Martes, 16 de octubre de 2001
LOS PLACERES Y LOS DIAS
RELIGIóN Y CULTURA
FRANCISCO UMBRAL
LOS PLACERES Y LOS DIAS
Estamos ante una guerra atípica. Las guerras del siglo XX
ocurrían dentro de una misma religión o una misma cultura.
Hitler también era Europa, mal que nos pese. A Ben Laden no le
entendemos como no entendemos a Mahoma.
Una religión medieval se ha levantado contra la cultura
occidental. Toda religión es un estadio anterior de la
Humanidad. Eramos religiosos cuando no podíamos ser otra cosa.
Luego, con la cultura y la ciencia nos hemos vuelto laicos. Las
religiones fueron una especie de saber poético, muy válidas
cuando no se sabía nada. La religión, cualquier religión, se
rige y nos rige mediante la leyenda. La cultura y la ciencia
apelan a la realidad del hombre y a la naturalidad de la
naturaleza. Este es el desafío occidental a los siglos
religiosos.
El desafío que suponían las Torres Gemelas no era sólo un
desafío económico, como se ha dicho, sino ante todo un desafío
cultural, un alarde de racionalidad. Esto, quizá, es lo que no
podían soportar quienes divisaban esas torres desde una montaña
de piedra, torre asimisno, pero torre de Dios. Con Newton y
Descartes Occidente rompe para siempre sus confusos lazos con la
religión como explicación de la vida. Occidente echa a andar y
así llega a forjar el desafío revolucionario de París y el
desafío porvenirista de Nueva York.
Pero no todo son guerras santas. Tanto la religión como la
cultura o la filosofía han sido gestionadas siempre por los
grandes jeques de Dios o del dinero. Y el dinero es la expresión
beligerante de esa rivalidad entre los siglos antiguos, que
insisten, y los siglos actuales, que progresan.
Las Torres no eran sólo un desafío al siglo XIII, sino también
un desafío a los tesoros de Oriente y el petróleo pérsico, todo
ello tutelado de alguna forma por el imperio económico de
América. Asia y sus arrabales han intentado repetidamente
liberarse del patronazgo americano. La revolución soviética, más
que una revolución contra los zares lo fue contra los
anglosajones dueños de la electricidad. Lenin lo explica: «El
comunismo son los koljoses más la electricidad».
Este profundo tajo es lo que mejor explica la Historia, porque
la Historia viene avanzando de revolución en revolución,
mientras que Asia hace revoluciones inversas, hacia el pasado,
entendiendo el tiempo como el paraíso de los profetas y no como
el espacio por el que el hombre ha llegado desde el mono a las
Torres Gemelas. Claro que nadie tiene muy seguro cuál es el
mejor y verdadero asentamiento del ser entre las cosas y del
hombre en la Historia. En puridad, Oriente busca lo eterno en el
pasado y Occidente en lo venidero, desde Marx al capitalismo.
Como hemos dicho, la expresión beligerante y realísima de todo
eso es el dinero en cualquiera de sus representaciones, desde la
animal a la bancaria ¿dónde está el dierno y quién lo tiene? Ben
Laden ha respondido al desafío capitalista de Nueva York.
Derribando las Torres creyó parar la Historia. Y he aquí el
supremo fin de todos los misticismos orientales: detener la
Historia, esa imaginación del diablo; parar el tiempo, esa
torrentera que ellos imaginan como un lago. Quizá tenga uested
razón, pero a favor del tiempo se corre más y se llega antes,
señor Laden.
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