Ni a algún habitante de la misma Barcelona. Hace unos años, tal vez
unos siete, me encontraba en el cruce de Gracia con Aragó (creo). Paré
a un señor de unos 50 años que llevaba un carrito de mano cargado con
mercancías, para preguntarle por una dirección o por un comercio, no
recuerdo. El buen señor me presentó sus excusas por no saber hablar
castellano; le dije que daba igual, que esperaba entenderlo
perfectamente en catalán, como así fue. Y me dio el dato que
necesitaba, en una conversación que más que educada fue francamente
afable.