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RE: [escepticos] Lo mas triste del mundo



Una de las voces en esa contienda.

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Sin invertir en investigación no puede haber desarrollo

Por Enrique Belocopitow
Para La Nación
LA correlación entre la capacidad científica de un país y su competitividad
económica y política puede ser apreciada si se observa la evolución en el
tiempo de los Premio Nobel científicos recibidos por sus investigadores.
Desde 1901, año en que se inició la entrega de los premios, hasta 1940,
comienzo de la última gran guerra, los tres países que obtuvieron más
premios Nobel fueron Alemania, Gran Bretaña y Francia. En el cuarto lugar y
bastante alejado, seguía Estados Unidos.

Coincidentemente con el crecimiento de este último país como gran potencia,
el número de sus investigadores distinguidos con estos premios empezó a
aumentar aceleradamente. Así, en 1944 superó a Francia; en 1954, a Gran
Bretaña, y en 1960, a Alemania. Desde entonces, el número de premiados
estadounidenses duplicó al de los de Alemania, Gran Bretaña y Francia en
conjunto.

El crecimiento del sistema científico y el desarrollo económico se alimentan
mutuamente. Para mantener su competitividad y su poder, Estados Unidos
demanda una masa de recursos humanos científicos que su sistema educativo no
es capaz de proveer, lo que ha sido paliado hasta ahora con una intensa
política de atracción de talentos científicos extranjeros: de hecho se ha
convertido en una potente bomba de succión de la capacidad científica del
resto de los países.

Pruebas al canto: casi la mitad de los que han hecho investigaciones para
doctorarse en ciencias duras e ingeniería (PhD) que trabajan en los Estados
Unidos son extranjeros. También lo son una cuarta parte de los PhD que allí
trabajan en relación con las ciencias de la vida (medicina, biología,
agronomía, etcétera). Casi la tercera parte de los ciudadanos
estadounidenses que fueron merecedores de premios Nobel son oriundos de
otros países. Para un investigador es mucho más fácil que para otros
profesionales conseguir la radicación en los Estados Unidos.

El arma más importante para la conquista de más poder, de nuevos mercados y
mayor influencia sobre los otros países es la herramienta
científico-tecnológica, y principalmente sus creadores, los investigadores.

Cabe recordar que inmediatamente después de la segunda guerra mundial,
figuras como el investigador Wernher von Braun, director del programa de
cohetes de la Alemania nazi, con centro en Pennemunde, pasó a trabajar en
los Estados Unidos. Años más tarde, el colapso de la Unión Soviética hizo
posible una significativa captación de sus recursos humanos científicos por
parte de la primera potencia mundial.

En la actualidad, la otra cara de la moneda es la Argentina. Las épocas de
crecimiento de nuestro país fueron en alguna medida acompañadas por la
formación de recursos científicos nacionales, incentivados en muchos casos
por la incorporación de investigadores y educadores extranjeros. Así ocurrió
a partir de Caseros, durante y después de la Organización Nacional.


Maestros y alumnos

Cuando en 1874, por impulso de Juan María Gutiérrez, se puso en marcha la
Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, se hicieron
cargo de las principales cátedras científicas los investigadores italianos
Pellegrino Strobel, Bernardino Speluzzi, Emilio Rosetti y Juan Ramorino.
Poco después se agregó el geólogo ruso Carlos Berg.

Los alumnos más destacados que se fueron graduando pasaron luego a
convertirse en profesores, y algunos, en investigadores. En esta búsqueda de
valores científicos y educativos es de destacar la labor de Sarmiento, que,
entre muchos otros, trajo al naturalista Hermann Burmeister para organizar y
dirigir el Museo Argentino de Ciencias Naturales, y al norteamericano
Benjamin Gould para dirigir el Observatorio Astronómico de Córdoba.

Otro caso, ya en el siglo XX, es el del matemático español Julio Rey Pastor,
que, con motivo de una conferencia dada en Buenos Aires en 1917, fue
contratado por un año, para finalmente quedarse hasta su muerte en 1962. La
influencia de Rey Pastor permitió que la enseñanza y la investigación
matemática en nuestro país se elevaran al más alto nivel internacional.

Sobre todo a partir de la década del 50 el país llevó a cabo un esfuerzo
importante y organizado para impulsar la investigación científica. Se
pusieron en marcha, entre otras instituciones de investigación, la Comisión
Nacional de Energía Atómica y el Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria. En 1957, gracias a las gestiones de nuestro Premio Nobel
Bernardo Houssay, se creó el Consejo Nacional de Investigación Científicas y
Técnicas (Conicet). A ello debe agregarse el esfuerzo que hicieron las
universidades nacionales para incentivar en su ámbito la actividad de
investigación.

Este despertar nacional empieza a perder fuerza ya a mediados de la década
del 60 y el deterioro ha continuado hasta hoy. La Argentina se ha convertido
en un país expulsador de sus investigadores científicos, sobre todo de los
jóvenes.

Actualmente, son más los investigadores argentinos radicados en el
exterior -muchos de ellos con resultados descollantes- que los que trabajan
aquí. Los emigrados, además, hoy forman discípulos también destacados en los
países que los han acogido, en lugar de formarlos aquí. Es excepcional que
un buen investigador se forme sin un buen maestro.

Todavía quedan investigadores valiosos. Los mismos Leloir y Houssay se
quedaron trabajando en la Argentina hasta el final de sus vidas, a pesar de
las extraordinarias y favorables condiciones de trabajo que les ofrecieron
muy prestigiosas instituciones científicas estadounidenses. Houssay estaba
convencido de que debía dedicar el trabajo de toda su vida al
engrandecimiento de la ciencia latinoamericana y la de su patria, la
Argentina.


Incentivar la creatividad

Hoy se admite que, en la competencia económica internacional, tiene más
valor para un país el conocimiento científico que sus recursos naturales o
la mano de obra barata. A este respecto, ¿qué debemos hacer en la Argentina?

¿Bajar el costo de la mano de obra argentina al nivel de los países más
atrasados? ¿Explotar nuestras riquezas naturales hasta que estas fuentes
queden exhaustas? Sería preferible incentivar la creatividad científica
protegiendo a los investigadores capaces de formar, a su vez, excelentes
discípulos. Esto, sin duda, ayudará a eliminar una de los principales
factores de nuestro deterioro. © La Nación

El autor es investigador principal del Conicet. Director del CyT-Programa de
Divulgación Científica y Técnica de la Fundación Campomar.

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