La única diferencia que hay es que las dimensiones
de la Iglesia hacen que haya indivíduos con un grado de programación más leve de
lo que se da en ciertas sectas destructivas, puesto que "quien mucho abarca,
poco aprieta". Sin embargo, también encontraremos adeptos con el cerebro tan
estropeado como el de cualquier sectario, así como gurú que es consciente
de que la fe que propaga es un negocio y una patraña incomestible. Y dentro de
la misma Iglesia existen también sus organizaciones sectarias, que conviven en
el Vaticano en delicados equilibrios de poder.
Otra diferencia es que, a través de los siglos de
dominación de estas superstiones concretas, su penetración en la sociedad
es tal que se aprecia como "lo normal", y no se valoran las creencia
católicas desde la misma posición de burla con la que se contemplan, por
ejemplo, los tótems de cualquier tribu o la devoción por las vacas en
India. Hay una frase irónica, no sé de quien que
viene a decir:
"¿Cómo quieres que sea religioso si no
creo ni en la religión católica, que es la verdadera?"....
En cuanto a lo de hacer algo... hace siglos que es
necesario.
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