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[escepticos] Con Franco...



    Ahí va un sabroso artículo del diario ABC:

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  La Iglesia española se encuentra sin vocaciones

MADRID. J. B.


España cada vez tiene menos seminaristas. Esta realidad, patente en nuestro
país desde los años 70, preocupa seriamente al Episcopado español. Como
soluciones cara al futuro, los responsables de la formación de los futuros
curas no desdeñan una mayor presencia de los seglares en tareas pastorales o
la llegada de sacerdotes de Iberoamérica o Asia, donde esta crisis no
existe.

CADA VEZ MÁS TARDE

«Mi vocación ha sido como el río Guadiana... Desaparece aparentemente de la
vista, pero sigue fluyendo en profundidad hasta que vuelve a aparecer y
corre ya en toda su plenitud». Antonio Testera, seminarista de Ávila, es uno
de los 250 jóvenes que este año ascenderán al orden presbiteral. Uno de los
1.839 seminaristas mayores, quienes junto a 1.932 pertenecientes a
seminarios menores, viven este curso su vocación al sacerdocio. Una cifra
muy inferior a la de hace años. «El verdadero descenso se sufrió en los años
70, pero a partir de 1985 hasta ahora, éste se estabilizó», apunta José Luis
Moreno, responsable de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades.
La frase de Antonio revela un rasgo interesante de la situación de las
vocaciones al sacerdocio: la entrada al seminario se produce cada vez más
tarde y ya no es extraño que la mayoría de los seminaristas opte por su
vocación una vez terminada su carrera universitaria.

Otro dato a tener en cuenta es que bastantes han encontrado su vocación tras
un tiempo alejados de la Iglesia. «Los que, por unos u otros cauces, han
reencontrado su vocación, lo hacen con mucha fuerza», afirma el responsable
de seminarios del Episcopado. «Es curioso -apunta- ver cómo unos jóvenes, de
modo gratuito y sin búsqueda de utilidad, son capaces de ofrecer su vida».
«A veces -apunta-, la sociedad no comprende el trabajo que miles de
sacerdotes realizan en el día a día. La función de formación, orientación y
unión que una parroquia tiene en un barrio, es esencial. No es llamativa,
pero hace que las cosas funcionen y el sustrato de la fe se mantenga». De
todos modos, es una realidad que la secularización de nuestra sociedad
afecta a las vocaciones. «Ser cura es para toda la vida, y el ambiente
social no valora los elementos religiosos espirituales y sí los materiales.
Vendemos, por así decirlo, un producto que cuesta entrar en el mercado»,
señala José Luis Moreno.

La Iglesia ve con preocupación esta cuestión, en buena medida por el
envejecimiento de la sociedad. «Hemos de acostumbrarnos -asegura Moreno- a
una escasez de vocaciones. El envejecimiento imposibilitará que haya un cura
por cada pueblo». Pese a la alarmante escasez de vocaciones, todavía hay
quienes lo dejan todo para seguir adelante con la llamada. Prueba de ello es
la reciente encuesta «Jóvenes´99», elaborada por la Fundación Santa María.
En ella, más de 350.000 chicos y chicas (el 6,4 por ciento) declaraban que
alguna vez se han planteado su vocación al sacerdocio, la misión o la vida
contemplativa. De éstos, casi 30.000 meditan seriamente esta opción para sus
vidas. «Cada año -apunta Moreno- entran al seminario unos 350 jóvenes, y
alrededor de 500 en las casas religiosas». En el caso de la vida
contemplativa, las vocaciones han experimentado un cierto incremento.