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[escepticos] piensos luego existos...
Hola:
Os remito este artículo aparecido hoy en EL CORREO. El autor me suena,
no sé bien de qué... ;-)
Merece la pena leerlo, como todo lo suyo, de verdad.
Saludos,
Javier Barragués
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Los piensos, o cuando la historia se repite
JOSEP CATALÀ
Es el ser humano una especie animal que tropieza dos veces con la
misma piedra? Seguro. ¿Tropiezan los británicos hasta mil veces en la
misma piedra? Posiblemente. Vayámonos al Reino Unido de 1960. Sin
saber la razón, fallecieron más de 100.000 pavos. No se conocía la
causa de la epizootia, pero alguien tuvo la brillante idea de llamar a
esa plaga `enfermedad X', con lo que parte del expediente burocrático
consiguiente se había cumplimentado. Poco a poco, y tras bastantes
horas de laboratorio, se hizo la luz. Resultaba que tales pavos habían
venido siendo engordados con unos piensos preparados con cantidades
variables de cacahuetes brasileños infectados por un hongo conocido
como Aspergillus flavus, productor de una toxina mortal, a la que, por
aquello ya indicado del expediente burocrático, pronto de le dio
nombre: `a' de Aspergillus, `fla' de flavus y `toxins' por lo tóxico.
Había nacido así el apelativo de `aflatoxinas', substancias
particularmente ponzoñosas -los más potentes venenos siguen siendo, a
despecho de lo vociferado por analfabetos de la toxicología, diversos
productos naturales- y, por añadidura, carcinogénicas, mutagénicas y
teratogénicas.
Muerto el perro se acabó la rabia. Suprimiendo ese cacahuete de los
piensos (o controlando más todo el proceso de manipulación), los pavos
volvieron a gozar de buena salud. ¿Aprendieron la lección los
fabricantes británicos de piensos? Por lo que estamos viendo y
sufriendo actualmente, parece que no.
Desde el decenio de los 40, en diversos lugares del mundo
industrializado -Gran Bretaña entre ellos- se han venido elaborando
harinas animales. No son otra cosa que pre-alimentos para especies de
granja, o domésticas, obtenidos a base de huesos, grasas, despojos de
mataderos, y alguna que otra res muerta en olor de santidad o sospecha
leve. Esas harinas, una vez listas, no eran ni son más que unas
mezclas heterogéneas de base proteínica, que, desde luego, nada las
hace recordar a la carne, ni transforma en carnívoros a los animales
que las consumen y que sean herbívoros, como afirman voces procedentes
de las cavernas de la ignorancia demagógica. Tras las harinas, la
formulación de piensos: en estos, la cantidad de tales substancias
oscila sobre el 3%, correspondiendo el grueso de la fórmula a
cereales, soja, complejos vitamínicos y algunos aditivos, como el
acetato de tocoferol, que consigue evitar oxidaciones de grasas en la
carne de consumo, dándole mayor enjundia sensorial y nutritiva y
evitando algunos riesgos para la salud humana.
Pero he aquí que en los años 1979 a 1981 los fabricantes británicos de
harinas/piensos se pasaron de listos. No recordaron lo de los pavos de
1960 y volvieron a las andadas. En efecto: hasta entonces las materias
primas para obtener harinas animales eran sometidas a un complejo
sistema en el que destacaban, amén del uso de disolventes muy
concretos, la temperatura de tratamiento (unos 160 grados), la presión
(sobre las 2-3 atmósferas) y el tiempo de procesado (como una hora y
media). No obstante, a causa de ciertos problemas de disponibilidad de
recursos energéticos, alguien tuvo la genial idea de modificar esas
condiciones, con lo que, de paso, ganaría algunos dineros de más. Ni
que decir tiene que colegas y competidores del espabilado industrial
pronto iban a copiar su `novedoso sistema'. Y así, la temperatura se
redujo hasta los 130 grados, la presión también se disminuyó (y con
ello el consumo de vapor de agua y energía), y el tiempo quedó en una
hora o menos. El resultado, se supone que no previsto, fue que los
posibles priones mutados presentes en las materias primas, no quedaron
desnaturalizados e inertizados como sucedía con el `sistema clásico'.
De las harinas animales tóxicas surgieron los piensos adulterados con
priones hambrientos de atacar las membranas de las neuronas. De
aquellos piensos, las `vacas locas'. Y del consumo de ciertas partes
de éstas y, particularmente, de las de mayor edad, los casos de la
nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (nvCJD) que ha
afectado a los humanos en un número que, hoy por hoy, es imposible de
saber. Lo único cierto es que han muerto 92 personas, en toda Europa,
a causa de la nvCJD, y que debido a la larga latencia de los priones,
en cualquier momento podría dispararse de manera alarmante ese número,
aunque también es verdad que las más ajustadas estadísticas sobre este
aspecto permiten ser optimistas de cara al futuro.
En 1960, los británicos vieron morir a más de 100.000 pavos. En la
actualidad, de los 182.507 casos de `vacas locas' -encefalopatía
espongiforme bovina, en lenguaje cuerdo- que la Comisión Europea ha
detectado en todo el mundo, 179.441 corresponden a la cabaña de Reino
Unido. Sin ninguna duda, una cifra que habla por si sola y apunta
directamente hacia el origen y responsabilidad de los hechos. ¿Han
aprendido la lección en las islas británicas? Uno diría que la han
aprendido, pero sólo en el aspecto doméstico: tan pronto comprobaron
que habían tropezado nuevamente en los piensos, dejaron de utilizarlos
en sus reses; pero -con un humor negro muy británico- los exportaron a
otros países... Vamos, que el mundo se divide entre ciudadanos
británicos y bárbaros. Descubierto el engaño, las harinas se
inmovilizaron y ahora terminan siendo combustible de segunda en
cualquier horno cementero que se precie -estén o no apestadas con los
malditos priones mutados- en lugar de servir como fuente proteica para
los animales. La pérdida económica es enorme, claro. Y todo comenzó
con un nuevo tropezón en la misma piedra. ¡Señor, qué cruz!