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[escepticos] mis fines



[Arturo Bosque]
    Si uno está convencido que con la muerte termina la conciencia del
yo
¿dónde cabe el terror? Aunque uno sea muy vitalista, esté disfrutando
de la
vida y tenga un montón de proyectos, la pérdida de la conciencia del yo
convierte todo en un 0 absoluto y por tanto, no cabe la tristeza, ni el
miedo y mucho menos el terror. Por lo tanto la muerte propia, para un
ateo,
es una siesta eterna, una siesta en la que ni siquiera se sueña. :-) Se
puede esparar la muerte propia con toda serenidad.

[Mercader]
Me temo que los ateos también somos de carne, como los creyentes, y
arrastramos aún -aunque no queramos- el bagaje de los instintos que nos
hacen reaccionar visceralmente cuando bajamos la guardia de nuestro
escepticismo. El miedo a la muerte podría ser la versión humana del
instinto de conservación que, seguramente, poseen hasta los caracoles
cuando un estímulo desconocido les obliga a esconder los cuernecillos.
Yo creo que ese instinto debe de ser uno de los más fuertes y sólo
estando gravísimamente afectado por algún problema personal  es posible
distorsionarlo, como les debe de pasar a los suicidas.  No hablo de los
que ponen en peligro su vida practicando algún deporte de riesgo (eso
se explicaría, a lo mejor, por algún grado de inconsciencia de la
realidad) sino de los que, con plena consciencia, atentan contra su
vida.  Sólo cierto grado de patología -siquiera circunstancial- podría
explicar el hecho de vencer ese instinto supremo que conserva la propia
vida.
Si fuese verdad que un ateo ha perdido todo  temor a la muerte, podría
aparecer en cualquier momento de la existencia en que estuviesen
colmadas las carencias y el grado de bienestar fuese apreciable, la
idea de quitarse de en medio en ese momento ¿Para qué esperar a cuando
vengan mal dadas?, sería el argumento.
Pero me parece que ese momento no suele aparecer. Hasta los ateos
tenemos cierto apego a la vida  y no  tendría que ser necesariamente
por algún defecto en nuestro razonamiento sino porque compartimos con
los crédulos algo más que el aspecto físico. También  llevamos inscrito
en nuestro diseño el miedo a la muerte como medio para que tengamos un
poco de cuidado con nuestra existencia.

[Arturo Bosque]
    Otra cosa es la muerte de los seres queridos. Ahí sí que los ateos
estamos en inferioridad de condiciones que los creyentes en una vida
futura.
No nos cabe ninguna esperanza de reencuentro.

[Mercader]
Ahí me pierdo. Entiendo el valor adaptativo de querer proteger la vida
propia y la de tus allegados pero ¿Qué  valor adaptativo puede tener
sentir dolor por el familiar ya ha muerto y que ya no volverá? ¿Para
qué sirve ese dolor? Me huelo que es uno de esos inútiles errores de la
Naturaleza (por llamarlos de algún modo)  que sólo sirven para que
alguien entre en depresión en el mismo momento en que debería hacer
acopio de todas sus fuerzas y ayudar a los que quedan.
En alguna cultura se come, se bebe o se baila con ocasión de la muerte
de alguien. No sé si como paliativo directo del dolor o como reacción
natural para que el dolor no destruya el recuerdo grato del que se ha
ido.
Saludos desde el hoyo.