Años atrás leí el libro "The
Terror that comes in the Night" (David J. Hufford), que aborda con bastante
rigor el tema de ciertas
experiencias que se producen poco antes de dormirse o poco después de
despertarse y que incluyen audición de pasos, determinadas visiones (o,
simplemente, una fuerte sensación de "presencia"), por lo
general con los ojos abiertos, así como parálisis, presión
en el pecho, dificultades respiratorias, fuerte sensación de terror,
etc., elementos que no estarían necesariamente presentes en todos los
casos, pero que sí conformarían un modelo bastante estable y hasta
cierto punto independiente de los patrones culturales de la
"víctima".
Desde entonces, hay dos cosas que me han llamado mucho la
atención.
En primer lugar,
los indicios de que se trata de experiencias relativamente comunes pero para las
que, al menos en nuestra sociedad, no hay referentes inmediatos a los que echar
mano. Si alguien sufre un calambre, quizás no sepa exactamente en
qué consiste fisiológicamente hablando, pero al menos sabe
cómo llamarlo. Por el contrario, en el tipo de experiencias a las que me
refiero, al desconcierto que suscitan por sus propias características se
une el desconcierto que produce su novedad, la carencia de una etiqueta
inmediata y apropiada. A la hora de interpretar, si el sujeto es
escéptico pensará en haber sufrido algún extraño
fenómeno psicológico pasajero, a medio camino entre el
sueño y la vigilia. Pero en otras situaciones y contextos es comprensible
que el episodio acabe teniendo una interpretación en términos de
fantasmas, aparecidos, duendes, extraterrestres (el tema de los "visitantes de dormitorio", tan de moda en los
últimos años en medios "ufológicos"), etc.
En este sentido, se trata de una verdadera savia "empírica" que
ayuda a mantener a flote muchas de estas creencias.
Porque, bien
pensado, ¿a quién se dirigirá una persona a quien le haya
sucedido algo así? Seguramente, en muchos casos acudirá a los
"expertos"... Echando un vistazo a las secciones de
"Cartas", "Consultorios", etc. de las revistas de misterios,
es fácil encontrar más de una experiencia de este tipo relatada
por lectores que no saben qué pensar al respecto (los consejos que se les
dan, dicho sea de paso, suelen ser más propios de una tribu animista que
de una sociedad del siglo XX). Algún caso es realmente impresionante y
parece virtualmente calcado de alguno de los testimonios del libro de Hufford,
sin que falten los "pasos", la inmovilización, etc. Lo mismo
ocurre con algunos de los relatos y consultas que pueden oirse en programas de
radio dedicados a "temas paranormales".
Y paso a la
segunda cuestión que me ha llamado la atención, sobre la que me
gustaría que alguien pudiera aportar más datos. Hufford comenta
que, en inglés, la palabra
NIGHTMARE, es decir, pesadilla, no tenía originalmente el sentido que
tiene hoy en día. No se refería a un sueño angustioso o
terrorífico, de forma genérica, sino a una experiencia de este
tipo específicamente, como muestra su etimología: la palabra
procede del anglosajón NICHT, noche, y de MARA, íncubo o
súcubo, con connotación de opresión,
aplastamiento.
Lo cierto es que si nos ponemos a buscar, esto
no es privativo del inglés, aunque tampoco ocurre en todas las lenguas.
He encontrado algunos ejemplos cercanos donde la palabra correspondiente a
"pesadilla" tiene connotaciones de "presión", "opresión",
"dificultad de respirar"... :
En francés:
CAUCHEMAR (del francés antiguo CAUCHER, oprimir, aplastar, y el
neerlandés MARE, fantasma).
En alemán:
ALPDRUCK (de ALB ?, demonio y DRUCK, presión). Y, sin ir más lejos, en castellano PESADILLA (de PESADA), tiene
connotaciones similares. Junto a la acepción más corriente y
popular ("ensueño angustioso y
tenaz") y la figurada ("preocupación grave y continua"),
el diccionario incluye una acepción
preferente (!), más arcaica: "opresión del corazón y
dificultad de respirar durante el sueño".
La pregunta que me viene a la cabeza es: si esto es así,
¿por qué ha terminado perdiéndose el sentido original de
"pesadilla" en todas estas lenguas, cuando la experiencia a la que
hacían referencia sigue produciéndose hoy como
ayer? Saludos,
Manuel Borraz
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El que hace muchas preguntas puede parecer idiota.
El que no hace nunca ninguna lo seguirá siendo toda su
vida.
(¿proverbio chino?)
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