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[escepticos] Re:



Un articulo delirante de Terenci Moix en "la Vanguardia" del domingo. Muy
divertido.

Saludos.

Jose March



>La Vanguardia Digital
>
>TERENCI MOIX
>
>		IGNORO SI EXISte gremio, hermandad o mutua que agrupe a los magos y
adivinadoras que se nos aparecen en la alta madrugada de la tele, anunciando
sus servicios siempre aptos para poner en nuestras manos esa incierta
nebulosa que hemos dado en llamar ?futuro?. Sea cual fuere su especialidad
-al parecer, varias-, esos tejedores de quimeras desmienten lo solemne de su
empeño con la vulgaridad de un pregón que, a veces, parece más propio de los
anuncios eróticos que se emiten a las mismas horas. Y, puestos en esta
franja, no olvidemos lo irremisiblemente cómico de esos espacios
publicitarios donde vulgares señoritas americanas, con el pelo crepado a lo
Barbie, nos cantan las excelencias de aparatos gimnásticos o cosméticos de
reciente cuño, convocando inmediatamente la participación de otras señoritas
que confirman las excelencias del producto mediante la acreditada técnica
del ?antes y después?. (Lo patético del caso es que esas representantes de
la ordinariez yanqui estaban horrendas al principio y siguen horribles
pasado el uso. Y es que lo de ser yanqui no se cura fácilmente.)

>	Las brujas y nigromantes de la madrugada catódica siguen técnicas
parecidas, en alardes de mal gusto que hubieran provocado el asombro de la
sibila de Cuma y, desde luego, la de Delfos, tan acreditada. La bruja
moderna mira directamente a la cámara, esboza un mohín de calentorra y
pronuncia con voz pastosa la frase de reclamo: ?Si me necesitas, llámame?.
Otras, y otros, anuncian: ?Tu destino está en mis manos?, ?Los astros están
conmigo?, ?Yo puedo decidir tu futuro?, y zarandajas parecidas. En realidad,
son personajes que desconciertan, y no tanto por las peculiaridades de su
oficio cuanto a causa de una técnica expresiva que pertenece a otra
profesión: la más antigua del mundo. De manera que nunca acabo de entender
si nos ofrecen sus artes adivinatorias o piensan hacernos una paja.

>	Por sus atuendos y actitudes, algunas de esas adivinadoras semejan pupilas
de Madame Claude; en cuanto a los caballeros, con el inefable Rappel a la
cabeza, diríanse locas desorejadas más aptas para encabezar un desfile de
travestidos especializados en túnicas de relumbrón y abalorios de baratillo.
Hay una tercera opción, más discreta: ciudadanas con aspecto de ama de casa
que garantizan la seriedad de sus servicios ofreciendo la colaboración de
todo un ?gabinete de expertos?. O sea, algo parecido a un ?consulting? del
fatum que ni siquiera los sacerdotes délficos se hubieran atrevido a
inventar. Las que van de serias son las menos divertidas. Por lo menos, las
otras, las del aspecto de putón verbenero y los del porte mariconil,
representan una inapreciable contribución al kitsch de nuestra época y a los
extremos que puede alcanzar la superchería como forma de desvarío.

>	Aquí se impone una pregunta natural: ¿es posible adivinar el futuro? Es un
arduo debate que la Humanidad no ha dejado de plantearse desde sus orígenes.
El tema merece muchos más artículos que el presente; y de hecho existen,
pergeñados por autores que entienden del asunto (eso si alguien puede
dárselas de entender sobre los inescrutables designios de la fatalidad).
Otro aspecto más original de la cuestión es cuando lo dudoso se combina con
lo práctico, dando lugar a la más inverosímil de las opciones: ¡pueden
adivinar nuestro destino por teléfono! Mientras esperamos que consigan
hacerlo por e-mail, decido que la presente opción suena a reclamo de
sopicaldo y a concurso televisivo con regalo de automóvil. Es como si una de
esas vivarachas presentadoras de los espacios de hora punta exclamasen:
?Sorpresa, sorpresa, reina: mañana encontrarás un novio?. O, en el peor de
los casos: ?Sorpresa, sorpresa, bonita: a su hijo le saldrá un cáncer de
páncreas el mes que viene?.

>	Acepto, desde luego, la existencia de profesionales honestos, que tratan
los asuntos del zodíaco como una ciencia, dudosa y esquiva si se quiere,
pero ciencia en tanto que parte de la meditación, el estudio y la
sistematización.

>	Ahora bien, los anuncios de la tele se me antojan payasadas que
desacreditan al gremio entero. ¿Se han fijado en su formato? Contienen una
iconografía delirante, resaltada por un colorido de revista del Paralelo. De
las revistas de antes, por supuesto; pero es que también las pretensiones de
sus protagonistas parecen de ayer, vigorizadas por los medios de hoy. Muchas
de esas figuras no existirían sin la injusta popularidad que proporcionan la
tele y las revistas del corazón. Recuerden, sin ir más lejos, las páginas
dedicadas a Rappel: el alarde de túnicas, con ser de aullido, fue lo de menos. 

>	Más graves eran los reportajes que le mostraban en tanga, luciendo lo que
era a todas luces uno de los cuerpos más celulíticos exhibidos en la entera
geografía de la idiotez. Culo incluido.

>	¿Puede este culo adivinar mi destino? Decididamente, es más divertido
predecir el destino de este culo.

>	En otras ocasiones, los debates televisivos especializados en el escándalo
han pretendido demostrarnos que estos figurones tienen opinión. Mejor no la
tuvieran. Todavía recuerdo con repugnancia la noche en que Javier Sardà tuvo
la oportunista idea de juntar en una misma jaula a la arúspice Aramis Fuster
-dama que cada día se parece más a una ?drag queen?- y al inenarrable padre
Apeles. Difícil sería, si no imposible, encontrar a dos zascandiles mejor
predispuestos al ridículo. Acabaron insultándose entre sí, con la
colaboración de una señora que acusaba a la bruja de haberle afanado 200.000
pesetas no a causa de los astros, sino de una sospechosa historia de
trapisondeo marital. Quiero decir que la bruja debía ayudar a la señora a
quitarle el marido a otra y fallaron los filtros, pócimas y demás mejunjes.
Las dos mujeres se dijeron el nombre del cerdo, mientras Apeles iba atizando
el fuego con su habitual zafiedad de impresentable atroz.

>	¿Era verdad o mentira todo cuanto allí se contaba? Poco parecía importar. 

>	En este tipo de debates no prevalece la razón, sino el efecto enervante
producido en un público de escasas exigencias, por no decir basto e indocto.
Y las cosas siempre van a peor. Si a nadie se le ocurriría esperar del
encuentro Aramis-Apeles algo razonable, el dislate todavía subió de tono en
otra ocasión, cuando participó en un debate pretendidamente teológico (¡)
ese sorguín con acento de la Garrotxa llamado Mago Félix. El despropósito y
la rabotada se convirtieron en aliados inquebrantables de un surrealismo de
arrabal (que no de Arrabal).

>	Las opiniones de esta grey vulneraban los límites de la razón, si alguna
vez existió en el mundo de los brujos. Sin embargo, no son casos
esporádicos; por el contrario, son frecuentes los insensatos, los pirados,
los gilipollas que especulan sobre temas trascendentes cada vez que las
televisiones suscitan un debate sobre astrología, técnicas del tarot o artes
de la adivinación. Y lo cierto es que son temas resucitados con cierta
asiduidad, señal de que interesan y apasionan al vulgo. ¿No iba a ser así?
El vulgo no tendrá cerebrillo de bachiller pero tiene, al fin y al cabo,
corazón de humano, y las malas pasadas que nos depara el Destino es uno de
los temas más acuciantes después de la existencia de Dios. Desde los tiempos
de Edipo, sabemos que del Destino no conviene fiarse. Y quien dice Edipo
dice también Fedra, Alcestes, y Orestes, por citar algunso frutos sublimes
del intelecto humano. Son nobles ejemplos que no tienen cabida en
televisión, donde lo noble suele ser Ramón García y la siliconada Obregón.
Conocemos el paño. Si Edipo tuviese que aparecer en ?Crónicas marcianas?, lo
haría travestido de Aramis Fuster. Que ya es desgracia.

>	Es lógico que todos esos personajillos y sus funciones mediadoras me
suenen a cachondeo. Cuando no a tomadura de pelo, pura y simple. Les ocurre
lo que a la mujer de César: no basta con que sean honrados; deberían
parecerlo. O dicho en otras palabras: ¿cómo voy a poner mi sagrado destino
en manos de augures que se me antojan cretinos en potencia? Mal lo tienen
ellos. Y bien lo llevo yo, que sigo considerando al Destino como materia
sacra, imposible de televisar a la misma hora que los anuncios eróticos y el
aerobic de las yanquis menopáusicas.

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