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[escepticos] Demasiada «bici» lleva a la impotencia



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Aparecido en el suplemento "Salud" de El Mundo:

http://elmundo.es/salud/2003/509/1042222176.html

ANDROLOGÍA
Demasiada «bici» lleva a la impotencia
ISABEL ESPIÑO

Ya lo decía Hipócrates hace más de 2.000 años. El padre de la
medicina moderna observó que un pueblo nómada que vivía al norte del
Mar Negro (los escitios) sufría con mucha frecuencia el mismo problema.
«El traqueteo constante sobre sus caballos les incapacita para el coito,
una gran mayoría se vuelve impotente. Este trastorno afecta a los
escitios ricos a causa de la equitación y no a las clases bajas... Los
pobres, que no montan, lo padecen con menos frecuencia», escribía el
médico griego en el siglo V antes de Cristo. Hoy en día, este trastorno
también parece amenazar a los usuarios de otro medio de transporte más
moderno: la bicicleta.

Hasta hace algunos años, la relación entre el ciclismo y la
disfunción eréctil era una mera hipótesis. Pero esta asociación ha
ido ganando peso. La literatura científica y la propia anatomía del
varón ?quien, al montar sobre el sillín, ejerce presión sobre los
nervios y vasos sanguíneos de la entrepierna que se dirigen hacia el
pene? respaldan la teoría. También la práctica clínica.
Los expertos españoles ya están viendo algunos casos de hombres
impotentes sin otro factor de riesgo más que haber practicado este
deporte. Asimismo, se está convirtiendo en una pregunta obligada a los
pacientes que acuden a la consulta aquejados de disfunción eréctil.
«Si se encuentra a un chico joven y con gran dedicación al ciclismo, es
un factor que hay que considerar» señala Íñigo Sáenz de Tejada,
andrólogo del Servicio de Urología de la Clínica Ruber Internacional,
si bien este experto aclara que este tipo de casos «son muy poco
frecuentes». Y, aunque no existen datos concluyentes al respecto, tampoco
la incidencia del trastorno entre ciclistas ?ya sean profesionales o
amateurs? es más elevada que entre la población general. De hecho, el
sedentarismo y sus consecuencias también son factores de riesgo asociados
a este trastorno andrológico.

No se trata de abandonar este deporte, que sigue siendo recomendable por
sus beneficios para la salud. Sin embargo, el aficionado debe recordar que
los excesos nunca son buenos y que existen algunas estrategias mediante las
cuales se puede mitigar el riesgo de sufrir impotencia.

Allá por los años 80, Irwin Goldstein, médico de la Universidad de
Boston (EEUU) y director del Instituto de Medicina Sexual de este centro,
empezó a observar que algunos pacientes impotentes respondían mejor que
otros al tratamiento quirúrgico empleado para tratar su trastorno. Se
trataba de varones jóvenes y con una disfunción eréctil causada por
un traumatismo en la zona. Además, «muchos de ellos eran aficionados al
ciclismo», aclara Ricardo Munárriz, colaborador de Goldstein en dicha
institución.

Fue el primer paso de la teoría que asocia a este deporte con la
impotencia. En esa misma época, las revistas científicas también
comenzaban a publicar casos clínicos de problemas de erección y en la
zona genital asociados al abuso de la bicicleta.
Sin embargo, hasta hace unos años se trataba de un tema muy
controvertido, con escasos estudios que respaldasen estos casos. «Hace
una década no se preguntaba» al paciente impotente si practicaba
ciclismo, señala Luis Rodríguez Vela, andrólogo del servicio de
Urología del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.

EVIDENCIAS. De hecho, hasta 1997 no se evaluaron los efectos de la bici en
un gran grupo de deportistas. Ese año, un equipo de investigadores
noruegos decidió seguir a los participantes de la Gran Prueba de
Resistencia, una competición para profesionales y aficionados que se
celebra anualmente en ese país y que recorre 540 kilómetros. De este
modo, observaron que una cuarta parte de los 260 entrevistados se quejaba
de problemas en la región genital (como insensibilidad en el pene) tras
la carrera. El 13% de los varones sufría impotencia, que en algunos casos
se prolongó una semana e, incluso, un mes.

«Desde hace siete u ocho años, se empieza a dar importancia a este
factor de riesgo. Hoy en día es una de las preguntas básicas», apunta
Rodríguez Vela. Mariano Roselló, director del Centro de Urología,
Andrología y Sexología de Madrid y Palma de Mallorca, coincide en que
«cuando se hace una historia clínica de disfunción eréctil es
obligado ver qué deportes practica el paciente y comprobar si son la
causa», si bien se lamenta de que «todavía hay médicos que no lo
saben o que tienen cierto escepticismo» sobre este factor de riesgo.

Aún «es un tema bastante debatido», apunta Sáenz de Tejada. Pese a
estas reticencias, a las consultas españolas ya acuden «pacientes
jóvenes, de 40 o 50 años, que sólo presentan este factor de
riesgo», señala Rodríguez Vela, si bien precisa que sólo un 3% o 4%
de los casos que atiende anualmente responden a este patrón. Sáenz de
Tejada calcula que la incidencia «es bajísima».

Pese a todo, incluso el NIOSH (el Instituto Nacional de Seguridad y Salud
Ocupacional de EEUU) se está preocupando por este tema. El año pasado
llevó a cabo un estudio entre 36 policías de una patrulla californiana
que utiliza este vehículo. Tras practicarles diversas pruebas y
preguntas, se vio que hasta un 93% se quejaba de entumecimiento en las
nalgas, el escroto, los testículos o el pene durante y después de haber
montado en las bicicletas. Habitualmente, la molestia aparecía cuando
llevaban cerca de dos horas sobre el aparato y se mantenía durante dos
horas y media, aunque algunos voluntarios llegaban a manifestarla durante
el día siguiente.

Ninguno de los policías era impotente, pero presentaban una calidad de la
erección inferior a la de los voluntarios del grupo control (personas que
no trabajaban sobre este vehículo). Además, este valor se veía
mermado cuanto más tiempo pasaban sobre el sillín. Tanto este descenso
como la sensación de adormecimiento «pueden ser un indicador de que se
está desarrollando un problema reproductivo», concluyen los
investigadores del NIOSH. De todas formas, no son los profesionales de la
bicicleta los que más inquietan a los especialistas. Munárriz aclara
que «pesan menos, saben cómo sentarse y evitan este riesgo». «No he
visto ciclistas profesionales con problemas de erección», agrega
Rodríguez Vela, para quien es mucho más preocupante la situación de
los aficionados que pedalean muchas horas.

EL AFICIONADO. Un trabajo publicado el año pasado en el International
Journal of Impotence Research arrojaba los primeros datos sobre la
incidencia de la disfunción eréctil entre los no profesionales, en
comparación con la población general.Los investigadores (Goldstein,
entre ellos) evaluaron los datos de más de 1.700 varones de entre 40 y 70
años que estaban participando en un gran seguimiento epidemiológico, el
Massachusetts Male Aging Study.

La incidencia de trastornos de la erección era más elevada entre los
participantes que no practicaban ciclismo: un 21% de los encuestados de
este grupo era impotente, frente a un 11% de los ciclistas moderados ( los
que hacían menos de tres horas semanales) y un 17% de los ciclistas
«deportistas». El dato no es de extrañar teniendo en cuenta las
características del primer colectivo, en el que, por ejemplo, había
más fumadores y diabéticos, dos conocidos factores de riesgo de esa
patología.

Sin embargo, al ajustar los resultados a ambas variables (así como a
otras como la edad o el índice de masa corporal) se vio que los
corredores fanáticos «tenían más posibilidades de sufrir
disfunción eréctil moderada o severa» en comparación con los no
deportistas. Por el contrario, el ejercicio mesurado seguía sin estar
asociado a este peligro.

«De hecho, hemos visto que tienen menos riesgo de ser impotentes que los
que no pedalean», escriben los autores, quienes estiman además que este
último grupo de deportistas «posiblemente represente a la población
general de ciclistas», es decir, personas que recorren menos de 62
kilómetros a la semana o que hacen seis sesiones de media hora sobre una
bicicleta estática.

«Aunque el trastorno andrológico puede ser una grave inquietud en una
población de corredores, debe atenderse en este contexto, y no debería
generalizarse en el ciclista medio», concluyen. «Un aficionado que sale
dos o tres días a la semana no tiene por qué tener ningún problema,
pero quien practica dos o tres horas diarias o mountain-bike tiene más
facilidad para presentar disfunción eréctil», precisa Rodríguez
Vela.

Roselló coincide en que es un factor que puede afectar a «amateurs que
sean corredores de fondo». «Cuantas más horas, peor culotte y
sillín más estrecho, más riesgo», añade Rodríguez Vela. «La
forma de la bicicleta claramente afecta al flujo sanguíneo peneano»,
concluye una investigación publicada el mes pasado, también en el
'International Journal of Impotence Research'.

Pero los autores han visto que este problema es menor cuando se utiliza un
sillín más ancho, por lo que creen que «aunque las modificaciones de
comportamiento (aumentar el número de descansos, apoyarse sobre los
pedales para aliviar la presión perineal, etc) pueden ayudar a disminuir
este efecto, es necesario que la industria haga modificaciones en el
diseño del asiento para eliminar un potencial efecto secundario de un
deporte bueno para la salud».

SILLINES. En este sentido, actualmente ya «hay una tendencia generalizada
hacia el confort, hacia dispositivos más anchos», aclara Fernando
Ortega, director comercial y responsable de producto de Macario Llorente
S.A. Asimismo, apunta que también «hay una preocupación generalizada
[de los fabricantes] por asientos que disminuyan la fuerza que se ejerce
sobre el periné». Aunque estos artilugios (que tratan de evitar esa
presión mediante un agujero o gel en la zona que coincide con la
entrepierna) aparecieron hace una década, al principio no tuvieron mucho
éxito. «Eran poco estéticos», aclara Ortega. Sin embargo, los
modelos que han surgido en los tres últimos años «han tenido una
acogida absoluta entre los aficionados.

Prácticamente, se generalizarán», agrega.
«La asociación entre ciclismo y patología urogenital no ha pasado
desapercibida a la industria de la bicicleta», apunta una revisión
publicada en el último Journal of Family Planning and Reproductive Health
Care. «En la actualidad hay un amplio número de sillines, que emplean
nuevos diseños y materiales, en un intento de aliviar la presión sobre
las partes más sensibles», agrega el autor. Pese a todo, Munárriz se
lamenta de que todavía no existan investigaciones científicas que
constaten su eficacia.

Roselló coincide en que el ciclista amateur tiene que buscar asientos
más cómodos. Además, recomienda «que sigan haciendo deporte, pero
que se autoexaminen, [para ver] si notan que hay una pérdida de la
calidad de la erección». Si se tienen en cuenta estos factores, el
trastorno andrológico «es un riesgo mínimo».

Sáenz de Tejada también considera que el deportista ha de «ser
conocedor de que existe un riesgo. No grande, pero que está ahí».
«Hay poca gente que sepa de este factor», agrega. «El paciente no lo
sabe. Hay bastante desconocimiento de que un exceso de ciclismo puede
producir disfunción eréctil», apostilla Rodríguez Vela.

Mientras no exista exceso, todo irá bien. De hecho, el editorial que
acompañaba al trabajo del Massachusetts Male Aging Study hacía una
lectura positiva del deporte basándose en los datos de los ciclistas
moderados. «La inactividad física es de gran preocupación, y el
ciclismo puede ser la forma más factible de ejercicio. Es más, uno de
los objetivos más importantes para el tratamiento de la impotencia
debería ser ajustar el estilo de vida y modificar los factores de riesgo
en la medida de lo posible, tales como la falta de ejercicio». Según
Rodríguez Vela, «el ciclismo es fantástico, pero lo que no hay que
hacer es abusar».

 Gráfico: Impotencia sobre la bicicleta (Versión PDF para imprimir)

Problemas en mujeres «al pedal»

No sólo son cosa de hombres. Los problemas perineales asociados a la
práctica del ciclismo también pueden afectar a las mujeres.
Precisamente, los primeros en documentar trastornos sexuales y del tracto
urinario causados por este deporte fueron también investigadores de la
Universidad de Boston, en EEUU.

Al igual que Irwin Goldstein y su equipo han comparado grupos de ciclistas
varones con corredores, otro grupo de esta universidad ?dirigido por
Michael LaSalle? describió en 1999 las molestias que sufrían las
aficionadas a la bici tras cotejar a 282 mujeres que pertenecían a un
club de esta disciplina con 51 miembros de una asociación de corredoras,
todas ellas con una media de 40 años. Los síntomas y lesiones más
frecuentes entre las primeras eran los traumatismos a causa de golpes con
la barra horizontal del vehículo (32% de las encuestadas) y el
entumecimiento perineal (34%).

Hace seis meses, una investigación recogida en el British Medical Journal
describía un nuevo problema clínico asociado a este deporte: la vulva
de ciclista. Se trataba de seis casos extremos: mujeres jóvenes que tras
unos días de intenso ejercicio presentaban una hinchazón crónica del
labio mayor. Habían pedaleado 460 km. a la semana.


--
Pau Garcia i Quiles
Enginyer de Telecomunicacions
Estudiant d'Enginyeria Informàtica
http://www.elpauer.org
Telf. +34 630 659 662