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[escepticos] Grises
Saludos a todos,
He estado leyendo con interés los mensajes referidos a las diferencias
semánticas (y acaso genéticas) entre crédulos y escépticos. Aunque las
opiniones son diversas, creo que hay cierto consenso en plantear la
credulidad y la incredulidad como dos opciones bien separadas. Yo quiero
rescatar los grises intermedios.
Para no caer en malos entendidos, me reafirmo en mi posición de escéptico
recalcitrante. Especialmente cuando estoy rodeado de crédulos y mejor
todavía si hay un magufo por ahí. Ahora bien, en circunstancias más íntimas,
no puedo dejar de reconocer que mi cerebro o mente o como queramos llamarlo,
es una especie de máquina de fabricar sentidos. Ojo, digo fabricar. No
encontrar.
Ante cada circunstancia doméstica, mi mente "propone" algo automáticamente.
Y a falta de una propuesta, pues propone dos y hasta tres. Me explico. El
diario no llegó a la hora habitual. Mi mente: accidente / borrachera del
repartidor / quiebra del diario / etc. Otra parte de mi cabeza replica: poco
probable, imposible, estupidez, podría ser, etc.
Ahora bien. Esa parte de mi cabeza que propone cosas (vale decir, fabrica
sentidos) ¡Me propone cada magufada..! En casi cualquier circunstancia ve
"la mano de Dios" o del destino. Ahora bien, no le creo un comino. Pero es
innegable para mí que, de alguna manera, llevo un crédulo adentro. Y hasta
medio magufo. Y si los mantengo a raya es con un sostenido y aprendido
ejercicio de algo que llamo "la razón".
Lo que quiero rescatar con esto es que esa diferencia tajante entre crédulos
y escépticos no me parece como blanco y negro, sino como tendencias que
conviven dentro de nosotros mismos. Y doy un pasito más. No olvidemos que
algunas cosas que los escépticos creemos o dejamos de creer lo hacemos no
porque seamos científicos o hayamos repetidos los experimentos en el patio
de nuestra casa, sino por principio de autoridad de quien lo dice. Como
quien diría... "por un acto de fe". Lo que precisamente nos diferencia de
los crédulos sería, más bien, que esa fe es endeble y está sujeta a dudas y
cambios que los mismos científicos buscan y promueven (cosa que jamás hará
un magufo respecto de sus estupideces). Como bien cita Mario a S.J. Gould,
"En ciencia, la palabra "hecho" únicamente puede significar "confirmado
hasta el punto de que sería perverso no dar un asentimiento provisional".
Mi intención al hablar de esto va por acá: en primer lugar me parece que los
escépticos no somos completamente inmunes al daño que provocan los magufos.
En cierta forma, hablo por mí claro, "tenemos miedo" de que se nos cuele una
magufada por ahí y andamos, por así decirlo, con el culo en la pared, a la
defensiva.
Esa actitud, que encuentro válida, atenta un poco, me parece, con lo que
debería ser un alegre, lúdico y liberador ejercicio de la imaginación. No
olvidemos que un científico, antes de intuir una hipotésis, tiene por lo
menos que imaginarla. La imaginación es parte esencial de la ciencia (y
claro, de cualquier actividad humana) y me parece que el temor a parecer
magufos nos obliga un poco a restarle la importancia que se merece como
herramienta de pensamiento, por más racional que ese pensamiento pretenda
ser.
Y en segundo lugar, si aceptamos que una opción válida del escéptico es
desasnar crédulos, mal hacemos en pensar o sentir que el crédulo es de
alguna manera inferior (peor aún: genéticamente inferior). Me parece que si
nos sentimos o creemos parte de una minoría privilegiada estaremos
quitándole fuerza a nuestros propios argumentos, es decir abriendo más una
brecha que sólo beneficia a las magufos que viven de la credulidad pública.
Termino con una anécdota personal que espero algún fisiólogo o biólogo me
explique un poco mejor. Una época trabajaba de periodista en una casa grande
y vieja. Una noche me quedé solo (cosa habitual en el oficio) terminando
unas líneas. A eso de las tres de la madrugada me dispongo a irme a mi casa
y comienzo a revisar que todo esté listo y apagado cuando un ruido
sorpresivo y extraño me pone en guardia. La parte crédula de mi cerebro me
dice inmediatamente: corre, que vienen los fantasmas. Y la parte en control
replica: hombre, esas son boludeces. Pero un instante después el ruido se
repite y literalmente tengo un ataque de pánico descontrolado que me obliga
más o menos a irme corriendo. Aún sabiendo que esa huida era ridícula y
digna de sentir vergüenza. Por supuesto, al día siguiente descubrí que los
ruidos extraños provenían de un enredo de un ventilador con una cortina.
Pero el ataque de pánico fue real. Y la necesidad de salir huyendo, aún a
costa de mis creencias, fuertísima. ¿Adrenalina?
Saludos,
Pablo