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[escepticos] Ponencia española en el Congreso Escéptico Mundial



Estimados amigos,

Seguidamente adjunto el texto de la ponencia que presente en el II Congreso
Escéptico Mundial, que se celebró en Heidelberg entre el 23 y el 26 de este
mes. Creo que será de especial interés, sobre todo para los contertulios
hispanoamericanos, a quienes invito a hacer llegar el texto a todos aquellos
foros y escépticos que conseidren oportuno.

Un cordial saludo,

Luis Alfonso Gámez
gamez en clientes.euskaltel.es
vader en ctv.es
http://www.ctv.es/USERS/vader


Second World Skeptics Congress
Heidelberg, 23-26 July '98
Armageddon and the Prophets of Doomsday

El movimiento escéptico en España:
entre el desánimo y la esperanza

LUIS ALFONSO GÁMEZ
Periodista de 'El Correo' (Bilbao) y director de 'El Escéptico'


Un 15% de la población recurre a curanderos cuando tiene algún problema de
salud; entre la cuarta parte y la mitad de los españoles tiene alguna
creencia esotérica; las dos principales revistas ocultistas del país venden
más de 50.000 ejemplares mensuales, y en enero una plataforma de televisión
vía satélite de la que son accionistas varias cadenas públicas puso en
servicio el primer canal del mundo dedicado exclusivamente a lo paranormal.
Ante este panorama y el escaso arraigo del escepticismo organizado -apenas
un centenar de miembros activos en un país de casi 40 millones de habitantes
y una revista con tan sólo 300 suscriptores-, el desánimo parecería lo más
lógico. Sin embargo, reducir el dibujo de la realidad exclusivamente a
cifras resulta simplista y da una idea equivocada de un escenario en el que
han cambiado muchas cosas desde 1985, y pueden cambiar muchas más de aquí al
año 2000.

Hace trece años -por estas fechas, precisamente- , Félix Ares, en aquel
entonces profesor de la Universidad del País Vasco, llevó a mi casa treinta
ejemplares de lo que hoy en día, generosamente, podríamos calificar de
fanzine. Era un humilde boletín fotocopiado, fruto de la unión de
trece -otra vez el número maldito- personas que, procedentes de la ufología,
habían decidido meses antes abordar el tema ovni desde una perspectiva
racional. De aquel fanzine, nació poco después La Alternativa Racional,
revista de la que han aparecido 40 números; de aquel grupo de amigos, surgió
Alternativa Racional a las Pseudociencias, hoy ARP - Sociedad para el Avance
del Pensamiento Crítico.

A mediados de los años 80, ufólogos, astrólogos, parapsicólogos, curanderos
y demás campaban a sus anchas por los medios de comunicación españoles sin
que nadie les llevara la contraria. Las pocas veces que tenían frente a sí a
un científico, éste no conocía ni los mecanismos del pensamiento
pseudocientífico, ni sus argumentos, ni sus contradicciones internas. Pero
con el nacimiento de ARP esto comenzó a cambiar. Poco a poco -eso
precisamente minó el entusiasmo de los miembros del grupo menos pacientes-,
ARP empezó a sonar en los medios, a aparecer en televisión y radio, a tener
una opinión que los periodistas consideraban el contrapunto idóneo a las
afirmaciones de los defensores de lo paranormal a la hora de confeccionar
reportajes u organizar debates. Y justo en ese momento, a finales de los 80
y principios de los 90, el escepticismo organizado español recibió nuevos
refuerzos y se inició una segunda etapa, la del afianzamiento público.

Si Félix Ares fue el impulsor original de las ideas del CSICOP en España, el
que nos introdujo a algunos en la lectura de las obras de Klass, Kurtz,
Randi y compañía, Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, no
tuvo ningún reparo en asumir el liderazgo de la organización cuando Ares
creyó que había llegado el momento de pasar a un segundo plano. En realidad,
lo que se vivió en ARP fue un cambio de equipo directivo y de editores de la
revista, necesario en tanto en cuanto tal labor, siempre desempeñada de una
forma altruista, había exprimido a los fundadores. No hubo ruptura porque
unos y otros siguieron trabajando juntos, y, a partir de esa transición no
traumática, las apariciones de ARP en los medios se fueron haciendo más
frecuentes, se organizaron dos congresos nacionales y el último congreso
europeo, sin duda, el mayor éxito del escepticismo en España.

Pero -se preguntarán ustedes con razón- , ¿cuál es el panorama español desde
el punto de vista pseudocientífico? Amén de las cifras que les he dado al
principio - que no hay que olvidar, pero que más o menos tienen su reflejo
en otros países de nuestro entorno- , puede decirse que, por un lado, no ha
cambiado nada y, por otro, muchas cosas. No ha cambiado nada porque la
pseudociencia sigue gozando de buena salud, teniendo sus foros y manteniendo
cautiva a buena parte de un público que considera más atractivos los
sinsentidos paranormales que el saber científico. Pero también han cambiado
muchas cosas. O, al menos, eso me parece. Y digo que eso me parece porque
desde hace una década, desde que abandone las responsabilidades que había
asumido en la fundación de ARP, he tenido oportunidad de asistir a un
progresivo arrinconamiento de lo paranormal en los medios de comunicación y,
en especial, en la prensa. En España, sigue habiendo brujos de toda especie
y el negocio esotérico, el negocio del engaño, tiene unas ganancias de
cientos de miles de millones de pesetas anuales -sólo el sector de la
adivinación movía a principios de los años 90 unos 180.000 millones de
pesetas al año-; pero -y éste es un pero, a mi juicio, muy importante- el
ocultista es un mundo aparte.

Desde mi puesto de trabajo en el periódico cabecera de un potente grupo
multimedia, he asistido a la progresiva pérdida de peso de la pseudociencia
en la prensa. La ufología, que contó durante los años 70 y buena parte de
los 80 con secciones más o menos habituales en algunos diarios españoles, es
actualmente una rara avis en los periódicos serios, y en general los
cultivadores de las ciencias ocultas han perdido terreno. Al mismo tiempo,
la más popular de las revistas de divulgación científica del país se suele
recurrir a ARP a la hora de tocar cualquier asunto que roce el misterio; y
la televisión sigue emitiendo periódicamente documentales poco rigurosos
sobre lo paranormal, pero es extraño que haya un coloquio sobre cualquiera
de los temas que nos preocupan sin un escéptico en el plató. Es tal el
impacto de las apariciones de ARP en la pequeña pantalla que las revistas
esotéricas suelen dedicar de vez en cuando un editorial o un reportaje a la
asociación; sobra decir que plagado de mentiras y errores. Se trata de
libelos que demuestran que el trabajo de los escépticos organizados es mucho
más fructífero de lo que se desprendería del reducido número de asociados y
suscriptores.

Obviamente, todavía queda mucho camino por recorrer. He hablado del
arrinconamiento de la pseudociencia en los medios, pero tengo que hacer dos
salvedades, una temática y otra mediática: las pseudomedicinas y los medios
audiovisuales. Por desgracia, todavía las secciones de ciencia de los más
prestigiosos diarios dedican ocasionalmente espacio a las llamadas medicinas
alternativas sin ofrecer el necesario contrapunto crítico, sin cuestionarse
la veracidad científica de las afirmaciones del acupuntor u homeópata de
turno como se cuestionan las de los políticos. Respecto a los medios, la
radio, en especial de madrugada, se ha convertido en la trinchera de la
irracionalidad, una trinchera desde la que se propalan a través de las ondas
los últimos disparates de la Nueva Era; y la televisión, ya lo he dicho,
revisa periódicamente los enigmas esotéricos, la mayor parte de las veces
con muy escaso rigor.

Así pues hay mucho que hacer: hay que implicar a los médicos en la denuncia
del fraude sanitario que suponen las prácticas alternativas y diseñar una
estrategia para que los medios audiovisuales traten lo paranormal como la
prensa, como algo marginal. ¿Cómo lograr esto último? Mi intención es
promover en un futuro próximo una campaña encaminada a erradicar la
irracionalidad de todos aquellos canales de radio y televisión públicos -que
en España son muchos-, y hacerlo a través de las organizaciones de
consumidores, de los partidos políticos y de la denuncia pública. La
telebasura ha sido recientemente blanco de un manifiesto suscrito por
intelectuales y asociaciones de usuarios en el que, por indicación de ARP,
se incluyó el tratamiento acrítico de lo paranormal como uno de los signos
identificadores de tal subgénero televisivo. Ése, creo, ha de ser el punto
de partida en esta batalla en la que hay que partir de un argumento muy
simple: no es admisible sangrar al erario público para hacer propaganda a la
irracionalidad.

Todo esto requiere crecer y hacerlo más rápidamente que hasta ahora, pero
con solidez. La pregunta clave es: ¿existe la posibilidad de que ARP crezca
a corto plazo? Permítanme jugar a la videncia, con todo lo que ello
conlleva. Como antes he dicho, ARP inició su etapa de consolidación pública
a principios de los 90, pero aún no ha logrado aglutinar en torno a sí a
toda la gente que creemos comparte nuestros ideales. Evidentemente, hemos
fallado a la hora de captar socios. No hemos sabido ni hemos
podido -nuestros fondos son escasos- plantearnos campañas de captación a
gran escala. Pero, desde hace dos años, estamos viviendo una nueva
transición gracias al avance de las comunicaciones informáticas, que están
propiciando que lleguemos hasta un lugar donde jamás habíamos pensado
llegar.

Aunque Internet todavía está en España muy lejos del desarrollo que ha
alcanzado en otros países, se ha convertido para los escépticos en el medio
de comunicación y expansión por excelencia. Como bien dice Javier Armentia,
"en el último año, la labor de ARP se ha visto renovada con nuevas
aportaciones, de profesionales de muchos campos de la actividad intelectual.
Ello ha sido posible gracias a la popularización de esa nueva ágora que
supone Internet". Y es la red la que ha permitido que el mensaje de ARP
llegue en la actualidad a los escépticos de habla hispana de todo el mundo
bien a través de las webs de la asociación y sus simpatizantes, bien a
través de la lista escéptica hispana. Internet es ahora para nosotros una
herramienta básica tanto de proyección hacia el exterior como a la hora del
trabajo interno: reuniones de la directiva, intercambio de opiniones con los
socios, sesiones del consejo de redacción de nuestra revista, etcétera. Es
un frente en el que no pasa semana sin que recibamos alguna solicitud de
adhesión. Pero no hemos abandonado el mundo real. A través de su presidente,
Javier Armentia, ARP ha establecido ya relaciones con los directores de
buena parte de los museos de la ciencia y planetarios españoles,
instituciones con las que se ha abierto la posibilidad de colaborar
activamente en la organización de ciclos de conferencias, seminarios y
exposiciones. Ya hay varios proyectos en marcha. Pero nuestro as en la manga
es El Escéptico y mi objetivo de crecimiento, alcanzar los 2.000
suscriptores en los dos próximos años; es decir, multiplicar por siete el
número actual, lo que nos permitiría disponer de medios materiales para
investigar algunas afirmaciones de lo paranormal que actualmente no podemos
examinar directamente por falta de recursos.

Hoy mismo, muchos de nuestros simpatizantes están de enhorabuena: han
recibido en sus casas la nueva revista de ARP. Casi todos ustedes la han
podido echar una ojeada. En ella, hemos puesto mucho trabajo y muchas
ilusiones. Y nace con ambiciones. Me explico. Desde que en septiembre del
año pasado la dirección de ARP me pidió que me hiciera cargo del proyecto,
se han tomado una serie de decisiones traumáticas para muchos socios -
cambio de nombre de la revista y de formato- , que siempre han contado con
el respaldo del núcleo más activo de la entidad. Pero hay una idea que da
vueltas en mi cabeza, trasciende el título de esta comunicación, y exige un
cambio de perspectiva para el que no sé si están preparados la generalidad
de los escépticos españoles y otros a quienes también atañe. Por de pronto,
sé que mis compañeros de la junta directiva de ARP sí, y eso es para mi lo
más importante.

Si hay una cosa que he podido comprobar desde mi llegada a este mundillo es
que las revistas escépticas tienen en el mundo hispano un grave problema:
salen, desaparecen, vuelven a salir y vuelven a desaparecer. Rara es la
publicación que mantiene una periodicidad fija y llega a sus lectores con
puntualidad. Esta falta de puntualidad, estimo que debida a la falta de
medios, no sólo es negativa en sí, sino que supone una seria traba a la hora
de fidelizar a los lectores: si una revista es trimestral y se publica cada
seis meses, el suscriptor tendrá la sensación de falta de seriedad. Y eso es
algo así como el principio del fin. A ambos lados del Atlántico, cerca de
400 millones de personas compartimos un mismo idioma, con sus peculiaridades
locales, pero un mismo idioma. Y ahí va la apuesta: ¿por qué no hacemos una
revista conjunta?, ¿por qué, como decimos en España, no ponemos todos los
huevos en el mismo cesto? Creo que, con ello, todos los escépticos
hispanohablantes saldríamos ganando, y que es un proyecto que hemos de
impulsar dejando a un lado personalismos.

Mientras se gestaba El Escéptico, hubo quien desde fuera y dentro del mundo
hispano, y muy acertadamente en parte, me apuntó la posibilidad de que
destináramos una sección a lo que hacen nuestros hermanos de ultramar.
Rechacé la idea por una razón: no quiero crear guetos. Desde aquí, ofrezco a
la comunidad hispana El Escéptico para que la consideren suya, de todos los
grupos. Es decir, de publicar una única revista que, al margen de boletines
internos locales, sirva de medio de comunicación del escepticismo hispano.
No sé si voy demasiado lejos en mi sueño, pero estimo que Internet nos puede
ayudar a salvar la inmensidad oceánica y que, aunque la revista se
confeccione a un lado del Atlántico, recoja aportaciones de ambas orillas y
se imprima en diferentes países. ¡Ojo!, que nadie vea en esto un intento de
colonización; nada más lejos de mi intención. Lo que nos gustaría es que los
hispanohablantes aunáramos nuestras fuerzas para tener una potente
publicación que sea de todos. A las puertas del siglo XXI, éste es un reto
que hemos de encarar y he instado ya a la junta directiva de ARP para que
empiece a entablar contactos con nuestros colegas americanos para ver si es
posible.

El nuevo nombre de la asociación, ARP - Sociedad para el Avance del
Pensamiento Crítico, no responde a un capricho, sino a nuestra intención de
no limitar la crítica escéptica sólo a lo más evidentemente aberrante.
Nuestros objetivos se han ampliado. Vamos a someter a análisis crítico no
sólo lo paranormal, sino todo conocimiento situado en el límite del saber
científico y toda afirmación, del tipo que sea, que se sustente en él, en la
pseudociencia o en la falsa ciencia. Un campo muy amplio que abarca desde la
ecología o la medicina hasta la ideología, hasta las doctrinas políticas que
hacen un uso partidista y tergiversador de la historia, de la arqueología o
de la antropología. Porque quienes predican la irracional superioridad de un
grupo humano sobre otros son tan peligrosos como quienes desde el mundo
esotérico fomentan, preferentemente entre la juventud, la desconfianza hacia
la ciencia. No vamos a renunciar al examen de la pseudociencia, pero sí a
tener una mayor amplitud de miras.

ARP surgió hace trece años y se ha afianzado como una fuente de información
fiable y rigurosa, a la que los medios de comunicación recurren cada vez con
mayor frecuencia cuando quieren contrastar la verosimilitud científica de
algo extraordinario. Un logro que no se hubiera alcanzado sin el esfuerzo y
la dedicación de conocidos escépticos que, en ocasiones, han sido objeto de
campañas de descrédito orquestadas por los fabricantes de paradojas,
campañas que se han diseñado en las redacciones de las principales revistas
esotéricas, que han llegado a tildar a ARP de organización poco menos que
afín a movimientos violentos y terroristas, o vinculada al servicio de
inteligencia español. Estos ataques lanzados desde las trincheras de lo
irracional, demuestran la fuerza que han cobrado en España los escépticos
organizados a pesar de sus escasos recursos. Y nos indican que no hemos
hecho todo mal, aunque hayamos cometido errores.

Pero, repito por enésima vez, todavía hay mucho que hacer. Hay que acabar
con las falacias a las que se agarran los charlatanes pseudocientíficos para
defender su presencia en los medios de comunicación y para no ser objeto de
chanzas, la principal de las cuales es argüir que todas las ideas son
respetables y tienen el mismo derecho a ser defendidas. No, no es verdad. No
todas las ideas son respetables. Las idioteces no son respetables; son
idioteces. Y, a veces, peligrosas. Cuando un pseudoarqueólogo aventura que
algunas razas humanas descienden de extraterrestres y otras no, está
haciendo un nada sutil ejercicio de racismo, y el racismo no es respetable,
y hay que denunciarlo. Al igual que, cuando el director de una revista de
gran tirada asegura a un enfermo de cáncer que ese tipo de patología "tiene
un origen psicoemocional" y le aconseja ponerse en manos de un sujeto que
practica terapias regresivas, "estar rodeado de esferas -cuantas más, mejor-
sin importar el material", o probar "con la gemoterapia, ya que los
cristales de cuarzo son muy efectivos", hay que alertar de tal barbaridad a
las autoridades sanitarias. Y que -podíamos seguir, pero el tiempo es
limitado- , cuando un líder político manipula la historia o la biología para
justificar la singularidad del grupo humano al que pertenece y entusiasmar
así a su electorado, hay que alertar a la sociedad del peligro que tal
actitud entraña: en la Alemania nazi, desembocó en el holocausto judío; en
la antigua Yugoslavia, en la limpieza étnica, término cuya utilización es ya
de por sí perversa.

La tarea de ARP es, como puede verse, ingente. El pensamiento crítico tiene
muchos flancos que cubrir, desde los puramente folclóricos hasta los más
sutiles y potencialmente más peligrosos, y no ha de descuidar ninguno.
Porque sólo una opinión pública con auténtica capacidad de discernimiento es
capaz de elegir con libertad su devenir sin la necesidad de salvapatrias o
guías espirituales. El Escéptico nace con la vocación de convertirse en el
medio de expresión de todos aquéllos que abogan en el mundo de habla hispana
por el imperio de la razón, por el librepensamiento. Ésa es nuestra apuesta.