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Re: [escepticos] El diario de Ana Frank
Hola...
No entiendo la importancia que se está dando a este tema. Nadie -o casi
nadie- duda del asesinato masivo de judíos en los años 40. Tampoco se pone
en duda el genocidio de los armenios, bastante menos conocido, ni el tráfico
de 'ebano', ni otras barbaridades que ha hecho -y seguirá haciendo- el
hombre. El tal 'diario' es nada más, ni menos, que un testimonio más de la
barbarie a la que el hombre es tan propenso. Los judíos fueron las víctimas
de ayer, y son, por cierto, los genocidas de hoy. ¿O acaso está prohibido
decirlo? Cuando se edite el diario de alguna víctima de los judíos de hoy,
también habrá quien ponga en duda su autenticidad, seguro. Como ha pasado
con el de Anna Frank. Igual. La muerte y el sufrimiento humano no es 'de
mayor calidad' o 'más importante' porque toque a un grupo étnico en
particular. Todos los muertos son iguales, y el dolor no distingue entre
razas ni pueblos.
Saludos
Javier Susaeta
----- Original Message -----
From: <ebardo en Zaragoza.net>
To: <escepticos-digest en dis.ulpgc.es>
Sent: Tuesday, July 30, 2002 8:39 AM
Subject: [escepticos] El diario de Ana Frank
> Hola.
>
> Este es el capítulo dedicado al diario de Ana Frank en el libro de Cesar
Vidal Manzanares "La revisión del Holocausto", Anaya & Mario Muchnik, 1994.
>
> Saludos.
>
> Eduardo Giménez González.
> Ebardo en zaragoza.net
>
> *************************
>
> El Diario de Ana Frank
>
> El Diario de Ana Frank constituye, desde hace décadas, uno de los
objetivos principales de los ataques de la literatura revisionista. Ya Paul
Rassinier se permitió arrojar dudas sobre su veracidad, aunque no negara
expresamente que se tratara de un documento auténtico. Desde entonces ha
sido raro el autor revisionista que, por escrito o verbalmente, no ha
cuestionado la autenticidad de esta obra. Buena prueba de ello la
constituyen los ejemplos de R. Harwood, A. Butz, D. Irving o R. Faurisson.
Las razones para semejante actitud son, fundamentalmente, dos. En primer
lugar, pese a que el relato recoge sólo referencias a la vida de Ana y su
familia anteriores a su arresto y deportación a un campo de exterminio nazi,
la sensación de cercanía y humanidad emanada de la obra ha contribuido
poderosamente a comprender el horror del Holocausto. Lo que Ana dejó
consignado en las páginas de su diario resulta un testimonio mucho más
cálido e impresionante que las frías estadísticas del !
> exterminio por muy documentadas y exactas que éstas puedan resultar. Por
otro lado, evidencia hasta qué punto el Holocausto obedecía a un plan
premeditado dirigido a tronchar la vida de seres inocentes -como la niña Ana
Frank- cuya única culpa a los ojos del Tercer Reich era haber nacido judios.
Lejos de ser espías, saboteadores, guerrilleros o tortuosos personajes del
quimérico gobierno judío en las sombras, Anna Frank, su familia y las otras
personas que compartían el refugio con ellos no eran sino seres humanos
corrientes cuya muerte había sido decretada por el nazismo de manera
absolutamente despiadada.
> En segundo lugar, esta obra se ha ido convirtiendo, en virtud de sus
cualidades intrínsecas, en un testimonio casi emblemático de lo que
significó el Holocausto. Precisamente por ello, el revisionismo ha sido
consciente de que el descrédito arrojado sobre el mismo podía tener un
efecto interesante en lo que a la manipulación de personas desinformadas
sobre el Holocausto se refiere. No en vano desde que fue editado al poco de
concluir la Segunda guerra mundial, el Diario de Ana Frank ha vendido más de
veinte millones de copias en unos cuarenta países y ha sido traducido a las
lenguas más importantes.
>
> El Diario anna Frank
>
> La joven Ana inició la redacción de su diario el 12 de junio de 1942.
Durante los veintiséis meses siguientes, iría llenando con sus experiencias
diferentes materiales que conformarían la totalidad de esta obra, a la vez
que escribía una colección de cuentos, a la que denominó "Cuentos del anexo
secreto", en una clara referencia al escondite donde se hallaba refugiada
con su familia. Unos cinco meses antes de que se produjera su detención,
escuchó en un programa radiado desde Londres cómo el ministro holandés de
Educación hacia un llamado a guardar aquellos documentos que permitieran dar
a conocer a las generaciones venideras lo que habla sido aquel período
histórico. Ana captó la importancia de aquella sugerencia y decidió
reescribir los primeros volúmenes de su diario en papel suelto. En esta
nueva redacción, posiblemente por razones de delicadeza y discreción, Ana
cambió el nombre de los personajes principales incluyendo su propio apellido
que pasó a ser Robin.
> Ana Frank no sobreviviría al Holocausto. Cuando su padre, Otto Frank,
regresó al hogar tras ser liberado de Auschwitz, preparó una versión
mecanografiada del diario destinada a parientes y amigos. En la misma
introdujo algunas correcciones gramaticales, incorporó algunos aspectos
procedentes de las distintas redacciones realizadas por Ana y eliminó
pasajes que pudieran resultar ofensivos o que estaban referidos a cuestiones
intimas de la vida familiar, como la tensa relación existente entre Ana y su
madre. Esta versión paterna del diario, con algunos retoques más, fue
presentada a varias editoriales con la finalidad de que se estudiara la
posibilidad de publicarla. Inicialmente Otto Frank sólo obtuvo negativas. La
aceptación de la obra por parte de una editorial holandesa conllevó nuevos
cortes en la obra. El editor estimaba que las referencias al período
femenino, a la vida sexual y a dos niñas que se tocaban mutuamente los
pechos eran demasiado escabrosas para el público !
> holandés y, por esa razón, fueron suprimidas. Las ediciones inglesa,
alemana, francesa y norteamericana también sufrieron algunas variaciones.
Estas diferencias -por otra parte, mínimas- entre las diferentes ediciones,
así como los dos distintos tipos de escritura y las clases de tinta y papel
que, supuestamente, no fueron fabricadas hasta la década de los cincuenta
constituirían los argumentos principales enarbolados por los revisionistas
para acusar al Diario de fraude. A ello se añadiría el conjunto de sucesos
desagradables vinculados a la persona de Meyer Levin.
>
> El asunto Levin
>
> Meyer Levin, que había examinado el Diario cuando aún residía en Francia,
redactó una reseña muy elogiosa del mismo al ser publicada la obra por
Doubleday. Dado que Levin sugería que sería interesante adaptar el libro
para ser representado en el teatro y para convertirlo en una película, en
1952 Otto Frank lo contrató como agente en Estados Unidos para que
consiguiera que la obra escrita por su hija fuera llevada a los escenarios.
La relación no funcionaría de acuerdo con las expectativas. Levin redactó un
guión que fue rechazado por varios productores y, al final, Frank optó por
encomendar la tarea a Kermit Bloomgarden. Este no se atrevió a adaptar la
obra -como había hecho Levin- y tras consultar la cuestión con Lillian
Hellman, encomendó el trabajo a dos guionistas de la Metro Goldwin Mayer. La
medida resultó un acierto absoluto y, en 1955, la adaptación obtuvo el
premio Pulitzer. Desgraciadamente, aquel éxito se iba a revelar como el
inicio de complicaciones ulteriores.
> A la vista del éxito que, según él, se le había escapado de las manos,
Meyer Levin inició un procedimiento legal alegando que la adaptación era un
plagio de una obra anterior suya. En enero de 1958, un tribunal resolvió que
Levin debía ser indemnizado con la suma de 50.000 dólares, pero la decisión
fue recurrida y, finalmente, el tribunal supremo de Nueva York señaló que no
había lugar a ningún tipo de indemnización, ya que las similitudes entre la
adaptación de Levin y la de los dos guionistas de la MGM arrancaban de la
existencia de una fuente común para ambas, que era el Diario de Ana Frank.
Aunque parecía obvio que Levin carecía de derechos a cualquier compensación
monetaria no por ello había decidido abandonar sus pretensiones. Finalmente,
y tras dos años de tira y afloja, Levin y Frank llegaron a un acuerdo
extrajudicial en virtud del cual el segundo abonó 15.000 dólares a cambio de
la renuncia del primero a cualquier tipo de derecho que pudiera tener sobre
la adaptac!
> ión de la obra.
> Levin continuó siendo presa de una extraña pasión por el libro. En 1966
intentó adaptarlo nuevamente en Israel, lo que fue impedido a petición de
los abogados de Otto Frank. Acabó redactando una obra en la que rememoraría
su entusiasta relación con el escrito. Lo que seguramente nunca imaginó es
que su amor por el Diario de Ana Frank iba a convertirse, previa
tergiversación de los datos acerca del mismo, en un arsenal inacabable para
los revisionistas.
>
> El revisionismo y el Diario de Ana Frank
>
> El primer embate contra el Diario de Ana Frank se produjo en 1957 en
Suecia. Un crítico literario de origen danés afirmó que Levin era el
verdadero autor de la obra y que una prueba de ello estaba en que ni Ana ni
Peter eran nombres judíos. La afirmación se extendió como una mancha de
aceite por Noruega, Austria y la RFA. Al año siguiente, un profesor alemán
de instituto que había sido miembro de las SA y dirigente de las juventudes
hitlerianas afirmó que la obra era un fraude que había proporcionado
"millones a los que se habían aprovechado de la derrota de Alemania. De
manera inmediata el dirigente de un partido alemán de extrema derecha se
sumó a la acusación. Otto Frank y los editores del Diario iniciaron
inmediatamente una acción legal contra ambos que, finalmente, concluyó en un
acuerdo extrajudicial mediante el cual los demandados reconocían que estaban
convencidos de que el diario no era un fraude y además pedían excusas por
las afirmaciones, sin fundamento, que hab!
> ían realizado. Por desgracia, aquello sólo era el principio.
> Nueve años después, el American Mercury publicaba un artículo con la firma
de Teressa Hendry titulado "Was Anne Frank's Diary a Hoax?" (¿Fue un fraude
el Diario de Ana Frank?). De manera muy sutil, se señalaba que el Diario
podía haber sido escrito por Levin y que, si así era efectivamente, se
trataba de un engaño difundido de manera masiva. A partir de entonces, la
descarga revisionista arrojada sobre el libro fue incesante. Ya hemos
mencionado a inicios de este capítulo a algunos de los autores revisionistas
empeñados en esta batalla, cuya categoría académica o ha sido desvelada en
páginas anteriores (Butz, etcétera) o lo será en la tercera parte del
presente estudio (Irving, Faurisson, etcétera). Sin embargo, no fueron ellos
los únicos en lanzarse a esa contienda. De hecho, en 1975, Heinz Roth, un
neonazi de la RFA comenzó a distribuir panfletos en que señalaba que el
diario era un fraude escrito por un autor neoyorkino. El episodio -como era
de esperar- concluiría con l!
> a derrota judicial de Roth frente a Otto Frank.
> Sin embargo, pese a su falsedad y mala fe, es dudoso que ninguno de los
episodios anteriores resultara más denigrante que el protagonizado por el
"Testigo de Jehová, investigador de la Biblia y editor" Ditlieb Felderer.
Este publicó en 1978 un libelo repulsivo en el que se calificaba al Diario
de Ana Frank de "la primera obra de pornografía infantil" y en el que se
pretendía demostrar no sólo que el mismo era un fraude sino que además
constituía una clara demostración de cómo los judíos, obsesionados con el
sexo de una manera enfermiza, son asimismo la fuente de la que emana la
basura pornográfica destinada a contaminar las mentes de los niños. Da la
sensación de que Felderer, editor de algunos materiales sobre el Holocausto
de contenido rayano en lo pornográfico, estaba proyectando su propio yo
sobre las páginas escritas por la niña, hija de Otto Frank.
> Por desgracia, la disputa sobre el Diario de Ana Frank, que se había
iniciado sin ningún tipo de bases, excedería pronto los limites del
revisionismo, adentrándose en medios aparentemente más respetables. En 1977,
se solicitó del Bundeskriminalamt alemán que elaborara un informe para saber
si el papel y el material de escritorio usado para la redacción del Diario
existían ya en el periodo situado entre 1941 y 1944. El informe, de cuatro
páginas de extensión, señaló que todos los materiales habían sido fabricados
con anterioridad a 1950-1951 y que, por lo tanto, podían haber sido usados
por Ana Frank. Sin embargo, no hacia referencia a la autenticidad de la obra
y, como de pasada, señalaba que ésta contenía enmiendas realizadas a
bolígrafo en algunas páginas sueltas. La tinta en este caso sólo había
podido ser adquirida con posterioridad a 1951. La publicación alemana Der
Spiegel no tardó en editar un artículo sensacionalista con el siguiente
titular: "El Diario de Ana Frank!
> fue editado en una fecha posterior. Se arroja por lo tanto una nueva
duda sobre la autenticidad de ese documento". A continuación, demostrando
una preocupante falta de profesionalidad, y sin hacer ninguna referencia al
carácter de las enmiendas, ni al hecho de si habían sido incorporadas al
texto impreso, ni a la época en que se habían realizado, se indicaba la
posibilidad de que el texto derivara de la mano de un impostor y se
aseguraba que el Diario se había visto sujeto a innumerables
«manipulaciones». Por si cupiera alguna duda acerca de quiénes eran los más
interesados en negar la veracidad del libro se subrayaba que los que
cuestionaban la veracidad del Diario eran los mismos que pretendían acabar
con el "fraude de las cámaras de gas". En eso al menos Der Spiegel
transmitía una correcta información.
>
> El fin de la controversia
>
> Aquel mismo año se produjo la muerte de Otto Frank y el texto original del
Diario escrito por su hija Ana pasó al Instituto Estatal Holandés de
Documentación de Guerra. La controversia había llegado a un punto tal, que
la mencionada institución decidió someter la obra a una nueva serie de
pruebas de autenticidad. El papel, la tinta y la goma de pegar que componían
el escrito pasaron por un severo escrutinio, al igual que otros veintidós
documentos que contenían escritos de Ana y su familia. Sellos de correos,
matasellos, cartas y postales fueron objeto de una revisión que permitiera
afirmar de una vez por todas si el Diario era o no auténtico.
> El resultado final de esta labor fue puesto por escrito en un informe
técnico de 250 páginas. En relación con los materiales, el estudio afirmaba
que el papel, la goma, el material de encuadernación y la tinta tenían que
ser fechados en la década de los cuarenta. Incluso en este último caso, se
encontró que la tinta contenía hierro, una circunstancia que obligaba a
datarla antes de 1950, ya que a partir de ese año, la tinta no contenía
hierro en absoluto o la proporción del mismo era mucho más baja.
> Con respecto a los diarios, resultaba indiscutible que se debían a una
sola persona que había escrito durante el periodo cronológico indicado en
los mismos. La diferencia entre los dos tipos de letra obedecía simplemente
a los cambios experimentados en el desarrollo normal de un niño y no
permitía dudar en absoluto de que se debían a la misma mano. Las enmiendas
eran muy limitadas y variaban de una sola letra a un conjunto formado por
tres palabras. De hecho, no alteraban en absoluto el sentido del texto de la
versión más antigua.
> Fruto de esta magna tarea vendría a ser finalmente una edición crítica del
diario de un total de 712 páginas, en la que aparece la versión original, la
edición realizada por Ana, la versión publicada y referencias a los
hallazgos realizados por los expertos. El final de toda la historia ha
estado dotado, por lo tanto, de lo que casi podría considerarse un carácter
ejemplarizante. Empeñados en negar la veracidad de lo evidente, los
revisionistas, desde las primeras figuras hasta los menos conocidos, han
conseguido el resultado opuesto: un arsenal de pruebas irrefutables en favor
de la autenticidad del Diario de Ana Frank, así como una innegable
demostración de su deshonestidad intelectual y de su carencia total de base
científica. Al fin y a la postre, el revisionismo, lejos de ser una escuela
histórica, constituye sólo parte del aparato propagandístico de un
movimiento ideológico bien definido. A analizar este aspecto dedicaremos los
siguientes capítulos de la presente obra.
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