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RE: [escepticos] Hijos alejados de sus padres



[Héctor]
Este email se lo dirijo en especial a José Alonso, dado su profesión
de abogado, que sé que le interesará, pero creo que es útil a toda
la corrala, porque los escépticos lo somos también respecto a
las falsas creencias sociales...

[José Alonso]
Muchas gracias Héctor, te lo agradezco sinceramente :o))

Respecto del fondo de tu mensaje, permíteme algunas consideraciones: 1) sólo
una perversión continuada del sistema judicial o de resolución de conflictos
justificaría la creación de asociaciones como APADESHI (En España existe una
del mismo tenor), cuya existencia revela por sí misma la necesidad de
corregir el maltrecho ámbito de relaciones paterno-filiales con que se
encuentran muchos padres tras su separación, ya que el sistema no da
respuesta adecuada a este problema. Asociaciones de este cariz las hay para
todos los gustos (de mujeres agredidas, de víctimas del terrorismo, de lucha
contra el racismo, etc.) y a la postre vienen a señalar e intentar corregir
situaciones que se viven como discriminatorias o injustas. Es claro que en
un escenario de menor arbitrariedad y falta de medios, capaz también de
detectar la vileza de usar a los propios hijos como armas en un conflicto
personal, asociaciones como APADESHI no tendrían razón de existencia. 2)
Pero esta tendencia al asociacionismo por los fallos del sistema tiene un
lado oscuro que es necesario reseñar: el impulso a actuar
indiscriminadamente por el mero hecho de llenar de contenido sus propuestas
fundacionales; me explico: no es raro que cualquier hombre que se diga
postergado en sus relaciones con sus hijos encuentre inmediato cobijo y
comprensión en la organización, sin mayor cuestionamiento; del mismo modo
que una mujer que se presente como maltratada lo encontrará en su asociación
respectiva. La asunción acrítica de todos los casos que llaman a las puertas
de estos organismos puede servir para justificar su existencia (un hombre
discriminado o una mujer maltratada más, ¿ven como seguimos siendo
necesarios?) pero con ello se corre el riesgo de reproducir los mismos
esquemas arbitrarios, sectarios y malsanos que dicen combatir, aderezado
esta vez con un componente maniqueo ciertamente repugnante. En una ocasión
contemplé un lamentable debate entre un representante de Padres Separados y
una de Mujeres Maltratadas, la cuestión era que para él tooodos los hombres
querían mucho a sus hijos y deseaban estar con ellos, pero la malvada mujer,
apoyada en una justicia cómplice, se lo impedía con maniobras de arpía. Para
ella, toooodassss las mujeres eran víctimas de maltratos y la parte más
débil y digna de protección del conflicto, porque tooodoss los hombres eran
unos sádicos asquerosos que mejor estarían castrados (espero que sepan
disculpar la caricatura); queda claro que con semejante nivel la cosa no
podía dar mucho de sí, al fin y al cabo en el fondo cada uno intentaba
justificar la existencia de su propia asociación, no los problemas que
decían querer corregir. Ni uno aceptaba la posibilidad de que hubiese
hombres que no mereciesen la custodia de sus hijos, ni la otra admitía que
existiesen mujeres movidas por sentimientos mezquinos; vamos, que ninguno de
los dos reconocía la existencia de contrafácticos de sus postulados.
Otro gallo cantaría si cada una de estas organizaciones se propusiera
tamizar las denuncias que reciben y comprobar, aunque sólo sea prima facie,
su grado de credibilidad, para apoyar unas y desechar las manifiestamente
descabelladas; que la picaresca llega a todos los niveles, no hay que
olvidarlo. Estas asociaciones deberían sujetarse a una clara norma de
comportamiento ético: su actuación debe buscar su propia disolución, en
tanto que han de orientarse a acabar con la discriminación que denuncian y
que dio origen a su constitución. En este sentido, la disolución de la
asociación por la consecución de sus objetivos sería la mejor medida de su
éxito. Lamentablemente, esta no es la práctica habitual en muchas de las que
conozco, más bien al revés, su preocupación está en exhibir a los cuatro
vientos los expedientes que resaltan la discriminación que denuncian, porque
con ello venden igualmente la necesidad de su propia existencia. No hace
mucho se dio en España un caso curioso: se da como probado el hecho de que
el padre violó repetidamente a su hijo de cinco años, pero aun así el propio
tribunal solicita el indulto del condenado para "no erosionar aún más las
relaciones familiares, pues el menor no presenta afectación psicológica por
lo ocurrido y su propia esposa ha solicitado también la medida de gracia".
Bien, pues salvo un par de voces discrepantes, ¿se oyó algo por parte de
estas variopintas asociaciones? Nada de nada.
El actual marco jurídico permite, al menos en España, obtener satisfacción a
nuestras demandas en materia de derecho de familia con ciertas garantías de
imparcialidad y trato no discriminatorio. En teoría al menos, tanto el
hombre como la mujer comparten las mismas cargas y responsabilidades,
derechos y deberes (el hecho de que casi el 90% de las sentencias otorguen
la custodia de los hijos a la mujer puede obedecer a muchos condicionantes
que serían objeto de otra discusión). Contando con esta base, siempre
perfectible, la dirección por donde deberíamos discurrir, en mi opinión,
sería la del estudio desprejuiciado de cada caso concreto, al objeto de
determinar la solución menos dañina para las partes pero teniendo siempre
como guía la protección del menor en tanto que es el mayor bien jurídico a
preservar (no hay que olvidar que se ha llegado a juicio, es decir, que las
posibilidades de arreglar las cosas por mutuo acuerdo han desaparecido). Con
estas premisas ¿qué hacer si la madre denuncia abusos deshonestos por parte
del padre hacia un hijo? La prudencia aconseja separar momentáneamente al
padre de sus hijos y esclarecer completamente el asunto, comprobando el
grado de verosimilitud de semejante acusación por todos los medios, porque
la denuncia podría perfectamente ser falsa, pero ¿y si no lo es? En este
aspecto el juez, que no sabe si lo alegado es cierto o no, debe actuar
evitando el prejuicio sobre el padre pero arbitrando medidas para proteger
al hijo "por si acaso"; no hay alternativa, por muy dolorosa o humillante
que sea esta situación para el padre, al que no le queda más que esperar a
que la cosa se aclare. Esta actuación del juez debería acompañarse de una
acción legislativa que agrave la falsa denuncia en estos casos, cuando es
motivada por causas espurias, y que permita la reconvención con efectos
penales, para que no sólo disuada de su utilización por quien esté tentado a
ello, sino para que tenga efectos prácticos a la hora de determinar
custodia, patria potestad, régimen de visitas, etc.
Un principio tan de sentido común como que no hay que meter a terceros en
las disputas matrimoniales, debería convertirse en una actuación penalmente
relevante si se involucra a los propios hijos en los rencores, odios y
resentimientos que se guarden entre sí los excónyuges.
En conclusión, comparto y aplaudo el asociacionismo como método de
autoorganización de los ciudadanos en defensa de sus intereses y para acabar
con situaciones injustas que el sistema no supera por sí mismo. Ahora bien,
sólo en el entendimiento de que la asociación se constituye para superar la
injusticia, no para regodearse con ella, por lo que, una vez conseguido el
objetivo, la disolución es el siguiente paso lógico que vendría a certificar
su éxito. Una asociación cualquiera que se constituye para la defensa
monopolística de ciertos intereses en confrontación con otras asociaciones
representativas de intereses opuestos, en un marco maniqueo, no creo que
colabore en superar la situación sino que la enfanga aún más.

Y ahora cambio completamente de tercio,

[Héctor, en otro mensaje suyo]
* Con este asterisco le llamo la atención a José Alonso, que
puso en dudas la existencia del baile de la ruptura del pámpano
en las Canarias, ya que si no hubiera venido en mi ayuda el bien
amado D. Pedro Luis, yo hubiera quedado una vez más como un
charlatán

[José Alonso]
Mi duda está plenamente justificada, Héctor. Es un dato histórico que los
aborígenes canarios desconocían la vid, por eso resulta imposible que entre
ellos se diera el baile de la ruptura del pámpano; ahora bien, ignoro si
este baile referido a la ruptura de cualquier otra hoja se dio entre ellos.
Por cierto, nada más lejos de mi intención que llamarte charlatán, a medida
que he ido conociendo tu sentido del humor he aprendido a valorar más tus
mensajes, yo también disfruto mucho con ellos, te lo digo ahora en
confianza, :o))

Venga, un saludo

José Alonso