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[escepticos] Charlie, magufo real
El principe Carlos, ilustre Tampax, vuelve a la carga; esta vez con los
productos alimenticios "modificados" geneticamente. Mas informacion en
El Pais:
Carlos de Inglaterra prefiere las
cosas naturales. En un extenso
comentario publicado ayer por
el rotativo británico The
Telegraph, el príncipe de Gales
critica con ardor la
manipulación genética de
alimentos por parte de
laboratorios de biotecnología,
lanzados ahora a la búsqueda
de maíz resistente a las plagas o
tomates que tardan más en
pudrirse. «Modificar el curso de
las cosechas es entrometerse en la obra de Dios», ha dicho
el heredero del trono
británico poco después de que Monsanto, una de las
compañías pioneras en este
campo, dedicara un millón de libras (250 millones de
pesetas) a la promoción de
sus actividades en el Reino Unido.
El príncipe es un veterano de la agricultura y los
cultivos orgánicos. En su
hacienda del condado de Gloucester, en el centro de
Inglaterra, lleva 12 años
alentando la producción de trigo y otros granos esenciales
con métodos puros y
sin ayuda de pesticidas ni fertilizantes artificiales.
«Aparte de algunas aplicaciones
médicas de claro beneficio, ¿tenemos acaso derecho a
experimentar y comerciar
con los cimientos mismos de la vida?», se pregunta en un
artículo de título tan
evocador como Semillas del desastre. Un texto que
recupera, además, su
imagen de amante de las mejores tradiciones. Sus ataques a
la arquitectura
vanguardista levantaron también en los años ochenta gran
revuelo. Para Carlos de
Gales, su perfil favorito de Londres, con edificios
señeros como la catedral de
San Pablo o el Parlamento, más parece hoy una pesadilla
urbanística que las
idílicas vistas del Támesis pintadas por el veneciano
Canaletto hacia 1746.
Los arquitectos más reputados del país llegaron a tacharle
de aficionado en la
materia. Le reprocharon, sobre todo, que alentara un
retorno a las esencias que
ellos mismos aseguraban respetar levantando imponentes
torres forradas de
cristal. Esta vez, la biotecnología puede convertirse en
un asunto aún más
espinoso. La salud del consumidor está en la mente de
todos y «hay que poner fin
a la situación actual, en que no sabemos si los productos
que compramos están o
no genéticamente modificados». El príncipe alude en este
pasaje del artículo al
etiquetado de alimentos a punto de penetrar en el mercado
británico y para los
que pide mayor claridad. Los representantes de los
consumidores le han
aplaudido sin reservas. Según la oficina nacional que los
agrupa, él está más cerca
del público que la UE con sus «laxas regulaciones, que no
fuerzan un etiquetado
claro de estas nuevas comidas, algunas de uso diario».
En su afán por no alterar la naturaleza, Carlos de
Inglaterra asocia incluso las
cosechas de patatas o soja resistentes a herbicidas o
escarabajos,
respectivamente, a la crisis misma de las vacas locas. En
su opinión, la lección
más dura extraída de la epidemia producida por la
encefalopatía bovina es que
ignoramos aún sus consecuencias reales. «En nombre de los
productos más
baratos hemos originado auténticos desastres», dice. Lo
que más le preocupa es
la repercusión medioambiental de unos cultivos que pueden
generar formas de
contaminación desconocidas en otras especies.
Como era de esperar, Monsanto no desaprovechó el debate y
ofreció una doble
réplica. En el capítulo técnico, la firma estadounidense
califica de nuevas y
mejores las cosechas genéticamente alteradas. «Se trata de
una forma de
progreso bien conocida. Cuando una semilla es más efectiva
sustituye a la
anterior», según Colin Merritt, investigador de la casa.
Otra de sus improvisadas
portavoces de ayer, Ann Foster, prefirió centrarse en la
figura del príncipe para
responderle. «Es como si quisiera detener cualquier forma
de desarrollo
tecnológico. Algo imposible», sugirió ante las cámaras de
televisión.
Cogido por sorpresa, el Ministerio para la Salud
Alimentaria defendió con ardor
el hecho de que ningún alimento genéticamente tratado
pueda ser introducido en el
país sin permiso oficial. Y como el laborismo mantiene
excelentes relaciones con
la corona, las dudas de Carlos, el defensor de todas las
fes, el príncipe de las
medicinas alternativas y ahora patrón de los alimentos
naturales es, según el
Gobierno, el mejor portavoz de unos comprensibles temores
ciudadanos.