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[escepticos] El diario de Ana Frank
Hola.
Este es el capítulo dedicado al diario de Ana Frank en el libro de Cesar Vidal Manzanares "La revisión del Holocausto", Anaya & Mario Muchnik, 1994.
Saludos.
Eduardo Giménez González.
Ebardo en zaragoza.net
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El Diario de Ana Frank
El Diario de Ana Frank constituye, desde hace décadas, uno de los objetivos principales de los ataques de la literatura revisionista. Ya Paul Rassinier se permitió arrojar dudas sobre su veracidad, aunque no negara expresamente que se tratara de un documento auténtico. Desde entonces ha sido raro el autor revisionista que, por escrito o verbalmente, no ha cuestionado la autenticidad de esta obra. Buena prueba de ello la constituyen los ejemplos de R. Harwood, A. Butz, D. Irving o R. Faurisson. Las razones para semejante actitud son, fundamentalmente, dos. En primer lugar, pese a que el relato recoge sólo referencias a la vida de Ana y su familia anteriores a su arresto y deportación a un campo de exterminio nazi, la sensación de cercanía y humanidad emanada de la obra ha contribuido poderosamente a comprender el horror del Holocausto. Lo que Ana dejó consignado en las páginas de su diario resulta un testimonio mucho más cálido e impresionante que las frías estadísticas del !
exterminio por muy documentadas y exactas que éstas puedan resultar. Por otro lado, evidencia hasta qué punto el Holocausto obedecía a un plan premeditado dirigido a tronchar la vida de seres inocentes -como la niña Ana Frank- cuya única culpa a los ojos del Tercer Reich era haber nacido judios. Lejos de ser espías, saboteadores, guerrilleros o tortuosos personajes del quimérico gobierno judío en las sombras, Anna Frank, su familia y las otras personas que compartían el refugio con ellos no eran sino seres humanos corrientes cuya muerte había sido decretada por el nazismo de manera absolutamente despiadada.
En segundo lugar, esta obra se ha ido convirtiendo, en virtud de sus cualidades intrínsecas, en un testimonio casi emblemático de lo que significó el Holocausto. Precisamente por ello, el revisionismo ha sido consciente de que el descrédito arrojado sobre el mismo podía tener un efecto interesante en lo que a la manipulación de personas desinformadas sobre el Holocausto se refiere. No en vano desde que fue editado al poco de concluir la Segunda guerra mundial, el Diario de Ana Frank ha vendido más de veinte millones de copias en unos cuarenta países y ha sido traducido a las lenguas más importantes.
El Diario anna Frank
La joven Ana inició la redacción de su diario el 12 de junio de 1942. Durante los veintiséis meses siguientes, iría llenando con sus experiencias diferentes materiales que conformarían la totalidad de esta obra, a la vez que escribía una colección de cuentos, a la que denominó "Cuentos del anexo secreto", en una clara referencia al escondite donde se hallaba refugiada con su familia. Unos cinco meses antes de que se produjera su detención, escuchó en un programa radiado desde Londres cómo el ministro holandés de Educación hacia un llamado a guardar aquellos documentos que permitieran dar a conocer a las generaciones venideras lo que habla sido aquel período histórico. Ana captó la importancia de aquella sugerencia y decidió reescribir los primeros volúmenes de su diario en papel suelto. En esta nueva redacción, posiblemente por razones de delicadeza y discreción, Ana cambió el nombre de los personajes principales incluyendo su propio apellido que pasó a ser Robin.
Ana Frank no sobreviviría al Holocausto. Cuando su padre, Otto Frank, regresó al hogar tras ser liberado de Auschwitz, preparó una versión mecanografiada del diario destinada a parientes y amigos. En la misma introdujo algunas correcciones gramaticales, incorporó algunos aspectos procedentes de las distintas redacciones realizadas por Ana y eliminó pasajes que pudieran resultar ofensivos o que estaban referidos a cuestiones intimas de la vida familiar, como la tensa relación existente entre Ana y su madre. Esta versión paterna del diario, con algunos retoques más, fue presentada a varias editoriales con la finalidad de que se estudiara la posibilidad de publicarla. Inicialmente Otto Frank sólo obtuvo negativas. La aceptación de la obra por parte de una editorial holandesa conllevó nuevos cortes en la obra. El editor estimaba que las referencias al período femenino, a la vida sexual y a dos niñas que se tocaban mutuamente los pechos eran demasiado escabrosas para el público !
holandés y, por esa razón, fueron suprimidas. Las ediciones inglesa, alemana, francesa y norteamericana también sufrieron algunas variaciones. Estas diferencias -por otra parte, mínimas- entre las diferentes ediciones, así como los dos distintos tipos de escritura y las clases de tinta y papel que, supuestamente, no fueron fabricadas hasta la década de los cincuenta constituirían los argumentos principales enarbolados por los revisionistas para acusar al Diario de fraude. A ello se añadiría el conjunto de sucesos desagradables vinculados a la persona de Meyer Levin.
El asunto Levin
Meyer Levin, que había examinado el Diario cuando aún residía en Francia, redactó una reseña muy elogiosa del mismo al ser publicada la obra por Doubleday. Dado que Levin sugería que sería interesante adaptar el libro para ser representado en el teatro y para convertirlo en una película, en 1952 Otto Frank lo contrató como agente en Estados Unidos para que consiguiera que la obra escrita por su hija fuera llevada a los escenarios. La relación no funcionaría de acuerdo con las expectativas. Levin redactó un guión que fue rechazado por varios productores y, al final, Frank optó por encomendar la tarea a Kermit Bloomgarden. Este no se atrevió a adaptar la obra -como había hecho Levin- y tras consultar la cuestión con Lillian Hellman, encomendó el trabajo a dos guionistas de la Metro Goldwin Mayer. La medida resultó un acierto absoluto y, en 1955, la adaptación obtuvo el premio Pulitzer. Desgraciadamente, aquel éxito se iba a revelar como el inicio de complicaciones ulteriores.
A la vista del éxito que, según él, se le había escapado de las manos, Meyer Levin inició un procedimiento legal alegando que la adaptación era un plagio de una obra anterior suya. En enero de 1958, un tribunal resolvió que Levin debía ser indemnizado con la suma de 50.000 dólares, pero la decisión fue recurrida y, finalmente, el tribunal supremo de Nueva York señaló que no había lugar a ningún tipo de indemnización, ya que las similitudes entre la adaptación de Levin y la de los dos guionistas de la MGM arrancaban de la existencia de una fuente común para ambas, que era el Diario de Ana Frank. Aunque parecía obvio que Levin carecía de derechos a cualquier compensación monetaria no por ello había decidido abandonar sus pretensiones. Finalmente, y tras dos años de tira y afloja, Levin y Frank llegaron a un acuerdo extrajudicial en virtud del cual el segundo abonó 15.000 dólares a cambio de la renuncia del primero a cualquier tipo de derecho que pudiera tener sobre la adaptac!
ión de la obra.
Levin continuó siendo presa de una extraña pasión por el libro. En 1966 intentó adaptarlo nuevamente en Israel, lo que fue impedido a petición de los abogados de Otto Frank. Acabó redactando una obra en la que rememoraría su entusiasta relación con el escrito. Lo que seguramente nunca imaginó es que su amor por el Diario de Ana Frank iba a convertirse, previa tergiversación de los datos acerca del mismo, en un arsenal inacabable para los revisionistas.
El revisionismo y el Diario de Ana Frank
El primer embate contra el Diario de Ana Frank se produjo en 1957 en Suecia. Un crítico literario de origen danés afirmó que Levin era el verdadero autor de la obra y que una prueba de ello estaba en que ni Ana ni Peter eran nombres judíos. La afirmación se extendió como una mancha de aceite por Noruega, Austria y la RFA. Al año siguiente, un profesor alemán de instituto que había sido miembro de las SA y dirigente de las juventudes hitlerianas afirmó que la obra era un fraude que había proporcionado "millones a los que se habían aprovechado de la derrota de Alemania. De manera inmediata el dirigente de un partido alemán de extrema derecha se sumó a la acusación. Otto Frank y los editores del Diario iniciaron inmediatamente una acción legal contra ambos que, finalmente, concluyó en un acuerdo extrajudicial mediante el cual los demandados reconocían que estaban convencidos de que el diario no era un fraude y además pedían excusas por las afirmaciones, sin fundamento, que hab!
ían realizado. Por desgracia, aquello sólo era el principio.
Nueve años después, el American Mercury publicaba un artículo con la firma de Teressa Hendry titulado "Was Anne Frank's Diary a Hoax?" (¿Fue un fraude el Diario de Ana Frank?). De manera muy sutil, se señalaba que el Diario podía haber sido escrito por Levin y que, si así era efectivamente, se trataba de un engaño difundido de manera masiva. A partir de entonces, la descarga revisionista arrojada sobre el libro fue incesante. Ya hemos mencionado a inicios de este capítulo a algunos de los autores revisionistas empeñados en esta batalla, cuya categoría académica o ha sido desvelada en páginas anteriores (Butz, etcétera) o lo será en la tercera parte del presente estudio (Irving, Faurisson, etcétera). Sin embargo, no fueron ellos los únicos en lanzarse a esa contienda. De hecho, en 1975, Heinz Roth, un neonazi de la RFA comenzó a distribuir panfletos en que señalaba que el diario era un fraude escrito por un autor neoyorkino. El episodio -como era de esperar- concluiría con l!
a derrota judicial de Roth frente a Otto Frank.
Sin embargo, pese a su falsedad y mala fe, es dudoso que ninguno de los episodios anteriores resultara más denigrante que el protagonizado por el "Testigo de Jehová, investigador de la Biblia y editor" Ditlieb Felderer. Este publicó en 1978 un libelo repulsivo en el que se calificaba al Diario de Ana Frank de "la primera obra de pornografía infantil" y en el que se pretendía demostrar no sólo que el mismo era un fraude sino que además constituía una clara demostración de cómo los judíos, obsesionados con el sexo de una manera enfermiza, son asimismo la fuente de la que emana la basura pornográfica destinada a contaminar las mentes de los niños. Da la sensación de que Felderer, editor de algunos materiales sobre el Holocausto de contenido rayano en lo pornográfico, estaba proyectando su propio yo sobre las páginas escritas por la niña, hija de Otto Frank.
Por desgracia, la disputa sobre el Diario de Ana Frank, que se había iniciado sin ningún tipo de bases, excedería pronto los limites del revisionismo, adentrándose en medios aparentemente más respetables. En 1977, se solicitó del Bundeskriminalamt alemán que elaborara un informe para saber si el papel y el material de escritorio usado para la redacción del Diario existían ya en el periodo situado entre 1941 y 1944. El informe, de cuatro páginas de extensión, señaló que todos los materiales habían sido fabricados con anterioridad a 1950-1951 y que, por lo tanto, podían haber sido usados por Ana Frank. Sin embargo, no hacia referencia a la autenticidad de la obra y, como de pasada, señalaba que ésta contenía enmiendas realizadas a bolígrafo en algunas páginas sueltas. La tinta en este caso sólo había podido ser adquirida con posterioridad a 1951. La publicación alemana Der Spiegel no tardó en editar un artículo sensacionalista con el siguiente titular: "El Diario de Ana Frank!
fue editado en una fecha posterior. Se arroja por lo tanto una nueva duda sobre la autenticidad de ese documento". A continuación, demostrando una preocupante falta de profesionalidad, y sin hacer ninguna referencia al carácter de las enmiendas, ni al hecho de si habían sido incorporadas al texto impreso, ni a la época en que se habían realizado, se indicaba la posibilidad de que el texto derivara de la mano de un impostor y se aseguraba que el Diario se había visto sujeto a innumerables «manipulaciones». Por si cupiera alguna duda acerca de quiénes eran los más interesados en negar la veracidad del libro se subrayaba que los que cuestionaban la veracidad del Diario eran los mismos que pretendían acabar con el "fraude de las cámaras de gas". En eso al menos Der Spiegel transmitía una correcta información.
El fin de la controversia
Aquel mismo año se produjo la muerte de Otto Frank y el texto original del Diario escrito por su hija Ana pasó al Instituto Estatal Holandés de Documentación de Guerra. La controversia había llegado a un punto tal, que la mencionada institución decidió someter la obra a una nueva serie de pruebas de autenticidad. El papel, la tinta y la goma de pegar que componían el escrito pasaron por un severo escrutinio, al igual que otros veintidós documentos que contenían escritos de Ana y su familia. Sellos de correos, matasellos, cartas y postales fueron objeto de una revisión que permitiera afirmar de una vez por todas si el Diario era o no auténtico.
El resultado final de esta labor fue puesto por escrito en un informe técnico de 250 páginas. En relación con los materiales, el estudio afirmaba que el papel, la goma, el material de encuadernación y la tinta tenían que ser fechados en la década de los cuarenta. Incluso en este último caso, se encontró que la tinta contenía hierro, una circunstancia que obligaba a datarla antes de 1950, ya que a partir de ese año, la tinta no contenía hierro en absoluto o la proporción del mismo era mucho más baja.
Con respecto a los diarios, resultaba indiscutible que se debían a una sola persona que había escrito durante el periodo cronológico indicado en los mismos. La diferencia entre los dos tipos de letra obedecía simplemente a los cambios experimentados en el desarrollo normal de un niño y no permitía dudar en absoluto de que se debían a la misma mano. Las enmiendas eran muy limitadas y variaban de una sola letra a un conjunto formado por tres palabras. De hecho, no alteraban en absoluto el sentido del texto de la versión más antigua.
Fruto de esta magna tarea vendría a ser finalmente una edición crítica del diario de un total de 712 páginas, en la que aparece la versión original, la edición realizada por Ana, la versión publicada y referencias a los hallazgos realizados por los expertos. El final de toda la historia ha estado dotado, por lo tanto, de lo que casi podría considerarse un carácter ejemplarizante. Empeñados en negar la veracidad de lo evidente, los revisionistas, desde las primeras figuras hasta los menos conocidos, han conseguido el resultado opuesto: un arsenal de pruebas irrefutables en favor de la autenticidad del Diario de Ana Frank, así como una innegable demostración de su deshonestidad intelectual y de su carencia total de base científica. Al fin y a la postre, el revisionismo, lejos de ser una escuela histórica, constituye sólo parte del aparato propagandístico de un movimiento ideológico bien definido. A analizar este aspecto dedicaremos los siguientes capítulos de la presente obra.
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