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[escepticos] Conmigo o contra m� / Por Juan Aranzadi



    Hace un tiempo ya sali� impreso en el Peri�dico El Pa�s
http://www.elpais.es/ el siguiente art�culo de Juan Aranzadi.
    Consider� en su momento que era un punto de vista y un an�lisis
interesante los que se propon�an en el mismo pero, por no cargar las
tintas sobre un tema que habitualmente es proclive a las demagogias y a
los prejuicios, decid� no pasarlo a la Corrala.
    Como en este momento aquella l�nea de discusi�n parece que qued�
zanjada he tomado la decisi�n de remit�roslo, no con el �nimo de
polemizar sino de aportar un, para m�, interesante punto de vista.

Saludos esc�pticos desde Bilbao.
Capital del mundo mundial y alrededores.-((;.�D))))
Marco Tulio Cicer�n-"Dubitando ad veritatem pervenimus"-

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CONMIGO O CONTRA M�

JUAN ARANZADI

A favor del comprensible y justificad�simo clamor popular contra los
renovados asesinatos de ETA han vuelto a arreciar los llamados a tomar
partido inequ�voco en un dilema maniqueo que s�lo ve como posibles dos
posturas: "�Con ETA, o con la Constituci�n y el Estatuto!".
El principal interpelado por ese ultim�tum es el PNV, al que se presiona
para que abandone Lizarra como condici�n indispensable para ser aceptado
entre los dem�cratas, e incluso para volver a dialogar con �l, pero
tambi�n son arrojados a las tinieblas exteriores de la ingenuidad
culpable y la impl�cita complicidad con ETA los llamados
"equidistantes", los "partidarios del di�logo", los "pacifistas a
ultranza" y todos cuantos declaran sentirse inc�modos en ambos lados de
la barricada.
A sabiendas de lo intempestivo de las siguientes consideraciones y pese
a que no me considero incluido en ninguno de esos desprestigiados
casilleros, quiero exponer algunas reflexiones y preguntas que
contribuyan a relativizar la creciente unanimidad en torno a la supuesta
inevitabilidad y bondad de esa simplificaci�n maniquea.
No creo ser el �nico cuyo rechazo a ETA sin paliativo alguno no obedece
fundamentalmente a motivos pol�ticos, sino a motivos �ticos, al rechazo
incondicional de la muerte como instrumento pol�tico, sea cual fuere la
finalidad que se invoque: la independencia de Euskadi, la soberan�a de
Espa�a, el socialismo, la democracia o cualquier otro de los m�ltiples
�dolos que los hombres han inventado para morir y matar por ellos. Al
margen de los espinosos problemas pol�ticos que se derivan del intento
de sacar todas las consecuencias de ese rechazo �tico, hay una que me
parece indudable y que me impide cualquier equidistancia entre ETA y el
Estado espa�ol actual: la superioridad moral de un Estado que ha abolido
la pena de muerte sobre una "organizaci�n armada" que mata a quien se le
antoja.
A partir de ah�, la pregunta es: �es inevitable que todo el que rechaza
a ETA por sus cr�menes desemboque en la defensa de la Constituci�n y del
Estatuto?, �no hay lugar en el "frente del rechazo a ETA", que
afortunadamente crece, para el anarquista que sue�e con la jubilaci�n
del Estado, para el republicano que aspire a una Rep�blica ib�rica
jacobina con Portugal incluido y ciudadan�a libre para cuanto africano
lo desee, e incluso para el nacionalista espa�ol que considere el
Estatuto de Gernika como una intolerable cesi�n al separatismo del PNV?
Hay dos falacias b�sicas en el dilema maniqueo que se nos propone: la
primera identifica el rechazo al crimen pol�tico con la ideolog�a
democr�tica; la segunda identifica defensa de la democracia con defensa
de la Constituci�n y del Estatuto. Esta �ltima falacia excluye sin
justificaci�n alguna la posibilidad de una cr�tica democr�tica de
aspectos inequ�vocamente antidemocr�ticos de la Constituci�n (como el
respeto tradicionalista a los "derechos hist�ricos" o el acceso a la
jefatura de las Fuerzas Armadas por v�a hereditaria), as� como cualquier
pol�tica que busque por v�as democr�ticas la reforma, cambio o abolici�n
de la Constituci�n y del Estatuto. Esto �ltimo, una estrategia pol�tica
pac�fica y democr�tica conducente al cambio o abolici�n democr�tica de
la Constituci�n y del Estatuto, es lo que el PNV, EA y EH articularon en
Lizarra como v�a pac�fica y democr�tica hacia la independencia de
Euskadi.
Nada m�s leg�timo y l�gico que el rechazo del PSOE y el PP a
incorporarse a Lizarra y a asumir como objetivo pol�tico propio la
versi�n abertzale de la "soberan�a" de Euskal Herria; nada m�s leg�timo
y l�gico que el deseo del PSOE y del PP de que el PNV enmiende su
estrategia soberanista y retorne al consenso pol�tico en torno al
Estatuto; nada m�s leg�timo y l�gico que el intento del PSOE y del PP de
aprovechar el manifiesto fracaso de la estrategia de Lizarra para
desalojar del Gobierno vasco al PNV.
Pero nada de eso autoriza al PSOE y al PP a confundir su leg�tima
estrategia pol�tica respecto al PNV con una exigencia democr�tica: antes
de Lizarra, en Lizarra y despu�s de Lizarra, el PNV se ha movido dentro
de los l�mites de la democracia, y exigirle que abandone el
"soberanismo" como un requisito imprescindible para ser nuevamente
aceptado en el "bloque democr�tico" contra ETA, incluso para dialogar
con �l, supone un reconocimiento antidemocr�tico de que no todos los
fines pol�ticos pueden ser perseguidos por v�a democr�tica en la
democracia espa�ola.
Es absolutamente deshonesto descalificar Lizarra como "un pacto con
asesinos", cuando, si lo fue, fue para que dejaran de matar, como
efectivamente ocurri� durante la "verdadera tregua" de a�o y medio
(verdadera y no "falsa tregua", como algunos se empe�an en llamarla,
pues por desgracia fue exactamente lo que ETA anunci�: una suspensi�n
provisional de la actividad armada, es decir, una tregua) y como ocurri�
asimismo en la tregua m�s corta que ETA declar� durante las frustradas
conversaciones de Argel con representantes del Gobierno del PSOE.
Me cuento entre quienes pensaron que la tregua iba a ser definitiva. No
porque tuviera la m�s m�nima confianza en la voluntad de paz de ETA,
sino porque pens� y sigo pensando que lo �nico que pudo y puede llevar a
ETA a dejar de matar es la coincidencia de dos factores que, en mi
opini�n, son los que llevaron a ETA y a HB a Lizarra: la convicci�n en
su entorno pol�tico de que la violencia ha dejado de producir beneficios
pol�ticos y simb�licos a "la construcci�n nacional" y la percepci�n de
su propio debilitamiento progresivo, del serio riesgo de su
desarticulaci�n policial.
�Qu� llev� a Lizarra al PNV y a EA? La posibilidad de corregir su
progresivo debilitamiento electoral con la capitalizaci�n, por un bloque
nacionalista democr�tico, de la derrota pol�tica de HB y del miedo de
ETA a su derrota policial. El precio pol�tico e ideol�gico pagado por
ese esperado beneficio no fue excesivo: acostumbrado desde sus or�genes
a una personalidad esquizofr�nica (de d�a Dr. Jekill autonomista y de
noche Mr. Hyde independentista y sabiniano), se limit� a dejar que
pasara a primer plano su lado "soberanista".
Al fin y al cabo, una vez que el PP y el PSOE han hecho suyo el programa
m�nimo del PNV y toda la parafernalia abertzale (desde la ikurri�a y el
neologismo sabiniano Euzkadi hasta su pol�tica ling��stica, cultural y
folcl�rica) ha sido asimilada por todos los ciudadanos vascos, el �nico
modo de no diluirse en un autonomismo generalizado era enfatizar su
soberanismo y acercarse a quienes hab�an regenerado el nacionalismo en
la posguerra. Desde la perspectiva de la supervivencia de un
nacionalismo vasco diferenciado del "espa�olismo", nada m�s cierto que
lo que recientemente reconoci� Egibar: el PNV y HB se necesitan
mutuamente.
Esa necesidad mutua les llev� a Lizarra, y de esa necesidad mutua cabe
esperar, parad�jicamente, el final de ETA. Lo que la ruptura de la
tregua ha puesto claramente de manifiesto no es s�lo que, obviamente,
ETA se ha recompuesto y ha recuperado cierto grado de "capacidad
operativa" (muy lejano, sin embargo, pese a la espectacularidad de su
mort�fera campa�a este verano, del que tuvo en sus mejores �pocas, e
incluso en periodos muy recientes), sino, sobre todo, que ETA es una
variable independiente en la pol�tica vasca y espa�ola, que sus
decisiones son completamente aut�nomas, que su principal objetivo es su
propia perduraci�n (pues, para ETA, la naci�n vasca que propone
construir no es sino ella misma) y que s�lo su propia percepci�n y
reconocimiento de su propia debilidad y del riesgo inminente de su
"derrota militar" puede llevarle a abandonar la "lucha armada", siempre
que pueda disfrazarla de victoria pol�tica como hizo en Lizarra.
Sin la posibilidad de que se repita esa operaci�n cosm�tica que el PNV
le cocin� en su propio beneficio, ETA, por d�bil que llegue a estar,
morir� matando, y tardar� m�s en hacerlo. No llego a entender qu� puede
tener quien no es nacionalista contra que el PNV, que s� lo es y que
nunca ha renunciado a su alma sabiniana, est� dispuesto a ahorrarnos los
terror�ficos estertores de ETA capitalizando pol�ticamente la
suavizaci�n de su agon�a. Al fin y al cabo, fue con los nacionalistas y
s�lo con ellos con quienes ETA se mostr� dispuesta a negociar su final:
s�lo a ellos les exigi� un precio y les control� su pago. La elecci�n
real para quien no es nacionalista en el Pa�s Vasco es enfrentarse, bien
a una ETA activa y a un PNV esquizofr�nico con predominio autonomista,
bien a una ETA anestesiada en su fase terminal por un bloque soberanista
democr�tico. En el segundo caso se afronta, sin duda, un serio problema
pol�tico y c�vico; en el primero, se le a�ade un grav�simo problema
criminal.
Pese a la recomposici�n de ETA, siguen vigentes y operantes los mismos
factores sociopol�ticos que determinaron su progresivo debilitamiento
desde mediados de los ochenta y, sobre todo, la transformaci�n en su
contrario de los beneficios pol�ticos que en su d�a produjo la violencia
al nacionalismo vasco. Si ya antes de Lizarra ETA era una r�mora
pol�tica hasta para HB, "despu�s de Lizarra los cr�menes de ETA son una
pesada losa para el futuro pol�tico de todo el nacionalismo vasco".
Cierto que Lizarra representa que ETA y el PNV comparten sus fines. Pero
quienes, sin la m�s m�nima simpat�a por esos fines, creemos que el
problema fundamental son los medios (es decir, la muerte como
instrumento pol�tico) nos preguntamos en virtud de qu� se niega al PNV
el di�logo y la legitimidad para incorporarse a un "bloque democr�tico"
contra ETA.
Quiz� la �ltima de las paradojas que nos reserva el "problema vasco" sea
asistir al final de ETA a manos de quienes invocan sus propios fines. No
porque rechacen �ticamente la muerte, sino porque la muerte se ha vuelto
pol�ticamente perjudicial para sus fines.