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Re: [escepticos] RE:mis fines



Jose Alonso ha escrito:

> aceptar la realidad tal cual es denota inteligencia; sólo
> quería reseñar que anímicamente nos encontramos en inferioridad de
> condiciones respecto de los creyentes ante el hecho de la muerte. Ellos no
> sólo tienen confianza en vivir eternamente, sino que esperan reunirse con
> sus seres queridos ya muertos y quedarse en donde estén a esperar a los
> restantes, la repera, vamos. A nosotros nos queda resignarnos con ese cero
> absoluto que comentas, ¡y luego dicen que el escepticismo es síntoma de
> soberbia y arrogancia!

¿Y qué me dices de los creyentes que, por creer en la vida ultraterrena,
sacrifican la vida terrenal?
En primer lugar cuando se sacrifica la vida.
¿Recuerdas las lacrimosas lápidas dedicadas por los padres a sus hijos
quemados vivos en sacrificios rituales en Cartago?
¿Y todos esos suicidios religiosos, desde Jim Jones, Waco, El  Templo
Solar, Las Puertas del Cielo?
Pero en los casos que se hacen votos de pobreza, obediencia y
castidad, ¿no es arruinar la vida terrestre en aras de la celestial?
Los niños inducidos por sus padres a la carrera sacerdotal o
monástica.
O los que soportaron un mal matrimonio toda su vida por
convicciones religiosas.
Te aseguro, José, que me considero mucho más feliz que
cualquier religioso. Y con menos temores. En primer lugar
no le temo al infierno, espada que pende sobre cualquier creyente.
Hace casi tres años se suicidó mi hermano menor, casi un hijo.
Fue el golpe más terrible de mi vida y todavía no lo he superado.
Es un tema sobre el que no puedo hablar con nadie sin ponerme
a llorar, y no es por ser ateo. No lo sufriría menos si fuera
creyente.
Una famillia amiga perdió en un accidente a su hijo adolescente,
que iba repartiendo en bicicleta cartas en el Día del Amigo.
Eso fue en mi pueblo de origen, Carcarañá.
En la iglesia, el día del entierro, estaba todo el pueblo.
Los padres, católicos carismáticos, consolaban a los amigos
de su hijo muerto. Ellos no lloraban y decían someterse a la
voluntad de Dios y otras huevadas por el estilo.
Sin embargo, al poco tiempo, ¡pobre gente!, cayeron en
una crisis total, consultaron espiritistas, y terminaron
divorciándose, echándose la culpa mutuamente de la muerte
del hijo.
No me reproches ser anecdótico. De esas anécdotas nutrimos
nuestra experiencia y deducimos nuestras interpretaciones.
Coincido con Mercader que el temor a la muerte es algo
instintivo, que va mucho más allá de la fe o no fe que se tenga.
No quisiera morir pronto porque tengo una hija de 11 años que
necesita de mi ayuda por bastante tiempo, pero te aseguro
que cuando ella sea autosuficiente para mí será un alivio
y podré descansar en paz. En una de esas sea una excusa.
Pero ante la cuestión sigo satisfecho con mi ateismo, que no
es una opción en mí, ya que me resultaría imposible creer
en ninguna variante de dios que se planteara.

> Saludos
>
> José Alonso

Y continuemos esforzándonos, José, en llegar a los cien, cada uno
por su lado por supuesto, que si fuera juntos, me parece que ya la
corrala no contaría con nuestros gratos aportes.
               Ánimo y a disfrutar de lo poco o mucho que nos queda.
En Argentina hay un dicho "A coger que se acaba el mundo".
                                Un abrazo
                                        Héctor W. Navarro