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RE: [escepticos] 'La prostitucion del periodismo paranormal', Manuel Carballal
Citando a Carballal estracto del artículo, supuestamente firmado por él, los
siguientes párrafos que me tomo la licencia de comentar someramente:
>"Y uno se contagia de aquel desencanto, porque descubre que aquellos
fantásticos relatos nocturnos, que >creía informes sobre auténticos casos
reales, eran solo eso, relatos fantásticos. Al menos para su autor,
>que se justificaba con un ?a mi edad, no me voy a poner a hacer radio
deportiva, y esto me da para vivir?. >¿Quién puede reprochar esa actitud?"
Recuerdo hace muchos años un burdo mensaje supuestamente extraterrestre,
que servía como cabecera para uno de estos programas nocturnos, en el que
mediante un diapasón de boca un sujeto fingía voz metálica robotizada y
decía textualmente "estamos entrando en la era de sagitario". Según el
presentador este era un mensaje recogido en el contestador automático de la
emisora y le concedía carta de verosimilitud a su procedencia
extraterrícola. Con cabeceras y desarrollos de este tipo ¿quien puede dudar
de que no son otra cosa mas que relatos fantásticos? todo este tipo de
historias cuya emisión casualmente suele coincidir con las altas horas de la
madrugada (¿será por lo de llevarse a la cama a los oyentes?).
En cuanto a la pregunta acerca de quien puede reprochar la actitud de
todos aquellos que se han prestado sistemáticamente al engaño y a la
transmisión de falacias de este tipo pues por ejemplo, y sin ir más lejos,
yo mismo. ¿Como no va a ser reprochable el engaño consciente? ¿Qué quiere
decir Ud. señor Carballal? ¿Acaso defiende que por la búsqueda del dinero y
de la manduca todo es admisible? Me parece redescubrir una "Roldanitis"
progresiva de la sociedad, a la que el Sr. Carballal parece plegarse, en la
que el becerro de oro o nuevo valor moral máximo es el $, en virtud del cual
todo es admisible. Esto es a mi entender otra falacia más.
>"En una sociedad consumista, es lógico que un profesional cobre unos
honorarios por su tiempo y su >trabajo."
¿Aún a costa de estar vulnerando conscientemente las más elementales reglas
de la honestidad profesional? (Lease respectivos códigos deontológicos, de
los cuales por cierto desconozco si existen en las respectivas disciplinas
Mafipufólogas). Con esto se justifica todo: "Seño juez, pué mire Ud., yo si
es cierto que le dije al Paco "como semos consumistas saca la navaja Paco y
pinchale en el buche a ese fulano a ver la guita que trae encima, que aluego
nos vamos de birras y puterio donde la Carme que e mu brava mujé", pero como
e que semos consumistas, que no comunistas Seño Juez, no se vaya Ud a
equivocá y aluego la liemo má, pue apelamo a su disnidá y buen juisio pa que
nos deje salí sin pena y seguí con la farra que el picoleto ese mal saborio
nos interrumpió sin atendé a lo del consumismo que nos dominaba el seso y el
sexo".
>"Por supuesto una mente medianamente racional no se dejará influir por esas
fantasías (probablemente ni siquiera se dejará influir por la esotérica
publicidad de los viajes iniciáticos a Egipto, ni por los cassettes
comercializados con las psicofonías del Palacio de Linares), pero ¿y si no
es una mente racional la que consume esos productos?) ¿Y si se trata de un
maniacodepresivo? ¿ O de un místico? ¿O de un visionario similar a los
adeptos a la Puerta del Cielo de California, a los Davidianos de Wacco o a
los Templarios Solares de Francia? En mi humilde opinión el investigador, y
más aún, el divulgador de los fenómenos paranormales debe ser total,
completa y absolutamente impecable. Bajo ningún concepto, y por ninguna
circunstancia, puede fomentar los mitos y menos aún los fraudes, amparándose
en el derecho a la información".
El problema precisamente Sr. Carballal radica no en aquellos que tienen
su juicio o capacidad racional bien definida, o desgraciadamente ya perdida,
o deformada, o simplemente aletargada, sino en aquellos más vulnerables por
no tenerlo aún bien definido y, como Ud mismo ha reconocido que le pasó en
su juventud, me estoy refiriendo a todos aquellos menores de edad que son
maleados por embaucadores de las diversas mafipufologías. De cualquier modo
la raiz del problema radica precisamente en el "Fenómeno Paranormal" en sí,
fenómeno que siempre resulta ser una recreación actualizada de mitos más o
menos conocidos, sin ningúna característica propia que los haga dignos de
convertirse en objeto de investigación científica. Tanto el investigador
como el divulgador parten pues de principios viciados lo cual hace que sea
imposible el pretender esa impecabilidad.
>"Tan bien funciona este poco conocido negocio esotérico, que, según anuncia
AÑO CERO, a partir de este >año se amplia la oferta de viajes iniciáticos a
Perú¿Resulta lícito este negocio millonario a costa del >pasado? Por
supuesto que sí."
El Timo, además de un arte popular, siempre ha constituido un lucrativo
negocio en el que se busca un crédulo al que desplumar mediante un gancho y
una historia adecuada al primo en cuestión. Estos Srs. del negocio
esotérico-religioso no han ni siquiera descubierto nada nuevo sino que lo
único que han hecho es adecuar sus métodos a nuestros tiempos,
desgraciadamente no tan modernos. Como puede ver Sr. Carballal sus, hasta la
fecha, colegas no aportan nada nuevo digno de interés ni siquiera en el arte
de la picaresca y el engaño.
Lo que ya me descoloca por ser sincero es que haya alguien que sea capaz
de reconocer públicamente la licitud del engaño en cuestión. Sr. Carballal,
me parece observar que entona Ud. en su artículo autobiográfico un "MEA
CULPA" pero me parece desgraciadamente exento de "PROPÓSITO DE LA ENMIENDA".
Yo por mi parte le recomiendo que rece tres o cuatro "PADRES SUYOS" y
dos "AVE MARIAS", mientras espera a que alguien exorcice a todos los
magufulanos y mafipufólogos que ha mentado, pero que busque la "Absolución
de sus pecados" en otros lares más proclives al Tragala. Yo por mi parte le
enseño mis posaderas, que son sonrosadas y tienen su encanto. Eso sí, ¡se
mira pero no se toca!.
Saludos escépticos desde Bilbao.-((:.-))))
P.Dateando:
>"no son mas que golosos regalos para los detractores sistemáticos de lo
paranormal. Asociaciones >como ARP que, al menos, sólo estafan presupuestos
universitarios (eso sí, más lucrativos que cualquier
>congreso esotérico) haciéndose pasar por ?escépticos expertos en lo
paranormal? para defender el dogma >pseudo-científico.
¡Mecachis la mar salada! y yo sin enterarme. ¿Alguien puede indicarme la
dirección en la que echar la Solicitud Arpia Lucrativa a la que se refiere
el Sr. Carballal?. A ver si así puedo acabar de pagarme el Chalete ese que
me estoy haciendo con lo que saco del papel de plata de las chocolatinas.
-----Mensaje original-----
De: Eduardo Zotes Sarmiento <diotalle en jet.es>
Para: Lista Escepticos <escepticos en CCDIS.dis.ulpgc.es>
Fecha: domingo 28 de junio de 1998 17:53
Asunto: [escepticos] 'La prostitucion del periodismo paranormal', Manuel
Carballal
Muy sorprendido...
Es mas, rvr (victor) alucinaba...
En fin... Para no perderselo... Es largo el articulo, pero hay que leerlo !
=====>
EDUARDO ZOTES SARMIENTO
SDAC Sociedad para el Desarrollo de la Actitud Cientifica
SDAC WebSite -- http://sdac.home.ml.org/
CORREO ELECTRONICO: mailto:diotalle en jet.es | | | PGP Disponible
Nick(IRC): BELBO Galeria Azul http://azul.home.ml.org
LA PROSTITUCION DEL PERIODISMO PARANORMAL
Manuel Carballal
Cuando un joven, con esa encantadora ingenuidad de la adolescencia, se
acerca al mundo del misterio, lo hace con el mismo candor impecable con que
algunos niños/as quieren ser enfermeras, bomberos o misioneros ?cuando sean
mayores?. Con pasión y avidez se consumen las ?pagas del domingo? en
revistas esotéricas y libros sobre ovnis; normalmente de segunda mano porque
el presupuesto no da para las novedades, a menos, claro está, que se trate
de lo último de Benítez, Ribera, Del Oso, o alguna otra ?gran celebridad?
del mundo paranormal. Cuyas obras son devoradas de un tirón, robándole horas
al sueño y ese examen de matemáticas que deberíamos estar preparando, en
lugar de empollarnos la vida y obra de Allan Kardec, o las aventuras de los
ummitas en la tierra.
Cuando quieres darte cuenta te has fundido el presupuesto semanal en el Año
Cero, el Enigmas o el Mas Allá (en mi época era el Karma-7, Universo Secreto
o Mundo Desconocido), en lugar de haberlo invertido en la discoteca, el
cine, la litrona, o alguna chinita de hachís, como hacen la mayoría de los
adolescentes ?normales?. Con esa dulce credulidad, que oscila entre la
mitomanía y la curiosidad, nos emocionamos con las últimas aventuras del
ufólogo de turno, que consigue esquivar el hermetismo militar para sustraer
algún nuevo informe oficial sobre avistamientos OVNI; o con el apasionante
experimento de laboratorio que algún intrépido parapsicólogo ha conseguido
diseñar para estudiar el incremento de los mensajes telepáticos en sueños; o
con la apasionante odisea del sagaz investigador que ha conseguido
infiltrarse en una secta satánica para descubrir los secretos del ?Lado
Oscuro??
Algunos adolescentes, por absurdo que parezca, llegan a mitificar de tal
manera a los investigadores de lo paranormal, que sustituyen en sus carpetas
escolares (y en los casos más grabes en los posters de su habitación) el
rostro de Silvester Stallone (sienta o no las piernas) o el último concierto
de las Spice Girls (en mi época era AC/DC), por las fotos de algún avezado
astro-arqueólogo al pié de la Gran Pirámide, o de algún ?reportero de lo
insólito? posando junto las Caras de Bélmez. Para esos jóvenes, los
investigadores de lo paranormal no son meros mortales que intentan descubrir
respuestas a algunos enigmas científicos, sino una especie de cruce genético
entre Indiana Jones y el agente Mulder, cuya honorabilidad se presupone
incuestionable. Vana presunción?
Todos fuimos jóvenes, y en mayor o menor grado, pasamos por esa dulce
mitomanía. Yo aún recuerdo, cuando la paga semanal no permitía una grabadora
en el presupuesto, la inenarrable emoción que sentía, armado con una
linterna en los dientes para poder tomar notas parapetado bajo las sábanas
(mis padres -como cualquier padre- no aprobarían que robase horas al sueño
para escuchar ?tonterías esotéricas?), mientras escuchaba embelesado el
?Media Noche? de Antonio José Alés, ?En el Filo de la Navaja? de Enrique de
Vicente, o ?Espacio en Blanco? de Miguel Blanco? Conservo aún aquellos
cuadernos escolares llenos de apresuradas anotaciones, con las que intentaba
inmortalizar en mi incipiente archivo personal, aquellas extraordinarias
revelaciones que los invitados de aquellos legendarios programas hacían en
cada entrevista, antes de que se diluyesen en las ondas hercianas?
Exactamente lo mismo ocurría con los programas de TV. Yo aún no tenía vídeo
cuando el Dr. Jiménez del Oso me hipnotizaba frente la pantalla, domingo a
domingo, en su Puerta del Misterio. Hoy, con la perspectiva de los años, me
siento un poco ridículo al rescatar de esos viejos cuadernos escolares,
dibujos garabateados con frenesí, intentando reproducir las reconstrucciones
gráficas que ilustraban los casos que presentaba el Dr. del Oso. Cómo era
posible que mis profesores ignorasen en las aulas, las trascendentales
revelaciones sobre la historia, el más allá o la vida extraterrestre que
escuchaba en aquellos programas, o leía en las revistas especializadas?
Gracias a Dios teníamos un Antonio Ribera, un Antonio José Alés, un Enrique
de Vicente, un Prof. Darbó, etc., que, como una especie de cruzados de la
?Verdad?, luchaban contra el Sistema para rescatarnos de nuestra ignorancia,
y de la manipulación de los poderes establecidos?
Después llegarían los congresos y los cursos. Para un estudiante de 16 o 18
años, reunir las 5000 pesetas que costaba la entrada a un congreso de
parapsicología, o las mensualidades del Curso de Parapsicología Superior del
Instituto de Ciencias Parapsicológicas Hispano Americano (que por entonces
dirigía el Prof. Darbó), o los Cursos de Hipnosis Practica, del Prof.
Rovatti, eran una labor titánica, gigantesca? pero merecía la pena. En
aquellas conferencias, en las que tenía el privilegio e escuchar, cara a
cara, a aquellos grandes monstruos del conocimiento paranormal, pensaba que
podría encontrar las grandes respuestas, a los grandes enigmas, además de
obtener -si había suerte- el autógrafo de aquellos héroes del misterio,
dedicándome su último libro. Y como yo, aún hoy, quince años después, la
mayoría de los jóvenes aficionados a lo paranormal, acuden a los congresos y
seminarios paranormales con la ingenua creencia de que van a encontrar allí
la Verdad que ansían. Como si alguien poseyese esa Verdad, y menos aún,
pudiese ofrecerla en una conferencia ilustrada con diapositivas? Y todavía
hoy continúan pidiendo autógrafos, como si estuviesen ante la selección
española de fútbol, o ante los Rolling Stones? claro que el garabato de
Butrageño o de ?Morritos Jager? en una servilleta de papel, es un fetiche
tan absurdo -o tan digno- como el de cualquier cazador de misterios? Pero
los años pasan, y uno comienza a hacerse más crítico, al descubrir que los
?casos perfectos?, no lo son tanto? Que los moais de la Isla de Pascua, no
son tan grandes ni tan pesados como pretendía Daniken, ni todas los
marcianos son auquianos como decía Sesma? Que no todas las psicofonías son
voces de los espíritus, ni todos los OVNIs son naves extraterrestres, ni
todas las sectas satánicas devoran niños crudos? Y lo que es más terrible,
uno termina conociendo personalmente a aquellos mitificados personajes que
solo conocía a través de las ondas de radio o las fotografías en la revista
de turno? y descubre algo terrible? que son simples personas? con sus
virtudes y sus miserias? con sus cualidades y sus pecados, como cualquier
otra persona.
Y entonces, aquel idealista y mitómano adolescente se percata de que las
revistas comerciales esotéricas son eso, revistas comerciales, y como tales
deben producir beneficios, o de lo contrario desaparecerán, como
desaparecieron aquellas históricas Telepsiquia, Paraciencia, Espacio y
Tiempo o Mundo Desconocido. Y los programas de radio deben generar
beneficios (o al menos no pérdidas) a sus respectivas cadenas. Y los
congresos deben generar ingresos para costear los gastos y los consabidos
?cachés? de los conferenciantes? exactamente igual que en cualquier otro
campo profesional.
Y uno siente la tentación del desencanto. No deberían ser esos legendarios
investigadores del misterio, esos buscadores de la Verdad, una especie de
altruistas misioneros de un sacerdocio paranormal, que trabajasen por amor
al prójimo exclusivamente? Uno se responde a sí mismo al percatarse de que
la comercialización del misterio es la misma, o menor aún, que la que se
produce en otros campos de la cultura occidental. ¿No es la medicina la
profesión más hermosa que existe en el universo? ¿Y no es cierto también que
los grandes cirujanos amasan fortunas millonarias? ¿Y no es cierto acaso que
un indigente enfermo de los ojos está condenado a la ceguera, por no poder
costearse la operación que le repondría la vista? ¿Significa eso que la
medicina es sólo cosa de quien puede pagársela? ¿Sería lícito condenar a
nuestros médicos como charlatanes embaucadores por no dedicarse al oficio
más trascendental del mundo de forma absolutamente gratuita? Por supuesto,
la respuesta es no.
En una sociedad consumista, es lógico que un profesional cobre unos
honorarios por su tiempo y su trabajo. El lógico que un médico cobre por su
trabajo, como lo es que lo haga un parapsicólogo o un vidente. Pero ¿y si el
médico receta fármacos por cuya venta se embolsa un porcentaje? ¿Y si el
cirujano exagera su diagnostico para poder cobrar la millonaria factura del
quirófano? ¿Y si en el hospital utilizan a los pacientes para experimentar
un nuevo fármaco? ¿Y si la compañía farmacéutica fomenta una determinada
enfermedad para poder comercializar su vacuna?
Lamentablemente lo mismo ocurre en el mundo de la política, en el mundo de
la industria militar, en el mundo de las finanzas? o en el mundo esotérico.
Un día, aquel joven ingenuo descubre que, algunos de sus mitos, no sólo ya
no buscan la Verdad (imagino que lo hicieron algún día) con sus libros,
programas o conferencias, sino que su objetivo es mucho más prosaico y
cercano?. pagar las facturas a fin de mes. Porque incluso los ufólogos,
ocultistas y parapsicólogos más célebres consumen luz eléctrica y agua en
sus casas. Y el alquiler, y la bolsa de la compra, no pueden ser objeto de
trueque a cambio de una disertación sobre las Piedras de Ica o el Monstruo
del Lago Ness? hasta los esoteristas más célebres deben usar el dinero. Y
eso no es malo, es inevitable. Y uno conoce un día a Antonio José Alés,
aquel fantástico profesional de la radio, de voz grabe y tono pausado, que
tantas noches de fantasía y misterio nos obsequio a todos. Y, entre copa y
copa, el legendario autor de las ?Alertas OVNI de la SER?, le confiesa que
no cree en los OVNIs, ni en el más allá, ni en los fantasmas? ni en nada de
lo que cuenta. Y uno se contagia de aquel desencanto, porque descubre que
aquellos fantásticos relatos nocturnos, que creía informes sobre auténticos
casos reales, eran solo eso, relatos fantásticos. Al menos para su autor,
que se justificaba con un ?a mi edad, no me voy a poner a hacer radio
deportiva, y esto me da para vivir?. ¿Quién puede reprochar esa actitud? Y
uno termina por conocer al admirable Profesor Darbó. Aquel enigmático
parapsicólogo de la eterna perilla, cuya extensa bibliografía sobre
posesiones, hipnosis, parapsicología, siempre ?en profundidad?, había
devorado en su ingenua adolescencia. Y se recuerda memorizando cuadernillo a
cuadernillo, y cinta a cinta, su magno Curso de Parapsicología en el ICPHA.
Y casi con idénticas palabras que el radiofónico Alés le espeta en el alma
esa terrible confesión. El ?Teacher? tampoco cree en las posesiones, ni en
la hipnosis, ni en la parapsicología, ni en os ovnis ?ni creo en nada de
eso, pero a mí me da para vivir??. ¿Puede alguien cuestionar esa
lícita actitud? Si un profesional trabaja por lo mismo que trabajan todos
los profesionales de todos los oficios -por dinero-, quien esté libre de
pecado (y no acuda a su empleo por el sueldo) tire la primera piedra. Sin
embargo, que sea lícito no evita que para un ingenuo adolescente, que piensa
que los ?grandes del misterio? se creen lo que dicen, resulte
descorazonador.
Pero vayamos más allá. ¿Y si el profesional no sólo hace su trabajo
(divulgar un misterio) sino que, como el médico que no cura sino favorece
unos síntomas, lo provoca? Me explico. A mi juicio es muy lícito que un
investigador o un divulgador viva (o lo intente) de su trabajo. Pero la
labor de un investigador honesto es luchar contra el misterio, es decir,
resolver los misterios, no crearlos. Naturalmente es muy lícito que Alés
cobrase (como cualquier otro profesional de la radio) por sus
multitudinarias Alertas OVNI? pero es lícito ¿que fomentase conscientemente
fraudes en el Palacio de Linares para publicar reportajes sobre el tema?
(Entre otros engaños paranormales; ver EL OJO CRITICO Nº 0). Por supuesto
considero lícito que el Prof. Darbó cobre el merecido sueldo que percibe por
sus libros, programas o su revista (Karma-7) pero?¿;es lícito que fomente
conscientemente mitos en los que no cree, como el ?pitufo? capturado en los
bosques de Gerona? Yo no lo sé.
Y aún voy más allá. Por supuesto es lógico que un medio de comunicación
informe sobre todo tipo de investigaciones, teorías y conjeturas. Pero,
¿resulta ético que un medio especializado fomente deliberadamente un
determinado estado de opinión sobre un tema, con objeto de favorecer
comercialmente a terceros? Pondré un ejemplo. En los últimos 3 meses (abril,
mayo y junio de 1998) la revista AÑO CERO ha dedicado 2 portadas y 3
reportajes centrales a Egipto¿ a qué obedece ese repentino interés por
cuasi-especializarse en los misterios faraónicos?¿ Acaso se han producido
algún descubrimiento trascendental en el país de las pirámides que merezca
tal monopolización de contenidos en la revista de Enrique de Vicente? Al
leer los artículos, todos ellos firmados por D. Manuel José Delgado, se
sorprende al reconocer los mismos contenidos y fotografías que el
autodefinido ?piramidólogo más famoso de Europa? (sic) ya había publicado en
otras revistas como MÁS ALLA y ENIGMAS o, según afirman algunos egiptólogos
(licenciados de verdad, y no pirámidólogos de ?Todo a 100?) simplemente ha
plagiado. (Por mi parte sugiero la lectura del artículo sobre La Gran
Pirámide publicado en la Revista de Arqueología n 179 -marzo l996- y
superponerlo con el último artículo de Delgado en AÑO CERO antes citado).
¿Por qué entonces esa ingente dedicación de páginas a fomentar los misterios
egipcios? ¿Acaso Delgado consiguió engañar a De Vicente para plagiar sus
propios textos volviendo a cobrarlos (cosa que me parecería muy lícito en un
investigador independiente que deba costearse sus trabajos)?. No, la
respuesta, decepcionante, se encuentra en las páginas 35 del número 95, y 63
del número 94. Todo ese despliegue ?informativo? (yo diría desinformativo)
dirigido a fomentar una imagen esotérica, misteriosa y pro-extraterrestre de
Egipto es en realidad una excelente operación de marketing. Se trata de
popularizar la imagen de Manuel Delgado y crear la expectativa en los
lectores de AÑO CERO, para fomentar deliberadamente su interés por Egipto,
con objeto de vender un ?viaje iniciático? a la tierra de las pirámides. Al
indagar en la agencia de viajes Bidón, que gestiona este lucrativo reclamo,
la Sta. Noemí no informará muy amablemente de como, de la mano de Manuel
Delgado, por solo 211.000 pesetas por persona (algo más si queremos pensión
completa en el viaje) podremos conocer los secretos de Egipto, y ?hacer
trabajos de meditación, captación de energías y limpieza de chakras?? (sic).
Me pregunto yo ¿ cómo alguien que pretende presentarse como un ?egiptólogo
científico? limpia chakras y capta energías sutiles en las pirámides??
Responderé próximamente a esta pregunta. Merecería todo un reportaje
monográfico (ya estamos en ello) analizar los trabajos de Manuel José
Delgado y sus cuestionables teorías sobre Egipto. Consumado viajero, con una
dilatada experiencia en Egipto, a sido autor de unos videos divulgativos
sobre La Gran Pirámide que yo recomiendo a todos los lectores, como hasta
hace poco recomendaba la lectura de sus trabajos, que yo he devorado con la
fascinación más absoluta. Para una traumática decepción, recientemente
descubrí la descorazonadora tendencia al engaño y compulsiva fabulación (en
demasiados casos falseamiento deliberado de la verdad) de su autor. Por
supuesto, el acceso nocturno a la Gran Pirámide, a las supuestas galerías
secretas, etc., que oferta en sus viajes, como una exclusiva fruto de sus
contactos políticos, en realidad está al alcance de absolutamente
cualquiera. Basta con pagar los mismos sobornos a los vigilantes o a los
inspectores arqueológicos, como hace Delgado y otros muchos organizadores de
viajes similares. Nadie puede cuestionar, in embargo, su meritoria formación
autodidacta y heterodoxa sobre el Egipto faraónico, a pesar de que no nos
parezca lícito que se haga pasar por egiptólogo y ?Profesor de Egiptología?
(hemos presenciado este tratamiento personalmente en varios viajes a Egipto
en su compañía), con objeto de avalar con esa inexistente titulación, sus
opiniones personales, por otro lado tan dignas o tan indignas como las de
cualquier auténtico licenciado en historia. No seré yo quien fomente la
absurda mitificación de una licenciatura universitaria, como si los
licenciados y hasta doctorados, no dijesen tonterías de vez en cuando. Pero
tampoco considero moral, ni necesario, apropiarse de títulos inexistentes
para reforzar nuestras conjeturas y teorías personales. Sobretodo si el
objetivo de refrendar esas teorías es la organización de lucrativos ?viajes
iniciáticos?, sean estos a Egipto, o a la Alpujarra granadina. Sólo en 1996
más de 120 personas viajaron a Egipto en los viajes organizados por Manuel
José Delgado. Con un sobrecargo de 40.000 pesetas sobre el precio individual
que en realidad cobraba la agencia de viajes por cada viajero, y suponiendo
que tan sólo 100 personas abonasen íntegramente su billete nos arroja unos
beneficios de 4 millones de pesetas de dinero negro para Delgado y sus
colaboradores. A ello habrá que añadir el ?fondo de viaje? (de 10 a 20.000
pts más) que una vez en El Cairo abonaría cada viajero (para propinas,
teóricamente), los reportajes de prensa y TV, videos y conferencias, que
Delgado explota posteriormente a sus estancias en Egipto. Por no hablar de
otro tipo de favores? Durante todo 1997 Delgado dirigió un programa
radiofónico en la Cadena Radio VOZ titulado ?La Guerra de los Mundos? en el
que no incluía cuñas publicitarias, por las que debería ceder a la cadena su
porcentaje, sino que dedicó el programa a fomentar, semana a semana, la
leyenda del Egipto esotérico y mágico, para posteriormente comercializar
viajes iniciáticos a Egipto e Israel, sin tener que pagar a Radio VOZ la
publicidad encubierta. Tan bien funciona este poco conocido negocio
esotérico, que, según anuncia AÑO CERO, a partir de este año se amplia la
oferta de viajes iniciáticos a Perú¿Resulta lícito este negocio millonario a
costa del pasado? Por supuesto que sí. Al fin y al cabo el Museo del Cairo y
todo el negocio turístico de Egipto mueve sumas mayores de dinero. Pero hay
sólo una diferencia: el móvil del viaje. Mientras un museo arqueológico, una
universidad o una agencia de viajes fomenta viajes a Egipto por puro turismo
o por pura formación cultural, los viajes de Delgado incluyen ?experiencias
iniciáticas?, ?activación de los chakras humanos en los chakras telúricos
egipcios?, ?regresiones a vidas pasadas? (casualmente todos han vivido en el
Egipto faraónico en otra vida). En dos ocasiones tuve la oportunidad de
presenciar algunos de esos bochornosos espectáculos que, por pudor, no
detallaré. Naturalmente cada individuo es libre de vivir su fantasía
personal, fabulando reencarnaciones faraónicas mientras se revuelca por la
cámara del caos en la Gran Pirámide, iluminaciones místicas dentro del
sarcófago de Keops, o la higiene de sus chakras en la Isla Elefantina. Sin
embargo, el fomento consciente de ese tipo de fantasías puede, en mi humilde
opinión, acarrear todo tipo de trastornos psíquicos en una mente ligeramente
desequilibrada. Y, por desgracia, un porcentaje de los individuos que acuden
a los viajes ?iniciatico-esotérico-faraónicos? de Manuel José Delgado,
podrían encajar en esa categoría. Nadie en su sano juicio pagaría 40, 50 o
hasta 60.000 pesetas más sobre el precio real del viaje turístico, para que
le limpien los chakras y le hagan revolcarse por los suelos para captar las
energías telúricas... Naturalmente un ataque de histeria en lo alto del
Valle de los Reyes, a cargo de un fanático esotérico, al recordarse la
reencarnación de Tutankamon, no es más peligroso, aparentemente, que los
ataques de histeria de cualquier hincha del Real Madrid en un final de liga?
claro que uno ya sabe a que extremos puede llegar el fanatismo en el fútbol?
Por otro lado, y por no extenderme más, todas estas actitudes, especialmente
comerciales, no hacen más que empobrecer la ya maltrecha imagen del mundo
paranormal. Los Palacios de Linares, los ?pitufos? de Gerona y los ?viajes
iniciáticos a Egipto? no son mas que golosos regalos para los detractores
sistemáticos de lo paranormal. Asociaciones como ARP que, al menos, sólo
estafan presupuestos universitarios (eso sí, más lucrativos que cualquier
congreso esotérico) haciéndose pasar por ?escépticos expertos en lo
paranormal? para defender el dogma pseudo-científico gracias al
sensacionalismo comercial de quienes aseguran cosas como que ?mi
descubrimiento de la Cámara Secreta de La Gran Pirámide podrá darme el
premio Novel? (cita textual de Manuel Delgado); que ?en Gerona dos
matrimonios capturaron a un ?pitufo? que se subía a los bafles de la radio?
(sic.) Como dice el Prof. Darbó, etc. Pero eso no es importante. Al fin y al
cabo lo peor que puede ocurrir es que tengamos que soportar las críticas (en
este caso merecidas) de los negativistas profesionales, que podrán acusarnos
de utilizar el misterio sólo como un lucrativo negocio.
No, lo peor es que el mundo de lo paranormal, tan repleto de incógnitas y
ambigüedades, es el terreno más fértil para que abonen todo tipo de
psicopatías. Mitos como el de los faraones reencarnados en cada viajero a
Egipto, o fantasmas del Palacio de Linares proclamando auténticos discursos
interminables (dignos del Comandante Castro) en sospechosas psicofonías,
encierran serios peligros. Por supuesto una mente medianamente racional no
se dejará influir por esas fantasías (probablemente ni siquiera se dejará
influir por la esotérica publicidad de los viajes iniciáticos a Egipto, ni
por los cassettes comercializados con las psicofonías del Palacio de
Linares), pero ¿y si no es una mente racional la que consume esos productos?
¿Y si se trata de un maniacodepresivo? ¿ O de un místico? ¿O de un
visionario similar a los adeptos a la Puerta del Cielo de California, a los
Davidianos de Wacco o a los Templarios Solares de Francia? En mi humilde
opinión el investigador, y más aún, el divulgador de los fenómenos
paranormales debe ser total, completa y absolutamente impecable. Bajo ningún
concepto, y por ninguna circunstancia, puede fomentar los mitos y menos aún
los fraudes, amparándose en el derecho a la información.¡Caramba!, Existen
tantos misterios reales, o al menos no demostradamente falsos, que no es
necesario alentar más mentiras. Considero lícito -y es sólo una opinión
personal, como todas las reflexiones en voz alta de este texto- la
profesionalización de la divulgación de estos temas (aunque también la
considero casi imposible), pero debemos ser extremadamente cautos en ese
proceso.
Recordemos aquel joven ingenuamente ilusionado por el mundo del misterio.
Tras años de feroz lectura comenzará a hacer sus primeros pinitos en la
investigación, redactando breves noticias que, tímidamente, envía a alguna
revista esotérica.¿A quien no le agrada ver reflejado su trabajo en un medio
de masas?¿Quién no siente ese cosquilleo en el ego al ver su firma y su foto
ilustrando esa información, para fardar ante los amigos del barrio? A lo
mejor hasta le pagan mil o dos mil duros con los que amortizar el dinero
invertido en el autobús, la pensión, o los carretes de fotos y cintas que ha
utilizado en su humilde investigación. Después llegarán los grandes
reportajes a todo color, las entrevistas en radio y televisión, y ese
apostolado ingenuo de unos misterios que aún considera de trascendental
importancia para la humanidad. Mas tarde dará sus primeras conferencias,
donde docenas de ojos clavados en él escucharán atentos sus palabras, y tal
vez otros apasionados por el misterio, más jóvenes o más ingenuos que él,
también fomentarán su ego pidiéndole autógrafos o hasta hacerse una foto
juntos? Y de no estar constantemente atento a sus emociones, un día
descubrirá que su importancia personal ha restado relevancia a aquella
cuestiones que antes eran fundamentales; el más allá, el universo, o la
mente, que le hicieron iniciarse en la investigación, y ahora han dejado
paso al dinero y la fama que pueden reportarle afirmaciones (cuanto más
dogmáticas y sensacionales mejor) sobre los extraterrestres, la
reencarnación, o la limpieza de chakras en Egipto. Y lo más lamentable, una
vez dentro de ese circulo vicioso puede ser absorbido por una hipocresía
generalizada que convierte a los más famosos o veteranos divulgadores del
misterio en ?intocables?. Al fin y al cabo, cuestionar a los directores de
las revistas especializadas o de los programas esotéricos puede incluirnos
en las ?listas negras?. Entonces ya no podremos publicar en esas revistas,
no seremos invitados a esos programas ni asistiremos a esos congresos
multitudinarios (como sin duda ocurrirá conmigo tras este escrito). Pero,
¿realmente merece la pena prostituir nuestra conciencia por publicar un
artículo o dar una conferencia? ¿Compensa verdaderamente divulgar cosas que
sabemos mentiras, sólo para eclipsar a otros investigadores y obtener más
protagonismo (dímelo tú Mahou)?¿ Podemos mirar a los ojos de esos jóvenes
adolescentes que creen lo que escribimos y decimos, si no lo creyésemos
nosotros? Yo creo que no, por eso, tras sentir la tentación de publicar
estas reflexiones bajo seudónimo, sabiendo las enemistades que me acarrearán
con algunos ?intocables?, creo que sería como caer en lo que estoy
criticando, aunque de esa forma no me vetasen en las revistas o congresos
que estoy cuestionando. Mi nombre es Manuel Carballal y, por supuesto, yo
también he sido tentado por la importancia personal y la comercialización
del misterio. Ojalá, si algún día mi ego o mi ambición me hacen caer en esas
tentaciones, algún otro joven e ingenuo investigador sea capaz de denunciar
esa situación, como yo lo hago ahora, con la mejor de las intenciones.
Porque no se trata sólo de un producto comercial, sino que nuestras palabras
forman la opinión y pueden condicionar las creencias de las personas que
realmente creen lo que decimos. Y debemos ser muy amigos de Platón, pero
deberíamos ser más amigos de la Verdad?
Continuará...
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