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Re: [escepticos] Felicidades



----- Original Message -----
From: "Eloy Anguiano Rey" <eloyang en teleline.es>
> Felices fiestas de invierno, sobre todo la de hoy, fiesta del solsticio
> de invierno (aunque un poco mal calculada) y feliz entrada en el tercer
> año del tercer milenio que se corresponde con el año duomilesimo tercero
> según el estado actual de cuentas.
> Aunque realmente y según la normativa del calendario juliano sin la
> reforma de Nicea aún quedan más de 60 días para el principio del año
> teniendo en cuenta la reforma gregoriana.
> ;-)
> Estas fechas son para hablar de calendario. ¿Algún erudito que nos
> informe? ¿Propuestas de calendario?




No soy erudito; es decir, soy erudito en nada, lo cual me avergüenza mucho,
especialmente enfrente de un auditorio erudito como el de ustedes. En todo
caso, a veces leo erudiciones pendejas que encuentro por ahí, o pendejadas
eruditas, como quieran llamarlas.

En fin, seguramente la mayoría de ustedes conoce al finado Isaac Asimov,
doctor en bioquímica, nacido en Rusia, y radicado desde niño en los Estados
Unidos. Uno de los escritores de ciencia ficción y divulgación científica
más prolíficos, autor, entre muchas otras cosas, de la famosa "Serie de
las fundaciones" (ciencia ficción) e "Introducción a la ciencia" y "El
código genético" (divulgación científica).

Sería necio contarle a una audiencia como la de ustedes cosas de alguien
como Asimov, a quien con seguridad conocen mucho mejor que yo. Sin embargo,
dado que Eloy Anguiano pregunta sobre propuestas de calendario, no resistí
la tentación de retranscribirles un ensayo de Asimov llamado "The week
excuse", en el cual el buen doctor hace algunos ejercicios mentales al
respecto y propone cosas concretas, muy interesantes. Este artículo lo copié
hace ya algunos años y lo retranscribí a otras listas con motivo de la
famosa discusión sobre cuál era en realidad el primer año del siglo XXI
(2000 ó 2001).

Bueno, ahí les va. Disculpen, es un poco largo para un e-mail; de pronto si
el tema les llama verdaderamente la atención, es mejor que lo impriman y lo
lean con toda tranquilidad recostados en la cama o sentados en el
sanitario...;-)   Mejor dicho, en el lugar en donde más disfruten leyendo.

En todo caso, que lo disfruten.

Saludos

jmb

PS Ustedes sabrán disculpar los errores de transcripción, y el hecho de que
lo copié sin permiso


=================================================


LA EXCUSA DE LA SEMANA
(The Week Excuse) (Fantasy & Science Fiction, junio de 1972)

Isaac Asimov


En los últimos años he aparecido de vez en cuando en diversas charlas
televisivas. No tan a menudo como para convertirme en una celebridad
nacional, pero sí lo bastante  como para que ciertas personas experimenten
una incierta sensación de casi reconocimiento cuando me ven.

En este reconocimiento colaboran las patillas y el pelo largo que ahora
luzco y que me dan un aspecto más bien leonino. Añadan a eso la expresión
feroz que adopto cuando estoy pensando - siempre, en general - y supongo que
me convierto en un pastel difícil de olvidar.

Sea como fuere, no hace mucho estaba en un ascensor y una señora entrada en
años era la única persona que me acompañaba. Me miró fijamente y luego,
aprovechándose del privilegio de la edad, dijo bruscamente:

Usted es alguien famoso. Lo sé. ¿Cómo se llama?

Soy Isaac Asimov, señora - repuse-, tratando de esbozar una sonrisa
agradable.

¿Quién? - preguntó desconcertada-.

¡He aquí lo que es la fama! Pensarán que hechos como éste deberían mostrarme
cuál es mi lugar y apaciguar mis ansias de dar a conocer mis nociones
revolucionarias en éste u otro terreno. Pues no.

Por ejemplo, deseo proseguir un ensayo anterior sobre la semana con una
exposición de la reforma del calendario, y en el transcurso de ella pretendo
ofrecerles mis nociones al respecto, que considero mejores que las de
cualquier otra persona del mundo. ¿Qué les parece esta humildad?.

Los reformadores del calendario hacen grandes las objeciones al calendario
que todos usamos ahora y que algunos amamos. Ante todo, existe la dificultad
de que el calendario cambia cada año.

Existen siete distintos años ordinarios de 365 días, en los que el 1 de
enero puede caer ( y así ocurre periódicamente) en cada uno de los siete
días de la semana. De igual modo, son posibles siete diferentes bisiestos.
Puesto que un año bisiesto sucede  cada cuatro años, los calendarios van
variando sucesivamente, de un modo complejo, hasta que haya transcurrido un
período de veintiocho años. A continuación vuelve a repetirse el modelo.

Así los calendarios para 1901, 1929, 1957, 1985, 2013, 2041 y 2069 son
idénticos. Todos ellos son años ordinarios en los que el 1 de enero cae en
martes. Y en todos ellos, el 4 de julio es jueves y Navidad miércoles.
(Existen diferencias superficiales, desde luego, en 1901 no hubo ninguna
fiesta que se denominara Día del Armisticio.)

Durante este período de veintiocho años hay veintiuno que son ordinarios
(tres de ellos empiezan en lunes, tres en martes, tres en miércoles, etc.) y
siete que son bisiestos y se inician con cada uno de los días de la semana.
Si se conservan los calendarios de veintiocho años sucesivos, se tendrá un
calendario perpetuo para veintiocho años.

Es cuestión de colgar los veintiocho calendarios en la pared e ir pasando
las hojas hasta completar el ciclo y volver a empezar...

Esto tendría validez si siempre uno de cada cuatro años fuera bisiesto. Así
sucede entre 1900 y 2100, pero en general tres de cada cuatro años que
terminan siglo no son bisiestos, de modo que existen entonces siete años
ordinarios seguidos, como entre 1897 y 1903, ambos inclusive.

Para disponer de un calendario realmente perpetuo que satisfaga el sistema
gregoriano que ahora empleamos,  necesitaríamos 2800 calendarios sucesivos
desde, por ejemplo, 1601 a 4400 d. De C.

Después de eso, todo se repetiría exactamente.

Estarán de acuerdo en que no se trata de una noción demasiado práctica,
sobre todo teniendo en cuenta que, después de diversos ciclos, el actual
calendario gregoriano quedará desfasado en un día con respecto al Sol, de
forma que será preciso eliminar un año bisiesto.

Podemos mejorarlo, seguro. Pensemos en ello.

La cosa más sencilla que podríamos hacer es numerar los días. Empezar en
algún momento adecuado y numerarlos consecutivamente, sin límite. No
agotaríamos los números puesto que son infinitos. Y si consideramos
únicamente días y no nos preocupamos por semanas, meses y años, no
necesitamos calendario. Recordaríamos que nacimos el día tal, que nos
casamos el día tal, etc., etc. La gran ventaja aparte de la abolición  de
todos los calendarios, sería poder saber el número de días transcurridos
entre dos hechos por una simple resta.

Este sistema puede parecerles increíble, demasiado matemático y
despersonalizado. Sin embargo, es lo mismo que hacemos en el caso de los
años. Los numeramos indefinidamente y estamos a punto de llegar a la cifra
de dos mil. Esto también ha supuesto una despersonalización, porque hubo un
tiempo en que todos los años se identificaban como aquel en que fulano fue
nombrado arconte, o cónsul, o como el año tal del reinado de mengano.

Pero las ventajas de numerar lo años fueron tan grandes que llevaron al
abandono de todos los pequeños detalles de tipo personal para identificarlos
(y que, por más atractivos y humanos que fueran, resultaban infinitamente
confusos cuando llegaba el momento de poner en orden las crónicas). Por
descontado, existe el problema de cuándo iniciar la cuenta. Hay que
encontrar una fecha memorable que satisfaga a todo el mundo en general. En
el caso de los años, tal fecha memorable fue el nacimiento de Jesús.

No sólo los años están numerados siguiendo este sistema, sino también los
días, lo crean o no.

A finales del siglo XVI, Joseph Justus Scaliger, un erudito francés, sugirió
que los días fueran numerados, y como Día 1 eligió el 1 de enero de 4713 a.
de C., según el calendario gregoriano. (1). A estos días numerados los
denominó "Días Julianos" en honor de su padre, 1Julio César Scaliger.
Los astrónomos utilizan el Día juliano, en nuestros días, porque les resulta
conveniente en sus cálculos tratar únicamente con días. Así, resulta que
estoy escribiendo estas líneas en el día juliano 2.442.252.
Pero seguimos teniendo problemas. Podemos soportar la numeración infinita de
los años ... porque todavía usamos números de cuatro dígitos, muy
manejables, y no precisamente de un quinto dígito hasta dentro de ocho mil
años. Pero si numeramos los días, nos encontraremos tratando ya números de
siete dígitos, cosa poco agradable. Incluso una persona tan aficionada a los
números como yo, debe admitir que identificar los días con siete dígitos es
algo pesado.

Además, el ciclo de las estaciones (un año para completarlo) es demasiado
importante para la economía mundial y los asuntos personales de los hombres
como para ser ignorado. Debemos quedarnos con el año.

Pero en ese caso, ¿por qué no combinar el año y el día, otorgando números a
ambos y nada más? Todos los años tendrían sus días numerados desde 1 a 365
(o 366 cuando fuera un año bisiesto).

Podríamos referirnos a 72 de 1944, 284 de 1962 o 366 de 1984 e identificar
única e infaliblemente todas y cada una de las fechas. A decir verdad, aún
sería preciso tratar con seis o siete dígitos, pero con días y años por
separado, cosa que constituye una importante diferencia sicológica.

Con este tipo de numeración día-año, seguirá sin hacer falta un calendario.
En realidad, con nuestro actual sistema sólo se necesita un calendario
cuando surge un problema del día y la semana. Al consultar un calendario nos
formulamos una de las dos preguntas posibles: 1) ¿Qué día de la semana será
el 28 del mes próximo? 2) ¿En qué cae el próximo martes?

Si no tuviéramos que preocuparnos por el día en que cae una fecha
determinada, nunca consultaríamos el calendario. Pero no podemos librarnos
de la semana. Está profundamente arraigada en nuestro modo de vida. ¿Qué
haríamos sin el fin de semana, por amor de Dios?

En resumen, debemos quedarnos con la semana y disponer de un  calendario en
el  que todos los días del año estén ordenados en siete columnas.
Supongamos que el año fuera exactamente de 364 días. En tal caso, tendríamos
esos 364 días dispuestos en siete columnas, cada una de ellas de 52 días de
largo, Si el día 1 fuera domingo, los días 8, 15, 22, 29, 36, ...358 serían
domingo, los días 2, 9, 16, 23, 30, 37, ...359 serían lunes y así
sucesivamente. El día 364 caería en sábado y sería el último día del año, de
manera que el día 1 del siguiente año caería en domingo y todo quedaría
exactamente igual.

Por lo tanto, un sencillo calendario, con los días numerados divididos en 52
semanas completas, nos serviría para todos los años, eternamente
(exceptuando los cambios en la longitud del día y año que se produjeran a lo
largo de los eones).

Pero el año no tiene 364 días, sino 365,25, de modo que todos los años
tienen como mínimo 365 días y a veces 366.

¿Podemos ignorar esos días extra y pretender que 364 días forman un año?
¿Qué es un día o dos aquí y allá? El problema es que si hacemos esto el año
queda desordenado con respecto a las estaciones. Si el equinoccio de
primavera tiene lugar el 21 de marzo de este año, al año siguiente ocurrirá
el 22 de marzo (o 23 de marzo si el año es bisiesto) y así sucesivamente. El
equinoccio vernal (y toda otra delimitación astronómica de las estaciones)
habrá experimentado un ciclo completo al cabo de 292 años, volviendo a
producirse el 21 de marzo.

Es algo posible de hacer. Los antiguos egipcios ignoraban los años bisiestos
y todos los años su calendario se retrasaba un cuarto de día con respecto al
sol, de modo que los equinoccios experimentaban un  ciclo completo cada
1.460 años.

Se negaron a modificar esta situación pese a que sabían perfectamente lo que
ocurría y cómo evitarlo. Cosas de la tradición, ya saben.

Bien, abajo la tradición. Insistamos en nuestro año de 364 días sin
abandonar los días 365 y 366. Lo único que debemos hacer es negarnos a
asignar un día de la semana a estos días extra.

Supongamos que el día 365 no se corresponde con día alguno de la semana. Es
el día final que, simplemente, equivaldrá a una fiesta: Día del Año. En los
años bisiestos también hay un día 366 que será otra fiesta: Día Bisiesto, y
que tampoco se corresponderá con ningún día de la semana. Así, después del
Día del Año (o del Día Bisiesto) vendrá el día 1 del siguiente año, que
seguirá siendo domingo, por más que en este caso hayan pasado ocho días ( o
nueve, en el caso del año bisiesto) desde el domingo anterior, que fue el
día 358. En un calendario de este tipo los días 365 y 366 pueden situarse
entre paréntesis con la semana.

Puesto que este calendario que sólo consta de días, semanas y años (no de
meses, fíjense) nunca ha sido planeado de modo serio - ni siquiera yo haré
tal cosa - , todos los calendarios repetitivos que han sido sugeridos, con
una base anual han de utilizar un Día del Año y otro Día Bisiesto que no se
corresponda con ningún día de la semana.

Solo así podemos evitar que la semana de siete días convierta en inservible
el calendario, haciendo diferente todo año del que lo precedió.

Pero la reforma del calendario encalla precisamente en esta roca. Existen
numerosas instituciones religiosas influyentes que no querrán saber nada de
fechas no asociadas a un día de la semana. El Sabatt debe celebrarse
infaliblemente cada siete días y si dos domingos (o dos sábados para un
sabatorio, o dos viernes para un musulmán) están separados por ocho o nueve
días una vez al año... los paraísos religiosos se derrumbarán, al menos en
apariencia.

Si quieren saber mi opinión, esta excusa, la excusa de la semana, es muy
frágil para oponerse a la reforma del calendario. (No, no estoy  avergonzado
de mí mismo. En absoluto.) No tengo intención alguna de hacer la lista de
los miles de compromisos que diversas religiones han efectuado en interés de
la conveniencia, por lo que me limitaré a sugerir que Jesús dijo: El sábado
se hizo a causa del hombre. (Marcos 2:27.)

Es posible, pues, que las personas que consideran el Sabbat como un hecho
que se presenta con precisión del tic de un metrónomo, cedan algún día en
interés de la cordura.

Tomar un año entero como unidad presenta sus dificultades, porque incluye
todo el ciclo de las estaciones pero ignora  las estaciones por separado.
Por ejemplo, estoy acostumbrado a vivir cuatro estaciones de características
notablemente distintas, todas con sus propios efectos sobre la agricultura,
trabajo, transporte, vacaciones y consumo general. De lo que se deduce la
utilidad de identificar en el calendario cada una de las cuatro estaciones.

Parecería natural la utilización de los meses para tal fin. El mes fue
adoptado en principio para señalar el ciclo de las fases lunares y no tenía
relación alguna con las estaciones. Pero las estaciones siguen ahí.

De modo tradicional, existen doce meses, derivados accidentalmente de la
duración del ciclo de las fases lunares. Por desgracia, doce meses iguales
en un año de 364 días (el único que tiene sentido en un calendario
repetitivo) equivaldrían a 30 1/3 días o 4 1/3 semanas cada uno. En otras
palabras, los meses de un año que tenga doce de ellos no pueden ser iguales
nunca, ni en días ni en semanas.

Aunque parezca extraño, un año de trece meses sería ideal a este respecto,
ya que 364 = 13 x 28 y 28 = 7 x 4. Todos los meses de un año que tuviera
trece tendrían exactamente cuatro semanas de duración y, por supuesto,
veintiocho días. Y todos tendrían este aspecto:

D      L     M      M      J       V      S

1      2      3       4       5       6      7
8      9     10     11     12    13    14
15   16    17    18     19     20    21
22   23    24    25     26     27    28


La apariencia de este tipo de mes no es demasiado extraña. Febrero ofrece
ese mismo aspecto tres veces cada veintiocho años. En realidad, febrero de
1970 fue exactamente así.

Si todos los meses fueran así, costaría muy poco trabajo memorizar el
calendario. Llegaríamos a saber que el día 17 siempre cae en martes, que el
13 siempre es un viernes (¡ lo siento !), que el día 1 siempre cae en
domingo, etc. Al cabo de un tiempo el calendario no nos haría falta para
nada.

Pero ¿qué hacemos con el decimotercer mes?.

Una posibilidad fue sugerida en el "International Fixed Calendar", que
durante algún tiempo, hace algunas décadas, obtuvo cierta publicidad. En él,
el decimotercer mes (llamado Sol) fue situado entre el sexto y el séptimo,
entre junio y julio . En este calendario el Día del Año aparecía como 29 de
diciembre y el Día Bisiesto como 29 de junio . Pero ninguno de los dos se
correspondía con un día de la semana.

Es imposible elaborar un calendario que contenga días, semanas y meses y que
sea más simple que el "International Fixed Calendar", y es una vergüenza que
tenga una desventaja tan enorme como para no permitir su uso. Trece meses no
son divisibles exactamente por 4, de modo que no hay un número exacto de
meses por estación. El International Fixed Calendar asigna tres meses y una
semana a cada estación y ello introduce una desigualdad que supera todas las
uniformidades.

Sin embargo, un año de doce meses tendría la ventaja de ser divisible
exactamente en cuatro estaciones de tres meses cada una. En tal tipo de año
es imposible lograr que todos los meses sean iguales que el precedente y el
posterior, como sucedía en el "International Fixed Calendar". Pero la
ventaja de este último es secundaria en comparación con la exactitud
respecto a las estaciones que tendría el primero.

Manteniendo, pues, las estaciones, ¿cómo lograr un calendario tan sencillo y
repetitivo como sea posible? Un año de 364 días tiene 52 semanas y, por lo
tanto, 13 semanas por estación. Trece semanas abarcan 91 días, que pueden
ser distribuidos del modo más uniforme posible en tres meses: el primero de
31 días y los dos restantes de 30. Este período de tres meses nos daría el
siguiente calendario:

D      L      M       M       J       V       S
1      2       3        4        5       6       7
8      9      10      11      12    13     14
15   16    17      18      19     20     21
22   23    24      25      26     27     28
29   30    31
                          1         2       3       4
5      6      7        8        9       10     11
12   13    14     15      16      17     18
19   20    21     22      23      24     25
26   27    28     29      30
                                               1       2
3      4      5       6        7         8       9
10    11   12    13      14      15      16
17    18   19    20       21      22     23
24    25   26     27      28      29     30


Al igual que antes, no necesitaríamos más calendario que éste. Siendo ésta
la representación de un período de tres meses, el cuarto mes se iniciaría
precisamente como el primero. Si el primer mes fuera enero, el  del medio
febrero y el tercero marzo, el mismo calendario de tres meses valdría para
abril, mayo y junio, después para julio, agosto y septiembre y, por último,
para octubre, noviembre y diciembre. Y ello un año tras otros.

Este calendario perpetuo de tres meses se denomina "Calendario Mundial" y
existen movimientos activos a su favor. En el calendario mundial, el Día del
Año es el 31 de diciembre y el Día Bisiesto el 31 de junio, ambos sin
corresponderse con un día de la semana.

Otra ventaja del calendario mundial es que los meses resultan familiares en
su forma. En nuestro calendario ordinario no existe una secuencia de tres
meses que exactamente como la del calendario mundial (no hay dos meses de 30
días seguidos), pero las disposiciones de meses sueltos son parecidas.
Agosto de 1971 es exactamente  igual que el primer mes de la secuencia,
septiembre de 1971 idéntico al mes medio del medio y septiembre de 1972
calcado al mes inferior.

Sin lugar a dudas, el calendario mundial es, entre todos los calendarios
repetitivos, el mejor en el sentido de que requiere modificaciones mínimas
del sistema existente. No obstante , existen otras mejoras que me gustaría
sugerir y que exigen más modificaciones pero que dan lugar al calendario que
yo considero más sencillo y racional de todos los que tiene en cuenta
semanas y estaciones.

En primer lugar, el año puede iniciarse en cuatro puntos naturales, desde el
punto de vista astronómico: los dos solsticios y los dos equinoccios. Estos
puntos no están uniformemente espaciados a lo largo del año debido a que la
órbita de la Tierra alrededor del Sol no es una circunferencia perfecta,
pero podemos situarlos el 21 de diciembre, 21 de marzo, 21 de junio y 21 de
septiembre de nuestro presente calendario sin equivocarnos más de un día o
dos.

Cada uno de ellos puede servir como punto de inicio del año. El 21 de
diciembre el Sol se encuentra en su punto más bajo de mediodía en el
hemisferio norte, cosa que ocurre el 21 de junio en hemisferio sur. El 21 de
marzo está a punto de renovarse el mundo vegetal del hemisferio
septentrional, y lo mismo puede decirse del 21 de septiembre para el
hemisferio meridional. No obstante, a la hora de elegir uno de los cuatro
puntos parece lógico dar preferencia al hemisferio norte, puesto que en él
vive la gran mayoría de la raza humana.

Para decidirnos entre el 21 de diciembre y el 21 de marzo, hay que tener en
cuenta que la primera de estas fechas señala el principio de la espiral de
ascenso del Sol y la segunda el inicio de la vegetación, pero el hecho más
definido, entre estos dos, es el primero. Además, el 21 de diciembre está
más cercano al principio de año que ahora tenemos. En consecuencia, abogo
por el 21 de diciembre como inicio del año, ya que esto permitirá que los
sucesivos períodos, de tres meses concuerden más exactamente con las
estaciones.

La forma más simple de introducir un principio de año el 21 de diciembre
consistiría en elegir un año y, en dicha fecha, eliminar once días del
calendario, pasando directamente al 1 de enero.

Si la supresión de once días parece un cambio demasiado drástico (aunque ya

ha sido efectuado en la historia: el imperio británico, incluyendo las
colonias americanas, suprimió once días en 1752), se me ocurre otra
sugerencia. Adoptemos el calendario mundial y durante algún tiempo omitamos
el Día del Año y el Día Bisiesto. Por cada año que pase iremos perdiendo un
día con respecto al sol, que serán dos días en los años bisiestos. Por
ejemplo, si adoptáramos el calendario mundial el 1 de enero de 1979 y
omitiéramos todos los días extra (Día del Año y Día Bisiesto), entonces el 1
de enero de 1988 correspondería  con el solsticio de invierno (21 de
diciembre de 1987 según nuestro actual calendario). A partir de aquí la
fecha quedaría establecida indefinidamente en el solsticio de invierno,
siempre y cuando los días extra volvieran a ocupar su lugar correspondiente.

Una vez hecho esto, la segunda modificación afectaría la eliminación de los
meses. Los meses no guardan una relación real con las estaciones y sí con la
Luna, aunque sin pertinencia ni exactitud. El calendario mundial restringe
las variaciones en la conexión existente entre fecha y día de la semana,
pero no por completo. El día 5 de un mes no puede caer nunca en lunes,
miércoles, viernes o sábado, pero puede ser domingo, martes o jueves. Todas
las otras fechas pueden ser cualquier día de la semana de entre tres
concretos, según el mes de que se trate. ¿Qué falta nos hace eso?

¿Por qué no eliminar todos los meses y conservar únicamente las estaciones?
En ese caso las estaciones de todos los años, sin interrupción, tendrían el
siguiente calendario:

D       L       M       M       J       V       S

1       2        3        4        5       6       7
8       9       10      11      12    13     14
15    16      17     18      19     20     21
22    23      24     25      26     27     28
29    30      31     32      33     34     35
36    37      38     39      40     41     42
43    44      45     46      47     48     49
50    51      52     53      54     55     56
57    58      59     60      61     62     63
64    65      66     67     68      69     70
71    72      73     74     75      76     77
78    79      80     81     82      83     84
85    86      87     88     89      90     91

Esta tabla, repetida exactamente cuatro veces por año, sería el único
calendario que necesitaríamos.

Se puede empezar observando que todos los días de la estación cuyo número
sea exactamente divisible por 7 son sábados. Si el resto de la división por
7 es 1, el día cae domingo. Si el resto es 2, en lunes, y así sucesivamente.
Al final no haría falta efectuar las divisiones, porque nos acordaríamos del
calendario completo. Y si alguien no pudiera recordarlo, siempre podría
observarlo. El calendario no variaría nunca.

A este calendario - invención mía, que yo sepa - lo denomino calendario
estacional mundial, y es el más sencillo posible de entre los que mantienen
semanas y estaciones. Su desventaja reside en que parece divertido.
Imagínense un mes de 91 días... ¡Pero mediten! Con un simple número podrían
saber cuan temprana o avanzada se halla la estación. Un día 5 significa que
estamos a principios de estación - sea cual fuere la estación -, mientras
que un día 40 sugiere siempre que se está en plena estación, y un día 83 que
la estación está acabando.

Otro avance en la simplificación sería eliminar los nombres de las
estaciones. De todos modos, estos nombres sólo tienen validez en un sentido
muy estricto. Lo que para los Estados Unidos es primavera y verano, para
Argentina en otoño  e invierno, y viceversa. Y hay numerosas regiones de la
tierra donde las cuatro estaciones no encajan en absoluto, donde hay una o
más estaciones lluviosas y secas o donde no existe estaciones auténticas,
como es el caso de Hawaii.

¿Por qué no designar las estaciones con letras?

Las letras no darían lugar a connotaciones. Llamaremos "A" a la primera
estación del año. "A" será invierno en los Estados Unidos, verano en
Argentina, quizá una estación lluviosa en Ghana, no demasiado diferente de
cualquier otra estación en San Francisco. Las demás estaciones serán B, C y
D.

Siguiendo el calendario estacional mundial, mi cumpleaños sería el día A-2,
o el A-12 si yo quisiera mantenerlo en el día correcto, teniendo en cuenta
el cambio que se produciría al introducir el nuevo calendario y que
trasladaría el 1 de enero gregoriano. (No olviden que el Día del Año no se
corresponde con ningún día de la semana. El día del año sería D-92 y el Día
Bisiesto, cuando fuera procedente, B-92.)

Si lo desean, pueden pasar un buen rato elaborando una tabla de conversión
del calendario gregoriano al estacional mundial, considerando que el 21 de
diciembre gregoriano es el 1 de enero del calendario estacional mundial.
Descubrirán entonces que es francamente sencillo reescribir historias para
poner todas las fechas de acuerdo con el calendario de mi invención. ¿Pueden
imaginar otro calendario más sencillo que tenga en cuenta las semanas y las
estaciones? Yo, no.



Notas:
1 ¿Por qué eligió ese día? Bien, Scaliger empezó a investigar el pasado y
descubrió que en dicho día coincidieron los principios de importantes ciclos
astronómicos tales como el año solar, el mes lunar, el período de Saros de
los eclipses, etcétera.