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[escepticos] Euskal Herria



Me gustaria conocer la opinion de los expertos de la lista sobre este articulo aparecido en Gara.
Me parece un dislate hablar de Euskal Herria em el s.VIII.

Juan Salvador
ASTURIAS
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Gara, 22-8-2000
Erlantz Urtasun Antzano * Historiador
Los vascos en el siglo VIII 

Frantzisko Navarro Villoslada (1818-1895), escritor nacido en Biana, tuvo a bien legarnos un tesoro disfrazado de novela que llamó "Amaia o los vascos en el siglo VIII". La fortuna quiso que se publicara en 1877, justo cuando la derrota carlista volvió a teñir de luto el sur de Euskal Herria, con la pérdida de los fueros, la ruina económica, emigración y una ocupación militar española que dio nuevas alas al castellano frente a la humillada lingua navarrorum.
Este directo antecesor de Pablo Antoñana, además de coincidir en la elegancia de la prosa, buscó un rincón de nuestra historia en el que plasmar su profundo amor a la tierra que le vio nacer, y lo encontró allí donde la leyenda besaba a la épica y el sentimiento intuía lo que la ciencia tardaría décadas en desvelar. Es decir, ¿qué fue de los vascos en el siglo VIII?
De 711 a 732
Aquel siglo comenzó con un hito en la vida europea: la península ibérica se convirtió casi por completo al Islam y los principales defensores del sistema cristiano imperante durante los últimos tiempos, el reino visigodo, parafraseando al cronista navarro Alesón, «desapareció del catálogo de los estados». Al parecer, en ese mismo año 711 los visigodos habían querido someternos por enésima vez, pero tuvieron que suspender su ataque para defenderse a sí mismos marchando velozmente hasta las cercanías del estrecho, lugar en donde encontraron un enemigo muy superior.
Apenas siete años más tarde, Iruñea, la capital de Euskal Herria, se encontraba ya en manos musulmanas, y sólo la reacción de las tropas euskaldunes, estacionadas en su mayoría al norte de la actual Ipar Euskal Herria, podía evitar que nuestra nación mirara finalmente a La Meca. Dicho y hecho, el año 721 el princeps aquitano Eudon, entiéndase el soberano de los antepasados, derrotó cerca de Toulouse a los musulmanes comandados por Al-Samh ibn Malik.
Ojo al dato, estamos ante el primer fracaso militar islamita en Occidente, es decir, el ejército euskaldun y en general nuestro país estaba haciendo de barrera, de tapón frente al hasta entonces imparable avance de los sucesores de Mahoma. ¿Quiere esto decir que el poder cristiano europeo, encabezado por el papado y los poderosos francos, iba a ofrecer su apoyo a alguien tan díscolo a sus propósitos como nuestro pueblo?
La respuesta es no, por supuesto. Para el año 731 Carlos Martel, caudillo franco, nos hizo guerra abierta, y cuál será la sorpresa al comprobar que al mismo tiempo los musulmanes volvían a atacarnos, esta vez con más dureza. Atrapado entre dos fuegos, sin posibilidad de maniobra y con la patria arrasada, el ejército de Eudon sucumbió ante el avance de Alá. Carlos Martel, desde el norte y viendo que la victoria había costado miles de bajas a los musulmanes, les atacó, venciéndoles. Fue en Poitiers, ayer ciudad de los pictos y hoy Futuroscope. La fecha de 732 se enseña en los institutos europeos como la que «salvó» a Europa del «horror africano» y, ni qué decir tiene, Carlos Martel es uno de los héroes franceses por excelencia. Así se escribe la historia.
De 732 a 800
Lo que sigue a continuación no es más que la crónica de una muerte anunciada. Diez años más tarde nuestros mayores se rebelaron dirigidos por Hunaldo, pero los dominadores europeos habían finiquitado ya el futuro de Euskal Herria. En primer lugar, léase a Rouche, levantaron grandes fortificaciones y cuarteles para evitar que nos uniéramos a los bretones (Breizh), unos individuos aún celtas, paganos y socialmente justicieros, que con origen en la revolución bagauda que contribuyó a la caída del imperio romano, todavía defendían siglos después su independencia a capa y espada. Recordemos que Roldán, el famoso militar franco que los vascos eliminaran en Roncesvalles, no era otro que el destinado a conquistar la tierra de los bretones, algo que evidentemente no pudo realizar.
En segundo lugar empujaron a los euskaldunes del río Loira al Garona y desde la parte meridional presionaron para que ni las cumbres pirenaicas nos dieran refugio. De esta manera, en la década de los sesenta los reyes asturianos atacaron por occidente sin tregua (Fruela). Al mismo tiempo, los musulmanes quisieron apoderarse de Araba (767), siendo detenido su avance en lo que Bittor Kapanaga viene a llamar «la Orreaga occidental». Lo cierto es que allí los sureños no se enfrentaron sólo a los incipientes núcleos de poder cristiano-feudales que estaban instaurando manu militari lo que en posteriores siglos sería la conflictiva nobleza medieval vasca, sino que tuvieron que hacer frente a quienes aún defendían un autogobierno libre de pechas, alias los mayas que, al menos por esta ocasión, salieron triunfantes, aunque este tipo de no bien recibidas visitas se repetirían.
Pero es que en las mismas fechas el rey de los francos, un tal Pipino, realizó devastadoras campañas militares verano tras verano aprovechando la ventaja numérica de que gozaba, hasta que el año 769 su sucesor Carlomagno, éste suena más, construyó junto a Burdeos la fortaleza de Franciacum, hoy Fronsac, lugar desde donde podía realizar uno de sus sueños: conquistar Euskal Herria. Por aquel entonces le hizo frente un jefe militar euskaldun llamado por los francos Lupus, dux Wasconum, lo que más de uno ha interpretado por Otsoa.
Ni corto ni perezoso, el futuro emperador Carlomagno intentó sellar la centenaria obra franca antivasca con una expedición en el 778, aunque el 15 de agosto del mismo año lo que pudo haber sido la fuerza que le llevara a reinar en toda Europa perdió sus alas en las inmediaciones de Orreaga, Erroibar, Ibañeta, Lepoeder, Altabizkar, Ortzantzurieta, qué más da, tuviéndose que conformar en el futuro con reinar sobre el Imperio de Occidente.
En cuanto a los vascos en el final del siglo VIII, los miles de muertos que por lógica sufrieron para lograr aquella hazaña sin igual, repercutieron en que los nuevos asaltos musulmanes y francos llegaran en intensidad creciente al corazón euskaldun. Pese a ello, y según las crónicas, cuando Carlomagno era coronado emperador en las Euskal Herria seguía resistiendo, ya fuera en Araba, Iruñea o Ipar Euskal Herria, porque no aceptaba el sistema que se le imponía desde la violencia exterior.
Restos arqueológicos
Fuera de lo que los documentos escritos de la época nos cuentan, siempre por boca de extranjeros a nuestra tierra y en general enemigos de ella, los hallazgos arqueológicos obtenidos fundamentalmente en Araba y Nafarroa (Aldaieta, Butzaga) suponen una fuente de información básica para conocer mejor algunos aspectos de la vida diaria de los vascos tras la caída de Roma y hasta el siglo VIII.
Conocidos desde antiguo (Iruñea), han sido varios los estudiosos que han tratado de interpretarlos. Resuenan así, en la historiografía, nombres de la talla de Antsoleaga, Arantzadi o Zeiss, cuya lectura de los hechos, pese al largo e influyente paréntesis franquista, va siendo corroborada por los nuevos descubrimientos.
Han aparecido armas de muy diverso calibre, tales como espadas cortas de un solo filo, cuchillos, puñales, hachas de combate y puntas de lanza. En cuanto al vestuario, el ajuar recuperado responde a collares, agujas, pendientes, anillos o hebillas, forjadas en bronce, plata e incluso oro. Existen vasos de vidrio, cuencos de bronce y también se utilizaba el ámbar.
Repasando los restos funerarios, éstos no muestran simbología cristiana, sino más bien diversidad de ritos paganos que se expresan mediante la manipulación de las personas inhumadas en el cementerio, llegando a cambiar de lugar partes del cuerpo.
Como resume un especialista (Azkarate, 1995), «nada hay que acerque estos restos a los ajuares y depósitos funerarios de los cementerios españoles, sino que la tipología de los mismos se refiere sin ningún género de dudas a un contexto inequívocamente aquitano». *