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[escepticos] Ciencia, conciencia y clonación



Buenas,

sorprendente artículo en La Razón:

http://www.larazon.es/tribunalibre.htm#Ciencia, conciencia y clonación

Ciencia, conciencia y clonación
José Antonio CHOMÓN

Los caminos de la ciencia nunca fueron de rosas. Hace más de 2000 años la 
democracia griega hizo posible el florecimiento de la ciencia. El uso de la 
razón para interpretar la naturaleza, tuvo que luchar contra las 
explicaciones míticas, contra los magos y embaucadores. Los nombres des 
Pitágoras, Aristóteles, Hipócrates, Eratóstenes y Arquímedes, colaboraron a 
entender e interpretar el mundo que nos rodea sin necesidad de ayuda divina.
   Pero la ciencia griega era exclusiva de una pequeña élite y apenas tenía 
aplicaciones prácticas, por lo que no extraña el trágico final que este 
período de esplendor tuvo: El año 415 de nuestra era, el mayor centro de 
saber e investigación de la época, que era la Biblioteca de Alejandría fue 
quemada por las turbas, dirigidas por el obispo Cirilo, y que previamente 
habían desollado viva a su última directora, Hipatia.
   Vinieron a continuación diez largos siglos oscuros en los que, salvo 
algunos avances tecnológicos, la ciencia estuvo sumida en el más profundo de 
los letargos. Algo contribuyó a ello la Iglesia que, lejos de fomentar 
espíritus críticos, transmitía a sus fieles que en la Biblia estaba escrito 
todo lo que necesitaban saber. No obstante, poco pudo hacer la Iglesia con el 
nacimiento de una nueva forma de pensar y de construir el conocimiento. La 
ciencia, largos siglos atascada, renace con un nuevo método cuyos logros, en 
los cuatro siglos venideros, ni los ignorantes más retrógrados osan poner en 
duda.
   La revolución científica ha dado al hombre no sólo conocimientos si no, y 
sobretodo, una gran confianza en sí mismo y en que todo cuanto le rodea puede 
ser conocido y explicado sin ayudas sobrenaturales. Pero, como es bien 
sabido, el camino no fue fácil.
   La Santa Inquisición podía permitir la edición de libros como «la 
revolución de los cuerpos celestes» de Copérnico, porque, aunque no se 
ajustaban a las Sagradas Escrituras, a fin de cuentas eran teorías de 
astrónomos que no tenían por qué ser ciertas. El problema lo tuvieron 
personas como Galileo que no sólo razonaba si no que demostraba con su 
telescopio que el universo ptolomeico, al que la Iglesia se aferró, no 
correspondía a las observaciones. Otros como Harvey, descubridor de la doble 
circulación de la sangre, tuvieron que vérselas con la hoguera. Una persona 
que manifestaba que el alma residía en la sangre, tenía sus días contados.
   Los geólogos tampoco lo han tenido fácil En 1620 el arzobispo Ussher 
calculó, tomando como base los datos bíblicos, que la creación había tenido 
lugar en el año 4004 a.C. Que alguien como Buffon en el s. XVIII pretendiera 
dar una antigüedad a la tierra de 43.000 años no podía ser con el beneplácito 
de la Iglesia. Menos de un siglo más tarde Fourier estimaba dicha edad en 
cien millones de años.
   Buffon llegó a plantear argumentos en contra del creacionismo, pero fue C. 
Darwin quien en su famoso libro «El origen de las especies» explicó los 
mecanismos mediante los cuales unas especies se transforman en otras. No es 
de extrañar que la Iglesia no aprobara semejante herejía. Todavía, 
actualmente la teoría de la evolución es negada por algunas iglesias 
protestantes. Podríamos pensar que después de tantas meteduras de pata, la 
jerarquía eclesiástica podía ser mas prudente y hacer menos patente su 
conservadurismo. Pero no, de nuevo contraataca, esgrimiendo ahora razones 
éticas para condenar la investigación con clones humanos, sea con fines 
reproductivos o terapéuticos.
   Lo que piensa la Iglesia no debe importarles a los científicos y ciudadanos 
en general, salvo a sus feligreses, claro está. Sin embargo, y a pesar de 
vivir en un estado aconfesional, no parece que las cosas sean así. El partido 
en el gobierno, por iniciativa propia, o porque son igual de conservadores y 
reaccionaros que los obispos, hacen suyas sus opiniones y ahí estamos todos 
sufriendo las consecuencias.
   La importancia que este gobierno da a la educación científica queda patente 
cuando obliga a todos los alumnos de 6 a 16 años a cursar religión, y por el 
contrario las ciencias son optativas en los últimos años de la enseñanza 
obligatoria. Éste sólo es un ejemplo. Véanse los gastos que se invierten en 
I+D y se verán para donde van los tiros. Véanse lo que produce el Ministerio 
de Ciencia y Tecnología, así como el de Medio Ambiente o el de Industria y se 
verá hacia dónde vamos. Véase lo que quería hacer el presidente del Cabildo 
de Gran Canaria con el Museo Elder de la Ciencia y con los casinos, y 
tendremos claro sus prioridades.
   El que esto ocurra en un país democrático sería ingenuo echarle la culpa a 
la Iglesia. Nosotros, los ciudadanos, somos los que permitimos estos 
atropellos.

-- 
Saludos,

David de Cos