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[escepticos] Dinosaurios emplumados



Title: EL PAIS DIGITAL - SOCIEDAD
 
 
 
 
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El País Digital
Miércoles
15 julio
1998 - Nº 803

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Dinosaurios capaces de surcar los cielos

Las plumas surgieron en la evolución como aislamiento térmico o como exhibición sexual, pero no para volar

JOSÉ LUIS SANZ/ BERNARDINO P. PÉREZ-MORENO


Kevin Aulenbeck prepara el fósil de Caudipteriyx
recientemente hallado en China (Reuters)
Uno de los objetivos de la paleontología es intentar responder a preguntas del tipo ¿de dónde procede este organismo, cuáles fueron sus antecesores? Es evidente que estos interrogantes sólo tienen sentido dentro de un contexto evolutivo, es decir, dentro de un sistema conceptual que describa históricamente a la materia viva como una compleja trama de antecesores y descendientes. Por ello, los primeros naturalistas que se plantearon estas cuestiones fueron evolucionistas predarwinistas como J. B. Lamarck, quien propuso, a comienzos del siglo XIX, que las tortugas eran los ancestros de las aves.


Número de géneros de aves del Mesozoico
descubiertos desde la década de 1860

Esta sorprendente idea procedía, probablemente, de que ambos grupos de vertebrados tienen pico y carecen de dientes. Hay que tener en cuenta que el registro fósil conocido en época de Lamarck era muy limitado, y en términos comparativos con los diferentes tipos de vertebrados actuales, las aves son organismos muy modificados cuyas relaciones de parentesco eran difíciles de establecer. Esta dificultad es superada cuando el registro fósil nos ofrece algún tipo de organismo cuya morfología contenga una combinación de caracteres que nos permita establecer las relaciones de parentesco de un linaje determinado. Para el caso de las aves fue determinante el hallazgo, en 1861 (dos años después de la publicación de El origen de las especies), del primer ejemplar conocido de Archaeopteryx. Este extraordinario animal, actualmente considerado como el ave conocida más primitiva, tenía al mismo tiempo dientes, una larga cola y plumas. Esta combinación de caracteres avianos y reptilianos fue ya señalada por T. H. Huxley (el famoso bulldog de Darwin) para corroborar las nacientes propuestas evolucionistas en la década de 1860. En 1882, Huxley propuso que las aves (y los cocodrilos) procedían de los dinosaurios.

El 'hueso del deseo'

En 1927, el ornitólogo danés G.Heilmann publicó El origen de las aves. Él reconocía las notables semejanzas esqueléticas entre el dinosaurio Compsognathus, y otros terópodos, y Archaeopteryx, pero llegó a la conclusión de que era imposible que estuviesen emparentados. Esta propuesta estaba basada en la ley de irreversibilidad evolutiva, según la cual una estructura o carácter perdido en el curso de la evolución de un linaje no puede reaparecer en los descendientes. La estructura a la que hacía referencia Heilmann era la fúrcula, un elemento esquelético que en aquella época se creía típico de las aves, ausente en los dinosaurios terópodos conocidos hace 70 años. La fúrcula (o hueso del deseo) es ese elemento pectoral en forma de horquilla que sirve para que un consumidor de un suculento pollo gane a otro la materialización de un deseo al tirar de uno de los extremos del hueso y conseguir quedarse con el fragmento mayor. Aparte de esta curiosidad costumbrista, la fúrcula sirve para ayudar en la aireación del tracto respiratorio de un ave durante el vuelo.

A comienzos de los años setenta, el estadounidense J. H.Ostrom, basándose en el reciente descubrimiento del dinosaurio terópodo Deinonychus, volvió a plantear la hipótesis del origen dinosauriano de las aves. Desde entonces, y pese a la constante oposición de una minoría de paleontólogos, la hipótesis dinosauriana se ha visto ampliamente reforzada por descubrimientos recientes. Durante estos últimos años, el problema de la fúrcula ha sido claramente superado.

Hoy día sabemos que multitud de dinosaurios terópodos, incluso linajes relativamente alejados del origen de las aves, poseían fúrcula. Una rápida lista incluye géneros tan conocidos como Allosaurus, Oviraptor o Velociraptor. Por otra parte, recientes hallazgos chinos permiten albergar ya pocas dudas de que las aves pertenecen al mismo linaje que los dinosaurios. El año pasado fue descrito Sinosauropteryx, un pequeño terópodo semejante en tamaño y rasgos osteológicos al género Compsognathus. Esta forma china se caracteriza por tener el cuerpo recubierto de estructuras tegumentarias, interpretadas como plumas o protoplumas.

Nuevos géneros chinos

Recientemente, dos nuevos géneros chinos, de hace unos 145 millones de años, han confirmado la condición emplumada de ciertos dinosaurios terópodos cercanos al origen de las aves. El género Protarchaeopteryx tiene el cuerpo y la cola cubiertos de plumón y plumas rectrices al final del apéndice caudal. El otro género, Caudipteryx, presenta incluso plumas largas, asociadas al segundo dedo de la mano, que en las aves actuales se denominan remiges. Su estructura es en todo equivalente a la de las aves actuales. El hallazgo de estas formas chinas despeja algunos interrogantes y abre de forma inmediata nuevas cuestiones. Por ejemplo, parece que el viejo debate sobre el origen de las plumas queda ahora algo más despejado.

Dado el hecho de que ninguna de estas formas chinas era capaz de volar (sus extremidades anteriores son demasiado cortas), parece bastante claro que el origen evolutivo de las plumas no puede ser asociado al vuelo. Por tanto, estas maravillas de la ingeniería de la naturaleza aparecieron como aislamiento térmico, reconocimiento de especies, exhibición sexual o alguna otra función, y queda descartada la voladora, que tanta aceptación ha tenido hasta el hallazgo de los fósiles chinos.

Uno de los interrogantes más espectaculares que abren estos hallazgos se refiere al posible aspecto emplumado de dinosaurios terópodos hasta ahora reconstruidos sin plumas. La nueva evidencia predice que géneros como Velociraptor, Deinonychus y quizá incluso los tiranosaurios eran animales cubiertos de plumas.

La confirmación del origen dinosauriano de las aves se puede establecer también a partir de la evidencia obtenida de aves primitivas, es decir, de géneros avianos situados filogenéticamente entre Archaeopteryx y las aves modernas. Esta área de investigación ha experimentado un notable incremento en los últimos años, gracias al incesante hallazgo de nuevas formas fósiles, principalmente en España y China. El número de géneros de aves mesozoicas hallados en la década de los noventa supone casi el 60% de todo el registro conocido.

En España

En España, los hallazgos se sitúan en dos áreas: Las Hoyas (Serranía de Cuenca) y El Montsec (Lleida). Ambas localidades se sitúan en el Cretácico inferior, con una edad absoluta de unos 120 millones de años. Uno de los géneros españoles más conocidos es Iberomesornis (ave intermedia de Iberia).

Esta ave de Las Hoyas, del tamaño de un gorrión, presenta una sorprendente combinación de caracteres. Por un lado, su esqueleto pectoral es muy semejante al de un ave actual, indicando una indudable capacidad voladora. Por otro, los elementos esqueléticos de la pelvis (huesos de la cadera) y las extremidades posteriores son comparables a los de un dinosaurio terópodo. Estas características permiten inferir cómo serían sus ancestros. Parece bien establecido cuáles fueron los antecesores de las aves. Estos formidables vertebrados voladores, símbolos de la libertad para los seres humanos, no son sino dinosaurios capaces de surcar los cielos.

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