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[escepticos] Iker y el duende.



Hola.

	Recientemente, Iker Jiménez, quien participó en esta corrala, ha
publicado el libro "Enigmas sin resolver (II)" (EDAF, Madrid, 2000).
Entre otros temas trata el llamado "primer expediente-X español", el
"Duende de Zaragoza".
	Quien desee una aproximación escéptica al caso puede leer "El Duende de
Zaragoza, un clásico de la parapsicología española", Eduardo Giménez
González, Miguel Angel Sabadell, Carlos Azirón y Joaquín Pintanel,
"Actas del I Congreso Nacional Sobre Pseudociencias", (Zaragoza, 1993).
	Pero escribo este mensaje porque, además de la historia que
habitualmente se suele contar sobre el "duende", Iker afirma haber hecho
un nuevo descubrimiento, nada menos que una muerte relacionada con el
caso:

>	El misterio no ha muerto.
> 	Sesenta y cinco años justos. En el momento de escribir estas líneas intentando «resucitar» todas las investigaciones que en su día dejé a medio camino, me topé con una información que dio un vuelco a mi corazón. Quienes me conocen a fondo saben de mi capacidad sin límite para entusiasmarme con las nuevas pesquisas... pero aquello superaba todo lo anterior. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Y, sobre todo, ¿por qué había pasado de largo este rumor por todas las investigaciones realizadas a lo largo del tiempo?
> 	Fuera había llegado la tormenta. Y los rayos se vislumbraban a través de las altas cristaleras rectangulares de la Biblioteca Nacional. Aquella tarde creo que ya me había quedado solo en la sala «Jorge Juan», en el piso bajo, removiendo recortes y antiguas notas. Creo que hasta el empleado que pasaba su bloc de manera cansina se percató de la palidez de mi rostro. Allí comprobé por diversas vías un rumor que en Zaragoza había anotado apresuradamente.
> 	En el rosario de entrevistas previas que mantuve en la capital maña alguien me dijo que hubo una muerte extraña, aquella se ocultó con todo el asunto del duende. Al parecer, los crudos acontecimientos políticos que sacudieron al país en esa recta final de otoño del 34 relegaron la extraña historia hasta que el público la fue olvidando. Como casi siempre ocurre. Eso sí, ni judicial ni policialmente hubo un veredicto. Y las dudas se me aferraron de nuevo al pecho. Busqué, repasé línea a línea y amargué la plácida tarde al funcionario. Pero al final, ante mis manos, apareció la confirmación de todas las sospechas: hubo una muerte rodeando al asunto del duende.
> 	Algunos someros datos, quizá intencionadamente descolgados del resto de informaciones sobre «la voz», me parecieron de nuevo una pista de oro. Y con ellos bien anotados busqué nuevas fuentes y contactos más confidenciales. En unas pocas horas pude saber de una historia que, al menos para mí, iba indisolublemente ligada a lo que ocurría en la calle de Gascón de Gotor.
> 	Casi tembloroso fui recomponiendo aquel puzzle para el que había acudido a diversos documentos. Con un café bien cargado sobre la mesa del ordenador intenté reconstruirlo todo. En la tarde del 25 de noviembre de 1934, en un viejo autobús de línea, llegó a Zaragoza una mujer llamada Asunción Jiménez Alvarez, de cuarenta y ocho años y natural de un pueblo de la misma provincia. Espiritista de vocación, asistió a una sesión ideada con otros miembros de las mismas tendencias para poder comunicarse con el «ente» que tenía trastornado a todo el país. Una reunión clandestina que se llevó completamente en secreto en la calle de San Agustín, número 11 principal, para más datos.
> 	Hacia las once de la noche, cuando la mujer dijo haber «contactado» con el «bromista de otro mundo», le sobrevino un colapso que la dejó muerta al instante, fulminantemente. El pánico, los gritos y los intentos de reanimación se sucedieron sin éxito en aquel cuartucho oscuro. Los médicos que llegaron minutos después se negaron a certificar la defunción, esperando la llegada de la policía ante lo que consideraban un feo asunto que debían de resolver las autoridades judiciales.
> 	La prensa calló, y las autoridades también, pero esa mujer había muerto de modo inexplicable. Y me imaginé unas brumas negras tapando la verdad de esta historia. Miles de preguntas se apelotonaron en mí mente hasta casi provocarme dolor. Aquello era suficiente para reabrir el caso, regresar... e intentar saber la verdad. Una verdad que algunos quisieron sepultar, pero que, con fuerza, emergió de su entierro prematuro.
> 	En el magno exterior de la Biblioteca llovía a mares. La noche era muy desapacible. Me refugié bajo las columnas sin un alma en los alrededores ¿qué le habría ocurrido a Asunción Jiménez? ¿Fue víctima de la caprichosa casualidad?
> 	Un rayo volvió a iluminar el centro de Madrid. El invierno ya estaba aquí. Cuando corrí para bajar las interminables escaleras, noté un escalofrío desde la cabeza a las rodillas. Un latigazo. En un acto reflejo había aparecido en mi mente la última frase del «Duende de Zaragoza».

	Pues no es así. Según se publicó en la prensa regional, el doctor Jaime
Penella realizó la autopsia al cadaver de Asunción Gimeno Alvarez y el
doctor certificó que la muerte había sido producida a consecuencia de un
derrame cerebral.
	Y Aunque la policía informó (quizás por influencia del tema "duende") y
efectivamente así se publicó, que en dicha casa se reunía una secta
espiritista, no era cierto, se trataba de un grupo adventista. Don José
Boix, pastor adventista, y don Enrique Abenia se pasaron por las
redacciones de los periódicos para rogar que aclararan la información,
pues en el "Salón Adventista", en cuyos locales ocurrió el suceso, "no
se realizan prácticas espiritistas de ninguna especie, por cuanto que el
adventismo es enemigo y contradictor del espiritismo."  Esta petición
fue atendida y así se publicó en la prensa regional el 28 de noviembre.
	Estas precisiones se las he comunicado a Iker con un emilio.
	Para conseguir esta información me bastó con pedir el tomo del
periódico correspondiente al amable encargado de la hemeroteca municipal
de Zaragoza y buscar en las fechas adecuadas. (Por cierto, el día era
soleado.)

Saludos.
Eduardo Giménez González.
Ebardo en ciudadrobot.com