Este artículo trata sobre las famosas huellas de
Paluxy River. Es sólo para vuestro disfrute y solaz. La revista se llama
"Generación 4.4" y la dirige (o casualidad, el autor del artículo de 8 páginas)
un tal Luis Arribas (lo mejor, esto seguro que sí es casualidad, es que la
redacción está en la calle Santísima Trinidad de Madrid). Y el Copyright lo
tiene una empresa que se hace llamar Proyecto Aridane S.L.
Ya sé que lo publiqué en ARP, pero quizá haya gente
que no lo leyera en su momento (como el amigo Pedro).
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NO SOMOS LOS PRIMEROS Por Luis Arribas Vivimos en un mundo que está cambiando constantemente
a una velocidad impresionante. La percepción del tiempo se ha distorsionado de
tal manera que los acontecimientos ocurridos tan sólo un par de meses atrás nos
parece que han sucedido hace mucho más tiempo. Los días, las semanas y los
meses pasan tan rápido, que no hemos acabado el verano y ya estamos pensando en
las Navidades. Además, el tiempo atmosférico también parece incidir sobre estas
apreciaciones y tan pronto hace una temperatura casi veraniega como un frío
invernal. Pasamos del calor al frío, de una estación a otra apenas sin darnos
cuenta. Quizá Por eso, por lo distorsionado que tenemos el tiempo cronológico en
nuestra mente, no nos damos cuenta que tan solo han pasado unos pocos cientos
de años desde que creíamos que la Tierra era plana o que el mundo se había
creado unos pocos años atrás. Según la antropología convencional, el
ser humano tal como le conocemos hizo acto de presencia sobre este planeta no
hace más de 25.000 ó 30.000 años. Según esa misma cronología, hace
aproximadamente un millón de años nuestros predecesores surgieron de una rama
de primates -los póngidos- que fueron pasando por diferentes estadios
evolutivos hasta alcanzar nuestra etapa actual. Sin embargo, tradiciones
milenarias nos hablan de que el ser humano es mucho más antiguo, que antes de
existir nuestra humanidad hubo otras muchas que nos precedieron y que por
distintas causas desaparecieron de la faz del planeta sin dejar rastro. O ¿sí
1o dejaron? El ser humano se mantiene en este planeta gracias a su
capacidad de adaptación, a su poder para modificar el entorno adecuándolo a sus
necesidades. La existencia de alguna civilización anterior a la fecha
oficialmente establecida carece de sentido según la antropología, porque no
existen indicios racionales que lo puedan demostrar. Sin embargo, desde hace
casi cien años hasta la actualidad se han ido produciendo hallazgos que rompen
de forma dramática la línea histórica tan "Ortodoxamente" trazada por
los estudiosos del tema. En efecto, a lo largo de los últimos cien años, y a
todo lo largo y ancho de este mundo, se han ido encontrando
"cosas" que no debieran estar ahí, y que tampoco parecen ser del
tiempo en que son fechadas por los especialistas. Me estoy refiriendo a lo que
se conocen como "huellas erráticas", es decir, restos óseos y
culturales que rompen la línea evolutiva oficialmente establecida. Como un
ejemplo de lo anterior nos encontramos con el caso ocurrido el 17 de octubre de
1974, cuando una expedición franco-norteamericana, encabezada por el doctor
Carl Johanson, de la universidad de Cleveland, ayudó a salir de su tumba
volcánica a los restos de un cadáver que contaba con la nada despreciable cifra
de cuatro millones de años de antigüedad. Este espectacular desenterramiento no
sólo amenaza con destruir todas las actuales teorías acerca del origen del
hombre, sino que restablece el Oriente Medio como el lugar de nacimiento de la
especie humana. Pero con ser ciertamente sorprendente el hallazgo
anterior, palidece si lo comparamos con los descubrimientos realizados en
estratos carboníferos, algunos de los cuales podrían remontarse a la friolera
de hace ¡600 rnillones de años! Veamos si no, a título de ejemplo, la noticia
aparecida en la re- vista Geology of Coal (Geología del carbón): "Los restos de animales en lechos carboníferos
son extremadamente raros. Los animales que habitaron los grandes lagos
carboníferos eran formas terrestres, cuyos cuerpos se descompusieron después de
la muerte con la misma rapidez que los de los animales vivos de los primitivos
bosques y ciénagas existentes. En la colección carbonífera de la Academia de
Minería de Freiberg figura un sorprendente cráneo humano formado por carbón
marrón y limonita manganífera y
fosfórica, pero se desconoce su origen. Este cráneo fue descrito por Karsten y
Dechen en 1842 ". LAS PIEDRAS: MUDOS LIBROS DE PREHISTORIA
Según lo comúnmente aceptado, se supone que el hombre
hizo su aparición sobre el planeta a finales del periodo terciario y que tiene
por tanto un poco más de un millón de años de antigüedad. Pero según lo
relatado por el investigador norteamericano Brad Steiger en su obra "Mundos
anteriores al nuestro " se han encontrado huellas fosilizadas de pies
en rocas que van desde el período carbonífero al cámbrico, ofreciendo así
testimonios mudos de que algún tipo de criatura bípeda caminaba ya sobre el
planeta hace de 250 a 500 millones de años. Las huellas fósiles tanto de pies desnudos como
descalzos y de apariencia decididamente humana se han descubierto en lugares
que van desde Virginia y Pensilvania,
hasta Utah , Oklahoma y Texas pasando por Kentucky, Illinois y Missouri. Estas
señales parecen aportar todas las pruebas de haber sido impresas por pies humanos
cuando las rocas no cm sino barro blando o dócil arena. El monumento nacional de White Sands,
cercano a Alamogordo, Nuevo México, contiene unos 176.000 acres de terreno
formado por alabastro blanco. Los geólogos formulan la teoría de que esta
especie de yeso se formó cuando vientos secos desecaron un lago interior. Pero
en algunos puntos de esa vasta superficie de yeso se encuentran lo que parecen
ser huellas de sandalias de algún gigantesco ser humano prehistórico, quien
podría haberlas dejado sólo en el momento en que el fangoso sedimento de lo que
fue lago o mar interior comenzaba a endurecerse. En Historia de las Grandes Arenas Blancas, un folleto que se entrega en la entrada a
dicho monumento nacional, se incluye un relato relativo al descubrimiento de
esas gigantescas huellas humanas: "En el otoño de 1932, Ellis Wright, un explorador
a sueldo del gobierno, informó haber encontrado huellas humanas de increíble
tamaño grabadas en las rocas yesosas de la parte occidental de White Sands. Por
sugerencia suya, se formó un equipo de investigadores al que Mr Wright sirvió
de guía ... Según los informes de Mr Wright, había hasta trece
huellas humanas que cruzaban un estrecho paso situado entre las montañas Y las
arenas. Cada huella tenía aproximadamente 22 pulgadas de longitud Y entre ocho
v diez de anchura (una pulgada equivale aproximadamente a 2,5 cms.). Se
mostraron todos de acuerdo en que eran obra de un ser humano, pues la impresión
era perfecta, estando claramente marcado incluso el empeine del pie. No
obstante, ningún miembro del grupo se atrevió a adivinar cuándo habían sido
hechas o cómo podían ser de tan extraordinario tamaño. Se trata de uno de los
grandes misterios aún por resolver de las Grandes Arenas Blancas ". Como muchos de los misterios
verdaderamente importantes y apasionantes, el descubrimiento efectuado por
Ellis Wright de gigantescas huellas humanas parece haberse ido complicando aún
más a lo largo de los años. En su columna «Sucesos del Ayer y del Hoy», del Silver
City Enterprise correspondiente al 1 de abril de 1971, Mary Wright
informaba de que determinadas personas se habían puesto en contacto con un guía
para una expedición al área en la que Ellis Wright (sin ningún parentesco con
la periodista, a pesar de apellidarse igual) había descubierto las supuestas
huellas de un hombre prehistórico. Según la señora Wright, se habían
descubierto nuevas huellas en el yeso: " ... La expedición descubrió más
huellas que iban en la misma dirección que las primeras, acompañadas todas por
la de un bastón o palo. Como estas huellas, grabadas en yeso
endurecido, tenían un tamaño doble que el de las de una persona normal v
corriente, ¿quiénes podían ser aquellos primitivos viajeros, y qué podían haber
buscado en las montañas de San Andrés? ". Ninguna de las respuestas que pueden surgir del
estudio de este nuevo descubrimiento podrían ser del mayor interés. ¿Cómo eran
aquellos primitivos viajeros? Deben haber sido muy grandes, pues sus huellas
son dos veces mayores que las de un hombre medio, y de las primeras fotografías
tomadas parece deducirse que llevaban algún tipo de sandalia o mocasín. Tal
como demuestra el hecho de que sus huellas quedaran grabadas, cruzaron aquellos
lagos cuando el suelo estaba aún blando. Se encaminaban hacia el Oeste, en
dirección a las montañas y sus huellas pueden seguirse durante una buena
distancia antes de que la arena haga desaparecer la pista. Aunque el descubrimiento de estas huellas
de pies no es algo raro o reciente, los geólogos se niegan por lo general a
aceptar la validez de estas evidencias fósiles, pues ello equivaldría a
reconocer que el hombre rnoderno vivió en los primeros años de una hipotética
historia evolutiva. Escribiendo acerca de tales huellas de pies, a 1as que
calificaba como «el misterio del carbonífero», Albert C. Ingalis declaraba en el
número de Scientific American correspondiente a enero de 1940: "Si el hombre, o incluso su antepasado simio, o
aun el primer antecesor mamífero de ese antepasado simio, existió bajo
cualquier forma en un período tan remoto como el carbonífero, toda la ciencia
geológica habrá errado tan completamente que todos los geólogos tendrían que
dimitir de sus cargos. De aquí que, al menos por el momento, la ciencia rechace
la atrayente explicación de que pudo ser el hombre el que, con sus pies,
hubiese impreso las misteriosas huellas en el fango o barro del período
carbonífero ". Corno podemos ir apreciando, nuestros
orígenes no están demasiado claros en cuanto a la fecha en que tuvo lugar
nuestra aparición sobre el planeta; pero no se trata de que la cosa esté errada
en unos pocos miles de años, es que estamos hablando de una diferencia de
millones de años, algo que evidentemente repugna a las mentes de los
antropólogos convencionales. Veamos nuevos ejemplos tomados de la obra de
Steiger: En 1912, dos empleados de la Planta Eléctrica
Municipal de la ciudad de Thomas, Oklahoma, utilizaron un trineo para romper un
bloque de carbón demasiado grande corno para ser introducido en el horno. Del
centro del mismo cayo una vasija de hierro, dejando su marca en el carbón. Este
había sido extraído de una mina en las cercanías de Wilburton, Oklahoma, una
zona del suroeste de los Estados Unidos que parece especialmente rica en
vestigios erráticos y huellas anómalas de pies. Los dos hombres firmaron
voluntariamente una declaración en la que atestiguaban su increíble
descubrimiento. El artefacto ha sido fotografiado y miles de hombres y mujeres
tuvieron ocasión de examinar esa vasija procedente de un tiempo y lugar
desconocidos. El 7 de noviembre de 1926, buscadores de
fósiles en los lechos carboníferos del Bear Creek Field, cerca de Biffings,
Montana, encontraron un diente humano, cuyo esmalte se había transformado en
carbón, mientras que la cal de las raíces se había convertido en hierro. Según
el New York Times del 8 de noviembre de 1926: "El diente, que los dentistas de
esta ciudad (Billings) declararon era el segundo molar inferior de un ser
humano, fue descubierto por el doctor J. C. Siegfriedt, de Bear Creek, quien se
dedica a recoger fósiles para la universidad de Iowa y otras instituciones. El estrato de carbón es deformación
fortuniana, anterior incluso a los del período eoceno. En esa zona, el doctor
Siegffiedt ha descubierto ya numerosos fósiles, incluyendo ganoides, una
especie de escama de pez, y dientes de tiburón. El doctor Siegffiedt afirma que
sus descubrimientos proporcionan numerosos materiales para la investigación de
fósiles y dinosaurios ". ¿CONVIVIERON SERES HUMANOS CON
DINOSAURIOS? Seguramente las arenas del tiempo han
cubierto y oscurecido otras pistas que podrían conducir a numerosos
investigadores a una sofocante selva de controversias y polémicas sobre si el
hombre pudo vivir o no en la misma era que los grandes reptiles, hace más de 70
millones de años, pero cada día son más las personas culturalmente preparadas
que opinan que las pruebas que se van encontrando no son circunstanciales y que
en aquella época había ya en la Tierra hombres gigantescos que luchaban por su
supervivencia con los reptiles gigantes. La idea de que el hombre o una primitiva especie de
homínido pudo haber convivido con los dinosaurios ha estimulado la capacidad
creadora de más de un escritor de temas fantásticos o de ciencia ficción. Pero
aun admitiendo que el hombre no existía durante la era de los reptiles
gigantes, hay otras versiones que afirman que, aunque en número reducido, los
dinosaurios sobrevivieron durante mucho más de los 70 millones de años que les
asignan los decretos de los paleontólogos. Varios autores de obras de ficción y
unos cuantos antropólogos osados han planteado la posibilidad de que las leyendas relativas a dragones, tanto voladores
como no, puedan haber sido el resultado de la memoria genética del ser humano.
Una vez más, casi todos los relatos románticos centrados en continentes
perdidos o islas misteriosas contienen la obligatoria escena de la persecución
del héroe o la heroína por un enfurecido dinosaurio al que no le ha llegado aún
la notificación oficial de que su especie se ha extinguido. Casi todas las culturas contienen
historias y leyendas sobre monstruos con forma de dragón que atemorizaban
regiones enteras diezrnando gentes y ganado hasta que el héroe de tumo acababa
con él; recuérdese, en este sentido, la leyenda de San Jorge y el Dragón. Así
que llegados a este punto, no nos queda otra solución que plantearnos la
siguiente pregunta: ¿Existió durante la Era de los Reptiles, es decir, hace
unos 70 millones de años, una raza o especie humana; o logró un cierto número
de reptiles gigantescos sobrevivir hasta hace sólo
unos cuantos miles de años'? A comienzos de 1970, los periódicos suscritos a la
agencia London Express Service publicaron todos un artículo en el que se
relataba el descubrirniento de un conjunto de pinturas prehistóricas en las
colinas Gorozamzi, a unas veinticinco millas de Salisbury, Rhodesia. Según la
referida agencia de noticias, las pinturas incluían una representación bastante
exacta del brontosaurio, un monstruo de unos 20 metros de longitud y 30
toneladas de peso, que los científicos insisten se extinguió millones de años
antes de que el hombre apareciese sobre la tierra. Los expertos están de acuerdo en que las
pinturas fueron realizadas por los bosquimanos que habitaron Rhodesia desde
unos 1.500 años antes de Cristo hasta hace sólo unos cuantos cientos de años.
También concuerdan en que estos bosquimanos pintaban lo que veían. Esta
creencia se ve corroborada por otras pinturas prehistóricas en las cuevas de
las colinas Gorozamzi que representan elefantes, hipopótamos, ciervos y
jirafas. Según el artículo periodístico: «Los brontosaurios, un miembro de la
familia de los dinosaurios, pueden verse claramente en la roca; en una de las
pinturas, uno de ellos está sacando el cuello sobre la superficie de un
pantano... »Las autoridades encargadas de los museos
de Rhodesia se niegan a creer que los brontosaurios pudieron vivir en dicho
país hasta tiempos relativamente recientes; pues, según todos los restos
fosilizados que han descubierto, pueden tener millones y millones de años». En otra parte del mundo, el doctor
Clifford Burdick consagró más de treinta años a un estudio de lo que parecen
ser huellas humanas en estratos contemporáneos a las huellas de dinosaurios.
Investigaciones a fondo de varias impresiones encontradas en Glen Roso, Texas,
han convencido al doctor Burdick de que se trataba de auténticas huellas de
pies humanos. El doctor Burdick comenzó a investigar
las «huellas de pies en piedra» a comienzos de la década de los cincuenta,
cuando la Fundación de Ciencias Naturales de Los Angeles le asignó la misión
de, junto con otros científicos, examinar las supuestas huellas humanas
descubiertas en estratos contemporáneos de los dinosaurios en Glen Rose, Texas.
Este comité tuvo pronto noticia de que, desde al menos 1938, varias personas
habían venido cortando y llevándose huellas tanto humanas como de dinosaurio de
los terrenos calizos del lecho del río Paluxy, próximo a Olen Rose. Un tal Mr.
A. Berry les proporcionó un informe en el que declaraba que, en septiembre de
ese año, él y otros hombres encontraron «numerosas huellas de dinosaurio,
varias de tigres y tres de seres humanos» en el lecho del río. El comité se entrevistó con Jirn Ryals,
¿in individuo que había cavado y vendido docenas de huellas de la zona del río
Paluxy. Numerosos habitantes de la zona se habían dedicado a vender huellas a
los turistas durante los años duros, para sacarse unos cuantos dólares con los
que ir sorteando sus dificultades económicas. Debido al valor de las huellas
como curiosidad, algunos individuos sin escrúpulos se habían dedicado a falsificarlas
. Ryals informó al comité que si las huellas tenían bordes o rebabas causados
por la presión alrededor de los pies es que eran auténticas. El comité averiguó
que las huellas descubiertas por Mr Berry tenían claramente tales bordes o
rebabas. El doctor Burdick se enteró entonces de que el Dr.
Roland Bird, explorador por cuenta del Museo Americano de Historia Natural de
la ciudad de Nueva York, había examinado también las huellas de Berry. En su
descripción de las mísmas, aparecida en el número de mayo de 1939 de la revista
Natural History, Bird reconocía no haber visto nunca antes nada parecido
a aquellas huellas, calificándolas de «perfectas hasta en el último detalle».
Pero como las huellas humanas medían unos cuarenta centímetros de los dedos al
talón, Bird manifestaba que eran demasiado grandes como para ser de hombre,
aunque tales huellas de pies desnudos mostraban todas las partes del pie
humano, los dedos, el empeine y el talón, en las proporciones adecuadas. Jim Ryals había acompañado al doctor Bird
cuando éste hizo un viaje especial hasta el río Paluxy para examinar las
huellas in situ. El doctor Bird perdió entusiasmo por las huellas cuando
las vio asociadas con otras de dinosaurios, pues «el hombre no existía en la
era de los dinosaurios». No obstante, su desplazamiento no fue totalmente
inútil El doctor Bird sacó varias huellas de brontosaurio de con- siderable
tamaño y las hizo enviar al museo. GIGANTES EN LA ANTIGÜEDAD En su obra Footprints in the Sands of Tíme, el
doctor Burdick describía el descubrimiento por parte de Charles Moss de «una
serie de entre 15 y 20 gigantescas huellas humanas de pies descalzos, cada una
de ellas de unos cuarenta centímetros de longitud y veinte de anchura. El paso
o zancada medía unos seis pies (aproximadamente 180 cms.), hasta que el
individuo en cuestión se echaba de repente a correr, y entonces alcanzaba hasta
270 cms., marcándose en la arena sólo la parte delantera del pie y no el talón.
Luego la serie de huellas desaparecía en la orilla». Según este relato, podemos imaginarnos a un gigante
prehistórico enfrentándose en terreno abierto a un brontosaurio o a un
tiranosaurio rex, y apresurándose para buscar refugio en una cueva... o la
protección de varios congéneres, que podían alejar a las monstruosas bestias
arrojando sobre ellas una lluvia de lanzas y flechas. El reto o desafío planteado por estas extrañas huellas del lecho del río
Paluxy exige una explicación científica y convincente. Cualquiera que fuese la
especie autora de aquellas huellas era evidentemente bípeda., Todas muestran
aproximadamente la misma longitud de zancada o paso, que parece corresponder a
un hombre con un pie de unos cuarenta cms. de longitud. La forma de las huellas
es más parecida a la de un ser humano que a la de cualquier otro animal
conocido por la ciencia. Si se acepta que estas huellas son de origen humano, los científicos se verán obligados,
bien a retrotraer al hombre al período cretáceo, bien a adelantar a los
dinosaurios al pleistoceno o período más reciente. Aunque los científicos
ortodoxos dudarán mucho antes de aceptar cualquiera de estas dos alternativas,
lo cierto es, que estos, testimonios obligan a tomar alguna postura por mucho
que eso desmonte todo cuanto hasta la
fecha teníamos tan bien ubicado. Refiriéndose a las pruebas de las huellas de Glen
Rose, el doctor Burdick afirma que la teoría general de la evolución, propuesta en su día por Darwin, sufriría un
golpe mortal, pues el registro geológico de huella de pies humanos
contemporáneas a las de dinosaurios «sugieren que formas simples y complejas
de vida coexistieron durante tiempos remotos o durante eras geológicas... Esto
no encaja en absoluto con la hipótesis de que los tipos complejos de, vida
evolucionaron a partir de formas inferiores o más simples... ». «La teoría evolucionista implica que, a través de las
eras geológicas, la vida se ha ido haciendo no sólo más compleja, sino también
mayor de tamaño. Pero si se utilizasen como criterio las referidas huellas
humanas, se llegaría a la conclusión de que el hombre antiguo era como media
mucho mayor de tamaño que el moderno. Esto coincidiría con la mayoría de las
formas de vida fosifizadas, que son mucho mayores que sus actuales
contrapartidas... En general, la vida biológica ha tenido que enfrentarse a un
medio desfavorable, lo que ha sido más un factor de degeneración que de evo-
lución». Además de las huellas encontradas en el lecho del rio
Paluxy, nos encontramos también con el asombroso descubrimiento realizado por
William Meister, un aficionado a coleccionar piedras, quien encontró lo que
parece ser la huella fosilizado de una sandalia humana con un trilobita, un
animal marino extinto, dentro de la huella marcada por el talón. Meister
efectuó su hallazgo en julio de 1968 mientras buscaba fósiles en la zona de
Antelope Springs, cerca de Delta, Utah. Como la huella apareció en lo que pudo
ser alguna vez una playa arenosa del período cámbrico de la era paleozoica, la
sandalia impresa debía tener la increíble, antigüedad de 500 millones de años. El doctor Burdick investigó personalmente
el descubrimiento de William Meister, y cavando en esa misma zona en la que se
había encontrado la huella de sandalia, él mismo tuvo «la enorme suerte de
encontrar en una plancha de pizarra la huella del pie desnudo de un niño, con
los cinco dedos claramente marcados». Pocos días después, el doctor Burdick descubrió una
huella humana «parecida a la primera hallada por Meister, y grabada
evidentemente por unos zapatos o mocasines». Los catedráticos del
departamento de geología de una
destacada universidad reconocieron que las huellas parecían
evidentemente humanas, pero se negaron a reconocer sus orígenes biológicos. Los comentarios del doctor Burdick en relación con las
huellas humanas descubiertas en Antelope Springs aparecen en su mencionada
«declaración de defensa»: "Tales huellas de apariencia humana se
conservaron en una roca a cientos de pies por debajo de la actual superficie
del suelo, corno si, al comienzo de alguna gran catástrofe, un temblor de
tierra hubiese enterrado juntas muchas formas de vida, unas marinas y otras no.
Esta mezcla de tipos de fósiles es muy corriente en todo el mundo... Si se comprueba que son huellas humanas, el descubrimiento tendrá repercusiones de largo alcance en todo el mundo científico, especialmente para los estratígrafos y los palentólogos. Los fósiles cámbricos, tales como los trilobitas, se encuentran tradicionalmente ubicados en el fondo del paleozoico, es decir, unos 600 millones de años antes de la aparición del hombre según la geología evolucionista. Si demuestran ser ciertas, estas pruebas provocarán prácticamente el colapso o derrumbamiento de la columna geológica... ".Como vemos, los misterios que rodean a la
presencia humana sobre la Tierra son innumerables. Así, el número del 19 de
abril de 1883 de la revista Nature contenía noticias de otra criatura
bípeda que había dejado huellas de pies que parecían indicar que caminaba a
enormes pasos. Una vez más, las huellas se hallaron en un estrato contemporáneo
al de los animales prehistóricos. Fueron descubiertas mientras se procedía a la
construcción de la Prisión del Estado, cerca de Carson City, Nevada, siendo
descritas a la Academia de Ciencias de Califomia por Charles Drayton Gibbs, C.
E. del modo siguiente: <Estas
huellas incluyen las de las patas de un mamut o algún otro animal parecido,
junto con las de cuadrúpedos de menor tamaño, aparentemente de las especies
canina y felina y las de numerosas aves. Unidas a ellas se encuentran numerosas
huellas de pies que todo el mundo coincide en atribuir no a animales sino a
seres humanos... El detalle más notable que las caracteriza es su
descomunal tamaño. En un caso se encuentran hasta trece huellas, todas ellas de
casi cincuenta centímetros de longitud por veinte de anchura en la parte
delantera del pie, y quince en el talón. Existen otras de menor tamaño,
probablemente de mujeres. Una pista o rastro contiene catorce huellas de pies
de cuarenta y cinco centímetros de longitud. La distancia entre las huellas o
pisadas oscila entre un metro y setenta centímetros, mientras que la distancia
entre las huellas consecutivas de un mismo pie o paso oscila entre casi dos
metros y 135 centímetros. En ninguna de las huellas de este sedimento aparecen
marcadas pezuñas o garras de animales... Ni que decir tiene que, en lo
que se refiere al horizonte de la geología, este descubrimiento no implica que
el hombre existiese antes que los mamíferos del cuaternario, con los que está
desde hace tiempo claro que convivía durante los tiempos prehistóricos. Se
trata, sin embargo, de un descubrimiento de gran trascendencia, especialmente
por coincidir con la curiosa afirnación, tan brevemente enunciada en las
escrituras hebreas.- « Y, en aquellos tiempos, había gigantes ... ». El consenso ortodoxo en relación con las gigantescas
huellas de pies de forma humana encontradas cerca de Carson City afirma que
fueron obra de una especie extinguida de calípedes. No obstante, resulta más
difícil descartar de un plumazo los esqueletos reales de hombres y mujeres
gigantes de origen indeterminado?. Además de las gigantescas huellas de pies de criaturas
bípedas parecidas al hombre que se han encontrado en todo el suroeste de los
Estados Unidos, el descubrimiento en el Supai Canyon de Arizona de un
petroglifo que mostraba el ataque de un mamut contra un hombre, suministra
nuevos indicios de que una raza humana de tamaño muy superior al de la actual
habitó Norteamérica en tiempos prehistóricos. Esta primitiva obra de arte fue
descubierta por Harold T. Wilkins, quien llegó a la conclusión de que, según la
perspectiva empleada por el rudimentario artista, el hombre acosado debía haber
tenido más de tres metros de altura. Los amerindios de las cercanías afanaron
que los dibujos habían sido trazados por los «gigantes de tiempos remotos». En
las investigaciones sobre este tema, esa frase, u otras parecidas, reaparecen
con cierta frecuencia. Pero la existencia de gigantes no sólo se circunscribe
a América, ya que en otros muchos lugares del planeta se han encontrado restos
de seres humanos enterrados y que en algunos casos llegaban a medir ¡diez
metros de altura! En su número del 2 de diciembre de 1930,
el New York Times incluía un artículo en el que se relataba el
descubrimiento de los restos de lo que parecía ser una raza de gigantes que
hubiese habitado alguna vez en las inmediaciones de Sayopa, Sonora, una ciudad
minera a 300 millas al Sur de la frontera con México. Un ingeniero de minas, J.
E. Coker, afirmó que, mientras allanaban unos terrenos cerca del río Yazui, los
peones habían descubierto «un antiguo cementerio en el que, enterrados
hilera a hilera, aparecieron los cuerpos de hombres de una estatura media de
unos dos metros y medio ... ». CONCLUSIÓN¿A dónde nos lleva todo lo relatado hasta ahora?, ¿quiénes
fueron esos antepasados remotos que nos narran las leyendas más antiguas y
cuyos restos fosilizados han llegado hasta nuestros días? Una de las hipótesis más sugerentes nos
dice que nuestro planeta ha sido visitado periódicamente desde tiempos remotos
por diversas civilizaciones que no sólo nos habrían dado carta de naturaleza
como seres, humanos a partir de unos primates, hecho éste relativamente
reciente en relación con la historia del propio planeta, sino que los
"visitantes" pudieron asentarse en la Tierra por periodos de tiempo
de unos miles de años mientras sus planetas de origen se recuperaban de alguna forma
de catástrofe que les hicieran emigrar temporalmente hasta otros lugares del
universo.. Esto explicaría el hecho de las diferencias de tamaño con relación a
la humanidad actual, así como que pudieran convivir con los dinosaurios.
Además, libros sagrados como la Biblia, el Popol Vuh o los Vedas nos presentan
esta hipótesis extraterrestre como la más probable si nos atenemos a lo que en
ellos se relata y no nos quedarnos en sus meros aspectos religiosos. Al fin y
al cabo es más que probable que en los próximos cien años exploradores
terrestres dejen sus huellas en muchos lugares de nuestra galaxia y sus hipotéticos
habitantes tal vez un día piensen que tales huellas pertenecieron a sus antepasados
¿por qué no? |