Hola,
El fin de semana quiosco. (Si os apetece, claro). Es un breve
comentario de J. Martí Gomez que aparece en La Vanguardia de hoy, con un
punto de ironía y un mucho de escepticismo:
JOSÉ MARTÍ GÓMEZ El Nobel de la Paz
En teoría, ser galardonado con el Nobel de la Paz debería
representar influencia en el país sobre el tema por el que ha luchado o
lucha el galardonado. En la práctica, es un fiasco. Repaso los diez
últimos años del Nobel de la Paz. En 1989, Nobel para el Lama. La
identidad de Tíbet, masacrada sin que nadie le pare los pies a China. En
1990 ganó Gorbachev. Lo sacaron a patadas. En 1991, premio para la
birmana Aung Saan Sun, aún en arresto domiciliario mientras los
dictadores hacen de su capa un sayo. En 1995, Nobel compartido para Begin,
primer ministro de Israel. Lo asesinaron y se detuvo el proceso de paz con los
palestinos. En 1996, el Nobel fue para un obispo de Timor y un defensor de los
derechos humanos de los timorenses. Ya sabemos lo que ha pasado en Timor. El
futuro que se cierne sobre los Nobel del pasado año, los norirlandeses
Timble y Hume, no es muy halagüeño. Este balance desolador lleva a
dos conclusiones: que el Nobel de la Paz se asemeja a un martirologio
contemporáneo y que el fracaso de los galardonados representa que las
injusticias denunciadas siguen vigentes. El triste balance lleva a una pregunta:
¿sirve para algo el Nobel de la Paz?
Saludos sabatinos,
Toni
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