“¿Tenían
ombligo Adán y Eva? La falsedad de la pseudociencia al descubierto”
el nuevo libro de Martin
Gardner.
La portada de la edición castellana de
esta nueva obra de Martin Gardner se ilustra con la imagen de Adán y Eva,
tomada de un cuadro de Durero. Sobre sus figuras aparece la inevitable
ramita que cae, de una forma casi mágica, sobre el lugar adecuado para
ocultarnos sus genitales, como en muchos otros cuadros de esa y otras
épocas, en los que son retratados los mismos personajes. Si la Iglesia
hubiera sido más inteligente y no se hubiera dejado arrastrar por su
habitual mojigatería sexual, habría colocado esa ramita sobre los ombligos.
Todo el mundo puede intuir sin mucho problema que bajo la ramita de Adán se
esconde un pene, y bajo la de Eva una vagina. Cualquier otra opción sería
demasiado perversa y retorcida, incluso para la iglesia cristiana. ¿Porqué
ocultarlos entonces?
Sin embargo, si esas ramitas estuvieran
sobre el lugar que ocupa habitualmente el ombligo, cabría preguntarse como
reza el libro: ¿Tenían ombligo Adán y Eva? ¿Dios los creó con el vientre
perfecto para que solo sus descendientes, nacidos ya de un humano, portaran
esa redonda cicatriz del parto? ¿O ya los creó con ombligo, simulando un
pasado biológico que no existía para esos nuevos seres? Y puestos a ello
¿Tenían anillos de crecimiento los árboles del Paraiso? Afortunadamente para
los pintores y artistas de la época los árboles no lucen obscenamente en su
exterior los anillos de crecimiento, como por el contrario hacen Adán y Eva
con sus ombligos. Podían dejar esa pregunta al criterio de teólogos ociosos
y filósofos de lo liviano.
Las anteriores reflexiones pueden
resultar más o menos entretenidas, o pasar por un ejercicio de lógica, pero
dudo que exista un solo científico serio, ni siquiera un solo cristiano
actual, no fundamentalista, que no piense que esta pregunta es absurda, una
tontería. Y de hecho lo es. Pero para la iglesia del XIX y principios de XX
no lo fue. Y para el actual movimiento creacionista tampoco lo es. Es más
que una pregunta retórica o divertida. Es una pregunta muy seria que los
hace plantearse temas muy profundos acerca de lo que tenía Dios en la cabeza
cuando creo el mundo. Por que para ellos, Adán y Eva existieron realmente
hace poco más de 6000 años, y no tuvieron padres, si no que fueron creados
directamente por Dios. Entonces la pregunta estúpida pasa a ser una
cuestión, aparentemente seria.
Y ese es el tema del libro, o mejor
debería de decir, su tesis. No el ombligo de Adán y Eva, la pregunta, el
hecho de preguntar. La función de la ciencia y la filosofía es generar no
solo respuestas, si no preguntas. El libro de Gardner demuestra que las
preguntas que generan las pseudociencias acaban por resultar absurdas,
ridículas. Las que genera la ciencia son importantes. Grandes. Parafraseando
de forma tosca la Biblia... por sus preguntas les conocereis.
Pese a ser una compilación de sus propios
artículos para el “Skeptical Inquirer”, hay un plan general, una evolución
sutil a lo largo de todo el libro que nos va conduciendo hacia la mencionada
reflexión, presente en toda la obra. En este aspecto es quizá el libro de
compilación más redondo de Gardner.
Y a ello no solo contribuye su
estructura. Sin abandonar su estilo didáctico, irónico y ágil, Gardner es
mucho más sincero e íntimo en estos artículos. Y más arriesgado. Ya no sólo
se dedica a destapar absurdos y falsas teorías. En varios de los artículos
confronta las preguntas y teorías que generan las pseudociencias, el
creacionismo y otros delirios intelectuales con sus propias creencias, ya no
sólo las basadas en hechos contrastados, si no también con su teismo
filosófico.
El libro está dividido en nueve apartados
(evolución, astronomía, física, medicina, psicología, ciencias sociales,
ufología, ciencia marginal, religión) entre los que se reparten 27
excelentes artículos sobre pseudociencia. Divertidos, bien documentados y
actualizados para la edición en libro. En ellos volvemos a encontrar a
viejos conocidos de Gardner, como Harold Phutoff que deja la investigación
de los poderes mentales para intentar elaborar una máquina que produzca
energía de la nada. Pero también trata temás de actualidad como Internet,
donde se toma la licencia de usar un “emoticon” :-) , el artículo con el que
Alan Sokal ridiculizó al movimiento posmoderno, o las delirantes teorías de
Courtney Brown sobre extraterrestres que se meten en las mentes de los
guionistas de “Star Treck” para ir habituando a los terrícolas a su
venida... Todo tipo de pseudociencias y teorías absolutamente psicotrónicas
que cruzan la frontera del absurdo para meterse de lleno en el país de lo
ridículo... o de lo terrible, como el suicidio colectivo de la secta “Puerta
del Cielo”, o el asesinato del numerólogo Khalifa a manos de
fundamentalistas.
El décimo apartado (la última palabra,
así se titula) es el cierre de su brillante argumentación general. Aquí ya
no trata de pseudociencias ni de teorías estrambóticas, habla de las
verdaderas fronteras de la ciencia. Recordemos que por estudios Martin
Gardner es filósofo, y aquí se muestra como tal. Pero con el peso de toda
una vida dedicada a la divulgación científica. Las viejas preguntas de la
filosofía son reformuladas a la luz de los últimos descubrimientos de la
ciencia.
Comparando las preguntas y reflexiones
suscitadas por pseudociencias o religiones fundamentalistas con estas
reflexiones finales que la ciencia nos plantea vemos claro donde está, ya no
la razón, si no la grandeza y la belleza de las diferentes teorías. Las
cosmologías de gente como Carlos Castaneda o Brown, al lado de los honrados
planteamientos de gente como Barrow, Feynmann o el propio Gardner non son
más que patéticas caricaturas de lo que es, o debe ser, la filosofía.
Mientras unos urgan en el vientre de Adán
y Eva la sombra de un ombligo, que supuestamente encierra respuestas
definitivas, otros miran directamente al centro del vientre del universo
para hacer preguntas honradamente, sin conocer ni esperar la respuesta.