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[escepticos] Las otras medicinas



          
          
            
      Num. 969
     Jueves 29/07/1999
      
      
     Hola:
     En EL CORREO de ayer, 29 de julio, se publicó el siguiente artículo, 
     que creo de interés.
     Saludos,
     
     Javier
     
     
     ------------------------------
     
     Las otras medicinas 
     
     Pedro Caba Pedro Caba es médico, ex vicepresidente de la Organización 
     Mundial de la Salud y miembro de ARP-Sociedad para el Avance del 
     Pensamiento Crítico. 
     
     
     El éxito que alcanzan actualmente las llamadas medicinas alternativas 
     y sus técnicas derivadas constituye un fenómeno social que es 
     necesario analizar y explicar sin eludir el debate. El trato sesgado 
     de algunos medios de comunicación, en ocasiones rábulas de es tas 
     actividades, promueve las paramedicinas. Ultimamente, se ha difundido 
     una sorprendente noticia referente al Servicio Andaluz de Salud que 
     propone que las consultas de los centros públicos compartan la 
     medicina actual con procedimientos ancestrales que corresponden a 
     periodos históricos de culturas precientíficas y que son favorecidos 
     por el pensamiento acrítico predominante. Del incuestionable carácter 
     incompleto del saber científico, se benefician pseudociencias que 
     ofrecen a la opinión pública una respuesta global y asequible sobre la 
     enfermedad y el sufrimiento humanos. Asistimos a una confusión 
     terminológica no siempre desinteresada, en la que no se diferencia la 
     medicina tradicional de la alternativa, la medicina popular de las 
     paralelas y los tratamientos avalados científicamente de las 
     pseudoterapias.
     
     Las medicinas primitivas son innumerables, difieren según el lugar 
     geográfico y el patrimonio cultural de cada sociedad, y se fundamentan 
     en elementos comunes: religión, mundo sobrenatural y tabúes. La 
     enfermedad es consecuencia de fuerzas maléficas que requieren la 
     intervención del chamán o hechicero. Restos de antiguas supersticiones 
     que formaron parte de estas medicinas primitivas todavía persisten 
     parcialmente en el imaginario de nuestra época.
     
     Las medicinas tradicionales son un conjunto de saberes empíricos y 
     creencias religiosas , y disponen de un corpus doctrinal constituido 
     por conceptos derivados de la observación y la experiencia; junto a 
     tradiciones mágico-religiosas, utilizan conocimientos y técnicas 
     terapéuticas que, en algunos casos, han precedido a la medicina 
     moderna. Estas medicinas populares fueron la única respuesta ante la 
     enfermedad y el dolor en las antiguas culturas, donde tuvieron su 
     vigencia histórica. Su carácter precientífico hay que examinarlo desde 
     su propia racionalidad. Constituían sistemas coherentes que integraban 
     los conocimientos de su época. Las medicinas tradicionales hay que 
     situarlas en relación disimétrica con las corrientes alternativas 
     actuales a la medicina oficial. En la transición de la medicina 
     popular a la ciencia moderna, es cuando se formalizan y dogmatizan sus 
     principios teóricos. Así, la medicina ayurvédica, la acupuntura o la 
     homeopatía, entre otras, fueron prácticas médicas en unas 
     civilizaciones con exiguos conocimientos científicos.
     
     Las medicinas populares son apoyadas por la Organización Mundial de la 
     Salud como terapias tradicionales de relativa eficacia mientras no 
     logren los pueblos un desarrollo social que les permita disponer de 
     los avances de la medicina científica. En muchos países de 
     Iberoamérica, Asia y Africa, coexisten ambas prácticas sanitarias, 
     aunque a la medicina popular recurren, en su mayoría, las clases 
     desfavorecidas y a la moderna, los privilegiados. La esperanza de vida 
     de estos últimos casi duplica la de los primeros, aunque la causa no 
     sea sólo la atención médica.
     
     Las medicinas alternativas son, por su parte, prácticas sistematizadas 
     de terapias no verificadas que constituyen la expresión dogmática de 
     doctrinas vigentes en su tiempo, derivadas de concepciones 
     precientíficas. En general, se basan en el efecto placebo -al que 
     también recurre la medicina científica, en ocasiones- de determinados 
     procedimientos o en la administración de sustancias inertes. Pueden 
     mejorar algunos síntomas subjetivos asociados a la enfermedad: 
     ansiedad, aflicción, temor al dolor y la muerte. Son medicinas 
     alternativas la homeopatía, la acupuntura, la osteopatía, el 
     naturismo, la fitoterapia, la medicina robótica, la iridología, la 
     quiropraxia, la reflexoterapia y otras muchas.
     
     La acupuntura, por ejemplo, es una práctica empírica milenaria china 
     derivada de su visión cosmogónica, según la cual el universo surgió de 
     la acción recíproca entre el principio activo, caliente, masculino, 
     positivo (yang) y el principio pasivo, oscuro, femenino, negativo 
     (yin): la dualidad básica. El equilibrio entre el defecto y el exceso, 
     lo negativo y lo positivo, el yin y el yang, es el tao. La medicina 
     antigua está asociada al taoísmo, que fue adoptado por Confucio (siglo 
     V a.C.) y cuyos preceptos, descritos en el texto Nei Ching (2600 
     a.C.), son la base teórica de la acupuntura. La energía se desplazaría 
     por doce canales o meridianos simétricos y dos impares. En 1973, China 
     comunicaba a la OMS que había erradicado la viruela y el cólera y casi 
     eliminado las enfermedades venéreas. Estos resultados se obtuvieron no 
     con la acupuntura, sino con vacunas y antibióticos.
     
     La homeopatía, asimismo, se basa en el concepto «lo semejante se cura 
     con lo semejante». Fue el lema de Hahneman, su creador. Utiliza 
     sustancias diluidas en dosis infinitesimales mediante una enérgica 
     agitación en el plano vertical con choque contra un tope elástico, y 
     así treinta veces en sucesivas diluciones de una en noventa y nueve 
     partes. Lo más probable es que un producto homeopático no contenga ni 
     una molécula del elemento que anuncia o, en todo caso, trazas 
     infinitesimales. La homeopatía tuvo su justificación en sus comienzos 
     (siglo XVIII) como reacción a una práctica médica académica en la que 
     se usaban con profusión sangrías, crísteles y pur gas. Hoy, ha 
     derivado hacia una impostura ineficaz y charlatanesca.
     
     La integración en la red pública de la sanidad española de estas 
     prácticas médicas fraudulentas, según ha anunciado el portavoz del 
     PSOE en el Parlamento andaluz, José Caballos, con el pintoresco 
     argumento de que los andaluces gastan anualmente 4.000 millones en las 
     medicinas alternativas, conmueve por su ingenuidad o ignorancia. El 
     Ministerio de Agricultura debería, siguiendo este razonamiento, 
     patrocinar el Calendario Zaragozano; en los viajes espaciales, habría 
     que tener en cuenta el horóscopo; el éxito electoral y el posible 
     acceso al poder tendría que vaticinarse no según las encuestas de 
     opinión, sino consultando a Rappel y Aramis Fuster. ¿Y por qué no 
     introducir en la Seguridad Social los productos milagro: pulseras para 
     curar el reuma, píldoras rejuvenecedoras, plantas exóticas laxantes, 
     lociones anticaída del pelo, chicles antiasténicos y muchos otros?
     
     Cualquier procedimiento o fármaco financiado por la Seguridad Social 
     debe tener probada efectividad, y no hay que introducir terapias con 
     fines electoralistas o políticas populistas. La medicina, como toda 
     ciencia, es fragmentaria, provisional en sus conclusiones y 
     transitoria hacia el progreso. El objetivo de la ciencia consiste en 
     elaborar teorías fiables para predecir hechos y codificar 
     experiencias. Si el pensamiento científico se dogmatiza y se proclama 
     poseedor de la verdad absoluta, ya no es ciencia. Ciencia y creencia 
     son esencialmente distintas e irreductibles.
     
     La única alternativa a la medicina es una medicina más científica, 
     eficaz y humanizada. Es decir, una medicina mejor. Como dice Saramago, 
     «no se puede permitir que la mentira universal sustituya a las 
     verdades plurales». 
       
      
      
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