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Re: [escepticos] Maraculla ataca de nuevo



Hay algún argumento que no es falso, lo que pasa es que los mezcla con otros
que si lo son (o dudosos) de una forma poco rigurosa para culminar su
exposición justificando lo que le da la gana: la vigencia del Decálogo y su
ajuste lo que el llama Ley Natural, que viene a ser el comportamiento innato
del hombre. Es una argumentación magufa.

Lo de la nutrición "instintiva" por ejemplo, es una parida pues se está
refiriendo a nuestra dieta mediterránea. Si cambias de país y tradición
culinaria se va al garete su teoría de que las madres crean menús ideales
por instinto y de que nos alimentamos por apetencia con lo que mejor combina
nutricionalmente. Por otra parte la dieta sana no sólo depende de las
apetencias del ser humano, sino de la disponibilidad de alimentos, que en
estado salvaje suele ser escasa llevando a una dieta omnívora más o menos
equilibrada y desde luego poco abundante. Si podemos disponer de lo que
queramos y comemos sólo lo que nos apetece acabamos alimentándonos fatal
abusando de lo que más nos atrae, que es lo que sucede en los países ricos
provocando dietas desequilibradas, obesidad y sus enfermedades asociadas.
Por eso ha nacido la educación del comer sano, que requiere disciplina y
dieta, no mamás genéticamente macrobióticas.  (¡¡¿Y alguien come pan con
nueces?!! ¡¡¡Menudo ejemplo!!!)

En cuanto a lo de los instintos humanos, menciona alguna cosa cierta aparte
de perogrulladas sobre la familia. En el ser humano sí existe el instinto de
repulsión hacia las serpientes; pero curiosamente sólo cuando reptan, si se
presentan colgando de un extremo (cazadas) no se produce.

La atracción sexual hacia las "guapas"... yo no lo diría así. Más bien que
nos son atractivas ciertas características apetecibles para la transmisión a
la prole: salud, fecundidad, fuerza, carácter, inteligencia, etc.  y esas
características el individuo las percibe como atractivo sexual. Esto sucede
en un primer momento, claro, después está el refinamiento cultural que nos
puede hacer apreciar otras atracciones más sublimes.

La anulación de la sexualidad hacia parientes para evitar la endogamia es
también un instinto reconocido: los individuos que crecen juntos no suelen
sentirse atraídos sexualmente en la etapa adulta. Incluso si en las primeras
etapas de formación sexual comparten jugueteos. Y la sexualidad entre
parientes se reduce a casos marginales que no creo que sea arriesgado tachar
de perversos. Si separamos hermanos en la infancia y los volvemos a juntar
en la etapa adulta no existe esta inhibición, por lo que podemos ver que es
un mecanismo que funciona sólo al nivel del comportamiento, no en un
reconocimiento infalible del hermano de sangre.

Lo de la homosexualidad antinatural. creo que se discutió aquí
exhaustivamente ;-) Afirmar que existe repulsión generalizada por los gays
no me parece cierto. Que cambie de amigos este señor porque le deforman la
visión de la realidad.

Y aquí he encontrado yo un buen punto flaco de su desbarre: El rechazo
adolescente hacia los padres se interpreta como un mecanismo de alejamiento
que nace precisamente al mismo tiempo que la sexualidad para evitar la
endogamia con los progenitores. Por eso suele ser imposible
llevarse bien con ellos durante un tiempo. Toda una patada de su Ley Natural
al 4º Mandamiento: "Honraras padre y madre". Llevarse mal con los "viejos",
por tanto, también es natural y beneficioso y va contra la ley de dios (dios
en minúscula porque me da igual la norma ortográfica).

Y esa conclusión final de que el Decálogo recoge las normas para una
perfecta convivencia... quizás si fuéramos todavía una tribu de pastores,
como cuando fue escrito; pero no para el hombre moderno.



--==  Gerardo García-Trío  ==--

No hay una relación directa entre una creencia y la verdad de su enunciado;
la creencia es una actitud subjetiva que puede basarse en razones, mientras
que la verdad es una propiedad del enunciado, que puede demostrarse. Hay
que distinguir entre creer y saber.


----- Original Message ----- 
From: "David de Cos" <ddecos en gmx.net>
To: <escepticos en dis.ulpgc.es>
Sent: Thursday, March 18, 2004 3:37 PM
Subject: [escepticos] Maraculla ataca de nuevo


Una nuevo artículo del biólogo opusiano en La Razón:

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http://www.larazon.es/tribunalibre.htm

El futuro de la humanidad a la luz de la biología

José Mª. Macarulla es catedrático Emérito de Bioquímica y Biología Molecular

El tema del presente artículo es muy sugerente pero, a la vez, resulta
problemático, ya que no podemos conocer con seguridad nuestro futuro, que
depende en gran manera de cómo nos comportemos hoy. Sin embargo, aunando los
saberes biológicos, combinando y discutiendo otros múltiples conocimientos
adquiridos con diversas ciencias y tratando de coordinar todo ello, podemos
augurar qué es lo que podría pasar en un futuro, con el riesgo de error
añadido, al tener que contabilizar la libertad humana que puede llevarnos a
unos resultados muy diferentes de los que se deducirían aplicando la pura
lógica. Empezaremos razonando sobre lo que sabemos hoy del ser humano en el
pasado y el presente e intentaremos extrapolar las conclusiones que
obtengamos hacia el futuro. Antes del Adán histórico (probablemente un Homo
sapiens sapiens «Cro-Magnon» de hace 35 mil años) la hominización fue un
proceso muy lento. La locomoción bípeda ¬el andar erecto¬ liberó las manos,
potenció el desarrollo del cerebro, facilitó la fabricación y el manejo de
herramientas, perfeccionó la inteligencia... Pero creó unos problemas que
aún
no hemos resuelto del todo: las lumbalgias, la facilidad de abortar los
hijos
prematuramente, los fuertes dolores del alumbramiento, las hernias
inguinales
y otros muchos eventos son consecuencias inevitables de ese cambio de
postura.
   En las etapas finales de ese proceso de hominización, se consolidan los
caracteres fisiológicos y psíquicos que poseemos en la actualidad. Somos,
por
definición, animales racionales, es decir, que la racionalidad no suplanta a
la animalidad de base, sino que la incluye, la asimila y la sublima. Así
pues, en nuestra especie observamos que los caracteres psíquicos aparecen
solapados a los biológicos, sin suplantarlos ni anularlos. En efecto, debajo
de nuestra conducta racional asoman unas pautas instintivas, mucho más
antiguas, de gran valor decisorio. Los casos que podría enumerar son
incontables. Valgan, como ejemplos, los relativos a las funciones de
nutrición, relación y reproducción. Estudiemos algunos aspectos de estas
funciones, uno tras otro.
   Nutrición.- ¿No hemos observado ¬y sufrido¬ cómo nuestras madres
controlaban de forma estricta los horarios y el contenido de la comida de
los
hijos pequeños y adolescentes, proporcionándoles los alimentos más
equilibrados? El crecimiento armónico y satisfactorio depende en gran medida
de una nutrición correcta. Así, por ejemplo, al queso, al solomillo o a las
nueces, alimentos ricos en grasas y proteínas (aminoácidos esenciales), el
paladar nos exige que les añadamos pan (rico en carbohidratos) resultando
con
ello un manjar más complejo y agradable. Las comidas terminan con el postre,
que suele constar de frutas crudas o productos lácteos (una gama completa y
variada de minerales y vitaminas, tanto hidrosolubles como liposolubles). Y
para conseguir esa armonía nutritiva las madres no necesitan estudiar
bioquímica: se lo dicta con exactitud y precisión su propio instinto.
   Relación.- El hogar familiar se defiende con celo: una visita inoportuna
e
inesperada nos pone de malhumor, salvo que aparezca con un pequeño regalo.
Desde que se inventó el teléfono es norma de educación elemental avisar al
amigo al que visitaremos en su casa, para evitar precisamente esa primera
reacción desagradable. El que una mujer gobierne su hogar es de aceptación
universal. Las madres y las hijas se autotoleran porque han convivido desde
la infancia de éstas y no han producido anticuerpos recíprocos, pero una
suegra, en general, no puede convivir con su nuera, porque se han conocido
de
mayores, y por añadidura lo único que de verdad las une es que las dos aman
al mismo hombre, hijo y marido respectivamente. Otras actitudes frente al
entorno son también fruto de nuestro instinto; por ejemplo, el pavor y asco
de las mujeres ante las serpientes lo compartimos con los demás primates,
porque se remonta a una época prehomínida. Se atribuye a la hembra que,
durmiendo en las ramas de un árbol y sosteniendo su hijito en brazos, no
tuviese suficiente aversión a ese tipo de reptil y no se alejase al verlo
cerca, perdería el bebé devorado por aquél, durante su sueño nocturno. Ese
miedo era, pues, esencial para la perpetuación de la especie.
   Reproducción.- Los piropos de un operario callejero denotan su deseo de
ligar con la joven más idónea para generar con ellos hijos que le recomienda
su propia biología. Yo suelo resumir esta situación en un esquema que titulo
«los piropos de andamio». Resulta algo chusco pero muy expeditivo por lo que
pido disculpas anticipadas a mis lectores. Cuando el operario callejero ve
pasar a dos mujeres, una vieja y otra joven, ¿a cuál dirige el piropo? Sin
dudarlo, a la joven, porque ella está en la edad de darle hijos. Si pasan
dos
jóvenes, una guapa y otra fea, ¿a cuál los dirige? A la más guapa, porque la
biología le impone procurar la mejora de la especie. Se fijará además en el
desarrollo de sus pechos y en la anchura de sus caderas. Claro está que los
valores intelectuales de la futura compañera (su amor a la música, a los
deportes, su conversación amena y culta, etcétera) podrán modificar la
primera calificación puramente biológica. Todos los tabúes aborrecidos por
la
sociedad, por ejemplo, el casarse con parientes demasiado próximos,
practicar
la poliandría, la repulsión generalizada a las uniones gays, etcétera,
responden a imperativos genéticos universales.
   Aparte de seguirse y respetar las normas escuetamente biológicas, en el
futuro, la Humanidad evolucionará integrando las características racionales
con las instintivas. Así se perfilan como cualidades selectivas, además de
la
buena salud fisiológica, la inteligencia, la laboriosidad, la generosidad y
la solidaridad.
   Caracteres psíquicos.- Una mayor inteligencia permite culminar una buena
carrera, ganarse más pronto la vida, comprar piso, fundar un hogar... y
dejar
esa ventajosa cualidad intelectual a los descendientes. La fuerza bruta,
esencial para los animales irracionales, pasa a un segundo término.
Colectivamente, esa mayor inteligencia permite explotar tierras antes
inhóspitas, mejorar las especies animales o vegetales al servicio del hombre
(aquí entran los transgénicos), en fin, poner toda la biosfera a nuestro
servicio.
   Resulta evidente que la laboriosidad es una cualidad que tiene
preferencia
respecto a la vagancia o el simple oportunismo. Quien no trabaja tiene todas
las opciones de convertirse en un desarraigado, marginado o inadaptado, y no
podrá generar una descendencia útil en una sociedad competitiva. La
generosidad en aceptar las cargas del hogar, deberes, hijos... contribuye
sin
duda al proceso biológico del individuo. También el compartir con otros,
tanto los conocimientos colectivos como los descubrimientos propios,
facilita
el desarrollo global de la sociedad.
   Por último, la solidaridad coadyuva a la integridad y prosperidad de toda
la tribu o nación. Hay que ayudar a los viejos, a los niños indefensos, a
las
viudas y a los enfermos para que todos se sientan socialmente protegidos y
felices. El reparto de funciones y la especialización potencian el progreso
de la colectividad y no serían posibles sin esa armonía en la convivencia.
Por supuesto, esta solidaridad no puede suplantar a la justicia. La mezcla
equilibrada de justicia y misericordia es la mejor receta para una vida
colectiva feliz.
   Los Mandamientos del Decálogo recogen, desde muy antiguo y con una
sabiduría infinita, las características necesarias para la convivencia
armónica de la sociedad. Repasemos los que regulan las relaciones humanas,
con una visión ecológica. El 4°, «Honrarás padre y madre», garantiza la
armonía dentro de la familia, el respeto y la protección de los ancianos y
la
transmisión de la cultura y la experiencia. El 5°, «No matarás», supone el
respeto absoluto de la vida humana. Con él en la mente evitaríamos las
guerras, el aborto, la eutanasia, las venganzas. El 6° y el 9°, «No
fornicarás, ni desearás la mujer de tu prójimo», respaldan, por partida
doble, la estabilidad de la familia, garantizan que los hijos nazcan sólo
dentro del matrimonio y evitan la promiscuidad sexual, que daña tanto a la
estabilidad familiar y la educación de la prole, como facilita la
transmisión
de graves enfermedades venéreas (sífilis, SIDA... ). El 7°, «No hurtarás»,
defiende la propiedad, la honradez en el trabajo, el respeto a los bienes y
el tiempo del prójimo. Con él se evitarían los abusos de poder, la mayoría
de
las huelgas, y muchísimas otras aberraciones. Si se atendieran todos esos
Mandatos, ¿de cuántas injusticias nos libraríamos...!Y si los gobiernos de
los distintos países se propusieran, de verdad, coordinar sus acciones para
buscar el bien de sus propios ciudadanos y de los vecinos, no habría tantas
hambres endémicas, ni «pateras» suicidas, y se lograría que la felicidad y
la
paz reinasen sobre la faz de la tierra. Por último, el 8°, «No levantarás
falso testimonio, ni mentirás», garantizaría la honestidad en las relaciones
humanas, evitando fraudes, difamaciones y calumnias, agresiones y estafas al
prójimo.
   En resumen, el futuro de la Humanidad será el que los hombres deseen. Si
cumplimos la Ley Natural, tan bien especificada en el Decálogo, y aplicamos
nuestras cualidades intelectivas al bien común, nos espera la prosperidad. Y
los avances científicos aplicables a la agricultura, ganadería e industria
van más aprisa que las propias necesidades en esos campos. Pero, si
despreciamos, por egoísmo o mala fe, las recomendaciones que nos señalan
tanto la biología como la ética humana, podemos llegar al caos y la
destrucción no sólo de nuestra especie sino de toda la biosfera. Nunca como
ahora se ha podido afirmar que el futuro está en nuestras manos.
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Pues eso. Todo el mundo a cumplir la Ley Natural. Para empezar, que los gays
dejen de fornicar, que provoca repulsión generalizada y puede significar la
destrucción de la biosfera.

-- 
Saludos,

David de Cos