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[escepticos] El País: Batalla entre físicos y metafísicos



  Hola:

  Creo que Sokal tenía mucho seguidores por aquí ;)

. . . .

   El País Digital 
   Martes 5 enero 1999 - Nº 977
   
                    Batalla entre físicos y metafísicos 
                                      
   Dos científicos atacan en un libro a célebres pensadores franceses por
                 su ignorancia al escribir sobre la Física 
                                      
   EDWARD ROTHSTEIN (NYT)
   Lacan comparó el órgano eréctil con la raíz cuadrada de menos uno;
   Irigaray considera que la ecuación de Einstein es sexuada...Un debate
   apasionado entre físicos y metafísicos recorre Internet y los
   periódicos de Francia y Estados Unidos. Todo empezó cuando el físico
   Alan Sokal publicó el libro titulado Disparates de moda: el abuso de
   la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos, donde se acusa
   a varios gurús del pensamiento actual (Deleuze, Kristeva,
   Baudrillard...) de caer en el cripticismo o la ignorancia al hablar de
   la ciencia. 
   
                                      
   Hace dos años, Alan Sokal, un físico de la Universidad de Nueva York,
   escribió un artículo satírico lleno de contrasentidos y disparates
   científicos, en el que afirmaba que la "realidad física" es, en el
   fondo, "una construcción social y lingüística", que incluso las
   famosas constantes numéricas, como pi, dependen de la cultura y que la
   cultura determina la ciencia (presumiblemente, la más objetiva de las
   empresas humanas).
   
   Sokal ofreció el artículo a una revista académica muy en boga, Social
   Text, como si de un artículo serio se tratase. El director no entendió
   la broma, ni detectó los errores, ni mucho menos pensó que las
   afirmaciones de Sokal fueran absurdas. Es más, lo publicaron con
   orgullo en un número dedicado íntegramente a poner en duda las
   afirmaciones científicas sobre la verdad objetiva.
   
   La tormenta desatada por la broma de Sokal se convirtió en un
   escándalo; actualmente, la página web
   www.physics.nyu.edu/faculty/sokal contiene más de cien reseñas,
   artículos filosóficos y debates sobre el tema. Pero, ¿cuál ha sido la
   consecuencia?
   
   Sokal pretendía acabar con el relativismo radical que latía en el
   campo de los estudios científicos, pero los responsables de la
   publicación se defendieron, y no les faltaron aliados. Incluso cuando
   se reveló que todo había sido una broma, nadie se desdijo.
   
   Quizás lo que todo este jaleo indicaba realmente es que no existe un
   territorio común en el que se puedan aportar pruebas, ganar
   discusiones y desmoronar convicciones. La ciencia está ligada a la
   cultura, y, por tanto, también lo está el debate sobre ella.
   
   Pero ahora la batalla se ha reiniciado. Esta vez, Sokal, junto con
   Jean Bricmont, un físico teórico belga, ha escrito un polémico texto,
   que se publicó en francés el año pasado y acaba de editarse en Nueva
   York, titulado Fashionable nonsense: postmodern intellectuals abuse of
   science (Picador), algo así como Disparates de moda: el abuso de la
   ciencia por parte de los intelectuales posmodernos. También se ha
   traducido, entre otros idiomas, al chino, sueco, alemán, griego,
   húngaro, portugués y catalán.
   
   Los autores no centran su ataque en los relativistas norteamericanos,
   sino en los floridos intelectuales franceses, verdaderas celebridades
   en las universidades norteamericanas, desde Julia Kristeva y el
   psicoanalista Jacques Lacan hasta el sociólogo Bruno Latour o el
   filósofo Gilles Deleuze.
   
   La acusación es que estos intelectuales estelares hacen gala de una
   amplia y profunda ignorancia sobre la ciencia, únicamente equiparable
   a su frescura a la hora de utilizar crípticamente su vocabulario a
   modo de cortina de humo, a menudo degradando, de paso, la ciencia.
   
   Así, el "órgano eréctil" se compara con la raíz cuadrada de menos uno
   (Lacan); el lenguaje poético se describe mediante alusiones
   incompetentes a teorías establecidas (Kristeva); incluso la ecuación
   de Einstein se considera una "ecuación sexuada" que otorga
   "privilegios" a la velocidad de la luz, presumiblemente masculina por
   ser la más rápida (Luce Irigaray).
   
   El ataque pormenorizado a los intelectuales franceses contribuyó a que
   el libro se convirtiera en un best seller en Francia. Sólo en Le Monde
   aparecieron al menos veinte artículos. Muchos de los analistas
   franceses dejaron de centrarse en asuntos de importancia para ocuparse
   de temas culturales.
   
   Sokal y Bricmont fueron acusados de ser pedantes expertos en
   gramática, extranjeros empeñados en destrozar elegantes cartas de amor
   (francesas). Un adversario ofendido sugirió que formaban parte de un
   ataque de odio típicamente norteamericano que recordaba al informe de
   Kenneth Starr. Otro llegó a decir que los dos autores eran como
   militaristas norteamericanos en busca de una nueva amenaza a la que
   enfrentarse.
   
   En otras palabras, proclamaban los franceses, se trata de una guerra
   cultural, de una guerra política, no de una guerra intelectual.
   
   Esto parece dar respuesta al primer asunto Sokal: muchos argumentos
   parecían dar la impresión de que las ciencias y las humanidades no son
   sólo dos culturas, como C. P. Snow las describió una vez, sino que
   sólo hay culturas: la francesa y la norteamericana, la izquierda y la
   derecha, la poética y la científica.
   
   Hasta Sokal ha tomado partido al afirmar que en su ataque al
   relativismo posmoderno su inquietud "es explícitamente política":
   rescatar a la izquierda de los creadores del gusto posmoderno.
   Mientras tanto, a él y a sus partidarios se les ha acusado de evocar
   el "espectro del conservadurismo de izquierdas".
   
   Indudablemente, existen buenas razones para plantearse preguntas
   acerca de la ciencia. En las últimas décadas, importantes estudiosos
   han sido capaces de demostrar hasta qué punto la ciencia depende de la
   cultura. Todo, desde los estilos de los experimentos hasta la elección
   de los temas de investigación, se ve influenciado por la política, las
   finanzas y otras fuerzas ligadas al tiempo.
   
   Por supuesto, esto no significa que los resultados de los
   descubrimientos científicos sean exclusivamente culturales (pi no es
   una variable). Sin embargo, esas afirmaciones las suelen hacer los
   posmodernistas más ortodoxos, que sugieren que la ciencia no tiene
   especial derecho a sentirse en posesión de la verdad.
   
   Esta posición ha tenido más importancia de la que a simple vista puede
   parecer. Ansiosos por subirse al tren, incluso algunos matemáticos han
   estado buscando, sin fruto, algún hecho matemático ligado a la
   cultura. Si todo es cultura, nada es inmune a la duda, incluidas, como
   Sokal y Bricmont afirman, las pruebas de los tribunales o las
   valoraciones arqueológicas.
   
   La ciencia pierde así su condición. Muchos de los escritores franceses
   criticados en Fashionable nonsense, aunque no sean relativistas,
   aluden a ella no para indicar algo racional y ordenado, sino algo
   desconcertante y surrealista: los orígenes del propio yo (Lacan), la
   naturaleza de la poesía (Kristeva), las singularidades de la guerra
   moderna (Jean Baudrillard). La ciencia se convierte en un emblema de
   oscuridad y opresión.
   
   Gran parte de todo esto se alaba en nombre del cambio progresivo, pero
   Sokal y Bricmont discrepan. Les preocupa que el ataque
   antirracionalista contra la ciencia se asocie tan estrechamente con la
   izquierda.
   
   Insinúan que la frustración por el fracaso del comunismo y el éxito
   del capitalismo puede ser una razón. Así, también dicen que el
   posmodernismo se ha visto influido por los movimientos políticos
   basados en la identidad cultural, étnica y sexual, y por la hostilidad
   que la ciencia ha despertado debido a sus aplicaciones militares.
   
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  Felices reyes maguf.. magos.


Víctor R. Ruiz
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