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El hombre pez (largo)



La pasada semana, el historiador de la medicina, Carlos Fernández
Fernández envió a esta corrala digital un informe técnico acerca de
las graves deficiencias del artículo de Iker Jiménez Elizari *El
Hombre Pez de Liérganes. ¡Demostramos su existencia!*.
Este informe del Dr. Fdez. Fdez. generó un interesante debate en el
que intervinieron diversos convecinos que coincidían en señalar la
fragilidad de los argumentos del Sr. Jiménez, quien en vez de
responder a las críticas utilizó su habitual estrategia de amenazar e
insultar a sus detractores.

Por mi parte considero que el tema ha sido suficientemente debatido y
que ha llegado el momento de exponer los argumentos por los que
afirmo que don Iker Jiménez Elizari no ha demostrado la existencia
del Hombre-pez de Liérganes.
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1) Exposición de los hechos
La narración de como el Sr. Jiménez investigó el caso del Hombre-pez
de Liérganes es confusa, autocontradictoria y, a menudo,
manifiestamente falsa.
El caso más singular es el referido a su consulta de los volúmenes
con signatura 1514 y 1525 en el Archivo Diocesano de Santander, sito
en Santillana del Mar.
Cualquier investigador profesional conoce perfectamente la buena
accesibilidad de los archivos diocesanos y la gran sencillez de las
rutinas de búsqueda en los libros parroquiales; pocos archivos
cumplen tan bien el viejo aforismo *Los archivos siempre responden
generosamente a una pregunta bien planteada*.
Cualquier investigador profesional hubiera acudido directamente al
Archivo Diocesano para consultar allí los libros de bautizados y
finados de la parroquia de San Pedro de Liérganes. Sin embargo, el
Sr. Jiménez prefirió entrevistar al actual párroco de Liérganes. ¡Al
parecer el Sr. Jiménez cree que el orden presbiteral no sólo imprime
carácter sino que también imbuye conocimientos históricos.! En
realidad no es así, la mayor parte de los párrocos desconocen los
criterios funcionales de los Archivos Diocesanos y muchos de ellos se
oponen a la remisión obligatoria de la documentación histórica a los
Archivos Diocesanos la cual consideran que es un despojo del
patrimonio de su comunidad parroquial. 
Las confusas explicaciones del párroco lierganés y la desbordante
imaginación del Sr. Jiménez hicieron el resto. Según su narración:
+++ A las 17.54 horas del miércoles 7 de marzo tuvo lugar su
entrevista con la competente archivera diocesana de Santander que se
hizo a grito pelado a través de un agujero practicado en la puerta
del convento de clausura de la Orden Segunda de San Francisco (vulgo,
clarisas).
+++ Sus dotes de seductor le valieron que una simple monja le
permitiera el acceso a la severísima clausura de la Orden Segunda de
San Francisco (el derecho canónico reserva taxativamente tal acceso a
un permiso extraordinario del obispo, previo el vistobueno de la
superiora, en casos extraordinarios perfectamente enumerados, entre
los que, obviamente, no figura el caso de "un joven lleno de cámaras
y cuadernos")
+++ Una vez dentro consiguió interrumpir una importante reunión de
las monjas con unos misioneros (¡Peculiar clausura la de ese
convento!) puesto que según escribe el Sr. Jiménez: *aún lamentando
mucho las molestias que debía provocar al alterar la tranquila vida
del convento, lo cierto es que necesitaba remover de arriba abajo la
gran biblioteca para obtener las pruebas que buscaba.*
+++ Escribe el Sr. Jiménez que *El dedo índice de sor Emilia Sierra
temblaba apuntando una serie de garabatos casi incomprensibles, aún
más difíciles de identificar en aquel oscuro salón. Pero no cabía
duda: al acercar el libro a la débil luz de la lumbre, comprobé
emocionado que, efectivamente, aquellas letras habían sido escritas
de puño y letra por Pedro Heras Miera, párroco de Liérganes, a
comienzos del siglo XVII. ¡Aquel legajo de valor incalculable era la
partida de bautismo de Francisco de la Vega Casar, el Hombre Pez!.*
El Sr. Jiménez no es capaz de concebir la existencia de archivos
públicos ni de archiveros profesionales. El Sr. Jiménez prefiere la
conspiración y el misterio. El Sr. Jiménez desconoce lo que es un
convento de clausura, no es capaz de distinguir una biblioteca de un
archivo y, a lo que se ve, no tiene la menor idea de como se hace una
consulta de un documento en un archivo histórico.
Voy a intentar reconstruir lo que sucedió en realidad. 
A las 17,54 horas del 7 de marzo el Archivo Diocesano de Santander
está cerrado al público pero la archivera estaba en las dependencias
puesto que se estaba celebrando una reunión.
A esa hora, el Sr. Jiménez llamó a la puerta del Archivo Diocesano
creyendo que era el convento de la Orden Segunda de San Francisco
(vulgo, clarisas) y la archivera lo atendió a través del portillo de
conversación -un antiquísimo sistema que ejerce las funciones ahora
atribuídas al "portero automático".
A la vista de que la consulta que el Sr. Jiménez quería hacer era muy
sencilla y para evitarle la pernocta en Santillana del Mar, la
archivera accedió a la pretensión del Sr. Jiménez y le sirvió los
volúmenes con signatura 1514 y 1525, correspondientes a los libros de
bautizados y finados de la parroquial de Liérganes en los márgenes
cronológicos expresados por el Sr. Jiménez.
Puesto que el Sr. Jiménez daba muestras de no haber manejado jamás un
documento histórico y no sabe leer letra del siglo XVII, la archivera
decidió hacer la búsqueda ella misma con la doble pretensión de
acabar cuanto antes y de proteger los documentos de las
manipulaciones inexpertas del Sr. Jiménez.
El Sr. Jiménez comete, además varios errores manifiestos. El Archivo
Diocesano de Santander dispone de luz eléctrica y la archivera es una
buena profesional. Es totalmente imposible que se tuvieran que
iluminar con la luz de la lumbre y que la archivera permitiera
acercar el volumen de bautizados al fuego de la misma. Por otra parte
en 1658 no se estaba "a principios del siglo XVII" como escribe el
Sr. Jiménez.

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2. Las fuentes documentales
A pesar de la extensión de su artículo, el Sr. Jiménez sólo aporta
dos documentos, ambos procedentes del Archivo Diocesano de Santander.
Se trata del acta bautismal (1658) de Francisco de la Vega y del acta
de reconocimiento legal de la muerte (1755) de los hermanos Francisco
y José de la Vega, desaparecidos muchos años antes. En ninguno de los
documentos se dice que Francisco de la Vega sea el mítico Hombre-pez
de Liérganes.
El segundo documento presenta una noticia marginal de mano distinta
de la registral y de fecha probablemente muy posterior que dice
"Fran.co de la Vega llamado el hombre pez y su hermano".
El Sr. Jiménez no presenta ningún documento que avale la certeza de
que el Hombre-pez fue investigado por el Santo Oficio gaditano en
1679. Su justificación acerca de los motivos de esta grave carencia
documental es que unos juristas gaditanos le informaron que la
documentación de esta época en el Archivo de Cádiz no puede ser
consultada. Esta afirmación es muestra del absoluto desconocimiento
sobre las fuentes documentales que caracteriza al Sr. Jiménez. Como
conoce cualquier investigador profesional, la documentación del Santo
Oficio poseía sus propios archivos y cuando fue definitivamente
disuelta en el s. XIX, estos archivos fueron recabados por el Estado
y centralizados en el archivo estatal de referencia. Los archivos
locales no conservan documentación sobre el Santo Oficio. Por otra
parte, el archivo municipal de Cádiz es uno de los pocos archivos
locales españoles cuyas actas han sido clasificadas, indexadas y
extractadas para su publicación en forma de libro; basta con
consultar la obra del almirante Guillén Tato para saber que en las
actas gaditanas no se habla del Hombre-pez de Liérganes.

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3. Las fuentes bibliográficas.
El Sr. Jiménez utiliza en su artículo el discurso del P. Feijoo sobre
el Hombre-pez de Liérganes, el artículo del Dr. Marañón y el libro de
José Lorman así como diversas publicaciones de historiadores locales
cántabros. Sin embargo sólo menciona en el artículo al P. Feijoo y al
Dr. Marañón, omitiendo el resto de la bibliografía utilizada.
Más aún, en su artículo cita literalmente largos pasajes de Feijoo y
Lorman (y presuntamente de otros autores) sin citar su procedencia.
En otros casos practica graves deturpaciones en textos ajenos para
hacerlos coincidir con su narración. En todos los casos es evidente
el deseo de figurar como autor de los textos apropiados y deturpados.
Tan grave atentado contra la propiedad intelectual no puede ser
justificado con el argumento de la evidente ignorancia del Sr.
Jiménez en cuestiones de historia puesto que es evidente el deseo del
Sr. Jiménez de hacer creer al lector que él ha realizado una larga y
compleja investigación cuyos resultados dejan en evidencia el saber y
proceder de los autores de cuya obra se apropia.

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4. Los anacronismos
La ignorancia histórica del Sr. Jiménez es tan enorme que incurre en
anacronismos absurdos como cuando informa de la talla del Hombre-pez:
1,80 m. en el sistema métrico decimal, desconocido en 1679, sin citar
ningún documento que avale tan sorprendente afirmación.
Ignora la historia de la industria naval española atribuyendo a los
astilleros gaditanos de 1679 un desarrollo que sólo conocerían
ochenta años después.
Es evidente que el Sr. Jiménez no ha consultado ningún plano de Cádiz
ca. 1679 puesto que su narración menciona la existencia de los
"muelles de la capital andaluza" (el uso de "capital andaluza" revela
que el Sr. Jiménez ignora Cádiz no lo sería hasta ciento cincuenta
años después)
Su afirmación, no avalada documentalmente, acerca del uso de
intérpretes jurados en los procedimientos inquisitivos del Santo
Oficio en 1679 es asimismo anacrónica y excéntrica.
Por otra parte, en su mensaje a la corrala del 28 de abril (RE: Iker
vs. Feijoo), el Sr. Jiménez afirma la existencia de las controversias
entre Feijoo y Marañón. Al parecer ignora que ambos no se conocieron
puesto que Feijoo floreció en el segundo cuarto del s. XVIII y
Marañón en el segundo cuarto del s. XX.

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5. Los avales del Sr. Jiménez
En su primera réplica al Dr. Fdez. Fdez. el Sr. Jiménez afirmó que su
artículo sobre el Hombre-pez le había valido unos días antes la
felicitación pública de dos directores de museo. Cuando se le
preguntó por la identidad de estas personas fue incapaz de
facilitarla. Sólo cabe pensar que esa felicitación fue tan real como
su visita a la clausura del convento de la Orden Segunda de San
Francisco (vulgo, clarisas) de Santillana del Mar.

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Corolario
Hemos visto como el artículo del Sr. Jiménez es un cúmulo de
anacronismos, deturpaciones, fantasías y plagios. 
Esto se ha producido en el caso de una "investigación" sobre un tema
fácilmente constatable y evaluable mediante documentos conservados en
archivos públicos.
Dejo al juicio de los convecinos la credibilidad que merecen las
investigaciones del Sr. Jiménez sobre temas en los que la
constatación y la evaluación son mucho más dificultosas o imposibles.

Xoan M. Carreira
<xoanmc en lix.intercom.es>


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