Como no me veo capaz de interpretar las vivencias de mis hijos, traeré a
colación uno de los pocos recuerdos que guardo de mi propia niñez
(Alzheimer empieza a amenazar). Era el año en que el asunto ya me olía a
chamusquina, y después de escribir la carta me disponía a cerrarla y
echarla a un buzón de verdad para comprobar hasta que punto su contenido
llegaba a oidos de los reyes, cuando mi madre me pidió que se la dejara
leer: opté por el pragmátismo; pensé que desmontar el cuento podía
esperar.