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Re: cuerpos y almas



teresa DIJO:

> Eh! vosotros que borrais los mensajes si no se leen al primer
> vistazo (ya sabéis quienes sóis), leedme, porfa, que me interesa vuestra
> opinión.
> 
> Muchas veces, cuando en ARP o en la lista hablamos de "medicinas
> alternativas", de su falta de fundamento científico, de la confusión que
> parecen tener muchos médicos sobre qué es la curación o qué es la
> ciencia, me siento incómoda. No cabe duda que se impone una postura
> crítica sobre falsas afirmaciones y confusiones en el campo médico y
> paramédico. Pero, ¿eso es todo?.
> 
> El auténtico problema no deja de ser  la necesidad que tiene el enfermo
> de encontrar un interlocutor que sepa verle cómo algo más que una
> maquinita estropeada, yo creo. Si no encuentra esta comprensión, esta
> valoración de sí mismo como "persona" es decir, de su cuerpo y su mente,
> en la "medicina oficial", ¿que tiene de extraño que lo busque en el
> mercado del "espíritu"?   Haciendo un juego de palabras autoirónico,
> aquí La Alternativa parece que no ofrece ninguna alternativa.
> 
> En algunos momentos, pienso, no sé que direis, podemos caer en una
> especie de auto-complacencia en nuestra postura. [...]

 Bueno, vamos a ver, Teresa, yo creo que aquí hay un cierto error de
apreciación con respecto al trato que la medicina científica -pública o
privada- da a la persona enferma. Creo sinceramente que, hoy por hoy y
al menos en los centros de salud del Primer Mundo, el problema no es
tanto del personal médico como de la persona enferma, o quizás del ser
humano como tal, aislado de su papel de médico o enfermo. Veamos.

 En primer lugar, decir que no soy médico, pero que conozco a unos
cuantos. Como en cualquier colectivo humano, hay de todo como en botica:
gente estupenda, cariñosa y sensible que después de diez años en
Oncología de un hospital público aún se identifica con sus enfermos
terminales -pasándolas putas, por cierto-, y gente con más conchas que
los galápagos a quienes no les afecta una explosión nuclear -y que, a su
manera, también las pasan putas, no te creas-. Y una inmensa gama de
tonalidades entre unos y otros.

 Pero ahora ciñámonos al tema: según el juramento hipocrático, si yo no
recuerdo mal, la función de un médico es hacer todo lo posible por sanar
el cuerpo de sus pacientes. A lo largo de los últimos 200 años, los
seres humanos hemos sido capaces de elaborar una sofisticada Medicina de
carácter racional cuyos índices de curación serían pura y simplemente
milagrosos en 1750. Hoy en día consideramos enfermedades leves o de baja
incidencia a cosas que fueron auténticas maldiciones de la Humanidad
hace menos de 100 años; un ejemplo clásico de ello sería la sífilis. Y
mediante la medicina genética, llevamos camino de cumplir aquél titular
del Scientific American que decía "Medicina Genética - De cómo la mano
del Hombre es más poderosa que el puño de Dios". Creo que no se puede
dudar, con los números en la mano, que la Medicina científica ha dado
sopas con honda por arriba, por abajo y por los lados a cualquier
técnica curativa tradicional o mágica habida en la Historia. Joder, de
vez en cuando hasta nos permitimos el lujo de volver a traer a alguien
que ya estaba en el otro lado, en las Unidades de Reanimación de las
entradas de urgencias. Una tarea que hasta hace muy poquito tiempo era
obra de los dioses.

 Conseguidos estos importantes logros, y otros más igual de increíbles
que vamos a conseguir en los próximos años, siguen quedando lagunas.
Pero no en la práctica de la Medicina, sino en el propio ser humano.
Veamos:

a) La Medicina es, de todas las artes, ciencias y conocimientos de
carácter no espiritual, la que más enfrenta al ser humano con su
mortalidad. Oséase: por mucho que avance la Medicina, nos vamos a seguir
muriendo. Siempre. Más jóvenes o más viejos, con mayor o menos calidad
de vida, pero los seres vivos mueren transcurrido un periodo
determinado. Es decir, la Medicina siempre será impotente frente a las
enfermedades o lesiones mortales. ¿Que qué es una enfermedad o lesión
mortal? Muy sencillo: la que te mata.  :-)  Hace 100 años una
tuberculosis, hoy un cancerazo, dentro de 100 años el Síndrome
Gerontológico Agudo (me lo acabo de inventar). O una bala en el cerebro.
O un accidente de carreta, de coche o de aerodeslizador antigravitatorio
(me lo acabo de inventar también). Mientras existan médicos y entradas
de urgencias, habrá alguien que entre a algún pobre desgraciado en dos
camillas distintas y que aún esté vivo, el muy hijoputa, en vez de
quedarse en el sitio y no joderme la estadística de mortalidad del
hospital. Todo este rollo macabro -pero real- viene al hilo de que, para
los allegados, cuando alguien se muere en las manos de un médico siempre
es la Medicina la que ha fallado. En esos momentos, muy pocos tienen la
sensatez de acordarse de que la mitad del cerebro del ser querido aún
está en la señal de Stop. Se reconoce, se asume, pero casi siempre hay
un "y los médicos no fueron capaces de salvarlo". Y cuando es la propia
vida la que va en el envite, es casi inevitable pensar "¿pero es que
estos hijoputas no van a hacer nada?".

b) La enfermedad y las lesiones nos ponen en una situación en extremo
desagradable a la que muy pocos estamos acostumbrados. A menos que
padezcamos una enfermedad desde niños, todos estamos sanos hasta que
algo ocurre. Y de repente, ese cuerpo que siempre había estado ahí,
funcionando de puta madre, con más o menos michelines o más o menos
celulitis o más o menos horas en el gimnasio se convierte en algo
extraño, ajeno, que no sólo resulta doloroso e inútil, sino que
probablemente nos va a matar. Acostumbrados toda la vida a defendernos
de las agresiones externas, físicas o mentales... de pronto hay algo en
nosotros mismos que se ha convertido en una bomba de relojería. No hay
enemigo. No hay defensa, ni huída, ni hacia atrás ni hacia adelante. Esa
puta cosa está ahí, y me está matando. Y encima es parte de mi. Por si
todo eso fuera poco, resulta que en vez de hacer lo que siempre, más o
menos, he hecho, o sea, tomar mis propias decisiones para solucionar mis
propios problemas -o para huír de ellos-, en vez de eso, digo, no me
quedan más narices que acudir a unos señores con bata blanca, y SUS
decisiones me mantendrán vivo o me enviarán a cultivar margaritas sobre
la barriga. A poco que uno de ellos haga un gesto algo raro, o que me lo
parezca a mi, me va a despertar la desconfianza, porque en una situación
así estoy hipersensible. Aunque me curen, en el mejor de los casos me va
a quedar una sensación agridulce sobre el tratamiento que he recibido.
Pero no por los médicos. Por mi. Y mi hipersensibilidad síquica.

c) Para el enfermo/a, o para su persona querida, el enfermo/a es el
único que hay en el mundo. Oséase: resulta complicado entender que en un
hospital hay 13.000 enfermos y 300 médicos. Y que no es posible -a menos
que vayamos a la medicina privada más elitista y cara- tener un médico
por cada, digamos, tres enfermos. Y esos 300 médicos tienen días buenos
y días malos, porque son tan humanos como tu y como yo. Igual anoche se
fue de juerga. Igual se está divorciando. Igual un hijo suyo está en la
habitación encima de la tuya. Igual le están reclamando una deuda. Igual
le ha dado una depresión. Igual no quiere identificarse demasiado con tu
caso porque hace tres meses se identificó con un caso y el paciente se
le murió. ¿Tu qué sabes? ¿Yo qué se?

 El mundo se ha vuelto un sitio grande y predominantemente urbano.
Aunque no fuera así, la atención clínica moderna requiere de importantes
inversiones económicas, que obligan a realizar instalaciones grandes
para mantener los costos bajo control. No es razonable instalar un
hospital con box de urgencias, TAC, PET, unidad de reanimación, unidad
de análisis hematológico, unidad de medicina nuclear, unidad de
quimiorradioterapia, en Matalascabrillas del Duque, provincia de
Cáceres. O en un barrio específico de una ciudad. No. Tu instalas
ambulatorios de medicina general, pero para las cosas serias hay que
concentrar recursos en hospitales o clínicas. Esto implica
necesariamente masificación, unidades hospitalarias con 13.000 enfermos
y 300 médicos. En la época en que un médico era un señor con levita y
maletín, que en el mejor de los casos tenía una pequeña clínica con una
mesa de intervenciones, y un hospital no era más que un montón de
unidades estándar médico - con - levita - y - maletín - y - pequeña -
clínica, casi que daba igual ir al médico de Matalascabrillas del Duque
o al de Madrid. Y el médico de Matalascabrillas te conocía, y conocía a
tu familia, y había ayudado a tu madre cuando te parió, y su hijo estaba
casado con una sobrina tuya, y todo era mucho más personal. Más
bucólico. Más humano, si quieres. Pero, ¿sabes?, no cambio al médico de
Matalascabrillas, con su levita, y su maletín, e incluso su pequeña
clínica, por la Unidad de Reanimación adscrita al Servicio de Urgencias
Médicas de la Ciudad Sanitaria Santiago Ramón y Cajal, vulgo Piramidón,
y el nombre lo dice todo. Donde muy probablemente me tratarán como a un
pedacito de carne al que hay que mantener con el cerebro irrigado de
sangre oxigenada, si, sobre todo si es día de Operación Retorno y el
médico de turno lleva 14 horas de guardia. Y donde muy probablemente lo
conseguirán, mientras que el médico de Matalascabrillas, con toda su
amistad y relación humana, sólo conseguiría certificar mi defunción.

 Frente a estas realidades, puede que duras, puede que crueles, el ser
humano doliente (dolor mental más que físico, porque los tratamientos
contra el dolor están súper-avanzados) busca una escapatoria. Y existen
toda una serie de seudo-profesionales, unos que actúan de buena fe, y
otros que son simples y puros estafadores, que le ofrecen esta
escapatoria. El curandero. El masajista. El brujo, a fin de cuentas, que
en su puta vida aprendería a encender un escáner PET y mucho menos a
utilizarlo y a obtener un diagnóstico con él, para quien la palabra
oncoquimioterapia es poco menos que impronunciable, pero que sabe un
huevo sobre cómo acariciar el dolor síquico, la rabia, la frustración,
la desconfianza, la desesperanza. Y existen también ciertos
profesionales (¿debería decir también seudo-profesionales?) de la
Medicina privada que también te venden lo mismo. Estos curanderos, estos
brujos te venden la magia blanca de la imposición de manos, del
tratamiento herbal, de la Medicina orientalista energética, de la
sonrisa en el momento adecuado, de la comprensión de la preocupación
hipócrita de alguien que hace sólo unos días no se preocupaba para nada
por ti. Es su negocio. Viven de ello. Unos se lo creen, otros no. Sobre
todo, te venden al viejo médico de Matalascabrillas con su levita y su
maletín... y unos conocimientos de Medicina equivalentes a 2º de la
carrera, con suerte. Y a veces, sólo a veces, en cualquier caso con una
frecuencia muy inferior a la de cualquier hospital mediocre, consiguen
curarte.

 Pero la Medicina científica puede ser lenta, no ciega y estúpida. Se
sabe que en una larga lista de enfermedades y lesiones, un estado
síquico decente y una confianza en la capacidad de curarse, por razones
cuyos mecanismos aún no son bien conocidos, inciden directamente en tu
cuadro clínico y tu pronóstico. Ese es, de hecho, el pequeño porcentaje
de curaciones de los brujos de todo pelaje (junto a las enfermedades que
pueden curar solas, y lo hacen). No ciega y estúpida, digo, la Medicina
científica da cada día más importancia a la atención siquiátrica al
paciente. Pero todavía mucha gente identifica al siquiatra con el
loquero. Y en un hospital con 13.000 enfermos y 300 médicos, no puedes
meter 1.000 siquiatras. Los seudo-profesionales, pues, juegan con
ventaja una vez más.

 Esperando abundar sobre el tema, saludos desde Valencia,

 Toni

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-"I am become death. The destroyer   | -"Yo soy la muerte, el destructor
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-Sure, now we're all sons of bitches.| -Si, ahora somos todos unos hijos
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