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[escepticos] Bobos bonobos
Pues eso: Que ayer pude ver un laaaargo e interesante documental sobre
nuestros primos los bonobos. Me frotaba las manos pensando en que, por
fin, iba a aprender de estos cercanos parientes los esquemas sociales de
quien sabe vivir la vida prodigando amor a troche y moche, disfrutando a
manos llenas de sexo cariñoso y reforzando vínculos con los vecinos del
piso de arriba, del de abajo y del de enfrente sólo con agradables
maniobras eróticas y sensuales. ¡Por fin iba a presenciar las escenas
del Paraiso Perdido y las fórmulas infalibles para recuperar la
felicidad que nos había negado para siempre un antipático Dios al
expulsarnos de él!
Lentamente, escena tras escena, se me fueron cayendo al suelo los palos
del sombrajo. Sólo veía animalillos que practicaban mecánicamente
maniobras de acoplamiento con el menor motivo. Cuando estaban enfadados,
buscaban a alguien distraído y se ponían detrás a desahogar sus nervios
con un par o tres de movimientos compulsivos. Cuando estaban juguetones,
se montaban encima de lo primero que se moviera y realizaban lo que,
evidentemente, resultaba un simulacro de acoplamiento sexual. Cuando
tenían miedo o deseaban aplacar las iras de alguien, mostraban el
trasero -lo mismo daba que fuese a su padre o a su madre- a ver si el
gesto funcionaba y les salvaba de la paliza. Otras veces, un macho se
colocaba tras una hembra (por fin, un episodio normal) y efectuaba una
cortísima operación de acoplamiento sin dejar de comer la golosina que
estuviese sosteniendo en la mano libre. Mientras tanto, la hembra no
parecía haberse enterado de nada pues no había dejado ni un segundo de
rebuscar en algo muy interesante, delante suyo. No pude detectar, en
dos o tres docenas de episodios semejantes, ninguno que se pareciera
lejanamente a "hacer el amor".
Si alguien arguye que yo podía estar esperando en vano, ya que los
animales tienen fórmulas "sentimentales" muy distintas a las nuestras,
tendría que recordarle que los simios cercanos a nosotros, como los
chimpancés o los gorilas saben mostrar, al menos con las crías, gestos
de afecto muy, muy parecidos a los que los humanos pueden expresar.
De modo que, de existir ese afecto, no habría ninguna razón para no
expresarlo igualmente con sus parejas sexuales, de manera comprensible
desde el punto de vista humano.
Me dió, en todo momento, la impresión de que lo que había visto no era
sino una variación conductual sin repercusiones sociales importantes,
del mismo rango que algunos hábitos como el meterse el dedo en la nariz
de algunos conductores cuando esperan ante un semáforo o los gestos
mecánicos del fumador que sacude una y otra vez la ceniza inexistente de
su cigarrillo.
Recordando las soflamas de nuestro ínclito Luis Rey en que nos ensalzaba
el paradigma bonobil como ejemplo a seguir para recuperar la felicidad
eterna, vengo a sostener, una vez más, la hipótesis de que, para
interpretar el mundo que nos rodea, no sólo basta un bagaje de
conocimientos aprendidos en las bibliotecas de las Universidades.
Parece que no viene mal, además, cierta experiencia aprendida en el
barrio bajo que es la Vida, con lo que se adquiere la herramienta de
comparar, difícil de encontrar fuera de la calle.