[Date Prev][Date Next][Thread Prev][Thread Next][Date Index][Thread Index]
[escepticos] Maraculla ataca de nuevo
Una nuevo artículo del biólogo opusiano en La Razón:
-----------------------------------------------
http://www.larazon.es/tribunalibre.htm
El futuro de la humanidad a la luz de la biología
José Mª. Macarulla es catedrático Emérito de Bioquímica y Biología Molecular
El tema del presente artículo es muy sugerente pero, a la vez, resulta
problemático, ya que no podemos conocer con seguridad nuestro futuro, que
depende en gran manera de cómo nos comportemos hoy. Sin embargo, aunando los
saberes biológicos, combinando y discutiendo otros múltiples conocimientos
adquiridos con diversas ciencias y tratando de coordinar todo ello, podemos
augurar qué es lo que podría pasar en un futuro, con el riesgo de error
añadido, al tener que contabilizar la libertad humana que puede llevarnos a
unos resultados muy diferentes de los que se deducirían aplicando la pura
lógica. Empezaremos razonando sobre lo que sabemos hoy del ser humano en el
pasado y el presente e intentaremos extrapolar las conclusiones que
obtengamos hacia el futuro. Antes del Adán histórico (probablemente un Homo
sapiens sapiens «Cro-Magnon» de hace 35 mil años) la hominización fue un
proceso muy lento. La locomoción bípeda ¬el andar erecto¬ liberó las manos,
potenció el desarrollo del cerebro, facilitó la fabricación y el manejo de
herramientas, perfeccionó la inteligencia... Pero creó unos problemas que aún
no hemos resuelto del todo: las lumbalgias, la facilidad de abortar los hijos
prematuramente, los fuertes dolores del alumbramiento, las hernias inguinales
y otros muchos eventos son consecuencias inevitables de ese cambio de
postura.
En las etapas finales de ese proceso de hominización, se consolidan los
caracteres fisiológicos y psíquicos que poseemos en la actualidad. Somos, por
definición, animales racionales, es decir, que la racionalidad no suplanta a
la animalidad de base, sino que la incluye, la asimila y la sublima. Así
pues, en nuestra especie observamos que los caracteres psíquicos aparecen
solapados a los biológicos, sin suplantarlos ni anularlos. En efecto, debajo
de nuestra conducta racional asoman unas pautas instintivas, mucho más
antiguas, de gran valor decisorio. Los casos que podría enumerar son
incontables. Valgan, como ejemplos, los relativos a las funciones de
nutrición, relación y reproducción. Estudiemos algunos aspectos de estas
funciones, uno tras otro.
Nutrición.- ¿No hemos observado ¬y sufrido¬ cómo nuestras madres
controlaban de forma estricta los horarios y el contenido de la comida de los
hijos pequeños y adolescentes, proporcionándoles los alimentos más
equilibrados? El crecimiento armónico y satisfactorio depende en gran medida
de una nutrición correcta. Así, por ejemplo, al queso, al solomillo o a las
nueces, alimentos ricos en grasas y proteínas (aminoácidos esenciales), el
paladar nos exige que les añadamos pan (rico en carbohidratos) resultando con
ello un manjar más complejo y agradable. Las comidas terminan con el postre,
que suele constar de frutas crudas o productos lácteos (una gama completa y
variada de minerales y vitaminas, tanto hidrosolubles como liposolubles). Y
para conseguir esa armonía nutritiva las madres no necesitan estudiar
bioquímica: se lo dicta con exactitud y precisión su propio instinto.
Relación.- El hogar familiar se defiende con celo: una visita inoportuna e
inesperada nos pone de malhumor, salvo que aparezca con un pequeño regalo.
Desde que se inventó el teléfono es norma de educación elemental avisar al
amigo al que visitaremos en su casa, para evitar precisamente esa primera
reacción desagradable. El que una mujer gobierne su hogar es de aceptación
universal. Las madres y las hijas se autotoleran porque han convivido desde
la infancia de éstas y no han producido anticuerpos recíprocos, pero una
suegra, en general, no puede convivir con su nuera, porque se han conocido de
mayores, y por añadidura lo único que de verdad las une es que las dos aman
al mismo hombre, hijo y marido respectivamente. Otras actitudes frente al
entorno son también fruto de nuestro instinto; por ejemplo, el pavor y asco
de las mujeres ante las serpientes lo compartimos con los demás primates,
porque se remonta a una época prehomínida. Se atribuye a la hembra que,
durmiendo en las ramas de un árbol y sosteniendo su hijito en brazos, no
tuviese suficiente aversión a ese tipo de reptil y no se alejase al verlo
cerca, perdería el bebé devorado por aquél, durante su sueño nocturno. Ese
miedo era, pues, esencial para la perpetuación de la especie.
Reproducción.- Los piropos de un operario callejero denotan su deseo de
ligar con la joven más idónea para generar con ellos hijos que le recomienda
su propia biología. Yo suelo resumir esta situación en un esquema que titulo
«los piropos de andamio». Resulta algo chusco pero muy expeditivo por lo que
pido disculpas anticipadas a mis lectores. Cuando el operario callejero ve
pasar a dos mujeres, una vieja y otra joven, ¿a cuál dirige el piropo? Sin
dudarlo, a la joven, porque ella está en la edad de darle hijos. Si pasan dos
jóvenes, una guapa y otra fea, ¿a cuál los dirige? A la más guapa, porque la
biología le impone procurar la mejora de la especie. Se fijará además en el
desarrollo de sus pechos y en la anchura de sus caderas. Claro está que los
valores intelectuales de la futura compañera (su amor a la música, a los
deportes, su conversación amena y culta, etcétera) podrán modificar la
primera calificación puramente biológica. Todos los tabúes aborrecidos por la
sociedad, por ejemplo, el casarse con parientes demasiado próximos, practicar
la poliandría, la repulsión generalizada a las uniones gays, etcétera,
responden a imperativos genéticos universales.
Aparte de seguirse y respetar las normas escuetamente biológicas, en el
futuro, la Humanidad evolucionará integrando las características racionales
con las instintivas. Así se perfilan como cualidades selectivas, además de la
buena salud fisiológica, la inteligencia, la laboriosidad, la generosidad y
la solidaridad.
Caracteres psíquicos.- Una mayor inteligencia permite culminar una buena
carrera, ganarse más pronto la vida, comprar piso, fundar un hogar... y dejar
esa ventajosa cualidad intelectual a los descendientes. La fuerza bruta,
esencial para los animales irracionales, pasa a un segundo término.
Colectivamente, esa mayor inteligencia permite explotar tierras antes
inhóspitas, mejorar las especies animales o vegetales al servicio del hombre
(aquí entran los transgénicos), en fin, poner toda la biosfera a nuestro
servicio.
Resulta evidente que la laboriosidad es una cualidad que tiene preferencia
respecto a la vagancia o el simple oportunismo. Quien no trabaja tiene todas
las opciones de convertirse en un desarraigado, marginado o inadaptado, y no
podrá generar una descendencia útil en una sociedad competitiva. La
generosidad en aceptar las cargas del hogar, deberes, hijos... contribuye sin
duda al proceso biológico del individuo. También el compartir con otros,
tanto los conocimientos colectivos como los descubrimientos propios, facilita
el desarrollo global de la sociedad.
Por último, la solidaridad coadyuva a la integridad y prosperidad de toda
la tribu o nación. Hay que ayudar a los viejos, a los niños indefensos, a las
viudas y a los enfermos para que todos se sientan socialmente protegidos y
felices. El reparto de funciones y la especialización potencian el progreso
de la colectividad y no serían posibles sin esa armonía en la convivencia.
Por supuesto, esta solidaridad no puede suplantar a la justicia. La mezcla
equilibrada de justicia y misericordia es la mejor receta para una vida
colectiva feliz.
Los Mandamientos del Decálogo recogen, desde muy antiguo y con una
sabiduría infinita, las características necesarias para la convivencia
armónica de la sociedad. Repasemos los que regulan las relaciones humanas,
con una visión ecológica. El 4°, «Honrarás padre y madre», garantiza la
armonía dentro de la familia, el respeto y la protección de los ancianos y la
transmisión de la cultura y la experiencia. El 5°, «No matarás», supone el
respeto absoluto de la vida humana. Con él en la mente evitaríamos las
guerras, el aborto, la eutanasia, las venganzas. El 6° y el 9°, «No
fornicarás, ni desearás la mujer de tu prójimo», respaldan, por partida
doble, la estabilidad de la familia, garantizan que los hijos nazcan sólo
dentro del matrimonio y evitan la promiscuidad sexual, que daña tanto a la
estabilidad familiar y la educación de la prole, como facilita la transmisión
de graves enfermedades venéreas (sífilis, SIDA... ). El 7°, «No hurtarás»,
defiende la propiedad, la honradez en el trabajo, el respeto a los bienes y
el tiempo del prójimo. Con él se evitarían los abusos de poder, la mayoría de
las huelgas, y muchísimas otras aberraciones. Si se atendieran todos esos
Mandatos, ¿de cuántas injusticias nos libraríamos...!Y si los gobiernos de
los distintos países se propusieran, de verdad, coordinar sus acciones para
buscar el bien de sus propios ciudadanos y de los vecinos, no habría tantas
hambres endémicas, ni «pateras» suicidas, y se lograría que la felicidad y la
paz reinasen sobre la faz de la tierra. Por último, el 8°, «No levantarás
falso testimonio, ni mentirás», garantizaría la honestidad en las relaciones
humanas, evitando fraudes, difamaciones y calumnias, agresiones y estafas al
prójimo.
En resumen, el futuro de la Humanidad será el que los hombres deseen. Si
cumplimos la Ley Natural, tan bien especificada en el Decálogo, y aplicamos
nuestras cualidades intelectivas al bien común, nos espera la prosperidad. Y
los avances científicos aplicables a la agricultura, ganadería e industria
van más aprisa que las propias necesidades en esos campos. Pero, si
despreciamos, por egoísmo o mala fe, las recomendaciones que nos señalan
tanto la biología como la ética humana, podemos llegar al caos y la
destrucción no sólo de nuestra especie sino de toda la biosfera. Nunca como
ahora se ha podido afirmar que el futuro está en nuestras manos.
----------------------------------
Pues eso. Todo el mundo a cumplir la Ley Natural. Para empezar, que los gays
dejen de fornicar, que provoca repulsión generalizada y puede significar la
destrucción de la biosfera.
--
Saludos,
David de Cos