tan inmensa que
de vez en cuando se atrevían a exigir un tributo de jóvenes vírgenes.
¿Qué les importaba a los desgraciados que los dragones de Trurl, siendo
indeterministas y por tanto no locales, se comportaran conforme a la
teoría, aunque en contra de toda la decencia?¿Qué más les daba que la
curvatura de la cola estuviera estudiada y calculada, si los monstruos
devastaban las cosechas a golpe de cola? No nos extrañemos, pues, si la
masa, en vez de reconocer el enorme valor de los extraordinarios logros
de Trurl, se los reprochó. El descontento se hizo patente cuando un
grupo de individuos, particularmente ignorantes en materia científica,
osó levantar la mano al insigne constructor, dejándolo bastante
maltrecho. Pero Trurl, respaldado por su amigo Clapaucio, persistió en
su trabajo de investigación, obteniendo nuevos éxitos al demostrar que
el grado de existencia del dragón dependía de su humor y del estado de
saturación general. El axioma sucesivo evidenciaba el hecho de que el
único método seguro de su liquidación era la reducción de su
probabilidad a cero, e incluso a los valores negativos. En todo caso,
estas investigaciones exigían mucho trabajo y tiempo. Mientras tanto,
los dragones ya realizados disfrutaban de la libertad aterrorizando a la
gente y devastando planetas y lunas. ¡Y se multiplicaban, que era lo más
terrible! El hecho dio a Clapaucio la ocasión de publicar un brillante
opúsculo bajo el título de "Transmutación covariante de dregones en
dragoncillos, o sea un caso particular de transmutación de estados
prohibidos por la física a otros prohibidos por la policía". El opúsculo
tuvo mucha resonancia en el mundo científico, donde nadie se había
olvidado todavía de un dragón policial, muy famoso, con cuya ayuda los
valientes constructores vengaron el infortunio de sus llorados
compañeros en la persona del perverso rey Cruelio.
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A partir de aquí, sigue contando la historia de ambos cazando dragones
pero, por lo que a mí respecta, no tiene interés alguno respecto a lo
que queríamos.

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Julio Negueruela
mailto:julio.negueruela en si.unirioja.es