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[escepticos] Una visión de D. Miguel de Unamuno



    Os remito este escrito del periodista y escritor Luis Olarra en el
que se describe una visión poco habitual del escritor bilbaíno Don.
Miguel de Unamuno.
    ¿Cual fue el verdadero sentir de un hombre sin duda vilipendiado
por los más y otras tantas veces utilizado por los mismos? Este puede
ser un buen ejemplo de aquello que ya hemos comentado acerca de como
se interpreta la historia dependiendo de quien la narra y del binomio
subjetivismo / objetivismo del narrador.
    De cualquier modo ahí quedó el siguiente escrito con una nueva
visión.

Saludos escépticos desde Bilbao, Capital del mundo mundial y
alrededores.-((;.¬D))))
P.Data: Pido perdón a aquellos a quienes la utilización del lenguaje
html pueda provocar algún problema pero considero que las fotos pueden
ser de interés para ambientar el texto.
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Marco Tulio Cicerón-"Dubitando ad veritatem pervenimus"-

    Como notas biográficas previas que aclaren alguno de los pasajes
de la vida de Don. Miguel, a los que se refiere el narrador, me
gustaría reseñar lo siguiente:
    En 1914 por sus repetidos ataques a la monarquía de Alfonso XIII
se le obligó a dimitir de su cargo académico, debiéndose dedicar a la
enseñanza del griego para sobrevivir.
    En 1924 se enfrentó con el dictador Miguel Primo de Rivera motivo
por el que fue represaliado nuevamente y confinado en  la Isla Canaria
de Fuerteventura.
    Hasta 1930 se autoexilió en Francia regresando con la caída de la
dictadura de Primo de Rivera y ocupando nuevamente su cargo de rector
en la Universidad de Salamanca. Cuentan las crónicas radiomacutiles de
la época que se había montado una gran expectación sobre el modo en
que el profesor recomenzaría sus clases. Para sorpresa de todos
solamente dijo "Como decíamos ayer".
    Se afirma igualmente que en un principio aceptó la sublevación
franquista pero que bien pronto pasó a criticarla pública y
vehementemente. Se narra que en un acto público de la Universidad de
Salamanca profirió el comentario de "venceréis, pero no convenceréis"
a lo que, el energúmeno al que se hace mención en el texto, que no era
otro que el general-puzzle Millán Astray, contestó con un "¡Viva la
muerte y muera la inteligencia!", lo cual para desgracia fue
efectivamente cierto durante unas cuantas décadas.

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    Este artículo lo escribió Luis Olarra, al poco tiempo de morir el
filósofo bilbaíno. Fue publicado, sin firma, en la revista "Alderdi"
(nº 214-215) en 1965. Hoy lo damos a conocer a los lectores de
Euskonews & Media, con la firma del autor.

El sentimiento vasco de Unamuno
Artículo sobre Unamuno de Luis Olarra

    Harto de leer mentiras, falsedades y estupideces sobre la manera
de pensar y sentir de Unamuno en los últimos meses de su vida - pues
hasta hay cretino que llega, con un cinismo inaudito, a presentarlo
como franquista- escribo estas líneas que reflejan el recuerdo,
siempre vivo en mí, de la tarde que pasé con Don Miguel, en su casa de
Salamanca, el día 15 de diciembre de 1936, quince días antes de su
muerte; (acaecido esta en la misma habitación, sentado a la misma
camilla, donde pasamos los dos la tarde).
    Yo llevaba ya un mes en Salamanca pero no me decidía a visitarle
pues siempre veía guardianes - mozalbetes armados-.en el portal de su
casa. Había quien opinaba que estaban de vigilancia para impedir que
se escapara; otros se mostraban convencidos de que eran fieles amigos
dispuestos a protegerle en el caso de que alguna cuadrilla de
asesinos, que tanto abundaban en la época, intentara atacarle. Estaba
muy viva todavía la terrible escena con aquel general energúmeno en la
Universidad! Aquel general que paseaba por la ciudad besando a la que
se le antojaba -moza o casada- -sola o acompañada - antes de que la
infeliz pudiera escaparse horrorizada ante aquella piltrafa de
antropophitecus erectus, que - más que en campos de batalla- parecía
haber perdido sus trozos en un matadero municipal. Dios lo tenga en su
gloria, como pide Pemán en uno de sus artículos en el A.B.C. Este
Pemán que no tuvo el arranque de defender a Don Miguel ni de
acercársele siquiera cuando la acometida del loco en la famosa "fista"
universitaria de la hispanidad, y que ahora quiere quitar importancia
al hecho describiéndolo como si no hubiera ocurrido apenas nada.
    Y vamos con Don Miguel.
    Aquella tarde de 15 de diciembre, viendo que el portal aparecía
solitario, me decidí a subir al piso. Me abrió la puerta una de sus
hijas y me invitó a pasar; a los pocos momentos apareció su padre: Don
Miguel de Unamuno. Alto, fuerte, erguido; su caballera y barba
blancas, el rostro, de un color rosa dorado como el de la piedra
plateresca de la maravillosa ciudad; sus ojos ... no, no tenían esa
apariencia de buho que tantas veces hemos visto en caricaturas y
dibujos; antes daban la impresión del águila, el águila real, que, en
ciertos momentos de su conversación parecía clavar sus garras sobre
sus enemigos asesinos y ladrones.
    Vestía un chaquetón grueso, azul marino. Y Don Miguel, primero de
pie y luego sentado a la famosa mesa camilla, habló. Me refirió a
grandes rasgos, en son de burla hacia el generalote -era un "vasco
decidido y valiente" este D. Miguel- su pelea universitaria en la que
estuvo a punto de ser asesinado (con permiso del Sr. Pemán); no le
daba gran importancia a lo ocurrido, y se - mostraba satisfecho de su
actuación. Luego, más acalorado, me contó lo que yo sabía: que todos
los días sacaban dos o tres camiones llenos de gente para asesinarlos
en las afueras - el famoso "paseo" que tantas veces se atribuye a los
rojos -esto lo sabía con certeza porque venían a contárselo algunos
falangistas disconformes asqueados de tanto crimen. Se exaltaba al
referirlo. Ahora comprendía también el odio popular, tan arraigado en
el alma del Pueblo, hacia la Guardia Civil, que estaba cometiendo
atrocidades terribles, sobre todo por Extremadura, torturando a
mujeres y niños. Habló de la bandera roja y gualda, cuyo amarillo
representaba el pus y cuyo rojo era sangre. "Pus y sangre" era la
bandera que enarbolaban los nuevos salvadores de España. Y D. Miguel
gritaba, frenético, que ya no podía aguantar y "un DIA saldré- y en
medio de la Plaza Mayor llamaré- asesinos a Franco y sus secuaces".
    Aquella misma mañana había subido a su casa un grupo de jóvenes
exigiendo algún óbolo para gastos de camaña. "Al oírselo a mi hija, he
salido yo mismo a la puerta y lo he echado escaleras abajo llamándoles
asesínos."
Pregunté: - ¿No teme que vengan a buscarle un día ?

- Si vienen a buscarme me sacarán muerto.

    Estaba de pie cuando lo dijo; sus palabras y el tono en que las
lanzó me produjeron una sensación de ultratumba. Sentí un escalofrío.
No en vano las había pronunciado el mismo que escribiera "Del
Sentimiento Trágico de la Vida". En aquella época se encontraba uno a
menudo con cadáveres en las cunetas de las carreteras, se oían tiros y
gritos en todo momento, uno mismo estaba a punto de ser arrastrado
cualquier día, pero nada me había dado tal impresión de acabamiento
como esa palabra "muerto" en labios de aquel hombre que tanto habla
"agonizado" por creer en una resurrección, por tener fe en una
supervivencia, fe ansiada pero no lograda pues su clara inteligencia
cerraba las puertas a su acceso. Yo le veía, alto, grande, enorme,
como un personaje bíblico, abriendo hondura a la muerte.
    Y siguió. De todos estos crímenes sólo se salvaban los vascos. "Yo
que me he pasado la vida combatiendo el nacionalismo"... - Se siente
Vd. nacionalista- fue mi interrupción apresurada y estúpida.
    "Sí ... casi, casi, puedo decir que me siento nacionalista vasco".
    Estas fueron sus palabras. Siempre estuve, y estoy, convencido de
que mi interrupción , como digo, tan estúpida, fue la que obligó al
buen Don Miguel a colocar el "casi, casi". No era amigo de que se le
interrumpiera, y menos aún de que se le encasillara. ¡Quince días
antes de su muerte, rodeado de horrores, se sentía nacionalista vasco!
Se enorgullecía de la caballerosidad del combatiente vasco, del
gudari, en aquella guerra de "pus y sangre".
    Al despedirme no me atreví a pedir ningún autógrafo ante el temor
de una detención que, en aquellos momentos, significaba la muerte. Me
dijo que escribía a un inglés - no recuerdo su nombre refiriéndole los
crímenes que cometían. ¡Pobre Don Miguel que soñaba iban sus cartas
camino a Londres! ¡dónde estarán y quién guardará aquellas cartas!

    "¡Me sacarán muerto !" Fui mi impresión más honda. Y así lo
sacaron a los pocos dias. Muerto -y tan muerto- pues de haber quedado
un soplo de vida, se alzara airado a clavar su garra sobre aquellos
enterradores -sus enemigos- que ya comenzaban con sus saludos,uniforme
y pamemas a representar la farsa de un Unamuno falangistoide.
    ¡Y tan muerto como estaba el buen vasco y batallador -Tan
batallador y tan vasco- D. Miguel!
    Y termino deseándole lo que su gran amigo Antonio, el buen Antonio
¿Falangista también? - dice en su "En el entierro de un amigo".

    Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa
    Larga paz a tus huesos ...
    Definitivamente
Duerme un sueño tranquilo y verdadero.

Luis Olarra, periodista
Euskonews & Media 86.zbk (2000 / 7 / 7-14)