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[escepticos] Un feriante en la corte de Lucy / Sumario de El Escéptico Digital



La verdad que el último número de EL ESCÉPTICO DIGITAL - Edición 2001 -
Número 36 viene que se sale y posiblemente podemos adelantar que
generará polémica.
Para que abráis boca os reenvío un artículo en el que se analiza el
nuevo libro "Código secreto" del supermafugo desinformador Bruno
Cardeñosa.
Igualmente, podréis encontrar un excelente trabajo de César Esteban e
Inés Rodríguez Hidalgo sobre la Astroglifica y/o la reinvención del
pasado (este artículo lo podéis descargar en formato PDF con gráficos e
imágenes desde http://www.arp-sapc.org/docs/Astroglifica.pdf) así como
otros igualmente interesantes, firmados por José Luis Calvo, Julio
Valer, Javier Armentia, etc...
Espero sinceramente que sea de vuestro interés.

Pedro Luis Gomez Barrondo
Saludos arpíos y escépticos desde Bilbao.-((;.¬D))))
http://www.arp-sapc.org
http://www.elistas.net/foro/el_esceptico/alta


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                           EL ESCÉPTICO DIGITAL

       Boletín electrónico de Ciencia, Escepticismo y Crítica a la
Pseudociencia
       © 2000 ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico
       http://www.arp-sapc.org/

    Edición 2001 - Número 36 - 04 de Septiembre de 2001

Boletín de acceso gratuito a través de:
http://www.elistas.net/foro/el_esceptico/alta


=== SUMARIO =========================================================

  - Un feriante en la corte de Lucy.

  - Astroglífica: inventando el pasado.

  - Quo Vadis QUO?

  - El Enigma neandertal.

  - Cerivastatina. A río revuelto, ganancia de pescadores.

  - Sir Fred Hoyle (1915-2001): el astrónomo descontento.

  - ¿Le ha llegado la hora a J.J. Benítez?

  - Ciencia y religión en EE UU.

  - Volver a ligar.

  - Clones Humanos.

  - Neurobiólogos de la UCLA identifican células cerebrales que
controlan la respiración.

  - Cavilaciones de un filósofo.

  - La creencia de los norteamericanos en los fenómenos paranormales ha
crecido durante la última década.

  - E-Zine Tendencias Científicas, para sobrevivir en el siglo XXI.

  - La Ciencia, pervertida.

  - Los raelianos pretenden abrir en Brasil un centro para clonar
humanos.

  - Científicos canadienses transforman por primera vez células ‘madre’
de la piel en otros tipos de tejido.

  - Espectros en la ciudad episcopal.

  - Se encuentra un resto fósil de un ser bípedo de más de 5,2 millones
de años.

  - El principal organismo científico europeo pide la clonación de
embriones con fines médicos

  - La telefonía móvil se enfrenta a la alarma social contra las
antenas.

=== NOTICIAS =========================================================

UN FERIANTE EN LA CORTE DE LUCY
Por: Luis Alfonso Gámez

"Quisiera señalar que ninguno de los involucrados en las investigaciones
sobre el Sasquatch ha creído nunca que ese muñeco fuera un Bigfoot",
escribió Jon Beckjord en 'The Skeptical Inquirer'  en 1982. Cazador de
monstruos, Beckjord no sólo cree que el Sasquatch una de las
denominaciones del Bigfoot o Pies Grandes habita los bosques
norteamericanos, sino que también está convencido de que esa supuesta
criatura tiene poderes paranormales. Sin embargo, hasta para él es
demasiado tragarse el cuento del Hombre de Hielo de Minnesota, una
atracción que recorrió Estados Unidos de feria en feria en los años 60
del siglo pasado y que consistía en un bloque de hielo en cuyo interior
había un presunto hombre-mono. La criatura llamó inmediatamente la
atención de los criptozoólogos buscadores de monstruos Bernard
Heuvelmans e Ivan T. Sanderson, quienes tras verla concluyeron que se
trataba de un homínido desconocido. La historia empezó a derrumbarse
cuando la Institución Smithsoniana manifestó su interés en examinar el
cuerpo de lo que Heuvelmans y Sanderson identificaban como un neandertal
que había sobrevivido hasta el siglo XX. Entonces, Frank Hansen, el
feriante, dijo que había devuelto la pieza a su propietario, un
millonario, y que lo que exponía en esos momentos era una réplica. Nunca
más se supo del 'monstruo original' y, al final, los criptozoólogos
tuvieron que dar marcha atrás en sus afirmaciones cuando salió a la luz
que el feriante había encargado la fabricación de un figura de látex a
una compañía de efectos especiales de Hollywood. Más claro, agua. Ahora,
el engaño de Hansen ha resucitado de la mano de Bruno Cardeñosa en un
libro, 'El código secreto' (Grijalbo, 2001), en el que el Hombre de
Hielo de Minnesota es sólo una de las muchas atracciones fraudulentas,
reinventadas o tergiversadas que presenta el autor.

'El código secreto' es una antología del disparate cuya llegada a las
librerías españolas demuestra que ha fallado el mínimo control de
calidad al que habría de someterse todo original en una editorial seria.
Los despropósitos y falsedades se suceden línea a línea, desde la
primera hasta la última página. La mentira aflora ya en la solapa:
"Bruno Cardeñosa colabora en diversas revistas de divulgación
científica", dice. Lo cierto es que la carrera periodística del autor
conocido, ante todo, por su actividad como ufólogo se ha desarrollado
exclusivamente en publicaciones, como 'Más Allá de la Ciencia' y la
desaparecida 'Karma.7', que mantienen que es posible adivinar el futuro,
comunicarse con los muertos y entrar en contacto con extraterrestres. En
esa misma línea, 'El código secreto'  subtitulado 'Los misterios de la
evolución humana' es un libro contra la ciencia y los científicos,
escrito, además, desde presupuestos antievolucionistas. Porque resulta
evidente que, a la hora de redactarlo, Cardeñosa ha bebido hasta
saciarse de uno de los principales adalides del creacionismo hinduista,
Michael A. Cremo, coautor, junto a Richard L. Thompson, de 'Forbidden
archeology: the hidden history of human race', publicado en 1993 por la
Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna.

Las similitudes entre ambas obras son tan descaradas que cabe considerar
a 'El código secreto' un 'remake' de 'Forbidden archeology', una versión
española en la que el autor ha incluido, como mucho, un puñado de ideas
propias. Cremo y Thompson defienden en su libro que los humanos
anatómicamente modernos han existido desde hace cientos de millones de
años, que los arqueólogos y paleoantropólogos ocultan e ignoran las
pruebas que apuntan en esa dirección, y que el Yeti, el Bigfoot y otros
monstruos similares son homínidos de otras especies que han sobrevivido
hasta la actualidad en zonas aisladas del planeta. En apoyo de sus dos
primeras afirmaciones, recurren a supuestas evidencias fósiles y
tecnológicas; para respaldar la tercera, a los testimonios y las
pretendidas pruebas recopiladas por los cazadores de seres de leyenda.
El libro de Cardeñosa, una peligrosa mezcla de pseudociencia y ciencia
mal digerida, sigue el mismo esquema y llega a idénticas conclusiones
que el de Cremo y Thompson. Lo único a favor del autor español es que no
ha tenido la osadía de enviar un ejemplar a Richard Leakey, como
hicieron sus colegas estadounidenses. Así que no tendrá que enfrentarse
a críticas como la de Leakey, a quien bastó echar un vistazo al libro
para concluir que 'Forbidden archeology' "es una completa tontería y no
merece ser tomado en serio por nadie si no es un tonto. Tristemente, hay
algunos [tontos], pero eso es parte de la selección [natural] y no hay
nada que se pueda hacer al respecto".

Cuando la realidad resulta incómoda

El juicio del célebre miembro de la saga de los Leakey va como anillo al
dedo a 'El código secreto', una obra alumbrada desde la más profunda
ignorancia y con la única intención de sacar  tajada, a cualquier
precio, de la curiosidad del público por nuestros orígenes. Todo vale
para Bruno Cardeñosa a la hora de traficar con misterios inventados y
abrirse un hueco en el mercado editorial. Así, en el caso del Hombre de
Hielo de Minnesota, oculta a los lectores que en su tiempo se
desenmascaró el fraude y habla del hombre-mono congelado como de una
prueba de que la "'ciencia ortodoxa', que impone su 'verdad' desde los
púlpitos, ha ocultado, y sigue haciéndolo, sospechas, hallazgos y
pruebas suficientes como para volver a escribir algunos de los episodios
más trascendentes de nuestra historia como seres vivos" (p. 13). En aras
de la transparencia que predica, Cardeñosa quien se define como alguien
que lleva "más de una década" enfrentándose "a realidades que los
científicos prefieren soslayar" (p.16) cuenta la primera parte de la
historia de Hansen y su criatura, pero se 'olvida' del desenlace. "No es
cuestión de que la realidad estropee un buen titular", dice la máxima
del periodismo sensacionalista. Esta sentencia se hace libro en 'El
código secreto'. Porque el del Hombre de Hielo de Minnesota no es un
caso aislado de falsificación de los hechos por parte del autor, sino la
punta del iceberg, la primera de una larga lista de verdades a medias
con las que intenta llevar a su huerto al lector, engañándole.

No es el objetivo de estas líneas requeriría de mucho más espacio y
tiempo analizar una a una las presuntas pruebas presentadas por
Cardeñosa para apoyar sus disparatadas tesis. Pero sí me voy a detener
en dos ejemplos reveladores: las huellas del lecho del río Paluxy y las
piedras de Ica. Para el autor, se trata de evidencias que demuestran que
el hombre convivió con los dinosaurios. Nada más y nada menos.

El lecho del río Paluxy, en Glen Rose (Texas, EE UU), es punto de
referencia obligado cuando se habla de una Humanidad como la plasmada en
'Los Picapiedra'. Allí, indica Cardeñosa, hay huellas de dinosaurios
junto a otras de seres humanas que habrían vivido en la época de los
'lagartos terribles'. Sin embargo, no es eso lo que sostiene Glen Kuban,
un biólogo que demostró en 1989 que algunos de los 'pies' del río Paluxy
son en realidad parte de las huellas plantares de  dinosaurios. "Algunas
pretendidas 'huellas humanas' de Glen Rose explicaba en la obra
colectiva 'Dinosaur tracks and traces' no se distinguen de huellas
metatarsales de dinosaurios, cuyas impresiones digitales han
desaparecido rellenadas por el barro, a causa de la erosión o debido a
otros factores. Otras depresiones alargadas de Glen Rose incluyen
figuras producto de la erosión y posibles marcas de colas, algunas de
las cuales también han sido confundidas con huellas humanas". Los
trabajos de Kuban, mediante el análisis cromático y de texturas de las
improntas, han demostrado sobre el terreno que las huellas
pretendidamente humanas pertenecen en realidad a dinosaurios. Sin
embargo, en 'El código secreto', se desestima esta explicación con el
peregrino argumento de que no se ha "encontrado jamás una huella no
humana similar" (p. 103) ¿acaso no pueden ser las primeras? y
recurriendo a otros 'expertos' entre ellos, el "antropólogo Carl Baugh"
(p.103) para quienes los rastros son humanos y datan de hace 140
millones de años. Baugh ni es antropólogo ni tiene ningún título
superior, por mucho que Cardeñosa le atribuya falsas credenciales; es
reverendo y, como su admirado Michael A. Cremo, un furibundo
creacionista cuyas afirmaciones ponen en duda sus propios
correligionarios. Una vez más, el fabricante de misterios español opta
por la explicación extraordinaria frente a la demostrada por la ciencia,
oculta información clave al público y toma partido descaradamente por
los antievolucionistas.

Algo parecido ocurre con las piedras de Ica (Perú), grabadas con escenas
de caza de dinosaurios, complejas operaciones quirúrgicas y viajes
aéreos a bordo de aves antediluvianas. El grupo de defensores de estas
piezas, cuyo propietario es el médico limeño Javier Cabrera, se reduce a
un puñado de 'fabricantes de paradojas' como acertadamente los
denominaba el fallecido Carl Sagan liderado por Juan José Benítez, que
exprimió este filón lítico en su libro 'Existió otra humanidad'. A pesar
de las confesiones de los campesinos, que han reconocido que realizan
los grabados para vender las piedras al crédulo de Cabrera, y de que
numerosos análisis han demostrado que las incisiones son recientes y se
han utilizado lijas, sierras y ácidos, Cardeñosa rebusca entre los
estudios para encontrar un par uno ambiguo y otro escasamente fiable de
los que colgar su tesis: "Que los grabados se efectuaron en la misma era
geológica en la que se formaron las piedras. Es decir, en la era de los
dinosaurios" (p. 98). La navaja de Occam vuelve a funcionar al revés;
curiosa forma de proceder en un autocalificado divulgador científico.

Los burdos ejemplos de Paluxy e Ica están acompañados de otros muchos,
pobremente descritos, de descubrimientos paleontológicos y tecnológicos
que desafiarían, según el autor, nuestra concepción actual de la
evolución humana: huesos de 'Homo sapiens' en estratos de hace 280
millones de años el hombre habría surgido en el camino evolutivo antes
que los mamíferos, pero eso no parece turbar al autor, huellas de
zapatos de hace 500 millones de años, clavos de hace 360 millones de
años, herramientas de piedra de hace 5 millones de años en Portugal...
Muchos son 'hallazgos' del siglo XIX o principios el XX que, como las
malas películas, no han superado el paso del tiempo. Cardeñosa,
obviamente, sólo cuenta en estos casos una parte de la historia o,
cuando presenta las dos, tergiversa la explicación convencional para
engordar el misterio. En general, hace lo mismo que sus maestros Cremo y
Thompson, quienes ignoran que tan importante o más que una pieza
concreta es localizarla debidamente en su contexto y que el valor
histórico de los materiales recuperados en una excavación reside en que
se recuperen de forma sistemática, en que luego se pueda reconstruir en
el yacimiento en el laboratorio.

Por si eso fuera poco, vuelve a ocultar a al lector en numerosas
ocasiones que se ha demostrado hace tiempo que esos hallazgos que, en su
opinión, no encajan en el escenario abocetado por los especialistas o
bien no se encontraron donde se dijo en un principio o bien no
corresponden a lo que se pretende. Es decir, Cardeñosa lleva a la
práctica lo mismo que achaca a los científicos cuando afirma que "la
historia de la evolución humana se ha borrado de acuerdo con el guión
preestablecido. Si algo no encaja, se menosprecia. O se encaja a la
fuerza, a riesgo de faltar a la verdad y a la razón empírica" (p. 162).
Como sentencia el dicho castellano, "cree el ladrón que todos son de su
condición". Pero todo vale a la hora de trasladar la propia falta de
rigor a otros, incluido culpar de la situación a esas imaginarias
conspiraciones tan del gusto de los charlatanes pseudocientíficos: "Las
pruebas de tan arriesgadas afirmaciones [se refiere a la existencia de
'Homo sapiens' hace decenas de millones de años] están en esos 'archivos
secretos' que la ciencia y los científicos parecen empeñados en mantener
lejos del alcance del gran público, por la sencilla razón de que no se
ajustan a los patrones establecidos" (p. 147).

Todo el genoma en un cromosoma

'El código secreto' es un libro que ataca a la ciencia, pero que, al
mismo tiempo, se sirve de ella para intentar disfrazar su mensaje hostil
de inocente y bienintencionada heterodoxia. Cardeñosa mezcla
indiscriminadamente información científica muchas veces, erróneamente
interpretada con otra procedente de fuentes pseudocientíficas. A ojos
del lector, coloca a la misma altura la posibilidad de que el hombre
conviviera con los dinosaurios que los hallazgos de Olduvai, a Lucy que
al Yeti. Otorga, a charlatanes como Erich von Däniken, Peter Kolosimo,
Jacques Bergier y Zecharia Sitchin, la misma o más credibilidad que a
científicos como Glen Kuban, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de
Castro y Eudald Carbonell. Todos ellos, sin distinción, son
investigadores. Así, abundan ejemplos de 'travestismo intelectual' como
el del ufólogo francés Aimé Michel, reconvertido en el mucho más digno
de crédito "antropólogo galo Aimé Michel", y hasta el más delirante
charlatán ibérico se transmuta en 'investigador'. A la hora de elaborar
el libro, Cardeñosa ha seguido esa misma línea y se ha nutrido, a partes
iguales, de literatura pseudocientífica y de auténtica divulgación. De
los 67 libros que cita y recomienda en la bibliografía, más de una
treintena corresponde a ufólogos y a quienes propugnan que la Tierra fue
visitada en el pasado por extraterrestres que enseñaron a nuestros
torpes ancestros a hacer maravillas: títulos como 'Astronaves en la
Prehistoria', de Kolosimo, y 'Los extraterrestres en la historia', de
Bergier, se recomiendan junto a 'El origen de las especies', de Charles
Darwin, y 'La especie elegida', de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez.
Y, en lo que se refiere a las revistas, equipara, por ejemplo, las
demenciales 'Año Cero' y 'Enigmas' con 'Nature', 'Science' e
'Investigación y Ciencia'. Es una manera como otra cualquiera de sembrar
la confusión, de minar la capacidad crítica del lector poco informado,
que, desorientado, concederá el mismo crédito a todas las fuentes y
autores citados. Un juego sucio que no sólo practica, sino del que
también se beneficia personalmente el propio Cardeñosa.

El autor se presenta reiteradamente como divulgador o periodista
científico porque es indudable que, de un tiempo a esta parte, esa
denominación da una especie de pátina de credibilidad. Es posible que
engañe a los más incautos; pero a nadie medianamente informado, porque,
sin entrar en profundidades, su ignorancia es manifiesta respecto a la
evolución, a la paleoantropología, a la arqueología, y a la ciencia y a
la cultura en general. Concede la misma relevancia a pruebas
consistentes que a otras que no lo son, prefiere 'siempre' las
explicaciones extraordinarias a las
ordinarias, pero pone la guinda a su incompetencia cuando incurre en
muestras evidentes de analfabetismo científico. Algunas tan brutales que
cualquiera que siga la actualidad a la través de la Prensa es capaz de
detectarlas. También sin ánimo de ser exhaustivos, veamos un par de
ejemplos.

Cardeñosa dedica parte de su obra a describir los conocimientos actuales
sobre la evolución humana lo que sabe la que él denomina 'ciencia
oficial' y, evidentemente, incluye información sobre los descubrimientos
realizados en los últimos años en los yacimientos de Atapuerca. Lo
primero que demuestra es una clara hostilidad hacia el trabajo de
Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell, los codirectores de las
excavaciones burgalesas, de quienes dice que "su ansia de inmortalidad
científica les ha llevado a vender más titulares que verdades" (p. 280).
"Atapuerca es, sobre todo, espectáculo", mantiene, y añade que "los
habitantes del pasado de Atapuerca son un monumento nacional intocable,
pero repleto de claroscuros. Tiene sus luces, y muchas. Pero Atapuerca
es, a mi entender, sinónimo de misterio y también de polémica. Atapuerca
está oscurecida por largas sombras y pronunciadas sospechas. Hoy por
hoy, el hombre de Atapuerca, llamado científicamente 'Homo antecessor',
no es el primer europeo. Tampoco el primer español. Y, ni mucho menos,
el 'eslabón perdido'" (p. 163).

Eludamos la referencia al 'eslabón perdido' que el autor se saca de la
manga y concedamos que los vestigios de homínidos de hace 1,8 millones
de años hallados en Dmanisi (Georgia) se encuentran geográficamente en E
uropa, ¿cuál es el primer homínido conocido que habitó la Península?
Cardeñosa afirma que el denominado 'hombre de Orce'. Y, para respaldar
su aseveración, no duda en volver a falsear la realidad. "Hay algo que,
según todos los investigadores, no admite discusión: el 'hombre de Orce'
fue 'Homo'" (p. 63), dice en apoyo un fósil que, sin embargo, rechaza la
mayoría de los especialistas. Porque el autor de 'El código secreto'
vuelve aquí a mentir: Josep Gibert se ha quedado prácticamente solo en
la defensa de la humanidad de los restos de Orce, lo que no significa
que los yacimientos de la vega granadina no vayan a deparar en los
próximos años sorpresas deseadas por todos los paleoantropólogos
españoles. Si Cardeñosa hubiera hablado alguna vez con Arsuaga, Bermúdez
de Castro y Carbonell cosa que no ha hecho les habría oído decir
repetidamente que la carrera por 'el más antiguo de' es estúpida y
anticientífica, que esa imagen que él presenta de la investigación
paleoantropológica como una competición en la que los protagonistas poco
menos que se apuñalan por defender 'sus' fósiles y someten la evidencia
al orgullo no tiene nada que ver con la realidad. Reducir Atapuerca al
'primer europeo' es un despropósito: estamos hablando de unos
yacimientos que resumen el último millón de años de historia humana en
Europa, en los que se ha encontrado una nueva especie, con una riqueza
de fósiles humanos inigualable, con abundancia de restos de cultura
material, etcétera. Pero, aún siendo una muestra de frivolidad supina,
no es esto lo más grave. Se puede entender que, en su ánimo de
reescribir la historia a su gusto, Cardeñosa tergiverse una vez más la
realidad. Lo difícilmente comprensible es que alguien que firma una obra
sobre la evolución humana se haga un lío de proporciones mayúsculas con
lo hallado en Atapuerca, un lío que, en esta ocasión, no creo
malintencionado, sino simplemente consecuencia de la ignorancia.

Como casi todo el mundo sabe, hay dos zonas particularmente famosas en
las excavaciones de Atapuerca: la Sima de los Huesos y la Gran Dolina.
La primera es una cavidad situada al fondo de una caída vertical de
trece metros en las profundidades de Cueva Mayor. La segunda es una
cueva que se excava al aire libre porque salió a la luz cuando se abrió
la Trinchera del Ferrocarril a finales del siglo XIX. En la Sima de los
Huesos, se han encontrado restos de una treintena de 'Homo
heidelbergensis', que datan de hace 300.000 años y cuya disposición
lleva a sospechar a Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell que nos
encontramos ante el primer enterramiento conocido. En aquella época, la
sima estaba conectada con el exterior por una boca después cegada, y los
investigadores creen que por allí tiraban los 'Homo heidelbergensis' a
los cadáveres para que quedaran depositados al fondo de la cavidad. Los
restos de la Gran Dolina son muy diferentes y mucho más antiguos. Datan
de hace unos 800.000 años y corresponden a individuos de 'Homo
antecessor' que, a partir de las huellas de descarnación que presentan
los huesos, fueron víctimas de un banquete caníbal ritual. De un
fenómeno cultural que, en opinión de Arsuaga, no era habitual. Pues
bien, este simple puzzle es de imposible comprensión para Cardeñosa,
que, gracias a la publicación de su libro, transmitirá su ignorancia a
los lectores que se acerquen por primera vez a los hallazgos de
Atapuerca.

El autor de 'El código secreto' dice que "aquellos supuestos antecesores
no vivían en el interior de la Gran Dolina, sino que fueron arrojados,
es de suponer que ya sin vida, por otros homínidos de la época. En
realidad, la cueva vendría a ser el primer cementerio del que tendríamos
constancia" (p. 175). Los adjetivos sobran ante esta muestra de
ignorancia. Cardeñosa confunde la Sima de los Huesos con la Gran Dolina,
y 'Homo antecessor' con 'Homo heidelbergensis', juntando de un plumazo
medio millón de años de historia y mezclando episodios que no tienen que
ver entre sí. Por ello, provoca la risa que alguien capaz de plasmar con
tanta desvergüenza su ignorancia para que quede memoria histórica de
ella en forma de libro la existente en forma de artículos y programas de
radio es apabullante afirme que "todos podemos" elaborar nuestros
propios árboles genealógicos sobre el origen del hombre, "no olvidemos
la figura del más conocido experto del mundo, Richard Leakey, que
decidió abandonar la universidad para investigar" (p. 44). Una
desfachatez que se entiende mejor cuando Cardeñosa tampoco duda en
adentrarse como elefante en cacharrería en el campo de la genética y nos
descubre que "cada cromosoma [humano] puede tener más de 30.000 genes"
(p. 202). ¡Impresionante! El número de nuestros genes oscila entre
30.000 y 40.000, según las estimaciones de los especialistas, frente a
los alrededor de 100.000 que se creía hace unos años. Sin embargo,
Cardeñosa habla de "más de 30.000 genes" en ¡cada cromosoma!, lo que
multiplicado por los veintitrés cromosomas supondría que el genoma
humano tendría unos 700.000 genes. Este error demuestra su categoría
profesional y pone en su justo término la credibilidad que merece.

Una evolución teledirigida

Podría extenderme mucho más en esta crítica, pero voy, en este último
tramo, a presentar en pocas pinceladas las disparatadas conclusiones del
autor, deteniéndome, eso sí, en la idea que da origen al título.
Cardeñosa se carga lo que sabemos de la evolución humana, basándose en
pruebas que ningún científico considera como tales y apoyándose en
material recopilado por antievolucionistas confesos como Michael A.
Cremo y Richard L. Thompson. Así, concluye que ya había seres humanos en
la época de los dinosaurios y que existieron 'Homo sapiens' en Europa,
África y América hace decenas de millones de años. Todas esas
Humanidades, sin embargo, se extinguieron  y nosotros somos los
descendientes de otra que surgió hace unos 150.000, lo que dice la
'ciencia oficial'. Mantiene Cardeñosa también que tenemos algo de
neandertales, por mucho que hasta el momento lo que se ha demostrado es
que no es así, y que de hecho  homínidos que se creen extintos siguen
habitando entre nosotros:  neandertales serían los abominables hombres
de Rusia y Asia Central, pero también algunas poblaciones de Marruecos;
'Homo erectus' serían "los 'hombres salvajes' de algunas islas
asiáticas"; 'Australopithecus', los monstruos humanoides africanos; y
'Gigantopithecus', el Yeti y otros. "En definitiva, los eslabones de la
cadena humana permanecen aún vivos sobre la faz de la Tierra, esperando
el momento en que la ciencia se ocupe de ellos" (p. 378), sentencia el
autor.

Bruno Cardeñosa titula su libro 'El código secreto' por la sencilla
razón de que cree en una evolución teledirigida o, lo que es lo mismo,
en una evolución que no es otra cosa que un creacionismo disfrazado.
Para él, la vida no sólo llegó del espacio abraza la tesis de la
panespermia, sino que "los mecanismos primigenios que dieron origen a la
vida estuvieron regidos por unas 'leyes' ajenas a la evolución" y que
"aquellas primitivas formas de vida tenían en su soporte interno algo
parecido a una 'orden': evolucionar hacia formas más complejas.
Disponían, en suma, de un 'código secreto' que señala que el objetivo
último de la evolución es el 'Homo sapiens'" (p. 397). Ésta es la
conclusión de una obra que pretende ser "un libro de denuncia que quiere
poner sobre la mesa cientos de pequeñas pruebas e indicios que deberían
obligar a los científicos a reescribir la historia", y que se desinfla
como un globo en cuanto se leen las primeras líneas.

Aún así, dada la carga de profundidad antievolucionista y anticientífica
de 'El código secreto', dados los disparates, las interpretaciones
erróneas y las tergiversaciones que se suceden párrafo a párrafo, dado
que el libro puede llegar a manos de lectores ingenuos que confíen en la
veracidad de sus contenidos y en la sabiduría del autor,  la comunidad
científica en general  y, en especial, los estudiosos de nuestro pasado
más remoto arqueólogos y paleoantropólogos no han de permanecer en
silencio y deben informar a la editorial (mail en grijalbo.com) de la
basura que ha publicado. Si no, que nadie se queje si alguna vez la
magnífica labor de divulgación que se está haciendo en nuestro país
sobre hallazgos como los de Atapuerca sucumbe ante el empuje de los
abanderados de la sinrazón y el oscurantismo.

Bruno Cardeñosa: 'El código secreto. Los misterios de la evolución
humana'. Editorial Grijalbo (Col. "Huellas Perdidas"). Barcelona. 418
páginas.

Agradecimientos

A José María Bello por haberme guiado en algunos tramos oscuros, haber
colaborado desinteresadamente en la búsqueda de información y haber
aportado mejoras sustanciales al original. A Julio Arrieta, Pedro Luis
Gómez Barrondo, Borja Marcos y Víctor R. Ruiz por haber leído el
original con minuciosidad y haber detectado errores que, gracias a
ellos, han sido subsanados. Cualquier error en este texto es
responsabilidad exclusiva del autor.

© 2001, Luis Alfonso Gámez.

[Nota de la Redacción] * Al cierre de este número hemos sabido que sin
motivo aparente la editorial Grijalbo ha decidido retrasar la
distribución del mamotreto de Bruno Cardeñosa. Así, el libro "El código
secreto", cuya salida al mercado era inminente, tardará dos semanas más
en contaminar con sus despropósitos los estantes de nuestras librerías y
las cabezas de sus futuros lectores. Probablemente sea tarde ya para
evitar el atentado cultural que supone la edición de la presente obra
pero lo que a buen seguro nadie puede negarnos es el derecho a mostrar
nuestro descontento - en la dirección mail en grijalbo.com - con una
política editorial que, en aras de un supuesto beneficio económico,
desdeña la calidad de los contenidos de sus publicaciones.