Hola, amigos, me llamo Juana. Llevo ya varios meses en la
Lista, de "oyente", y creo que ya es hora de presentarme.
Aunque actualmente me puedo calificar de escéptica, debo
confesar que he sido magufa casi toda mi vida.
Yo siempre había creído que por encima del mundo material o
físico que podemos ver, existía un mundo inmaterial, sobrenatural, espiritual,
que era "el verdadero" y era donde estaban las causas de todo lo que pasaba en
el mundo físico. Poco más o menos como lo que explicaba Platón en el mito de
la caverna. Esta creencia era el eje de mi vida, mi garantía contra la muerte,
mi esperanza de que todo responde a un "orden", a un plan maestro diseñado por
una inteligencia que lo tenía todo controlado, y que después de todo el
sufrimiento, la estupidez, las injusticias de este valle de lágrimas, al final
todo acabaría bien.
Cuando era pequeña, en vez de leerme cuentos, me contaban la
historia sagrada y vidas de santos –mis padres son muy religiosos, católicos-.
A los seis años ya tenía yo la firme intención de ser santa para que dios me
concediera el don de curar. Ser una niña buena, a esa edad, era bastante
fácil.
A los catorce años leí "El retorno de los brujos" y aquello me
marcó. Empecé a dejar de ser religiosa y de rezarle a dios, para volverme,
digamos, parapsicológica. Por aquella época pensaba que dios no era tanto un
ser personal, como más bien una representación de lo numinoso, y que las
religiones eran formas sistematizadas de canalizar esas fuerzas sobrenaturales
que si no se controlan pueden hacer mucho daño. O sea que para adquirir el don
de curar, lo que había que hacer no era rezar mucho sino practicar ciertos
entrenamientos físicos y mentales.
A los diecisiete empecé a hacer yoga y me volví vegetariana.
Al poco tiempo ya era un monstruo de las disciplinas iniciáticas. En una
ocasión, después de tres días de ayuno total y meditación intensa, conseguí
realizar un viaje astral que fue todo un éxito (a ver si os lo cuento alguna
vez, para que me expliquéis qué fue lo que pasó en realidad). Sin embargo, en
cuanto al poder clarividente de diagnosticar con un golpe de vista o de curar
por imposición de manos, yo seguía teniendo tantas capacidades paranormales
como una mesa camilla.
Mis amigos me decían que yo era "mujer de poca fe", tanto
preguntar, tanto escudriñar los detalles... La verdad es que siempre he sido
una magufa muy escéptica. Ya de joven me peleaba con las monjas. Os pondré un
ejemplo: En nuestro libro de Historia de segundo de bachiller (1968, once
años), que era de SM, nada más empezar se podían leer cosas como que el Hombre
de Neanderthal era el producto de una degeneración. Le pregunté a la monja que
por qué había degenerado la humanidad y ella me contestó que dios había creado
a Adán y Eva perfectos, pero que al irse reproduciendo sus hijos y nietos,
teniéndose que casar hermanos con hermanas y otros parientes próximos, pues
empezaron a salir hijos tontos y defectuosos. Entonces yo hice alguna
observación sobre la falta de previsión de dios, que ya podía haber creado a
varias familias para que un muchacho no tuviera que emparejarse con su propia
hermana. La monja me regañó diciendo que si yo me atrevía a criticar las
acciones divinas, estaba pecando de soberbia, y que los caminos del señor son
inescrutables. Ni qué decir tiene que me fui convirtiendo en una gran
pecadora...
Cuando en tercero empezamos a estudiar Física y Química y nos
explicaron el Método Científico, yo me encontraba en mi salsa. Aquello era
absolutamente gratificante para mi intelecto. Todos los misterios estaban a
nuestro alcance: sólo era cuestión de ponerse. Lo que no se sabía era porque
"aún" no se había descubierto, pero sólo era cuestión de tiempo. Dejé de leer
vidas de santos y me puse a devorar biografías de descubridores,
investigadores, premios Nobel. Me propuse llegar a ser una científica y
encontrar los remedios para todas las enfermedades que faltaban (antes de
empezar Medicina, yo creía inocentemente que ya casi todas las enfermedades se
podían curar).
Quería aplicar el método científico a todo, pero
especialmente, a los más misterioso, a lo paranormal. Me metía en todas las
sesiones de espiritismo que pillaba, pero cuando empezaba a comprobar las
patas de la mesa, que nadie tocara el vaso, por favor la luz encendida, y
"preguntad cosas que nadie sepa la contestación pero que se puedan verificar
después",... en fin, el espíritu cabreado siempre acababa echándome del
cotarro. Grabé psicofonías con los amigos por la noche (bueno, lo intenté:
cuando yo estaba presente nunca pasaba nada). Construímos una cámara Kirlian.
Hice estadísticas con monedas y con cartas Zenner, al más puro estilo
J.B.Rhine. Entrevisté a gente que había visto ovnis (yo nunca conseguí ver
ninguno). Visité curanderos y estudié a sus pacientes. Acudí a todos los
lugares donde tuve noticia de algún suceso paranormal.
Nada.
Ningún resultado positivo, objetivo, concluyente. Antes al
contrario: mucha superchería, charlatanería, ignorancia científica, cuando no
intención directa de engañar.
Mientras estudiaba Medicina y después, he asistido a todos los
cursos a mi alcance sobre terapias alternativas: naturismo, acupuntura,
homeopatía,... Siempre lo mismo: muchas promesas y pocos hechos, falta de
rigor científico, estudios clínicos sesgados, mal hechos o inexistentes, falta
de base lógica-biológica... Desesperante. (Os tengo que contar también la
peleita que tuve con los profesores de un curso de homeopatía, que por cierto,
trabajaban para el mismo laboratorio que fabrica "los medicamentos"
homeopáticos, Boiron, y que provocó mi expulsión del citado curso. Yo siempre
tan soberbia. Y eso que aún no era Escéptica).
Sin embargo, yo continuaba buscando, inasequible al
desaliento. Tenía a gala poseer una mente abierta: que yo no lo haya
encontrado, no quiere decir que no exista; que haya mucho charlatán de feria,
no quiere decir que no haya alguien con poderes de verdad.
¡Qué pérdida de tiempo y de esfuerzo! ¡Qué imbécil he
sido!
Hace unos meses vi en el Discovery Channel un artículo sobre
James Randi, llamado "Guía para escépticos", dentro de un magazine titulado
"Desengaño" (Deception) donde también se desmitificaban las fotografías
de fantasmas, los ovnis y la sanación por toque curativo. Fue como una
bofetada gigantesca. Una bofetada de esas que se le dan a los histéricos para
que reaccionen. La bofetada mental que me tiró del burro y me dejó noqueada
durante tres días, como al tipo aquél de la biblia.
Busqué Randi en Internet y me encontré con la Fundación, con
el CSICOP, con Gardner y Sagan, con Klass y Shermer, con vosotros y el anillo:
la Red Escéptica. Después de mucho leer y reflexionar, he tenido que reconocer
que la única razón para seguir creyendo en la existencia de fuerzas
sobrenaturales era mi propio deseo, mi propia necesidad de creer. Y ésta no es
una razón racional. Parece un trabalenguas, pero ya me entendéis: que yo
necesite mucho una cosa no garantiza que esa cosa exista. (Ja! Con la suerte
que tengo, más bien lo contrario)
Así que... aquí estoy, elaborando mi duelo. Ahora sé que no
hay un Gran Arquitecto ni vivimos en un universo de diseño; que el ser humano
no es la meta de la evolución sino que más bien estamos aquí por pura chiripa;
que no hay vida eterna: adiós, ¡ay!, a mi alma inmortal. Nada de "puedes
conseguir todo lo que quieras, sólo has de tener fe". No habrá un final feliz
con un Juicio Universal donde Papá Dios hubiera premiado a los buenos y
castigado a los malos (creo que esto ha sido lo peor, me consolaba tanto...)
¿Os dáis cuenta? No hay Justicia, sino supervivencia de los más fuertes, ¡qué
asco de vida! Estamos solos y encima nos peleamos.
No me extraña que la gente se aferre a sus creencias como un
perro a su hueso (la analogía es de Asimov). Hay mucho en juego. Despertar a
la realidad real es como perderlo todo, una especie de muerte. Cuando a Neo lo
desenchufan de Matrix y lo dejan caer a la cloaca, se me saltaron las
lágrimas, tan identificada me sentía.
Ahora que ya no me sostienen los ganchos celestes, debo salir
del pantano tirándome de los pelos hacia arriba (la analogía es del Barón de
Münchhausen). Así pues, estoy investigando sobre ética laica, buscando
principios morales que puedan ser racionalmente justificados, estudiando la
lucha por la dignidad a lo largo de la historia. Ya que la vida no tiene
sentido de por sí, pero el ser humano necesita darle sentido a su vida,
tendremos que inventárnoslo. Creo, con J.A.Marina, que la ética es la máxima
expresión de la creatividad humana. He leído a Savater, por supuesto, y a Jose
Antonio Marina ("Ética para náufragos"), pero acepto -y solicito- agradecida
vuestras sugerencias.
Bueno, ya me he despachado a gusto. Pido perdón a la audiencia
por un mensaje tan subjetivo y tan largo, pero conste que lo he resumido, ¿eh?
Podía haber sido peor. ¡Ah! Termino de presentarme: tengo 43 años y soy médico
de familia, aunque ejerzo también de pediatra, en el SAS, en Málaga. A vuestra
disposición para cualquier tema de medicina.
Desde que recibo los mensajes de esta lista Escéptica, he
admirado –y disfrutado- vuestro olímpico sentido del humor. ¿Cómo sobrelleváis
tan alegremente el ser escépticos? ¿Lo habéis sido siempre? ¿Ninguno tiene el
trauma de haber pasado de magufo a escéptico? Me daría con un canto en los
dientes por conocer vuestras peripecias durante "el paso", aunque reconozco
que esto es una cosa muy personal.
A propósito de humor, por si alguno piensa meterse conmigo, os
ruego no seáis muy crueles, que aún estoy de medio luto.
Vuestra:
Juana
"Buscad en la piel de un escéptico, y casi siempre hallaréis
debajo los nervios doloridos de un sentimental" (Daniel
d'Axe)